De camino a Puente la Reina, durante la primera jornada de los diez días de vacaciones que íbamos a pasar en Navarra, nos detuvimos a comer en este bello rincón riojano, limítrofe con la provincia de Soria, para conocer un poquito la Tierra de Cameros y hacer la ruta senderista denominada “Cascadas de Puente Ra”, que era el principal objetivo de la parada. Aunque puse una breve reseña en el diario de nuestro viaje a Navarra, he creído que este destino merece una mención más amplia y dedicarle una etapa independiente, en la cual podrá localizarse mejor ya que no se trata de un destino navarro.
Villoslada de Cameros en el mapa peninsular según Google Maps.


La ruta hacia las cascadas parte del pueblo de Villoslada de Cameros, que se encuentra a 284 kilómetros de Madrid. Entre las opciones que hay para llegar, escogimos la más rápida y que era también la que mejor nos cuadraba para continuar hacia Pamplona. Fuimos por la A-2 (autovía de Barcelona) hasta Medinaceli, donde tomamos la A-15 hasta Soria y allí la N-111 que lleva a la comarca de Cameros. En total tardamos poco más de tres horas.
Perfil de la ruta por carretera desde Madrid sacado de GoogleMaps.


TIERRA DE CAMEROS.
Esta comarca riojana, limítrofe con la provincia de Soria, tiene una orografía montañosa con gran abundancia de bosques, lo que contribuyó a que se mantuviera relativamente aislada durante siglos. Forma parte del Sistema Ibérico y sus actividades tradicionales han sido la ganadería y la explotación forestal. En los últimos años se está desarrollando el turismo gracias a sus preciosos paisajes y su bien conservada arquitectura popular. Teniendo como eje la llamada Sierra Cebollera, comprende varios pueblos muy interesantes de visitar, con una naturaleza espléndida que realmente nos dejó muy sorprendidos. Nos pareció una zona muy a tener en cuenta para pasar unos días de vacaciones, de esas que tanto apetecen cuando se quiere desconectar del mundanal ruido.


VILLOSLADA DE CAMEROS.
De los varios y muy bonitos pueblos de esta comarca, fuimos en concreto a éste porque, como he mencionado antes, es el punto de inicio de la caminata que queríamos hacer.
Enclavada en un punto intermedio Logroño (52 kilómetros) y Soria capital (56 kilómetros), esta pequeña localidad de unos 400 habitantes, pertenece al llamado “Camero Nuevo”, que comprende las que dentro de la Sierra Cebollera quedan entre el macizo de San Lorenzo y el río Iregua, es decir, al oeste de la carretera N-111.

Llegamos al pueblo pasada la una de la tarde, con la idea de comprar unos bocadillos e iniciar la ruta lo antes posible, pues nuestro destino del día era Pamplona, donde teníamos reserva en un hotel para dormir esa noche. Aparcamos el coche antes de cruzar el puente sobre el río Iregua. Por cierto que hay una preciosa perspectiva general del pueblo y la desbordante naturaleza que lo rodea… si no fuera por una horrible torreta de la luz que estropeaba un tanto el hechizo. Desde luego me acerqué a hacer una foto en la que me permití la licencia de eliminar la torreta. Y quedó así de chula.

Luego fuimos a la búsqueda y captura de alguna tienda o bar donde conseguir las viandas para la caminata, pero por el camino nos tropezamos con el Hostal Restaurante Corona. La verdad es que no teníamos ninguna intención de comer ese día de restaurante puesto que queríamos ganar ese tiempo para llegar antes a Navarra. Pero se nos fueron los ojos detrás del menú: pochas con boletus, ensalada de pulpo, patatas a la riojana, caparrones… Con el pueblo a tope de gente, quedaban solamente dos mesas libres y no nos lo pensamos. Estaba todo buenísimo (aquellos calabacines rellenos de marisco… ) y a buen precio, creo recordar que no llegó a cuarenta euros en total. Lo malo fue que después de unas riquísimas pochas y demás… como que no quedamos muy en forma para emprender una caminata. Así que primero fuimos a dar una vuelta tranquila por el pueblo, que aunque es pequeñito y se recorre enseguida, tiene su encanto y está enclavado en un lugar donde la naturaleza ha obrado una poderosa magia.

Si consultamos referencias, encontramos que esta villa fue una de las que Enrique II de Trastámara entregó a Pedro Manríquez en 1366 en compensación por haberse pasado a su causa frente a Pedro El Cruel; después perteneció a los Duques de Nájera hasta la abolición de los señoríos en 1811. Conoció gran prosperidad entre los siglos XVI y XIX debido a su gran cabaña ganadera y a la existencia de 40 telares que fabricaban paños reales, hasta el punto de que los jóvenes lugareños que allí trabajaban conseguían la exención de las milicias. El hundimiento de la artesanía textil ocasionó también el declive de la ganadería, lo que ocasionó por añadidura una pérdida de población hoy no alcanza los 400 habitantes, menos de un tercio de los que llegó a tener en su mejor época. Actualmente, además de una modesta explotación ganadera y forestal, se está intentando una recuperación económica con el turismo que busca disfrutar de la naturaleza, ya que en su municipio se localiza la mayor parte del Parque de la Sierra Cebollera, el único espacio natural protegido en la comunidad autónoma de La Rioja.


El paseo por la villa comienza cruzando el puente medieval sobre el río Iregua, desde donde se contemplan unas bonitas panorámicas. Llama la atención el curioso balcón en esquina de una casona, que resultó ser el Ayuntamiento. Muchas de las casas asoman sus balcones al río, otras tienen fachadas blasonadas y las hay que se sostienen sobre columnas mientras serpentean formando calles estrechas y empinadas que ascienden hasta su principal monumento, la Iglesia de Nuestra Señora del Sagrario del siglo XVI. Cuestas aparte, es muy relajante dar toda la vuelta y volver por el río, que nos brinda otras bonitas vistas de pueblo y su entorno.


Lo cierto es que entre la comida y el paseo nos entretuvimos más de la cuenta pues eran las cuatro de la tarde y aún no habíamos empezado nuestra ruta senderista del día.
CASCADAS DE PUENTE RA (PARQUE NATURAL DE LA SIERRA CEBOLLERA).
Hay varias posibilidades, de acuerdo con el tiempo disponible. Como íbamos de paso, escogimos la ruta circular corta de 6,6 kilómetros y 240 metros de desnivel acumulado, pero durante la que se puede ver lo más bonito del parque en unas dos horas de recorrido por el bosque y las cascadas. Es una caminata sin especiales dificultades, si bien hay una bajada pronunciada por un sendero que atraviesa el bosque con el consiguiente ascenso posterior hasta la zona de parking
No pudimos pedir información en el Centro de Interpretación del Parque ni visitarlo porque estaba cerrado, menos mal que llevábamos mapas sacados de internet. Para llegar al comienzo de la ruta, hay que ir hasta el final del pueblo, donde se toma una pista asfaltada que conduce a la Ermita de la Virgen de Lomos de Orios, en cuyas inmediaciones se puede aparcar. La ruta se inicia por una pista que sale desde la parte posterior de la Ermita y después de caminar algunos minutos nos encontramos con una espectacular vista sobre el espeso bosque de pinos, robles y hayas. Pese a estar en pleno mes de julio, habían aparecido unos nubarrones negros que oscurecieron el cielo y restaron visibilidad en lontananza; además, bajó la temperatura que tampoco era demasiado alta y amenazaba con descargar algún aguacero, lo que luego afortunadamente no sucedió.

Dejamos la pista y nos adentramos por un sendero en el bosque, hacia la llamada Majada de las Deseadas, un verde paraje abierto, donde pastaban varias yeguas con sus potrillos y que ofrecía igualmente unas vistas espléndidas.


Entonces, iniciamos el descenso hacia el río por un sendero que atraviesa un bosque de pinos enormes que apenas dejaban ver algún pequeño retazo azul del cielo y la escasa luz de un sol casi ausente. Al llegar junto al cauce del río, comenzamos a ver el agua deslizarse alegremente en una sucesión de preciosas cascadas, que era una delicia contemplar.




Pese a estar en verano, el río llevaba bastante agua y las cascadas lucían en todo (o casi todo) su esplendor. El camino discurre paralelo al río y hay que asomarse e incluso internarse entre la hojarasca para verlas, pero casi todas son perfectamente accesibles y preciosas.




El camino finaliza en el llamado Puente Ra, en un paraje tan bonito como el del resto de la caminata. Y, luego, todavía se puede disfrutar del bosque y su maravillosa vegetación, aunque el camino se empina (y mucho) hasta alcanzar el punto de salida, en la Ermita de la Virgen de Lomos de Orios, donde habíamos dejado el coche.


Un encanto de ruta, la recomiendo muy especialmente.


