Esta ruta era una asignatura que teníamos pendiente desde hace algunos años, cuando desde la carretera que conduce desde Segovia a la Granja, al tomar la del Puerto de Navacerrada para volver a Madrid, vimos a lo lejos un enorme chorro de agua brotando de la montaña y cayendo de plano a un inmenso vacío: era una de las cascadas más espectaculares que habíamos visto y se me ha quedado en el recuerdo. Lástima que no tenga ninguna foto de aquel momento. Al llegar a casa, nos pusimos a investigar y averiguamos que era lo que se conoce como el Chorro Grande de la Granja, al cual se llega por una ruta senderista que no conocíamos. Naturalmente, la cascada, la más alta de la Sierra de Guadarrama, con casi 80 metros de caída libre, no se puede contemplar siempre con tal plenitud, sino que hay que aguardar preferiblemente al deshielo, en la primavera, o en épocas de lluvias muy abundantes.
Situación de la ruta en el mapa peninsular según Google Maps.
El caso es que entre unas cosas y otras, la excursión fue dilatándose en el tiempo y parecía no llegar nunca. Hasta que, hace una semana, cuando nos enteramos del nuevo e inminente confinamiento, quisimos darnos un pequeño homenaje previo al cierre y fuimos a hacer esa ruta aun sabiendo que el uno de octubre no era el momento más apropiado para verla en su plenitud. Pero como la tenemos cerca y no parecía demasiado larga ni complicada, decidimos pasar la mañana en la montaña, conocer el camino y volver el año que viene.
Existen varias formas de ir a La Granja de San Ildefonso desde Madrid, de donde dista unos 77 kilómetros, con una hora y cuarto de viaje, aproximadamente. Google Maps recomienda un par de itinerarios, si bien nosotros solemos ir por la A-6 (sin tomar los túneles, ya que subimos el Alto del León) y, tras cruzar San Rafael, seguimos por la N-603 hasta pasado Revenga, donde tomamos la CL-601 que lleva a La Granja de San Ildefonso. Así nos ahorramos los peajes, lo cual compensa en día laborable y si el tiempo es bueno. En caso de que haya nieve o mucho tráfico, habrá que plantearse si compensa pagar el peaje, pues puede que sí.
El inicio de la ruta se encuentra un poco a las afueras de la población, en una calle que precisamente se llama Camino del Chorro. Se puede llegar hasta el punto exacto buscándolo en Google Maps. Está en una urbanización con chalets, donde en días laborables se puede dejar el coche sin mayores problemas (como fue nuestro caso). No sé si será posible aparcar allí en fines de semana, ya que esta localidad es muy turística y siempre está muy concurrida, al menos en situación normal, pandemias aparte. Lo cierto es que las dos veces que hemos ido este verano por allí (ambas entre semana), aunque no faltaban los visitantes, ni mucho menos se parecía a lo que hemos visto por las mismas fechas en épocas anteriores a la covid.
Comienzo de la ruta en Google Maps.
Datos de la ruta.
El problema con esta caminata es que hay muchas formas de hacerla, lo que también tiene la ventaja de que puede satisfacer a casi todo tipo de públicos, dependiendo de hasta donde se quiera avanzar. Asimismo, puede hacerse circular o de ida y vuelta. En cualquier caso, ya merece la pena el paseo por el bosque y llegar hasta la base de la cascada, lo cual se consigue caminando algo menos de dos kilómetros por sendero y pista forestal, que apenas se complica hasta unos cien metros antes de alcanzar dicha base. La dificultad de este tramo es baja. Eso sí, habrá que tener cuidado con el barro si ha llovido mucho y, sobre todo, en invierno con la nieve o peor aún con el hielo.
De allí en adelante, ascender para ver cascadas superiores o las vistas panorámicas sobre La Granja y Segovia ya es un tema distinto. Existe un recorrido circular completo de unos de unos 7 kilómetros, con cerca 500 metros de desnivel y unas tres horas y media de duración, cuyo grado de dificultad está catalogado como medio. Nosotros hicimos parte de esta variante, pero optamos por regresar por el mismo sitio, puesto que no le vimos mucha ventaja en alargar la ruta para bajar por un cortafuegos y llegar hasta la valla de los jardines del Palacio. En fin, eso va en gustos.
Sí que conviene llevar descargado algún track (hay muchos en wikilock) porque la ruta no está señalizada y, sobre todo en la parte de arriba, pasada la base de la cascada, el sendero se pierde a menudo entre la vegetación. Ni que decir tiene que las mejores estaciones para hacer esta caminata son la primavera y finales del otoño, aunque el paisaje que nos encontramos a primeros de octubre tampoco estaba nada mal.
Nuestro recorrido.
Dejamos el coche a pocos metros del inicio de la ruta, que se encuentra a la izquierda de la calzada, junto al arroyo de Peña Berrueco, al lado de una caseta. Aunque hay una verja que pone “coto privado de caza”, es un camino público que conduce al bosque, adonde se puede acceder sin problemas. El arroyo nos recibió con una estampa muy molona.
Empezamos a caminar por un bosque de robles y pinos (el Robledal de Navalosar), dejando el arroyo a nuestra derecha, y del que nos vamos separando hasta perderlo de vista. Durante el primer kilómetro, el camino pica muy suavemente hacia arriba, alterna pista forestal y sendero y es una ruta muy cómoda y agradable incluso en verano porque los árboles proporcionan mucha sombra.
Tras unos diez minutos cruzamos saltando sobre unas piedras un canalillo, que suponemos servía en tiempos (no sé si ahora también) para abastecer de agua a las fuentes del Palacio de La Granja.
Un rato después nos encontramos con un curso de agua, que al parecer (no lo tengo muy claro) es el Arroyo de la Fuente del Infante. Aquí nos detuvimos para echar un vistazo a una pequeña poza y un par de cascaditas.
A continuación, salimos del bosque y entramos en una zona de monte bajo, donde el sendero empezó se estrechó mucho y empezó a ganar altura rápidamente. Y a lo lejos, frente a nosotros, pudimos distinguir las hileras brillantes del agua de la cascada deslizándose por las rocas. Como nos temíamos, no llevaba demasiada agua, pero la vista era bonita de todas formas. Cuando baja colmada, la panorámica debe ser espectacular.
Un rato después llegamos a un pinar y nos encontramos con el Arroyo del Chorro Grande, que nos brindó un lugar con mucho encanto para sacar unas fotos
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Unos cien metros más de subida por el bosque y, tras tomar una entrada a la izquierda, llegamos hasta la base de la cascada del Chorro Grande, que se puede contemplar muy bien gracias a un puente de piedra, aunque a esa hora el sol le incidía de lleno y molestaba bastante.
Desde aquí pueden darse la vuelta las personas que no puedan o no quieran continuar, pues la caminata se complica bastante y, quizás, a mucha gente no le merezca la pena lo que se va a encontrar después. Desde este punto sale un sendero a la derecha que asciende en paralelo a la rocas por las que se desliza la cascada, pero separándose unos cuantos metros de ella. Hay que tener en cuenta que la zona de rocas próxima a la cascada está considerada como muy peligrosa (así lo advierten algunos carteles) por lo resbaladizo de las mismas. Y hay que tomárselo en serio porque se han producido varios accidentes, alguno de ellos con muerte de excursionistas. De modo que lo más prudente es transitar por el sendero.
El sendero por el que seguimos empezó a picar hacia arriba que daba gusto por un terreno muy escarpado, donde había que andar con bastante cuidado. Algunos hitos ayudaban a no perder la senda correcta, pues a veces se perdía entre la vegetación o aparecía más de una ruta posible. En este tramo nos ayudó el track que llevábamos descargado en el teléfono móvil.
Al ganar altura, el bosque se abrió y nos permitió ver unas panorámicas fantásticas de la campiña segoviana, en la que podíamos distinguir perfectamente La Granja de San Ildefonso, el Embalse del Pontón y Segovia, más al fondo. Siempre me llaman mucho la atención algunas vistas de Segovia, en las que la ciudad del Acueducto parece mucho más pequeña de lo que es en realidad.
La ampliación de Segovia no me quedó muy bien, pero vale para hacerse una idea de lo que comento.
Embalse del Pontón y La Granja de San Ildefonso.
Después de tomar nuestro bocadillo, continuamos ascendiendo hacia la cabecera de la cascada, con el camino perdiéndose entre la vegetación. A lo lejos, divisamos varios pequeños saltos de agua, pero para contemplarlos había que ir con ojo, pues era preciso abandonar el sendero, que de por sí resultaba complicado de seguir, y tomar la referencia de las vegetación pisada para encontrar un paso que nos permitiera contemplar los tramos superiores de la caída de agua principal.
En ese punto decidimos dar la vuelta y volver por el mismo camino en vez de hacer la variante circular, ya que pensamos volver en otro momento más propicio para ver la cascada con más agua y, de paso, completar la ruta con el llamado “Chorro Chico de la Granja”. En total, calculo que hicimos unos seis kilómetros y empleamos unas dos horas y media, contando paradas para fotos y unos veinte minutos para comer.