Todo iba bien hasta que se torció.
Y se torció en New York. Después de un vuelo tranquilo, aterrizamos con casi una hora de adelanto sobre el horario previsto y mucho viento. Control de pasaportes y aduana sin problemas si exceptuamos el terrible olor a pinreles al pasar por el scaner (ya no recordaba que en USA hay que descalzarse y pasar el calzado por los rayos X, que para nada neutralizan a las bacterias causantes del hedor).
El embarque a Washington digno de república bananera: varios embarques simultáneos por la misma gate con el consiguinte follón, paseo por la pista pues alguien se equivocó de pasillo y nos envió a una salida que no se correspondía con nuestro avión.... todo con sonrisas y buen humor.
El verdadero problema comenzó cuando el cielo ennegreció, el viento aumento de intensidad, colapsó el tráfico aéreo y, en resumidas cuentas, nos encerró casi 4 horas drentro del avión en medio de la pista sin poder despegar. Descargó la tormenta, amainó el viento y por fin pudimos salir hacia Washington, donde llegamos cerca de las 9 cuando deberíamos hacerlo a las 5. Al menos el vuelo, en un jet pequeño (40 plazas), a baja altura, nos permitió unas vistas magníficas de la ciudad de New York, New Jersey, Maryland y las bahías de Delaware y de Chesapeake al atardecer. También el piloto estuvo muy cordial deshaciendose en explicaciones y visitando personalmente la cabina a comentar la jugada con cada pasajero. Muy bueno el zumo de tomate que nos ofrecieron.
Tarde perdida, directos al hotel y mañana habrá que madrugar e ir a más velocidad.
Aeropuerto de Dulles, WDC.
Para llegar a la ciudad del modo más barato, coger bus 5A (3,10 $ importe exacto) en el andén 2E a la salida del aeropuerto hasta la parada Rosslyn (30 min.) que es también una estación de metro.
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Se hace lo que se puede y le dejan a uno. Felicidades por ver un sueño tuyo manifestarse.