Praga. Mucho más que torres y cerveza ✏️ Blogs de Checa Rep.

Esta vez la elección del destino fue fácil. Unos amigos querían ir a Praga y nos preguntaron “¿venís?”. La respuesta, puesto que ya estoy escribiendo el diario, es obvia

Las fechas no eran las que más me gustaban para hacer un viaje, pero si queríamos ir todos, tenía que ser en Agosto (temporada alta altísima ya que la vuelta la hicimos el 15 de Agosto, que es “un poco” festivo en toda España ).

Volamos con SmartWings, ya que era la única que nos ofrecía la opción de vuelo directo y además, si lo hubiésemos cogido con escalas no había gran diferencia de precio (teniendo en cuenta que con las escalas probablemente nos hubiésemos quedado una noche más nos salía incluso más barato). A la ida, media horita de retraso, pero a la vuelta más de dos horas, lo que hizo que terminara abriendo la puerta de casa a las 12 de la noche, como una Cenicienta volviendo al periodo laboral normal (que al día siguiente tocaba currar). Aparte del retraso, ningún problema, y además te dan de comer en el vuelo (cosa que agradecimos sobre todo en el de vuelta)

El hotel elegido fue el Hotel Beranek, de tres estrellas en Praga 2. La elección viene condicionada porque éramos cinco y había que llegar a un consenso por sitio, opiniones y ubicación, y no es fácil. Mi valoración del hotel es que es un hotel correcto. Lo mejor, su ubicación, muy cerca (más de lo que parece en lo planos) de la parada de la línea roja del metro I. P. Pavlova y aún más cerca de una parada de tranvía donde para, entre otros, el 22, que te lleva al Castillo.

La habitación, con moqueta, amplia y muy limpia. Me llamó la atención que el minibar estuviera vacío, totalmente vacío (creo que se pueden comprar los productos en recepción, pero no lo comprobé...). A mí parecer así pierden algo, ya que, cuando estás en pijama y te apetece algo, yo podría hacer un esfuerzo supremo y moverme de la cama al minibar pero recepción ya está tannnnnnnnnnnn lejos. El aire acondicionado es totalmente controlable y funciona muy bien.
Las "cosas de baño" mejor os las lleváis de casa, que sólo hay gel/champú (2x1, señores) y jabón para las manos.

El desayuno completo y en una sala con bastantes mesas (y con un café aceptable; yo en muchos hoteles no puedo tomármelo y en éste no lo perdoné ni una sola vez )

Un consejillo en cuanto a la moneda (ya que en 2010 seguían con la corona checa): en general sale mejor cambiar allí que en España o sacar en cajero, aunque esto dependerá de la comisión que os aplique la tarjeta que uséis. Pero, OJO, antes de cambiar nada preguntad “cuánto os dan por tanto” y si no os convence id a otro sitio; una vez que soltéis el dinero, es mucho más difícil (incluso imposible en algún caso) dar marcha atrás a la operación. Nuestra única “mala” experiencia con un checo fue con un “señor” de una casa de cambio la primera tarde, porque como no nos gustaba lo que nos ofrecía (sólo le habíamos preguntado) le dijimos que gracias y nos dimos la vuelta, lo que le hizo dedicarnos alguna “bonita” palabra en inglés Nos dio mucho juego recordarlo todo el viaje, jeje.
En el foro se recomiendan algunos sitios, aunque no es difícil encontrar un buen cambio, siempre que os vayáis fijando en los carteles quizás un pelín menos que en éstos, pero si no te pilla de paso, creo no merece pena perder el tiempo en desplazarte por conseguir 2 euros más por cada 100 o algo así

Aparte de nuestra experiencia en la casa de cambio, la gente ha sido muy amable: Encontramos a un camarero que hablaba español en un restaurante en la zona del Castillo, con el que estuvimos bromeando toda la comida; otro camarero nos enseñó por gestos que un plato llevaba hígado; nos hicimos fotos con un chico disfrazado de guardia en una de las torres; en Terezín la señora de la tienda de recuerdos (por señas y con mucho empeño, porque su inglés era escasito) nos indicó que la postal que queríamos no era el estado normal de la zona, sino después de sufrir una inundación, y así todos en general . Si nos hubiésemos dejado guiar por la primera impresión, hubiese sido un gran error, pero es que en todas partes hay maleducados.

En cuanto al transporte, si bien es cierto que la ciudad es pequeñita y muchas zonas se pueden hacer andado, al tener en hotel en Zona 2 y muy cerca de una parada del tranvía y de metro, lo utilizamos sobre todo en los desplazamientos que salían o llegaban al hotel, para evitar perder el tiempo en todos los recorridos por esa zona hasta llegar a un “punto de interés”. Existen bonos diarios (duran 24 horas que sirven para metro, tranvía y autobuses).

La comida, buena y contundente. Los últimos días fuimos más a restaurantes italianos y pizzerías que las arterias renegaban de tanta carne

Habíamos reservado un transfer con Cedaz del aeropuerto al hotel porque aunque salía algo más caro (lógicamente, pero tampoco tenía un precio exagerado) que ir en transporte público no tendríamos que empezar el día cogiendo el autobús y dos metros cargados con las maletas y además podríamos aprovechar más lo que quedaba de día, ya que llegamos a la ciudad por la tarde.

Una vez instalados nos dirigimos hacia la Puerta de la Pólvora y la Casa Municipal (Obecní dům), un centro cultural de Art Nouveau donde se celebran conciertos y exposiciones.

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Cambiamos algo de dinero e iniciamos nuestro contacto con la comida checa. Pedimos un codillo y un plato variado, junto con las primeras cervezas.

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Luego nos dirigimos a la Plaza Wenceslao con la estatua ecuestre de San Wenceslao y el edificio del Museo Nacional en uno de sus extremos.

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Como no podíamos resistirnos fuimos hacia el río, pasando por el Rudolfinum

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para ver por primera vez el Castillo iluminado y el Puente Carlos.

No hicimos apenas fotos, pero ya volveríamos, ya

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Salimos prontito del hotel, directos a coger el tranvía 22, rumbo al Castillo.

Teníamos que estar allí a las 10:00, ya que habíamos reservado una visita guiada en español a esa hora. La reservamos porque, aparte de que te “contaran” lo que estás viendo (ya llevábamos nuestras guías de viaje), así nos evitaríamos las posibles colas y aprovecharíamos mejor el tiempo. De todos modos a esa hora no vimos colas, cosa que sí había cuando nos íbamos. La visita se puede llevar reservada desde aquí sin coste (se paga allí) o bien reservarla al comprar el ticket; optamos por lo primero porque así sabríamos seguro la hora y que el guía no iba a estar con otra visita ni nada parecido.

Cuando bajas del tranvía y empiezas a ir hacia el Castillo empieza el "Oh, qué preciosidad" pero una vez entras al patio en el que se encuentra la Catedral se convierte en "Ohhhhhhhhhhh" sobre todo porque está ahí, como "encajonada" de tal modo que con nuestra cámara no había forma de que saliera la fachada principal entera.

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Puedes elegir entre “visita corta” y “visita larga”. Nos quedamos con la corta, en la que entran la Catedral, el Antiguo Palacio Real, la exhibición “Historia del Castillo de Praga” (que no visitamos), la Basílica de San Jorge, el Callejón de Oro (entrar entra, pero estaba cerrado por reformas) y el Palacio Rosenberg.

Sacamos los tickets y le enseñamos nuestra reserva. Nos dijeron que en 5-10 minutos llegaba la guía. Mientras esperábamos se nos unió una pareja encantadora de Salamanca y otra familia (total, que formamos un grupito de unos 12-15 personas). Al llegar la guía nos dijo que ella era la de italiano, pero que su compañera estaba con dolor de muelas. Como ella sabía algo de español (la verdad que bastante más checo que nosotros ) nos iba a hacer la visita. Esto hizo que además de interesante, fuera divertida, porque en más de un momento tuvo que recurrir a los gestos para explicarnos, por ejemplo, que “cierta suegra mando ahorcar a su nuera”. Fue una visita cultural mezclada con el juego del Tabú y con una clase de idiomas, porque a veces lo decía en italiano y entre las nociones de italiano de algunos y la intuición de otros nos reímos bastante.

A mitad de la visita de la Catedral, nos sacaron rápido de la zona subterránea donde están las tumbas de los Reyes porque venía una delegación asiática (no recuerdo de qué país) y tuvimos que esperar a que ellos avanzaran para seguir (mejor que no nos juntáramos con ellos porque nuestra ropa informal no conjuntaba mucho con su pamela y sus tacones )

Anécdotas aparte, la Catedral es para dedicarle un rato.

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Tiene algunas vidrieras de Alfons Mucha y un órgano precioso

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unos relieves en madera de la ciudad

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la tumba de San Juan Nepomuceno (un par de toneladas de plata)

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la Capilla de San Wenceslao, con mosaicos de piedras preciosas

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Salimos de la Catedral y pasamos por su Pórtico Dorado

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para continuar la visita guiada seguía con el Palacio Real con el Salón de Ladislao

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y su escalera para jinetes (con unos escalones muy bajitos para que los pobres caballos no sufrieran mucho ) y que nos brindó las primeras vistas de la ciudad desde un punto elevado.

Iglesia de San Nicolás desde el Palacio Real

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Ya sin la guía visitamos también la Basílica de San Jorge (aunque la pareja que hizo con nosotros la visita nos dijo luego que ella había dicho que fuéramos no nos enteramos)

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Y el Palacio Rosenberg, con algunos muebles y trajes de época, y unas vistas a través de las ventanas ...

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Seguimos paseando para ver los Jardines Sur, y aunque había una parte en obras, pudimos deleitarnos un rato con las vistas de la ciudad.
Por el camino, vimos este simpático cartel en el Museo del Juguete (la palabra robot apareció por primera vez en el libro del autor checo Karel Čapek)

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Volvimos sobre nuestros pasos, hicimos unas cuantas fotos más de la Catedral y fuimos a por nuestro siguiente objetivo, la visita a Loreto, pasando por la Plaza del Castillo, con la entrada principal al mismo y el Palacio Schwarzenberg con su muro esgrafiado (el muro es liso y está pintado de tal modo que el efecto óptico es de relieve).

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Después de intentar ayudar a un polaco perdido y sin móvil durante un buen rato, comimos muy bien en el U Labutí, donde nos estrenamos con el queso frito y el pato, y nos reímos bastante con el camarero que sabía español.
Nos dirigimos a la visita del Loreto. Las fotos se pagan aparte y te dan una pegatina que tienes que llevar visible (los vigilantes controlan que los fotógrafos las lleven, al menos a nosotros nos miraron).

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La sala del tesoro tiene unas gruesas puertas acorazadas, cosa lógica, por otra parte, ya que, entre otras piezas, hay una custodia con más de 6000 diamantes

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Nos dirigimos hacia Malà Strana por Úvoz y Nerudova, pasando por edificios como la Embajada Italiana o la Rumana.

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Una pausa para una cafelito después de encontrarnos con un amigo y llegamos a la Plaza de Malà Strana, con su Iglesia de San Nicolás, que ya estaba cerrada (habrá que posponer la visita )

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y seguimos para ver al “gran” Niño Jesús de Praga en la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria. En la planta de arriba está su colección de trajecitos (me hizo particular gracia uno con un dragón bordado que le habían mandado en su época desde algún país oriental).

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Dimos media vuelta y pasamos por los coquetos jardines Vrtba. Normalmente son de pago, pero rodaban un videoclip y entramos gratis, pero eso ocasionó que no pudiéramos subir hasta todo lo alto.

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Y de jardín a jardín, nos vamos a ver los Wallenstein, donde aparte de fuentes y bancos

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nos encontramos con una familia de pavos reales muy enamorados

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Seguimos hasta la orilla del río

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y luego de pasar por la calle estrecha que da acceso a un restaurante a la orilla del mismo (queríamos cenar aquí para disfrutar de las vistas, pero como había habido inundaciones, habían puesto unas vallas metálicas y las vistas dejaban mucho que desear)
Cruzamos el Puente Carlos por primera vez viendo entre sus estatuas la de San Juan Nepomuceno

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y el sitio donde fue arrojado al Moldava, y donde está la cruz que se supone que hay que tocar para pedir un deseo (funcionar no sé si funcionará, pero de que la gente lo hace da fe el aspecto del metal )

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Vimos también el Molino del Priorato

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e hicimos otras cuantas fotos más al Castillo

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Tras un descansito, salimos a cenar a una cervecería recomendada por el foro (Pivovarský dům). Pedimos unos platos para compartir y unas ruedas de cerveza de degustación: las “normales” estaban buenas, pero las risas que nos echamos a cuenta de las otras (una verde, otra light, otra cuando menos peculiar...) no tienen precio, de hecho teníamos que haberle pedido alguna propinilla a la pareja de turistas (nórdicos, creo) que compartían nuestra mesa, porque se les contagió la risa.

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Y por hoy, ya está bien, que no veas si nos ha cundido el día

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