Las previsiones se cumplen y el día amanece lloviendo. Parece que va a durar todo el día, y que se intensificará a mediodía. A primera hora al menos se ve algo. Desayunamos el típico desayuno escocés y no perdemos el ánimo para explorar la isla a pesar del clima.
La idea para ese día era rodear la península de Trotternish. La primera parada fue en una cascada que no llevábamos señalizada, pero que era espectacular. Con las botas logramos acercarnos un poco sin mojarnos mucho.
La segunda parada fue en el Old Man of Storr. No se veía nada, pero aparcamos y nos acercamos a ver. En ese momento no llovía y decidimos intentar subir un poco “por si más arriba se ve algo”. Fue una mala decisión. Al principio se intuían las vistas, pero llegó un momento en el que no se veía nada, y el viento pegaba de lo lindo. Empezó a llover un poco y decidimos no subir más. Una lástima, porque estábamos casi arriba, pero para nada, porque no se veía a dos metros. Empezamos a bajar y se puso a diluviar. Llegamos abajo empapados a pesar de los chubasqueros. Y aun así nos cruzamos con mucha gente subiendo, sin duda una mala idea.
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Llegamos al coche, nos secamos lo que pudimos y seguimos la ruta. Paramos en Leat Falls, en esos momentos llovía, pero no mucho. Pudimos ver la cascada desde la plataforma que hay habilitada y el fantástico entorno en el que están.
Desde allí fuimos a uno de los lugares emblemáticos de Skye, el acantilado de Kilt Rock y su famosa cascada. El aparcamiento estaba hasta arriba y nos costó encontrar sitio. Lo bueno es que en ese momento había dejado de llover y pudimos disfrutar del lugar.
Un poco más adelante, cerca de Staffin, encontramos un sitio para parar a comer algo. Sopa del día, una fantástica opción para matar el hambre y entrar en calor.
Llovía a mares, esperamos que aflojase un poco y continuamos para rodear la península. El paisaje se intuía muy bonito, pero era solo una intuición, las montañas no se veían. Lo malo de la lluvia no es que te mojes, es que no hay visibilidad. Se supone que hay una montaña, pero no la ves. La carretera que rodea la península es de esas de un solo carril, con sus passing places, y vimos algún coche que se había salido y lo tuvo que ir a buscar la grúa.
También vimos muchas ovejas, de las típicas escocesas con la cara negra, a las que no parecía importarles la lluvia. Paramos en la famosa cabina roja en un lugar aislado de la isla de Skye, a hacer las fotos de rigor.
Paramos en Duntulm Castle, las ruinas de un castillo en un acantilado, desde el que se supone que hay buenas vistas. El viento nos tiraba, nos costó muchísimo llegar, y encima no se veía nada.
Más tarde nos encontramos el Skye Museum of Island Life. Paramos a ver las típicas casitas por fuera, pero no llegamos a entrar. En ese momento hacía un frío tremendo, o al menos la sensación térmica, determinada por la lluvia y el viento.
En nuestros planes entraba ir a Nest Point, pero viendo que las previsiones no mejoraban, y ante la perspectiva de conducir hasta allí y no ver nada, dimos por terminada la excursión y volvimos a Portree.
Descansamos un momento en el alojamiento y fuimos a ver si teníamos más suerte para la cena. Preguntamos en el Boshville Terrace y nos dijeron que tenían hueco para las 18:45. Un poco pronto para nuestros horarios, pero mejor cenar temprano que no encontrar sitio. Mientras llegaba la hora hicimos tiempo en un pub, probando algunas cervezas locales. Fuera seguía lloviendo.
La cena estuvo muy bien, este restaurante tiene una carta corta pero con productos de calidad. De entrante una sopa de pescado, un plato principal cada uno, carne y pescado, con guarnición de verduras, y de postre una tabla de quesos.
Cuando terminamos descubrimos que había salido el sol. Así que nos dedicamos a recorrer Portree con la bonita luz del atardecer. Subimos al parque que hay junto al puerto, con unas vistas fantásticas de la bahía, y hasta el sitio donde teníamos el coche parecía bonito con sol.
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