La Markplatz y su fuente en el centro de la ciudad son muy bonitas igual que las casas de los alrededores.
Hicimos la caminata por la muralla, un paseo precioso con vistas magnificas del verde entorno, de la ciudad, de las cúpulas de las iglesias, de las casas que la rodean, me gustó mucho ese paseo.
Lo más característico de la ciudad es una intersección de dos calles, una que sube y otra que baja, que confluyen en una pequeña casa, esquina que llaman Plönlein, un lugar muy inusual, precioso.
Igual que nos pasó en Brujas, nuestra visita coincidió con las celebraciones del día de pueblo, pero esta vez era una banda que pasaba por las calles con vestimenta típica y una representación de la vida medieval al que uno se acercaba si quería, esta vez no nos dejaron encerradas en los festejos por lo cual lo disfrutamos el doble.
Otra característica de este pueblo y que lo hace más de cuento, es la tienda Kathe Wohlfahrt el Pueblo de la Navidad, que expone y vende miles de figuras artesanales relacionadas con la decoración navideña, en el medio de la tienda destaca un árbol de navidad enorme completamente decorado, abierta todo el año, las empleadas vestidas con ropa navideña, muy muy bien ambientada, con pasillos, distintos pisos hacia arriba y hacia abajo, rincones con figuras especiales, todas las paredes con todas las decoraciones navideñas imaginables e inimaginables, todas de una calidad y belleza envidiable, los precios no eran muy ajustados a nuestros bolsillos pero buscando siempre se puede encontrar algo para llevarse de recuerdo, menos mal que los pasillos son angostos y había mucha gente sino no sé cómo hubiera hecho Amalia para sacarme de ahí, este lugar es el sueño cumplido para un niño, bueno….para los adultos también.