La principal conclusión del viaje es volvimos muy satisfechos, ya que nos gustaron mucho las dos islas. Ibiza nos sorprendió por su orografía y su vegetación. No es que esperásemos un erial, naturalmente, pero no sospechábamos que tuviese tal cantidad de tierras de cultivo y tanto arbolado. Aunque es una isla pequeña y se recorre bien en coche, tampoco hay que llamarse a engaño en cuanto a visitar muchísimos sitios en pocas jornadas, pues en las carreteras principales hay mucho tráfico, mientras que las secundarias suelen tener batantes curvas y multitud de subidas y bajadas; además, las calas menos masificadas suelen estar en lugares recónditos a los que se tarda en llegar. Si se prefieren las más famosas, mejor madrugar, y bastante.
Algo que aconsejo es visitar las Oficinas de Turismo. Proporcionan unos mapas estupendos y muy útiles para recorrer la isla y encontrar las calas. También informan sobre los mercadillos de ropa y artesanía de diversas poblaciones, sus días y horarios. Hay varios en toda la isla, los más famosos, Las Dalias, en San Carles de Peralta, el de Es Canar, el de Santa Gertrudis de Fruitera, el de Sant Josep de Sa Talaia... No los he mencionado en el diario porque a mí no me van demasiado, de modo que como no coincidimos con ninguno, tampoco los buscamos.
En cuanto al aparcamiento, el centro de las poblaciones siempre es zona azul, pero casi todos tienen un parking gratuito que suele estar bien indicado. Otra cosa es que quede algún hueco libre. Si ya tuvimos problemas en ciertos sitios a finales de mayo, no me imagino lo que puede ser en verano, incluso hay calas en las que limitan el aforo.
En cuanto a Formentera, la isla es muy distinta de Ibiza respecto a la orografía, pero cuenta con rincones tan bonitos o más. El color del agua del mar es indescriptible, si bien no voy a cometer el error de compararlo con las playas del Caribe. No son iguales, pero tampoco les hace falta. Cada sitio, en su lugar y con su propia belleza.
En el lado negativo, además del tráfico y de la masificación, lo peor son los precios, realmente altos. Aun en mayo, me costó encontrar alojamientos con un coste medianamente razonable, sobre todo en Ibiza. Al final, fueron mil euros por ocho noches y sin lujos, demasiado, en mi opinión. Al menos lo compensamos porque el hotel del Port de Sant Miquel incluía las cenas. Y también ahorramos un poco en los almuerzos, que procuramos hacer en restaurantes con menú del día, lo cual no supone que comiésemos mal, ni muchísimo menos. Algunos, como el de Sant Francesc, nos sorprendieron para bien.
Otra experiencia que nos gustó fue la llevar nuestro coche en lugar de ir en avión y alquilar el vehículo allí. Más cómodo y más barato.
A toro pasado, lo único que cambiaría del viaje serían las cuatro noches que pasamos en el Port de Sant Miquel. Desde luego, no somos de juergas nocturnas, pero echamos de menos caminar por un paseo marítimo y tomar algo en una terraza mirando al mar. Lo que tuvimos, por ejemplo, en Es Pujols. Además, está en un sitio un poco recóndito, algo a trasmano de otras partes de la isla. Un par de noches hubiese sido lo ideal, con las otras dos noches en Sana Eulalia. En cualquier caso, merece la pena visitar con calma tanto este lugar como la zona norte en general, pues cuentan con rincones preciosos.
Naturalmente, nos quedaron muchos sitios por ver y un montón de calas por explorar, en particular en la punta noreste; también eché de menos visitar los lugares arqueológicos que teníamos previstos para el día de la tromba de agua. Aunque tampoco nos podemos quejar porque el tiempo, que tan mala pinta tenía cuando iniciamos las vacaciones, solo nos estropeó los planes esa tarde. Y es la que climatología en las Baleares resulta más peliaguda de lo que mucha gente cree, pues puede llegar a hacer bastante frío en invierno, mucho calor en verano y son frecuentes las tormentas. Nosotros, a finales de mayo, tuvimos de todo: días fresquitos, calor, sol, nubes, chaparrones... Pero creo que es una buena época para visitar las Pitiusas con menos agobios y más barato que en verano. Además, también disfrutamos de días perfectos para estar en la playa.
Aunque las dos islas nos han gustado, no sé si repetiremos, y no por falta de ganas, sino por los altos precios y porque siempre apetece ir a sitios nuevos. Eso sí, creo que merece la pena visitar al menos una vez tanto Ibiza como Formentera. Por eso me despido contemplando las costas de Ibiza desde la playa de Illetes en Formentera.