Lo que más ganas tenía de conocer de Lanzarote eran sus volcanes. Quería caminar entre sus montañas y calderas, rodear un cráter y pisar esas grandes rocas que no pesan nada. Los volcanes de la isla tienen el orgullo de ser los creadores de este paisaje tan peculiar, realmente salido de otro planeta. No sólo han erigido montañas con formas de pirámides de todos los colores, sino que además en su creación, han dejado cuevas, jameos, mares de lava y muchas otras formaciones geológicas sorprendentes.
PARQUE NACIONAL DEL TIMANFAYA.
No me terminaba de convencer la idea de ver este entorno a través de los cristales de un autobús con la nariz, perdón mascarilla, pegada a la ventana. Le dediqué tiempo en casa a averiguar la manera de visitar el Parque Nacional del Timanfaya a nuestro aire, y podemos decir que en parte lo conseguimos.
Aún así realizamos el circuito en autobús que recorre la parte más profunda del parque, y a la que no se puede acceder de ninguna otra forma. Aunque se vea a través del cristal del bus, creo que es una experiencia recomendable, sobre todo para personas que no puedan realizar grandes esfuerzos o caminar por grandes desniveles.
Existe la posibilidad de reservar un par de rutas guiadas en la web del parque, pero para cuando le eché un vistazo ya estaban todas las fechas reservadas. Si bien los volcanes del interior del parque nacional no se pueden visitar por tu cuenta, existen otros muchos que sí, y no son para nada menos impresionantes.
VOLCÁN DEL CUERVO
El primer volcán que cambió el paisaje de la isla de Lanzarote en 1730 fue el volcán del Cuervo. Éste fue el primer volcán en surgir en las erupciones del siglo XVIII que cambiaron para siempre el ecosistema de la isla.
Existe una ruta circular muy cómoda y sencilla que cualquier persona puede recorrer a pie, ya que no tiene apenas desnivel. El camino nos conduce hasta el interior del cráter, está perfectamente señalizado y cuenta con multitud de paneles informativos que nos ayudan a comprender mejor el entorno.
MONTAÑA COLORADA
No llevábamos en los planes realizar esta ruta, pero al verlo desde la carretera sentí un flechazo. Le dije a Vane "¡Mira qué pedazo de camino hasta la cima!" Y en ese momento Vanesa ya se imaginó que le iba a tocar subir hasta arriba.
La montaña recibe su nombre por el color rojo intenso de las rocas que forman su ladera. Este volcán cuenta con la peculiaridad de estar rodeado de bombas, piedras gigantescas que la caldera escupió durante las erupciones y quedaron ancladas en las proximidades de su perímetro.
El sendero rodea la montaña alrededor de su base, pero también existe la posibilidad de subir hasta lo más alto del volcán. Esta senda ya es bastante más exigente, la subida es corta pero con mucho desnivel y con piedra bastante suelta, por lo que es imprescindible llevar un calzado adecuado. Las vistas desde la arista del cráter son tremendas.
VOLCÁN DE LA CORONA
Subida para culminar el rey de los volcanes del norte de la isla. Cerca de Yé se levanta este coloso que regó de lava todos los campos a su alrededor hasta llegar a las costas de Órzola.
Con su manto de fuego creó el "tubo de la Atlántida", un río de magma que al enfriarse fotmó un túnel de 7 kilómetros que produjo cuevas como la de los Verdes o los Jameos del agua.
Para llegar hasta él dejamos el coche aparcado en la Ermita de Yé y, a medio camino entre la iglesia y el pueblo, comienza el sendero que nos llevará hasta su caldera. A través de viñedos y parras comenzamos una suave ascensión. Una vez dejamos los cercados atrás, el camino se endurece hasta alcanzar la parte más baja de su inmenso cráter.
Las rocas de la ladera norte están totalmente cubiertas por líquenes que contrastan con las rojizas paredes del interior de la caldera. Al borde de ella un alcaudón real nos recibe sin ninguna timidez. Tenemos la suerte de estar solos en la caldera, las vistas y el lugar nos sobrecogen.
JAMEOS DEL AGUA
Poco puedo aportar sobre uno de los lugares más conocidos de la isla. Simplemente deciros que me gustó mucho la manera en la que está integrada la arquitectura de César Manrique, creando nuevos espacios que lejos de arruinar un lugar precioso, lo potencia y lo pone en valor.

Creo que el hecho de que prácticamente no haya turismo debido a la pandemia, nos hizo saborear un lugar como este prácticamente en solitario, y disfrutarlo de una manera especial. La música, el azul del agua, los puntitos blancos… un lugar para relajarse.
CUEVA DE LOS VERDES
No teníamos una idea preconcebida de lo que nos esperaba en el interior, y nos encantó. La visita es guiada en grupos de unas 50 personas y dura unos 45 minutos.

En ella se recorre un kilómetro y medio del tubo volcánico que baja desde el volcán de la Corona hasta la costa. Una cueva totalmente diferente a las que había visto anteriormente, creada por un río de lava, increíble.
CENTRO DE VISITANTES MANCHA BLANCA
Una de las rutas que se nos quedó pendiente es la que conduce hasta la gran Caldera Blanca, la compañera Marimerpa tiene el recorrido perfectamente explicado en el tip Ruta de la Caldera Blanca.
Sí visitamos el centro de visitantes cercano al pueblo de Mancha Blanca, que nos explica el funcionamiento, la creación y el ecosistema que forman este conjunto de volcanes. Lo veo recomendable para disfrutar mejor del resto de volcanes y entender muchas de las formas que observaremos en el entorno.
PARQUE NACIONAL DEL TIMANFAYA.
No me terminaba de convencer la idea de ver este entorno a través de los cristales de un autobús con la nariz, perdón mascarilla, pegada a la ventana. Le dediqué tiempo en casa a averiguar la manera de visitar el Parque Nacional del Timanfaya a nuestro aire, y podemos decir que en parte lo conseguimos.
Aún así realizamos el circuito en autobús que recorre la parte más profunda del parque, y a la que no se puede acceder de ninguna otra forma. Aunque se vea a través del cristal del bus, creo que es una experiencia recomendable, sobre todo para personas que no puedan realizar grandes esfuerzos o caminar por grandes desniveles.
Existe la posibilidad de reservar un par de rutas guiadas en la web del parque, pero para cuando le eché un vistazo ya estaban todas las fechas reservadas. Si bien los volcanes del interior del parque nacional no se pueden visitar por tu cuenta, existen otros muchos que sí, y no son para nada menos impresionantes.
VOLCÁN DEL CUERVO
El primer volcán que cambió el paisaje de la isla de Lanzarote en 1730 fue el volcán del Cuervo. Éste fue el primer volcán en surgir en las erupciones del siglo XVIII que cambiaron para siempre el ecosistema de la isla.
Existe una ruta circular muy cómoda y sencilla que cualquier persona puede recorrer a pie, ya que no tiene apenas desnivel. El camino nos conduce hasta el interior del cráter, está perfectamente señalizado y cuenta con multitud de paneles informativos que nos ayudan a comprender mejor el entorno.
MONTAÑA COLORADA
No llevábamos en los planes realizar esta ruta, pero al verlo desde la carretera sentí un flechazo. Le dije a Vane "¡Mira qué pedazo de camino hasta la cima!" Y en ese momento Vanesa ya se imaginó que le iba a tocar subir hasta arriba.
La montaña recibe su nombre por el color rojo intenso de las rocas que forman su ladera. Este volcán cuenta con la peculiaridad de estar rodeado de bombas, piedras gigantescas que la caldera escupió durante las erupciones y quedaron ancladas en las proximidades de su perímetro.
El sendero rodea la montaña alrededor de su base, pero también existe la posibilidad de subir hasta lo más alto del volcán. Esta senda ya es bastante más exigente, la subida es corta pero con mucho desnivel y con piedra bastante suelta, por lo que es imprescindible llevar un calzado adecuado. Las vistas desde la arista del cráter son tremendas.
VOLCÁN DE LA CORONA
Subida para culminar el rey de los volcanes del norte de la isla. Cerca de Yé se levanta este coloso que regó de lava todos los campos a su alrededor hasta llegar a las costas de Órzola.
Con su manto de fuego creó el "tubo de la Atlántida", un río de magma que al enfriarse fotmó un túnel de 7 kilómetros que produjo cuevas como la de los Verdes o los Jameos del agua.
Para llegar hasta él dejamos el coche aparcado en la Ermita de Yé y, a medio camino entre la iglesia y el pueblo, comienza el sendero que nos llevará hasta su caldera. A través de viñedos y parras comenzamos una suave ascensión. Una vez dejamos los cercados atrás, el camino se endurece hasta alcanzar la parte más baja de su inmenso cráter.
Las rocas de la ladera norte están totalmente cubiertas por líquenes que contrastan con las rojizas paredes del interior de la caldera. Al borde de ella un alcaudón real nos recibe sin ninguna timidez. Tenemos la suerte de estar solos en la caldera, las vistas y el lugar nos sobrecogen.
JAMEOS DEL AGUA
Poco puedo aportar sobre uno de los lugares más conocidos de la isla. Simplemente deciros que me gustó mucho la manera en la que está integrada la arquitectura de César Manrique, creando nuevos espacios que lejos de arruinar un lugar precioso, lo potencia y lo pone en valor.
Creo que el hecho de que prácticamente no haya turismo debido a la pandemia, nos hizo saborear un lugar como este prácticamente en solitario, y disfrutarlo de una manera especial. La música, el azul del agua, los puntitos blancos… un lugar para relajarse.
CUEVA DE LOS VERDES
No teníamos una idea preconcebida de lo que nos esperaba en el interior, y nos encantó. La visita es guiada en grupos de unas 50 personas y dura unos 45 minutos.
En ella se recorre un kilómetro y medio del tubo volcánico que baja desde el volcán de la Corona hasta la costa. Una cueva totalmente diferente a las que había visto anteriormente, creada por un río de lava, increíble.
CENTRO DE VISITANTES MANCHA BLANCA
Una de las rutas que se nos quedó pendiente es la que conduce hasta la gran Caldera Blanca, la compañera Marimerpa tiene el recorrido perfectamente explicado en el tip Ruta de la Caldera Blanca.
Sí visitamos el centro de visitantes cercano al pueblo de Mancha Blanca, que nos explica el funcionamiento, la creación y el ecosistema que forman este conjunto de volcanes. Lo veo recomendable para disfrutar mejor del resto de volcanes y entender muchas de las formas que observaremos en el entorno.