En el itinerario que habíamos planificado para conocer algunos pueblos gaditanos, partiendo desde nuestro alojamiento en Cádiz capital, hicimos una excursión para conocer Vejer de la Frontera. La mañana ya estaba dando muestras del cambio de tiempo que nos iba a sorprender en los días siguientes y que terminaría convirtiéndose casi en un diluvio que nos obligaría a cambiar de planes al día siguiente, dejando la provincia de Cádiz para ir a la de Málaga, donde las condiciones meteorológicas se preveían mucho más benignas. Pero, afortunadamente, esta visita pudimos hacerla.
Situación de Vejer de la Frontera en el mapa peninsular según Google Maps.


Itinerario a Vejer desde Cádiz capital según Google Maps.


VEJER DE LA FRONTERA.
Esta localidad se encuentra a 55 kilómetros de la capital gaditana, que cubrimos por la A-48 (autovía de la Costa de la Luz) en un trayecto cómodo y rápido que nos llevó poco más de cuarenta y cinco minutos. Dejamos el coche en un aparcamiento que hay a la entrada del pueblo, fuera del casco histórico, donde se sitúa también la Oficina de Turismo, en la que nos facilitaron información y mapas, incluyendo un itinerario a pie recomendado. Sin embargo, pongo las fotos de unos paneles informativos, ya que los mapas quedaron después inservibles por la lluvia



Vejer está situado a orillas del río Barbate y su núcleo antiguo se encuentra en un promontorio, a 200 metros de altura. A solo 8 kilómetros del Mar Mediterráneo, el municipio cuenta en El Palmar con una playa de cuatro kilómetros de arena fina y dorada. La denominación “de la Frontera” se refiere a su límite con la provincia de Granada. Actualmente tiene una población censada de más de 12.000 habitantes, que se dedican fundamentalmente a la agricultura y al turismo. Su casco histórico amurallado fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1976, ha obtenido premios de embellecimiento urbano y también forma parte de la Asociación de los Pueblos más bonitos de España.


La zona estuvo poblada desde el Paleolítico y se han encontrado los restos de un muro de una fortificación de finales de la Edad del Bronce. Aparte de vestigios del paso de fenicios y romanos, Vejer debe su configuración a los árabes, que la tomaron en el año 711, nada más invadir la Península, tras su victoria sobre los visigodos en la Batalla de la Janda, muy cerca de allí. Tras un sinfín de enfrentamientos, Fernando III el Santo la ocupó en 1250, pero fue Alfonso X el Sabio quien la reconquistó definitivamente en 1262. Se conservan casi dos kilómetros de la muralla almenada que se levantó a lo largo del Medievo para su protección, con cuatro puertas o arcos (Segur, Puerta Cerrada, Villa y Sancho IV) y tres torres (Mayorazgo, San Juan y Corredera. En la cima del recinto interior se localizan los restos del castillo, que mantiene una puerta del siglo XI.


Dejamos el coche en la parte baja del pueblo y, siguiendo las instrucciones que nos dieron en la Oficina de Turismo, nos dirigimos hacia el casco antiguo a través del Parque de los Remedios, subimos por la empinada avenida del mismo nombre hasta la Plazuela, donde seguimos por la derecha hasta la calle Juan Bueno. Poco después, llegamos al Mirador de la Cobijada, que se asoma a la parte baja del pueblo, proporcionando una buena panorámica y en el que llama la atención la negra escultura de una mujer tapada casi de la cabeza a los pies. Se trata de un atuendo que llevaban las mujeres de Vejer antaño (al parecer por influencia de la ciudad de Chaouen), con el cuerpo y la mitad de la cara totalmente cubiertos, lo que explica su nombre. En tiempos se prohibió, porque al ocultar la identidad podía facilitar la comisión de delitos. Se recuperó en los años setenta del pasado siglo para las fiestas locales.


Justo enfrente, vimos ya la muralla del siglo XV y una de sus puertas. Unos metros más adelante, llegamos el Arco de Puerta Cerrada, que traspasamos para adentrarnos en el casco histórico intramuros, donde nos encontramos frente a un conjunto de callejuelas con casas de fachadas blancas y rejas negras, flanqueando tortuosas y empinadas calles y plazuelas, en las que, como en cualquier pueblo andaluz que se precie, no faltan las escaleras y las macetas con flores colocadas con sumo gusto.




A la izquierda, pudimos ver el cartel que anunciaba la Judería, pero preferimos seguir de frente, por Mesón de Ánimas y salimos a la Calle Reyes Católicos, al final de la cual llegamos a la Plaza del Padre Ángel, donde se encuentra la Iglesia del Divino Pastor. Iban a cerrar la puerta, pero la señora me dejó entrar a echar un vistazo con la promesa de no demorarme demasiado. Y, tras darle las gracias, así lo hice. Construido sobre los restos de una mezquita, el templo actual se llevó a cabo en tres épocas de construcción. El románico inicial (arquitectura y pilares delanteros) derivó al gótico-mudéjar en el siglo XIV, estilo al que pertenece la Capilla Mayor. A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII se realizó una ampliación en estilo tardo-gótico que no llegó a completarse, razón por la cual perviven en la actualidad dos edificios yuxtapuestos.


Tiene planta basilical con tres naves, divididas por tres pares de pilares con arcos apuntados de estilo mudéjar. En la torre del campanario, que está partida, se aprecian los minerales procedentes de la antigua mezquita. La parte superior del campanario y el chapitel de la torre son de estilo mudéjar.




Nada más salir, empezó a llover con fuerza y me refugié bajo un arco frente al Mercado de San Francisco, en cuyas puertas hay terrazas para tomar algo, desiertas en ese momento a causa del chaparrón.

Cuando paró de llover, me olvidé del plano empapado y empecé a moverme sin rumbo por las callejuelas, hasta que una escalinata me llevó a uno de esos lugares que tan de moda se han puesto en los pueblos andaluces últimamente: el “[b]Bésame en este rincón”, con un banquito estratégicamente situado en una plazuela de impolutas casas blancas, rodeado de macetones y flores. Además, se contemplan unas bonitas vistas. Así que, aunque no haya beso, mejor no perdérselo.




No sé cómo ni por dónde, pero me vi fuera del recinto amurallado y me encontré en la Calle Corredera, una avenida amplia que, a modo de mirador natural, ofrece amplias panorámicas hacia el norte, sobre las sierras y campiñas cercanas. Lástima que el día estuviera tan nublado. A los lados, hay numerosas terrazas de bares y restaurantes, cerradas y solitarias esa mañana por culpa del mal tiempo.


Un poco más adelante, llegué frente al Arco de Sancho IV, que ofrece también una buena panorámica de la muralla, junto a la cual hay una escultura de Juan Relinque, un héroe local.


Tras cruzarlo, me encontré con la Casa del Mayorazgo, una casa solariega de estilo barroco del siglo XVIII, que dispone de dos preciosos patios y, ahí está la sorpresa, comunica con la Torre del Mayorazgo, recinto defensivo de Sancho IV, de los siglos XIII y XIV, a la que se puede acceder subiendo una de sus escaleras. Aunque es de propiedad particular, se puede acceder libremente si la puerta está abierta. Es gratuito, aunque se puede dejar un pequeño donativo para mantenimiento.



Los patios, como casi todos los andaluces, están muy bien cuidados y tienen mucho encanto.Y, por si eso fuera poco, es una gozada subir a la Torre del Mayorazgo, desde donde se contemplan unas vistas estupendas del pueblo de Vejer y sus alrededores. Muy recomendable pasar si está abierto.

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Callejeando, llegué a continuación hasta la Plaza de España, en cuyo centro hay una preciosa fuente ornamental, recubierta de azulejos de estilo sevillano y con motivos acuáticos. Aquí se encuentran el Ayuntamiento, el Juzgado de Paz, así como bares, restaurantes y alojamientos.



Subiendo unas escaleras, por la Puerta de la Vila, accedí nuevamente al interior del recinto amurallado. Callejeando por aquí y por allá, pasé junto al Castillo, que conserva una puerta con arco de herradura del siglo XI. Estaba cerrado y me parece que no se puede visitar. Muy cerca está el Convento de las Monjas Concepcionistas, cuyo origen se remonta al siglo XI. Tiene una bella portada renacentista y en su interior se encuentra el Museo de las Tradiciones y Costumbres.




A unos metros, está la Judería, a la que se accede por el Arco de las Monjas, una calle formada por varios arcos que sirven de contrafuertes para el muro lateral del Convento. Un lugar emblemático en Vejer, ideal para tomar la típica foto de recuerdo.


Antes de dejar el recinto amurallado, hay que pensárselo bien, porque las cuestan son muy acusadas y mejor no tener que subir de nuevo para ver algo que se nos haya olvidado… como me ocurrió a mí
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Ya en la parte baja del pueblo, se pueden obtener unas bonitas vistas del casco antiguo desde el Parque Nelson Mandela. Y también merece la pena acercarse a la Plaza de la Paz, muy bien decorada con macetas y flores.




Y así acabó nuestra visita a Vejer, un pueblo que nos gustó. Fuimos a comer a Barbate, donde tomamos un estupendo arroz de la abuela en un quiosco, frente a la playa, adonde conseguimos llegar a duras penas en medio de un auténtico vendaval. Como el asunto no estaba para muchas visitas, volvimos directamente a Cádiz.

