Situada en el borde suroccidental de la provincia de Zaragoza, Jaraba no era una localidad de la que hubiésemos oído hablar demasiado a nivel turístico antes de nuestra visita. Aparecimos allí prácticamente de rebote, durante el verano pasado, de camino hacia nuestras vacaciones en el Pirineo Catalán, queríamos hacer noche en algún punto intermedio después de realizar un par de excursiones por la provincia de Cuenca y el Alto Tajo. En realidad, buscaba alojarme cerca del Barranco de la Hoz, que cuenta con una ruta de senderismo que nos interesaba; sin embargo, por diversos motivos, acabé reservando alojamiento a unos sesenta kilómetros de la idea inicial y ya no en la provincia de Guadalajara sino en la de Zaragoza, en el Balneario del a Virgen de la localidad de Jaraba, que como referencia válida para muchos viajeros se encuentra solamente a diecisiete kilómetros de las famosas cascadas del Monasterio de Piedra.
Jaraba y Cañón del río Mesa.
SITUACIÓN DE JARABA EN EL MAPA PENINSULAR DE GOOGLE MAPS.
Itinerario desde Madrid
La distancia desde Madrid es de 224 kilómetros en un viaje en coche de unas dos horas y veinte minutos, por lo demás bastante cómodo, ya que se circula por la A-2 hasta la salida 200, donde se toma la A-2501 y luego la A-1501 que lleva a Jaraba; un poco más adelante, continuando por la misma carretera, se llega a los balnearios.
JARABA, BALNEARIOS Y AGUAS MEDICINALES.
Con una población de poco más de trescientos habitantes, Jaraba presume de aguas termales y medicinales, cuyas propiedades, especialmente para afecciones de las vías urinarias, son apreciadas desde tiempos de los romanos y, según se asegura, ya el rey de Aragón Alfonso I el Batallador comprobó los beneficios de sus aguas durante las batallas que mantuvieron sus tropas contra los musulmanes durante la conquista de Calatayud en 1118. Actualmente cuenta con tres balnearios, el más antiguo de los cuales, el de la Virgen, fue inaugurado en 1828. Además, en esta localidad están ubicadas las embotelladoras de agua mineral Fontecabras y Lunares, que aprovechan los numerosos manantiales que existen en la zona.
En Jaraba hay actualmente tres balnearios, uno de ellos en el núcleo urbano (Serón) y los otros dos (Sicilia y de la Virgen) situados en las afueras, siguiendo la carretera A-1501 en dirección a Calmarza, que están unidos entre sí por un bonito y relajante paseo a orillas del río Mesa.
Nos alojamos en el Balneario de la Virgen, el más antiguo, si bien ha sido objeto de varias remodelaciones. Como íbamos a estar solamente una noche, escogimos una habitación estándar con desayuno, que nos costó 95 euros. No era barato, pero estábamos en la segunda quincena de julio, si bien la pandemia empezaba a causar problemas nuevamente en Aragón, lo que originó dudas entre los clientes y cancelaciones. Durante nuestra estancia, se tomaban muy en serio las medidas de seguridad, incluyendo toma de temperatura en la recepción. Tiene servicio de masajes y spa no incluidos en el precio de la reserva y que no utilizamos, así que no voy a opinar. Sí que figuraba incluido un baño en la piscina termal, previa reserva de turno, ya que había reducción de aforos. Cenamos en el restaurante, que era tipo menú, con un precio de 17 euros con bebida. No estuvo mal, considerando también que no había ningún otro sitio en las inmediaciones para cenar. Lo que menos nos gustó fue la habitación, muy pequeña y calurosa, un tanto agobiante. No repetiría en ella. Quiero suponer que las habitaciones superiores están mejor, así que merecerá la diferencia de precio en caso de estancias más prolongadas, porque el precio de la nuestra nos pareció alto para lo que ofrecía.
Lo más bonito son los exteriores, el entorno y la misma ubicación, justamente debajo de un imponente promontorio rocoso con fuentes termales: además, los jardines, las grutas, los manantiales, el río…
Tanto de noche (iluminado) como de día el propio lugar y sus alrededores se merecen una visita. Se puede ir caminando por una acera muy agradable a orillas del río en dirección a Jaraba hasta el siguiente balneario, el de Sicilia, que estaba cerrado en la época en que nosotros hicimos nuestra visita.
Después de cenar, dimos una vuelta por los alrededores y esto fue lo que nos encontramos.
A la mañana siguiente, con la luz del día, el sitio natural nos gustó bastante y no descartamos volver para hacer alguna excursión con más tiempo. Tanto fue así que decidimos seguir la carretera y descubrir alguno de los secretos que encerraba el atractivo señuelo del cañón del río Mesa.
Antes de coger el coche, volvimos a repetir el paseo nocturno y llegamos hasta el angosto lugar donde estaba ubicado el Puente del Diablo, construido por los romanos allá por el año 70 a.C. y que, desgraciadamente, fue derribado en los años setenta del pasado siglo para construir un nuevo puente que facilitase la circulación por la carretera, pese a la oposición de los vecinos de Jaraba. En fin, más que una pena, otra tropelía de unos tiempos en que la cultura no era demasiado importante: ver para creer.
CAÑÓN DEL RÍO MESA.
La ruta por la carretera nos metió rápidamente en el cañón del río Mesa y sus hoces, cuyos inicios habíamos conocido frente al balneario. Incluso desde el coche, las vistas impresionaban.
El río Mesa es afluente del Piedra (el del Monasterio) y nace en la localidad de Selas, en la provincia de Guadalajara. No se trata de un río caudaloso, pues incluso llega a secarse en verano en algunos tramos al filtrarse, lo que no sucede a su paso por Jaraba, donde recibe el aporte de las aguas procedentes de las fuentes termales. Y eso lo pudimos apreciar en pleno mes de julio, pues llevaba un buen cauce. Tras 65 kilómetros de recorrido, desemboca en el Embalse de la Tranquera, en Nuévalos (Zaragoza). El río, entre Jaraba y Calmarza, ha labrado un profundo cañón de siete kilómetros, en el que habitan muchas aves, sobre todo rapaces como buitres leonados, águilas reales y alimoches.
Las hoces y el cañón del río Mesa en una captura de Google Maps.
Dejamos el coche en un apartadero, cerca de un túnel, para ver el río más de cerca, y tomamos una senda que salía a la derecha y que forma parte de alguna de las rutas senderistas que existen en la zona.
r
Después, pasado el túnel, vimos que la senda ascendía entre las rocas y no nos pudimos contener. Aparcamos en otro apartadero y decidimos ponernos a caminar sin saber todavía que íbamos a emprender una variante de la ruta conocida como la del Barranco de la Hoz Seca o Cañada de Campillo, que es un afluente seco del río Mesa.
De inicio, tuvimos que ascender un buen peñasco desde la carretera, obteniendo mejores vistas a cada paso, hasta llegar a la parte superior, donde el estrecho y empinado sendero se convirtió en una senda más ancha, totalmente llana y muy agradable entre vegetación. Eso sí, no había demasiadas sombras.
Como en un cuarto de hora llegamos hasta el Mirador de la Dehesa, que nos ofreció una fantástica panorámica a vista de pájaro del cañón por el que habíamos circulado en el coche y otras zonas ocultas desde la carretera.
Continuamos un poco más adelante, pero no teníamos referencias ni ruta buscada (la veríamos después), así que decidimos regresar al coche, ya que realmente no sabíamos dónde nos encaminábamos una vez alcanzado el mirador.
De nuevo con el vehículo, volvimos sobre nuestros pasos sin llegar a Calmarza, donde nos enteramos después que hay una preciosa cascada. Está claro que tendremos que volver con las cosas un poco planificadas, pues esto fue de todo improvisado. En un recodo del cañón, nos encontramos con la boca de un desfiladero que nos mostró unas construcciones rupestres, entre las peñas, de lo más llamativo. Había un aparcamiento, así que dejamos el coche y nos acercamos a pie.
Las vistas en el desfiladero eran espectaculares y colgado de las rocas aparecía el Santuario de Nuestra Señora de la Virgen de Jaraba. Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció a unos pastores cerca de uno de los manantiales que nacen en estos entornos, lo cual condujo a los cristianos que combatían a los musulmanes a principios del siglo XIII a considerar las propiedades de estas aguas no solo medicinales sino también milagrosas. Al parecer, en esa época se construyó un primitivo santuario. Sin embargo, el que podemos contemplar en la actualidad data del siglo XVIII.
De camino, encontramos un panel informativo sobre la ruta que, a través del desfiladero, lleva hasta unas pinturas prehistóricas en una cueva y también, en un desvío, al Mirador de la Dehesa, donde habíamos estado anteriormente. Ascendimos por una senda de tierra hasta la puerta del Santuario, pero estaba cerrado, pues no se puede visitar más que en momentos concretos. En cualquier caso, el paseo mereció la pena por las vistas. El paraje es imponente.
Volvimos al aparcamiento y, de nuevo en el coche, nos dirigimos hacia Jaraba para proseguir nuestro viaje hacia Cataluña, si bien antes de llegar a la zona de los balnearios nos detuvimos en el exterior de una enorme cueva, en la que manaba también el agua. Otro lugar de lo más llamativo.
Ni que decir tiene que en varios momentos vimos varios buitres sobrevolando nuestras cabezas. En resumen, una zona muy interesante, con paisajes espectaculares y rutas de senderismo prometedoras y que habrá que explorar con tranquilidad. De momento, aquí queda la idea.