Si ayer no acabasteis con agujetas, hoy las vais a tener. Como todos los camino conducen a Roma, en nuestro caso al Acueducto, empezaremos aquí de nuevo. Como hay que empezar el día con energía, si doblamos la esquina de “Méson Cándido, paralela a la Acueducto nos encontramos con la “Chocolatería Valor”. Tiene la ventaja de que puedes coger tus churros y tu chocolate para llevar; y si aún lo mantiene en la carta, tomarte el primer chocolate blanco a la taza de tu vida. Con la barriguilla llena, cruzamos el Acueducto y vemos una marquesina donde cogeremos el autobús nº 2 hasta San Lorenzo (con lo que vamos a andar, mejor empezar sentados). Mientras bajamos por la Vía Roma, casi al final, podemos ver restos de molinos que abastecían a las distintas fábricas.
Hemos llegado a la plaza (sin pérdida, es la última parada), muy recogidita y presidida por otra iglesia románica (como no tenemos ninguna) con una torre de ladrillo. Es la iglesia de San Lorenzo, que da nombre al barrio.

Después, cogemos la calle del Puente de San Lorenzo y la de San Vicente el Real. Entre los árboles de la Alameda, se ve el Convento de San Vicente, que hasta el 140 fue un templo dedicado a Júpiter y que se reconstruyó como cristiano después de arder en el 919. Si os apetece, podéis comprarles flores a las monjas que viven allí.

Cogemos el Paseo de la Alameda dejando el río a nuestra izquierda, hasta llegar a un puente que cruzamos, y casi enfrente tenemos el Convento de Santa Cruz, reutilizado como hospicio y que actualmente acoge a la universidad Sek. En la fachada se observa el elma de los Reyes Católicos (tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando), y el yugo y las flechas (no las inventó la falange). Pegadito, se podría decir que es el mismo edificio, tenemos la Cueva de Santo Domingo, donde hacia penitencia el santo.

Ahora podemos coger hacia el Alcázar (NO, que estuvimos ayer) o ir bajando dejando el río a nuestra derecha hasta la Casa de la Moneda, del siglo XVI, que está casi intacta.

Casi enfrente tenemos un puente, que vamos a cruzar para llegar al Monasterio del Parral, que contiene el sepulcro de Beatriz Pacheco, una de las peores enemigas (si no la más) de Isabel la Católica. Tiene unas pinturas preciosas, que espero que hayan restaurado. Desde toda esta zona podemos ver el Alcázar desde otra perspectiva (la forma de buque que os contaba ayer).

Seguimos la carretera hasta el barrio de San Marcos con restos de las iglesias segovianas más primitivas hoy desaparecidas: Santiago, San Blas y San Gil, que dicen que fue la primera catedral de Segovia fundada por San Geroteo. Desde la iglesia de San Marcos, muy sencillita y también románica (¡qué casualidad!), tenemos dos opciones: ir a la Veracruz, muestra de los templarios, o seguir hacia la Fuencisla. Hacer lo que queráis, luego tenemos que volver a la iglesia para coger el autobús.

Bueno, seguimos para abajo, hasta el Convento de los Padres Carmelitas, que guarda los restos de San Juan de la Cruz, con una portada y el sepulcro alucinantes. Por toda esta zona nos podemos ir sentando para descansar las patitas que ya deben estar gritando.

Sin dejar la Alameda, un poquito más abajo, está el Santuario de Nuestra Señora de la Fuencisla (siglo XVIII), patrona de Segovia. Junto con el rey, es la única que ostenta el rango de Capitán General de todos los Ejércitos, y se la rinden honores como tal cada vez que sale en procesión.
¿Ya va haciendo hambre?. Pues como no nos podemos ir sin comer, vamos a atravesar el Arco de la Fuencisla hasta el mesón de “San Pedro Abanto”, antigua iglesia mudéjar, para meternos un cochifrito y un ponche segoviano entre pecho y esplada. De camino, podemos observar el Molino de los Señores.

No me seáis quejicas, que ya terminamos. Volvemos hacia la iglesia de San Marcos (no creo que haya valor ni ganas para subir la Cuesta los Hoyos) y cogemos el autobús nº 8 (mirar bien los horarios), que nos llevará por una parte del recorrido que hemos hecho (ahora es cuesta arriba) hasta la loba Capitolina, al lado del Acueducto.
Podemos hacer un descansito si nuestro hotel está céntrico, y sobre las 6-7 de la tarde volver al Acueducto (faltaría más). Ahora iremos en sentido contrario, por la calle Fernández Ladreda, toda peatonal y encima de un aparcamiento subterráneo. A la derecha vemos el edificio de la Caja de Ahorros de Segovia, donde a sus puertas todavía se4 siguen haciendo negocios con apretones de manos.
Un poco más abajo, a la izquierda, está la iglesia de San Clemente, con buenas pinturas en su interior.

Nos metemos por los soportales y vamos a por la estrella de la tarde: la iglesia de San Millán. Tiene todas las características típicas del románico y se basa en la Catedral de Jaca. La torre conserva restos de un edificio anterior de estilo muzárabe.

Cogemos la calle Hermanos Barral, y a la izquierda haciendo esquina está el Palacio de Ayala Berganza o Casa del Crimen (siglo XV), que actualmente es un hostal. Llamada así porque en 1892 asesinaron a un francés que vivía allí, a la criada y al gato en distintos sitios de la casa. Los ladrones, que asesinaron porque no encontraron lo que querían, fueron los últimos ejecutados en público de Segovia.
Ahora llegamos a la plaza del doctor Gila y cogemos la calle de San Millán. ¿Es hora de cenar?. En esta calle tenemos “El pecado” (a mí la comida creativa no me va mucho), y mi preferida “La cocina de San Millán”, antiguo Palacio de Santa Eulalia. No abre los domingos y si podéis, comer en el patio, se está mejor.
Una copita en el pub “La Escuela” y a dormir, que mañana os espero.