Desayunamos en el Café Ventura, al lado de la Plaza Ventura que tiene un tio vivo típico, muy mono. Los niños lo han probado durante nuestra estancia, realmente no es un punto demasiado turístico y te encuentras gente local.
Durante la mañana hemos dado un paseo por Montmartre. Qué decir... para ser un lunes, me esperaba que hubiera mucho menos gente. La zona se ve preciosa, las casas, los palacios tienen mucho encanto... pero en las calles más famosas nos agobiamos un poco y eso nos impidió disfrutarlo bien. Una pena...
Con este panorama, teníamos miedo de no encontrar dónde comer para 4, pero curiosamente encontramos mesa en una crepería de la Plaza du Tertre, Au Petit Comptoir. De hecho quería evitar a toda cosa la Plaza du Tertre porque sabía que siempre está a tope (y efectivamente lo estaba), pero por suerte en este lugar había sitio. Las crepes no matan (la masa un poco intensa de sabor, incluso para ser galettes, que tienen una masa diferente a las crepes dulces). Son lentos porque además sirven crepes para llevar pero estuvimos cómodos y fueron bastante amables, así que es una opción a tener en cuenta.
Después de comer fuimos al Louvre, pero teníamos claro que con dos niños -y sobre todo con el peque- no queríamos entrar (aclaro que desde siempre intentamos acostumbrar a nuestros hijos a los museos e incluso he llegado a coger una guía especializada en niños en algunos, como en el Prado... 100% recomendable. Pero simplemente no nos veíamos con energía en esta ocasión), así que estuvimos un poco en su patio viendo las pirámides de vidrio que a los niños les encantan, sobre todo a la mayor que las conoce de Ladybug.
Después estuvimos un buen rato jugando en los jardines de las Tullerias, en los setos de arbustos por dentro casi todos tienen como “pasajes” y los niños no pararon de recorrerlos entrando y saliendo de varios. Hay que vigilarlos bien pero fue una actividad graciosa y diferente para niños.
Después cogimos el Batobus hasta la Torre Eiffel. me costó mucho decidirme entre las varias opciones de crucero en el Sena, y seguramente esta no es la mejor combinación calidad/precio, pero quería un trayecto corto que nos llevará solo del Louvre a la torre Eiffel.
Lástima que en algún lugar, en las Tuillerias o en el barco, perdimos el abrigo nuevo de la mayor... Al hacer calor, no nos dimos cuenta hasta que llegamos a la Torre Eiffel... Seguramente fue un descuido nuestro, y nos dejó mal sabor de boca. Qué le vamos a hacer...
Torre Eiffel: como era de esperar, a tope. No sé qué pasaba ese día que estaba todo a tope. En fin, nos cargamos de paciencia, porque al menos habíamos comprado los billetes con ascensor con antelación. La cola para subir fue bastante rápida , pero lo que fue un poco pesadilla fueron las colas para coger cada ascensor, tanto en la subida como en la bajada, con mucha gente colándose a la que podía. Nosotros ya habíamos estado, así que tampoco nos impactó tanto, pero fue bonito verlo por primera vez a través de los ojos de mi hija

Y después de ese día tan intenso, el más intenso del viaje, nos volvimos PITANDO al aparthotel a descansar, que lo necesitábamos. ¡Todavía nos quedaba mucho París por ver!
Por cierto: ¡Qué gran opción alojarse en un apartamento con niños! Nos dimos cuenta que el pequeño a penas quería comer fuera de casa en restaurantes, en cambio en casa devoraba todo lo que le hacíamos, así que decidimos cenar todos los días en casa a partir de aquel día.