Seis horas y media después de salir de nuestro origen, llegamos a las 14:30 a Burdeos donde haremos noche antes de llegar mañana a Vannes en la Bretaña francesa y que será nuestro punto de partida para este viaje en el que visitaremos pueblos mágicos, catedrales e iglesias góticas, costas y acantilados, castillos y como guinda del pastel el Monte San Michel.
Pero antes, vamos a conocer Burdeos “La bella durmiente”, bulliciosa ciudad universitaria famosa por sus vinos.
Nos alojamos en el hotel Le Chantry, muy bien ubicado, a diez minutos andando del centro histórico y con el detalle añadido de contar con parking propio. Nos instalamos, comemos nuestros bocadillos traídos desde casa y nos lanzamos a una visita express del centro histórico de la ciudad.
Lo primero que nos encontramos es la torre Pey-Berland, que es destacable aparte de por su altura (cincuenta metros) y albergar una de las campañas más grandes de Francia, porque está separada de la catedral. Se puede visitar, nosotros no lo hicimos, no nos atraía subir sus 233 escalones, pero seguro que cuenta con unas vistas geniales.
Justo al lado se encuentra la catedral de San Andrés, nuestra primera catedral gótica (las veríamos muchos más espectaculares). La visita es gratuita, como norma general así será siempre en todas las catedrales e iglesias La recorremos por su interior, nos gustan sus vidrieras.
En la misma plaza nos asomamos a ver la fachada del Palacio Roham, ayuntamiento de Burdeos y continuamos camino.
Caminamos hasta la puerta de la gran campana (grosse cloche), la puerta defensiva más antigua de Burdeos.
Llegamos hasta el rio Garona con el Pont de Perre (Piedra), casi 500 metros de largo, con 17 arcos de media luna, mandado construir por Napoleón a principios de 1800.
Seguimos por la ribera del rio hasta llegar a la Plaza de la Bolsa.
Hacemos un descanso y nos tomamos nuestras primeras cañas en una de las pocas mesas libres de las muchas terrazas de por la zona, después de enseñar el Covid-Pass nos refrescamos con sendas cervezas de medio litro, diez euros por ambas.
La puerta de Cailhau, la más famosa y fotografiada
Volvemos ahora por la Rue Sainte-Catherine, calle peatonal de más de un kilómetro de longitud, hasta que llegamos a la plaza Gambetta, donde tenemos anotado un restaurante en el que probamos por primera vez las galettes.
Disfrutamos del ambiente nocturno de la ciudad mientras bajamos la cena y nos vamos acercando a nuestro hotel a descansar, ha sido un día non-stop. Nos ha gustado parar en Burdeos, es una ciudad muy dinámica con mucho estudiante y ambiente universitario.
Hotel Le Chantry, es una muy buena opción para visitar la ciudad, ya que se encuentra muy cerca de las principales atracciones turísticas, además tiene parking propio con lo que te despreocupas de tener que poner los tickets de aparcamiento. Camas cómodas aunque las almohadas son muy pequeñas. Recomendable.