Sintra tiene una desventaja: está muy cerca de una ciudad como Lisboa, apenas a una veintena de kilómetros por buenas carreteras. El resultado es que se convierte, si acaso, en una excursión desde una ciudad que ya de por sí tiene mucho de destino mítico.
Sin embargo, una vez que se la conoce es difícil concebirla como un anexo. La magia que desprende abre las ganas de vivirla en exclusiva, de perderse más en ella. Con este diario lo que quiero es reivindicar su carácter único, ajeno a la capital que tiene cerca.
La idea de la escapada empezó con el curso (tengo la suerte de seguir contando años escolares), a ver, a ver, ¿dónde hay un buen puente?. Sintra no nos pilla ni cerca ni lejos, ni cerca como para poder ir un fin de semana, ni lejos como para que sea "el viaje". Ya parecía que este año no podría ser cuando ¡oh, sorpresa! la feria en Sevilla. Una ventaja tiene para los que la padecemos: unimos varios días de vacaciones, y este año con el puente de mayo ¡fantástico!
El alojamiento lo cogí con tiempo, pero esta vez no acerté mucho. No recordaba que en Portugal los pueblos tienen un marcado carácter de freguesías o concelhos, es decir, que el nombre del núcleo de población principal recoge todo el municipio, en muchos casos con bastantes caseríos y aldeas.
Así que nos encontramos con una casita un poco más alejada de lo que en principio creíamos, un poquillo más cutre de lo que pensamos que podría ser una casa rural a buen precio en Portugal (si en la foto no sale el baño, sospechad, sospechad) y un poco más rural de todo lo rural que pensábamos que sería (¡qué decir del maravilloso olor a establo que la inundaba en ocasiones!). Pero bueno, en realidad ¿algún problema? ninguno. Los niños (que es lo que siempre nos preocupa en estos casos) estaban encantadísimos, la dueña de la casa vivía al lado y era una mujer muy amable, y les estuvo enseñando los caballos, perros, gallinas… La casa tenía además un buen jardín con balancín y hermosas vistas (a los animalitos y el huerto) que los entretuvo todo el tiempo que pasamos allí, así que cubierto el tema niños, cubierto todo.
Vimos sin embargo que realmente es una buena opción alquilar casa y que hay poblaciones a tener en cuenta: Colares (aunque es una freguesía bastante grande, está justo entre Sintra y la playa así que la buena situación está garantizada, claro que son casas más exclusivas y caras, casi todas con piscina), Azoia (la población justo al lado del Cabo da Roca, aislada, tranquila, sin tiempo) y Azenhas do Mar (que tiene al lado la playa que más nos gustó, con saborcillo a pueblo de playa pero no tan abarrotado como otros).
El jueves por la mañana salimos, dejando dos o tres coches peleando por el aparcamiento que liberábamos (¡qué bonita Sevilla en feria!), y en un tranquilo pero largo viaje de casi cinco horas llegamos a San Joao das Lampas, mejor dicho, a la aldea de Assafora (pero fora, fora), y después de encontrar la casa que ya he comentado, y de que los niños se lo pasaran bomba entre caballos, gallinas y perros, decidimos que no nos apetecía volver a Sintra y meternos en barullo, así que pusimos rumbo a la costa.
El primer sitio al que fuimos, y al que seguimos volviendo en los días posteriores, fue a Azenhas do Mar. Podría considerarse un pueblo de playa, pero en Portugal nada es tan simple. La calle principal está bordeada de preciosas casonas (casonas que, por otro lado, salpican todo el paisaje de la comarca de Sintra), quintas como las llaman allí, con unos paneles de azulejos increíbles haciendo alusión en muchos casos a la propia comarca. Como pasa mucho en Portugal, muchas de estas quintas estaban abandonadas, y su estado triste hacía soñar con lo que pudo ser aquel pueblo, con las casas asomadas al acantilado y el mar, muy bravo en aquella zona, con ese increíble color de pleno atlántico, batiendo a los pies. !
Sin embargo, una vez que se la conoce es difícil concebirla como un anexo. La magia que desprende abre las ganas de vivirla en exclusiva, de perderse más en ella. Con este diario lo que quiero es reivindicar su carácter único, ajeno a la capital que tiene cerca.
La idea de la escapada empezó con el curso (tengo la suerte de seguir contando años escolares), a ver, a ver, ¿dónde hay un buen puente?. Sintra no nos pilla ni cerca ni lejos, ni cerca como para poder ir un fin de semana, ni lejos como para que sea "el viaje". Ya parecía que este año no podría ser cuando ¡oh, sorpresa! la feria en Sevilla. Una ventaja tiene para los que la padecemos: unimos varios días de vacaciones, y este año con el puente de mayo ¡fantástico!
El alojamiento lo cogí con tiempo, pero esta vez no acerté mucho. No recordaba que en Portugal los pueblos tienen un marcado carácter de freguesías o concelhos, es decir, que el nombre del núcleo de población principal recoge todo el municipio, en muchos casos con bastantes caseríos y aldeas.
Así que nos encontramos con una casita un poco más alejada de lo que en principio creíamos, un poquillo más cutre de lo que pensamos que podría ser una casa rural a buen precio en Portugal (si en la foto no sale el baño, sospechad, sospechad) y un poco más rural de todo lo rural que pensábamos que sería (¡qué decir del maravilloso olor a establo que la inundaba en ocasiones!). Pero bueno, en realidad ¿algún problema? ninguno. Los niños (que es lo que siempre nos preocupa en estos casos) estaban encantadísimos, la dueña de la casa vivía al lado y era una mujer muy amable, y les estuvo enseñando los caballos, perros, gallinas… La casa tenía además un buen jardín con balancín y hermosas vistas (a los animalitos y el huerto) que los entretuvo todo el tiempo que pasamos allí, así que cubierto el tema niños, cubierto todo.
Vimos sin embargo que realmente es una buena opción alquilar casa y que hay poblaciones a tener en cuenta: Colares (aunque es una freguesía bastante grande, está justo entre Sintra y la playa así que la buena situación está garantizada, claro que son casas más exclusivas y caras, casi todas con piscina), Azoia (la población justo al lado del Cabo da Roca, aislada, tranquila, sin tiempo) y Azenhas do Mar (que tiene al lado la playa que más nos gustó, con saborcillo a pueblo de playa pero no tan abarrotado como otros).
El jueves por la mañana salimos, dejando dos o tres coches peleando por el aparcamiento que liberábamos (¡qué bonita Sevilla en feria!), y en un tranquilo pero largo viaje de casi cinco horas llegamos a San Joao das Lampas, mejor dicho, a la aldea de Assafora (pero fora, fora), y después de encontrar la casa que ya he comentado, y de que los niños se lo pasaran bomba entre caballos, gallinas y perros, decidimos que no nos apetecía volver a Sintra y meternos en barullo, así que pusimos rumbo a la costa.
El primer sitio al que fuimos, y al que seguimos volviendo en los días posteriores, fue a Azenhas do Mar. Podría considerarse un pueblo de playa, pero en Portugal nada es tan simple. La calle principal está bordeada de preciosas casonas (casonas que, por otro lado, salpican todo el paisaje de la comarca de Sintra), quintas como las llaman allí, con unos paneles de azulejos increíbles haciendo alusión en muchos casos a la propia comarca. Como pasa mucho en Portugal, muchas de estas quintas estaban abandonadas, y su estado triste hacía soñar con lo que pudo ser aquel pueblo, con las casas asomadas al acantilado y el mar, muy bravo en aquella zona, con ese increíble color de pleno atlántico, batiendo a los pies. !
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Avanzando un poco más se llega al pueblo más nuevo y a la praia das Maças, muy bien preparada en cuanto a instalaciones, restaurantes y zona de juegos para niños. Esta playa es una cala de arena fina rodeada por acantilados a la que desemboca un pequeño riachuelo que, antiguamente, se llenaba de las manzanas de los huertos que cruzaba, y de ahí tomó el nombre la playa. Es muy conocida porque en ella es donde muere el tranvía de Sintra a la costa, que funciona todavía hoy. ¡Qué sitio para los niños! Frente a la fuerza del mar (llegamos a contar hasta cinco rompeolas) el arroyo de Maças era ideal para jugar con la arena e, independientemente de que el tiempo acompañara o no, darse un remojón con calcetines y todo (a ver, cuatro años recién cumplidos y cinco años no permiten mucha contención ante una tentación como aquella).!
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Cuando ya no nos quedaban más pañuelos para los moquillos que inevitablemente brotaban y brotaban, decidimos cambiar de sitio y continuar hasta el cercano Cabo da Roca. Si, el lugar más al oeste del continente europeo, el más cercano a América. ¡Cómo no soñar allí! Y no es sólo su lugar en el mapa, es el aire que desprende: el suelo, que baja hasta las rocas del alto acantilado, tapizado por mil flores amarillas, rosáceas, el faro, resaltando en rojo y blanco que le dan al ambiente un color irreal, el mar rompiendo abajo batiendo en rocas de extrañas formas. !
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Dimos un paseo, nos hubiera gustado ver la puesta de sol como alguna vez hemos hecho, ver subir la niebla y la oscuridad, pero los niños, los niños… ¡bueno, a dormir!
*** Imagen borrada de Tinypic ***