Tenemos la mañana disponible en Londres antes de tomar el avión de vuelta a casa.
Con las maletas en la recepción y desayunados nos acercamos caminando al Tower Bridge con la intención de cruzarlo.
Cuando estamos en él nos decidimos a pagar la entrada y visitar su interior (16€).
Se sube por la torre norte y se baja por la torre sur. La visita nos durará aproximadamente una hora.
Por el camino nos explican la proeza de ingeniería que fue su construcción, se muestran otras propuestas de puente que quedaron descartadas, cuentan cómo era la vida y el transporte en el Londres victoriano.
Además de tener unas impresionantes vistas desde arriba.
y poder visitar incluso las salas de máquinas.
Una de sus características más destacables es que es un puente basculante, que todavía a día de hoy sus pasarelas se levantan y se cierran un par de veces al día.


Hoy en día la actividad industrial se ha quedado fuera de la ciudad, pero todavía quedan pequeños testigos de esa época en la orilla sur del Támesis.

Caminamos hasta la Hay’s Galleria, un antiguo muelle y almacén hoy cubierto con un techo de cristal y convertido en negocios y oficinas.
Luego hacia el este del puente está la calle peatonal Shad Thames, única porque aún se conservan los puentes elevados que conectaban los diferentes almacenes de té, grano, azúcar y especies que llegaban a través del río desde lejanas colonias.
Obviamente hoy en día son apartamentos de lujo.
La fachada que da al río se llama Butler's Wharf, y también tiene el encanto industrial de ladrillo y acero.
Volvemos a cruzar el puente y buscamos un buen sitio para la última comida en Inglaterra (¡por este año!).

Será un recóndito pub muy cercano a la Liverpool Street Station, desde donde iniciaremos el regreso a casa.
Y aquí finaliza nuestra escapada, donde hemos visto un montón de sitios nuevos, y a la vez, volver a Londres siempre es una sensación familiar.
Muchas gracias al lector por su tiempo y sobre todo, a Roger por el regalo (y como siempre, por las fotos).

