Hoy tenemos que madrugar un poco más pero nos levantamos con energía y muchas ganas de conocer esa parte nueva de la isla, no accesible a pie. Como ya conocemos cómo funciona el desayuno, pensamos hacerlo más rápido, sin embargo no es así. Hoy el servicio va muy lento y nos ponemos un poco nerviosas pues van a venir a recogernos y aún no nos han traído el desayuno. Finalmente solo podemos tomarnos el zumo y la fruta en la mesa, y pedimos que nos pongan el resto en una cajita. El taxi nos recoge puntual y nos lleva a la playa central de Holbox, donde se encuentra el muelle decorado con murales y las barquitas. Nos recibe Charlie, nuestro capitán del barco para el día de hoy y mientras esperamos al resto de compañeros de viaje, tomamos nuestro desayuno, en el barquito, junto al mar…
Somos 6 personas únicamente en el tour de hoy: una pareja de California, otra de Colombia y nosotras, acompañadas de Charlie y su compañero, que será el guía del tour. El primer trayecto es largo pues se trata de adentrarnos en el mar para intentar pescar el pescado que después comeremos. Cuando llegamos a la zona de pesca, nos dan el material para intentar pescar, avisándonos de que no siempre es posible conseguirlo. Y así es, a pesar de varios intentos, no conseguimos pescar ni un pececito. Suerte que, como saben que esto puede suceder, llevan pescado de ayer preparado y nos aseguran que no nos quedaremos sin comer.
De la zona pesquera nos dirigimos al manglar de Santa Paula, donde el barco para y nos bajamos a pasear sobre el agua, junto a mantas rayas y lo más emocionante: vemos un grupo de flamingos enorme a lo lejos. Nos vamos acercando sobre el banco de arena acompañados del guía, pues él sabe hasta dónde podemos llegar para verlos. Nos explica que no es conveniente acercarse mucho para no asustarlos, pero los vemos allí mismo, en su hábitat natural. ¡Qué maravilla! Mientras disfrutamos del paisaje, el capitán se queda en el barco haciéndonos la comida y cuando nos montamos, nos dirigimos al Cabo Catoche. Este lugar está ubicado precisamente donde termina el Golfo de México y comienza el Mar Caribe. Allí hay un faro y un pequeño chiringuito con mesitas donde nos sentamos a degustar el delicioso ceviche que nos ha preparado el capitán, acompañado de totopos. Está realmente delicioso y nos encanta tomarlo en plena naturaleza, sobre la fina arena blanca y la buena compañía de nuestros compañeros de barco, que son encantadores. Después, un bañito en el mar azul y ¡cómo no!, el lugar nos da la oportunidad de columpiarnos sobre la arena.
Solo falta la guinda del tour: hacer snorkel y poder nadar con algunos peces que hay en la zona. Nos encanta bucear con peces de todos los colores y tenemos la oportunidad de ver algunas mantas rayas. Pero esta no es la última guinda, sino el momento en el que Charlie ve la posibilidad de avistar delfines y nos acerca con su barco a la zona en la que se encuentran. ¡Y los vemos! Los delfines pasean y saltan alrededor del barco, allí mismo, junto a nosotros. Maravilloso haber podido terminar el tour de esta manera.
Son las 14:30 cuando llegamos a la playa de Holbox. Vemos mucho ambiente a esta hora y en la zona central de la isla. Pasamos por el puesto de César para contarle lo bien que nos ha ido la excursión y charlamos un rato con él. Nos queda la opción de ir esta noche a ver la bioluminiscencia, un fenómeno particular y único en la isla que ocurre cuando los organismos como peces, medusas o crustáceos sueltan una energía de luz para hacer una reacción química. La mejor época para verlo es de mayo a septiembre, por lo que estamos en fecha; lo único que hay que buscar el momento de mayor oscuridad, cuando se ha escondido el sol pero no se ve la luna. Nuestra primera idea era vivir esta experiencia por nuestra cuenta pero vemos lo complicado que es al no disponer de medio de transporte ni un guía que sepa los mejores sitios para ver este fenómeno. Pero nos lo vamos a pensar.
Continuamos hacia nuestro hotel por el camino de la playa, disfrutando nuevamente de cada detalle que colorea esta isla. En el hotel nos relajamos un ratito en la piscina y cuando se acerca el atardecer, subimos a asearnos y dejar las maletas preparadas pues mañana a mediodía es nuestra partida.
Hoy no tenemos bicis para llegar hasta Punta Cocos pero salimos andando por la playa en esa dirección, acercándonos cada vez más a un cielo en tonos rojizos que nos deja encandiladas. Llegamos hasta los columpios del “Beach club Carolinda” y nos quedamos viendo el anaranjado atardecer. Sin palabras.
Son las siete de la tarde y aún queda hora y media para ir a la bioluminiscencia, por lo que decidimos que no iremos y le escribimos un WhatsApp a Cesar para comunicárselo. La bioluminiscencia queda pendiente para nuestro próximo viaje a Holbox; ya tenemos una excusa para volver.
Optamos entonces por ir al centro del pueblo y buscamos la pizzería Roots, donde vamos a degustar la famosa pizza de langosta. El lugar es encantador, al aire libre, con música en directo y mesas situadas entre vegetación y con murales en la pared del fondo. Es allí donde nos sentamos y pedimos la famosa pizza y un agua de piña: 640 pesos. La pizza excelente y enorme, por lo que nos guardan unos trocitos en una cajita para mañana. Damos el último paseo nocturno por el pueblo y nos vamos a dormir. La verdad que cada día supera al anterior. Nos ha enganchado esta islita.