Penúltimo día en Islandia. El viaje va llegando a su fin, y sentimos algo de pena por no poder tener tiempo más de contemplar y admirar lo mucho que Islandia nos está dando. El destino de hoy no estaba previsto inicialmente en el viaje, pero afortunadamente lo añadimos a última hora, y fue todo un acierto. La islas Vestman (islas de los hombres del oeste), son un conjunto de islas de origen volcánico (como no), formado por 14 islotes y una isla mayor, la de Heimaey, que además es la única que está habitada. Todas ellas se formaron hace unos 11000 años, salvo una, la isla de Surtsey que se forma por una erupción volcánica submarina allá por 1963. Las islas, a parte de su economía pesquera, es famosa para el turismo nacional. Y últimamente también atrae a turistas internacionales. Desde el puerto de Landeyjahöfn, cogimos el ferry de la compañía Herjólfur que nos trasladó en unos 40 minutos a la isla de Heimaey. Con los billetes comprados por internet, pusimos rumbo a la zona de embarque de los coches. Los cinco pacientemente esperando en cola a nuestro turno. Se abre la puerta de embarque de vehículos, y un encargado de la compañía comprueba nuestras entradas, la de los cinco y la del coche. Y listo, procedemos a entrar al ferry y aparcamos en cola. A continuación subimos arriba y a disfrutar dentro o fuera del trayecto. El día amaneció lluvioso y ventoso, pero poco a poco fue mejorando. Y pudimos disfrutar mejor del trayecto en ferry a la vuelta.
De hecho, pudimos observar a lo lejos en el mar un par de frailecillos o puffins, las aves más famosas de la isla, y que nos hartaremos de ver y de disfrutar de ellas. Conforme el barco se acerca a la isla, vamos entrando por una especie de puerto natural, un fiordo coronado a ambos lados por acantilados de cierta altura, donde anidan las aves entre la cubierta verduzca de las paredes rocosas. Además pasamos junto a una gruta, que es utilizada para una excursión en lancha donde una vez en el interior, ponen música para observar la fascinante acústica del lugar. Nosotros pudimos escucharla en la lejanía.
Tras desembarcar en la isla de Heimaey, nos dirigimos al sur de la isla, donde se encuentra el faro de Stórhöfðaviti. Pero había tanta niebla que fue imposible ver nada. Descendimos hasta el mirador de los frailecillos o puffins y…. bingo. Por fin vemos montones de estas simpáticas aves. Y una familia de ovejas de lana merino. Que calentitas se veían.
Hay una caseta de observación de las aves. Al principio entramos sigilosos para observarlas desde la caseta, pero poco a poco observamos que estas aves no son asustadizas, y que puedes salir de la caseta y acercarte un poco más a ellas para observarlas.
A continuación paramos a la playa negra de Víkin, muy cerca de Stórhöfði. Una playa que estaba infectada de algas de todos los tamaños y colores, no solo verde. Y en la orilla los restos oxidados de un posible barco. Seguramente llegaríamos en bajamar.
El tiempo se volvió más benévolo y ya divisábamos a lo lejos los pequeños islotes que rodean a la isla mayor. De nuevo regresamos al norte de la isla, para dirigirnos al único museo que visitaremos en el viaje: el museo Elldheimar. Aquí nos empaparemos de la historia más reciente del vulcanismo en esta isla. Y es que en 1973 la ciudad de Vestmannaeyjabær, en la isla de Heimaey, fue devastada parcialmente por la erupción del volcán Eldfell. La población fue evacuada en plena noche. Tales acontecimientos, así como un poco de información vulcanológica y la erupción submarina de la isla de Surtsey en 1963 se presentan en este museo, que se construyó alrededor de una casa familiar excavada en la lava. La visita es autoguiada con audio. Que duda cabe que esta visita nos hizo recordar y mucho lo ocurrido recientemente en la isla de la Palma.
Junto al museo hay un sendero por el que se puede acceder a la cima del cono volcánico. Por cuestiones de tiempo no realizamos más que un pequeño recorrido de ascenso, sobre todo para poder tener una panorámica mejor de toda la isla, con el pueblo de Vestmannaeyjabær a nuestros pies. Además, ese iba a ser nuestro siguiente objetivo. Comer en el pueblo y dar un paseo por él.
No teníamos previsto lugar donde comer, preferíamos dar un paseo inicial buscando un lugar que nos diera buena impresión: hasta que llegamos al restaurante Gott. Este restaurante me sonaba haberlo visto en reseñas que había leido en internet, y decidimos sin pensárnoslo mucho que aquí. Era tarde allí, así que decidido. Este fue nuestro segundo y última comida en restaurante. Y fue todo un acierto. Además nos atendió un camarero que español que llevaba ya algunos años viviendo aquí.
Tras un ameno almuerzo, toca patear el pueblo. Y lo primero fue dirigirnos al fuerte de Skansinn y la iglesia de Stafkirkjan. ¡¡¡Si una pequeña fortaleza en Islandia!!! ¡¡¡Que lujo!!! Tantas fortalezas y castillos repartidos por todo el mundo, se nos hacia raro que en Islandia no había ningún tipo de construcciones. Pues si. Hay una. En Heimaey. Se encuentra junto al puerto natural, en el fiordo. Además, aquí se puede observar como la lava se paro junto al fuerte. De hecho, fue parcialmente reconstruido. Es del siglo XVI.
Tras un ameno almuerzo, toca patear el pueblo. Y lo primero fue dirigirnos al fuerte de Skansinn y la iglesia de Stafkirkjan. ¡¡¡Si una pequeña fortaleza en Islandia!!! ¡¡¡Que lujo!!! Tantas fortalezas y castillos repartidos por todo el mundo, se nos hacia raro que en Islandia no había ningún tipo de construcciones. Pues si. Hay una. En Heimaey. Se encuentra junto al puerto natural, en el fiordo. Además, aquí se puede observar como la lava se paro junto al fuerte. De hecho, fue parcialmente reconstruido. Es del siglo XVI.
A unos metros de paseo está la iglesia de Stafkirkjan. Se trata de una construcción religiosa noruega. Y es que es un regalo que Islandia recibió de Noruega en el año 2000 para celebrar los 1000 años de cristianismo en Islandia. Es tan diferente a las iglesias islandesas. Pero igualmente tiene un encanto especial, máxime en un lugar en el que está. Un lugar de la isla realmente precioso al que hay que ir a visitar.
A continuación dimos un paseo por el centro del pueblo y el puerto. Hay que decir que el pueblo es grande, pero realmente, tiene poco que ver. No nos gustó. Pero eso no quita que no nos haya gustado la isla. Es tan diferente al resto de Islandia. La zona de los fiordos, los acantilados, la colonia de frailecillos, el museo del volcán Eldfell, y más cosas que no vimos pero que están ahí, son más que suficientes para visitar estas islas.
Hora de partir. Eran las 6 de la tarde. Y nos quedaba 40 minutos de trayecto en ferry y luego 175 km. hasta llegar a nuestro último alojamiento en Keflavik, al lado del aeropuerto internacional que nos llevará de vuelta a casa.