Llegó el gran día! Madrugamos, desayunamos y fuimos al mercado de Aguas Calientes para comprar un bocadillo de huevo y queso y agua. A todo esto llevaba lloviendo desde la noche anterior, pero como era lo normal en Perú por las mañanas no perdimos las esperanzas.
Habíamos comprado la entrada por Internet en la pagina oficial (www.machupicchu.gob.pe) desde España que nos había costado 45€ y cogimos a las 9 de la mañana.
Salimos caminando desde el pueblo hasta Machu Picchu que son unos 2 kilometros, también hay un bus que realiza ese trayecto y cuesta 12 dólares, nosotras a las 7 de la mañana ya estábamos en el primer control de entrada, y menos mal porque sabíamos que iba a ser dura la subida pero nunca imaginamos que tanto.
Empezamos a subir el primer tramo, con nuestra capa de lluvia y la mochila cargada. No es tan inclinada y teníamos la energía a tope. Los siguientes tramos no fuimos tan positivos. Llegábamos sin respiración, hasta que por fin comenzamos a ver las montañas cercanas a Machu Picchu. Según íbamos ascendiendo, las personas que bajaban nos animaban diciendo que quedaba poco. Y eso fue lo que realmente nos dio la fuerza que necesitábamos para llegar hasta la entrada.
Una vez arriba utilizamos el baño por 2 soles (0.50€), porque habíamos leído que ya no había ninguno más dentro del recinto.
Al entrar seguimos subiendo escaleras, esta vez como hormiguitas ya que entraba mucha gente a la vez, pero nada insoportable. Aún no había dejado de llover y como consecuencia estaba todo nublado. Eso fue lo que vimos cuando llegamos al primer mirador. No nos bajó la energía porque pensábamos tomarlo con mucha calma, ya que, habíamos reservado todo el día para Machu Picchu y habíamos leído que durante las primeras horas siempre hay niebla. Así que dimos un paseo, comimos un plátano, seguimos ascendiendo y visitando.
De a ratos la lluvia daba tregua y de a ratos seguía como si nunca fuera a parar. Estuvimos en el puente del Inca donde se respiraba tranquilidad y las vistas hacia las vías del tren eran maravillosas. Finalmente a eso de las 10 u 11 de la mañana el día se despejó bastante y tuvimos la suerte de ver las montañas sin casi niebla y poder hacer miles de fotos a la fortaleza con las montañas detrás.
Después de esto empezamos a descender, sin dejar de apreciar las vistas y aceptando dónde estábamos, lugar que siempre habíamos visto en libros y videos por fin lo estábamos recorriendo.
Cuando recorrimos todo, con mucha calma habían pasado unas 5 horas y empezamos el camino de vuelta. Si subir fue difícil bajar no fue tan diferente. Las rodillas ardiendo junto con los cuadricep.
Decidimos relajarnos a la llegada al pueblo con un pisco souer, bebida típica y bastante refrescante. Todo esto con vistas al río y el pensamiento en Machu Picchu.
Por la noche dimos una vuelta por el pueblo, que es muy bonito lleno de tiendas y restaurantes, fuimos a la famosa plaza con los indios y el cartel de Machu Picchu, luego cenamos por esa zona y a dormir que mañana es otro día.
Últimos comentarios al diario: