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Bajamos a desayunar al café Terravision y compramos los billetes de bus de Siena. Había un bus rápido, que no hacía parada en Poggibonsi, pero salía algo más tarde, así que nos subimos en el normal, que tardaba una media hora más, y pronto me arrepentí de ello, ya que el último tramo lo pasé fatal, mareada y con ganas de vomitar, deseando que llegase a su destino.
Tardé un poco en encontrarme mejor, pero ya estaba repuesta para cuando llegamos a la piazza del Campo. Ésta tiene forma de abanico y está dividida en nueve sectores delimitados, que simbolizan el Consejo de los Nueve, responsable del gobierno de la ciudad en la Edad Media. En esta plaza se celebra el Palio en verano, que es una fiesta Toscana que consiste en una carrera de caballos, donde todos se visten con trajes tradicionales medievales, en el que compiten los 17 barrios de Siena, y hay exhibiciones, desfiles…. Nosotros al ir en octubre no pudimos ver la fiesta.
En la piazza del Campo vimos la fuente Gaia, que es una pila de mármol rectangular decorada con relieves que representan a Adán y Eva, la Virgen con el Niño, etc. Enfrente está el Palazzo Pubblico (Ayuntamiento) con la Torre del Mangia (Campanario), que es la segunda más alta de Italia, y según nuestra guía recibe el nombre del primer campanero, al que le llamaban Mangiaguadagni (“come ganancias”).
Después nos dedicamos a callejear, metiéndonos por las callejuelas que partían de la plaza, y pudiendo comprobar cómo Siena está construida sobre 7 colinas al igual que Roma, ya que según vas caminando te encuentras tanto con calles empinadas, como con escaleras para bajar a niveles inferiores. Caminamos observando los distintos caserones medievales, y los corredores que unen edificios por encima de las calles, que son muy característicos de Siena. Por lo visto, cada uno de los 17 barrios, tiene símbolos de animales por las distintas calles.
Nos acercamos por la piazza del Mercato, donde más tarde comeríamos, vimos la puerta del Palazzo Piccolomini, que es el palacio privado más importante de Siena, construido para la familia del papa Pío II Piccolomini; la Accademia Musicale Chigiana, edificio muy bonito cuyo interior alberga una colección de arte e instrumentos musicales; y después fuimos al Duomo.
La catedral de Siena es una de las más bonitas de Italia, de estilo gótico, con piedra blanca y negra. Como curiosidad, decir que en su fachada hay un símbolo solar, que fue un intento de emblema común para todos los sieneses, sustituyendo a los emblemas de cada barrio. También tiene una nave en el ala sur que se empezó a construir porque se quería conseguir que fuese la iglesia cristiana más grande existente, pero está incompleta, ya que se abandonó su construcción debido a la entrada de la peste en la ciudad.
En su interior no hay que perderse las incrustaciones de mármol del suelo, representando escenas religiosas, que por lo visto están tapadas todo el año excepto en septiembre y octubre. Tampoco los paneles del púlpito, esculpidos por Nicola Pisano, con escenas de la vida de Cristo. Y también nos gustó mucho la biblioteca Piccolomini, que alberga antiguos libros ilustrados, y cuyos frescos en el techo, sobre la vida de Pío II, fueron pintados por Pinturicchio ayudado por Rafael.
Al salir del Duomo ya era hora de comer, y nos dirigimos a uno de los restaurantes con terracita que habíamos visto en la piazza del mercato, llamado Papei Trattoria, cuyo camarero sabía algo de español, porque su novia vivía en Granada. Nos costó 32 € los dos, con un entrante, un plato de pasta cada uno, un agua, una copa de vino, y un postre. No estuvo mal.
Tras la comilona continuamos paseando y vimos la Loggia Della Mercanzia, donde realizaban sus negocios los mercaderes. Después fuimos a la casa di Santa Caterina, patrona de Siena, que se encuentra rodeada de capillas y claustros, donde entramos ya que era gratuito. Tras esto fuimos a la iglesia de San Domenico, donde entramos, y una vez fuera hicimos fotos al Duomo desde allí.
Luego seguimos paseando un rato, pero en seguida tuvimos que concluir nuestra visita a Siena, para coger el autobús de vuelta a Florencia (esta vez el rápido, jeje).
Nos gustó mucho, pero me habían hablado tantísimo de Siena, que me esperaba más. Quizás también influyó que el día anterior habíamos estado en San Gimignano, que nos encantó, ya que al ser más pequeño, resultó ser más coqueto que Siena.
Una vez en Florencia, cenamos en Gusto Leo, que nos había gustado el primer día por sus precios baratos. Dos bebidas, un plato de ensalada y un plato de pollo al grill, 14 €. Lo malo, que me encontré un bicho en la ensalada y me quitó las ganas de acabármela.
Después nos compramos un helado de cucurucho por ahí, y dimos una vuelta nocturna para ver el Duomo de noche otra vez y la piazza Della Signoria.
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