![]() ![]() Provenza Impresionista. Impresionante Costa Azul ✏️ Blogs de Francia
De como nos dejamos embelesar por los bellos paisajes de la Provenza y la Costa Azul
ABRIR CON EL CHROME O FIREFOX PARA PODER VER LAS FOTOSAutor: Naamur Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Índice del Diario: Provenza Impresionista. Impresionante Costa Azul
01: Intro
02: De Gijón a Carcassonne
03: La Camarga - Saintes Maries de la Mer
04: Arles, Nîmes, Puente de Garda, Avignon
05: Gordes, Abadía de Senanque, Roussillon, Saint Remy de Provence
06: Playas de la Camarga, Aigues Mortes
07: Cassis, Les Calanques
08: Marsella
09: Antibes
10: Cannes
11: Grasse
12: Monaco
13: Relax en la playa
14: Marineland y Villa Ephrussi de Rothschild
15: Antibes - Gijón
16: Conclusiones y resumen de gastos
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Etapas 7 a 9, total 16
Hoy dejamos el camping La Brise después de cuatro noches. Nos llevamos un buen recuerdo, la ubicación es inmejorable, las instalaciones impecables, con la salvedad de la ausencia de sombra de nuestra zona, pero como casi no pasamos por la tienda más que para dormir, tampoco fue algo que nos molestara especialmente. Una vez desmontado todo, ponemos dirección Cassis, a tan solo 158km (9,20€ peaje). Llegamos temprano al Camping les Cigales, único del pueblo, cosa que es más que conveniente para asegurarse plaza cuando no tienes reserva y es temporada alta. Hago el registro y ya estamos listos para montar todo el equipo. La noche nos cuesta 22,30€. Este camping se encuentra en el pueblo, pero en la zona alta. Para bajar al centro, que está a unos 2km, se puede coger un autobús por 1.50€ o descender por las calles de cuestas bastante pronunciadas hasta llegar a la zona del puerto. Nosotros preferimos dar el paseo y aprovechar para conocer el pueblo. Cassis es un tranquilo pueblo marinero de tan solo 7000 habitantes enclavado en un paisaje de excepcional belleza, por lo que aglomeraciones de turistas se agolpan en la zona del puerto pesquero a todas horas. En lo alto de un promontorio rocoso sobresaliendo hacia el mar se encuentra el Castillo de Cassis o Castillo de les Baux, fortificaión del SXIV y hoy reconvertido en hotel de megalujo. Cassis cuenta con dos playas, elegimos la de La Grande Mer por ser un poco mayor y, quedarnos más cerca. Hay bastante gente y, aunque la playa es pequeña, nos acomodamos cerca del agua con sombrilla y todo. A partir de aquí, mente en blanco y a olvidarse del mundo. La playa es de piedra y cuesta un poco caminar, pero una vez te sumerges en el agua casi tibia y completamente transparente te olvidas de estas mínimas dificultades. Después de unas horas de descanso reparador nos vamos de la playa, pues queremos aprovechar para llegar hasta alguna Calanque. Las calanques son pequeñas y profundas calas de agua turquesa situadas al abrigo del macizo calizo del mismo nombre, y uno de los mayores atractivos de Cassis y de toda las franja costera que se extiende desde aquí hasta Marsella. También hay la posibilidad de hacer un paseo en barco y verlas desde el mar, lo que permite apreciar la belleza natural de su entorno desde otra perspectiva. Desde el puerto de Cassis salen los barcos que realizan varios recorridos de diferente duración. En la oficina de turismo, que está justo delante de la playa, pedimos información sobre la ruta a pie hasta las calanques más cercanas y también aprovechamos para preguntar por los horarios a Marsella para mañana. Nos ponemos en marcha, el camino está muy bien indicado. La primera calanque que nos encontramos es la de Port Miou, es muy estrecha y alargada, asemeja a un fiordo y se utiliza como puerto deportivo, con lo que no está permitido el baño. Por su margen izquierda discurre el sendero de Sant-Exupery, nombrado así por haberse encontrado en esta zona parte del fuselaje de la avioneta en la que el recordado autor de El Principito perdió la vida. Continuamos hasta la siguiente calanque, la de Port Pin, a aproximadamente 30 minutos de distancia. No es una ruta complicada ni mucho menos, la única dificultad reside en que el piso es de piedras sueltas muy muy pulidas, y se resbala en ellas fácilmente. Continuamente hay carteles señalando que se extreme la precaución, sobre todo con condiciones climáticas adversas. Es más, creo que estos accesos a las calanques permanecen cerrados varios periodos del año. Acometemos el último tramo de bajada, que es el más complicado, y ya estamos frente a nuestro objetivo. El premio es una maravillosa cala de agua color esmeralda, en la que a esta hora ya no queda casi nadie y donde nos pegamos uno de los baños más inolvidable de las vacaciones. Hubiera estado genial disponer de más tiempo y quedarse allí horas y horas. Emprendemos la vuelta, el ascenso es mucho más fácil que la bajada, pero también más cansado. Nos damos una buena paliza hasta el camping, es todo cuesta arriba, desnivel?, no sé, 12% por lo menos, llegamos con la lengua fuera. Obligatoriamente tenemos que parar en el bar del camping a coger aliento y refrescarnos con unas cervezas;P El día ya no da para más, después de cenar nos conectamos al wifi y nos retiramos pronto a dormir, como manda el manual del buen campista. Etapas 7 a 9, total 16
Marsella se encuentra a tan solo 22km, así que no desaprovechamos la ocasión de acercarnos y es la excursión prevista para hoy. Elegimos ir en autobús porque la estación de tren se encuentra bastante a desmano. El billete nos cuesta 2,10€, se compra en el propio bus y la duración es de unos 50 minutos hasta el centro. No va por la autopista, sino por la carretera panorámica de la Gineste, que proporciona unas vistas impresionantes de toda la costa. A mitad del camino nos cae un pequeño chaparrón que dura apenas 5 minutos y que será la única lluvia que veamos en todas las vacaciones. Nos apeamos en la última parada, en la place Castellane, es la más cercana al centro. De camino pasamos por delante estadio Velodrome con su ultramoderna silueta a lo nave espacial y por Cité Soleil, la no menos moderna obra del gran Le Corbusier, recientemente declarada patrimonio de la Unesco y que me hubiera encantado visitar. Marsella, la ciudad cuyo nombre está indisolublemente unida a la inmortal novela El Conde de Montecristo, poco o nada tiene que ver ya con el escenario que nos retrata Alejandro Dumas. El viejo puerto pesquero ha dado paso al actual puerto deportivo, con cientos de amarres y modernos yates. Nada queda del ir y venir de pescadores, marineros y maleantes y el incesante bullicio que con tanta maestría nos describe el genial autor. Tan sólo la Isla de If, terrible prisión del protagonista, se avista en el horizonte escalofriantemente siniestra igual que en aquellos tiempos. Debido al calor ascendemos penosamente hasta NotreDame de La garde, La cuesta se las trae y por poco necesitamos un desfibrilador al llegar. La iglesia es de estilo neobizantino y se yergue en lo alto de una colina desde la que se obtiene una vista espectacular de 360º de la ciudad y el mediterráneo frente a ella.. La extensión de Marsella es gigantesca, desde aquí arriba te das cuenta lo inabarcable que es, no en vano es la segunda ciudad más poblada de Francia, con casi 1 millón de habitantes. Notre dame de la Garde es la patrona de los marineros, cuenta innumerables exvotos en el interior, solicitando protección o dando gracias por las mercedes concedidas. Como dato curioso los baños de la planta baja son lujosa marca española de cerámica Villeroy-Bosch. Descendemos de nuevo hasta el puerto, allí entramos en la tienda-museo de los jabones La Licorne, según ellos el más auténtico jabón de Marsella. En cuanto a esto, comentar que el jabón se puede encontrar en muchísimas tiendas, pero creo que conviene no precipitarse y comparar un poco precios y calidades. Nosotros lo compramos en una tienda en una calle un poco apartada a muy buen precio. Después llegamos a la plaza Thiars, muy colorida y animada, poblada de multitud de terrazas repletas de gente disfrutando del buen tiempo. Muchos de ellos aprovechan para tomarse un pastis, bebida de referencia en el país galo, y especialmente en Marsella, de donde es originaria y donde se encuentra la destilería de la marca más famosa, Ricart. Nosotros no lo degustamos, yo lo había probado tiempo atrás y no guardo buen recuerdo de su sabor. Orihunda de Marsella, fue una creación del industrial Paul Ricard en 1932, y en toda Francia es uno de los aperitivos más apreciados y populares, junto con el Aperol, pero para gustos… Orangina forever!! Llega la hora de comer, nos decidimos e una terracita muy cuqui que corresponde a un restaurante tunecino. Comemos fenomenal, bien picante como a mí me gusta, pero es tanta la cantidad que nos es imposible acabarla y queda una buena parte en el plato. Necesitamos movernos o morimos, rodeamos el puerto y llegamos hasta la catedral de Santa María la Mayor, construida a mediados del SXIX en estilo neobizantino, se identifica fácilmente por su exterior a franjas verdes y blancas y lo enorme de sus dimensiones. La pena es que está en obras y los andamios tapan buena parte de la fachada y las torres. ![]() Desde ahí nos dirigimos a la iglesia de la Vieille Charité, construido como hospital en 1671 para acoger a los mendigos y a los pobres. Es una las más hermosas realizaciones arquitectónicas de Pierre Puget, arquitecto marsellés nacido en el barrio de Le Panier. El conjunto, finalizado en 1749, está compuesto por cuatro alas de edificios cerrados al exterior y abiertos a un patio rectangular interior por una galería de tres niveles. Contiene amplios espacios colectivos de trabajo y de convivencia que separaban a los hombres de las mujeres. En el centro del patio se encuentra la capilla construida entre 1679 y 1707, admirable obra arquitectónica de cúpula ovoide que es un perfecto ejemplo del puro estilo barroco italiano. En la actualidad alberga el Museo de Arqueología Mediterránea, el Museo de Arte Africano, Oceánico y Amerindio. Para el final dejamos, a mi modo de ver, lo más interesante de Marsella, el barrio de le Panier. Revoltijo de calles serpenteantes y fachadas desconchadas en color albaricoque que componen el barrio histórico de Marsella, heredero de la antigua Massilia griega. En ellas se agolpan tiendas de artesanía, ateliers y los más variopintos negocios, siendo el aire bohemio el denominador común para todos ellos. Con sus callejuelas adoquinadas, sus estrechas fachadas color pastel, sus contraventanas entornadas y la ropa colgada al sol, constituyen el barrio con más sabor de la ciudad, el único que atesora algo de la atmosfera canalla y decadente de antaño. De vuelta al bus pasamos por el barrio de los anticuarios, siempre me encanta curiosear en este tipo de tiendas, pero al ser sábado por la tarde está todo cerrado, una pena. Nos despedimos de Marsella con muy buen sabor de boca, nos ha sorprendido gratamente. La imaginábamos más decadente, más sombría, más peligrosa, y nada que ver, al menos en la zona turística. Quiero señalar que es frecuente la comparación con Nápoles, con la que se da un aire por su condición de puerto de mar, pero cada una tiene su carácter y sería imposible confundir una con otra. (Marsella nos encanta pero personalmente me quedo con la ciudad italiana, con la que mantengo un idilio que ya dura casi una década). Llegamos a Cassis con tiempo todavía para disfrutar un rato de la playa. Lo habíamos previsto así, por lo que llevamos los bañadores en la mochila. En ella pasamos el resto de la tarde, la mayor parte del tiempo sumergidos en las cálidas aguas mediterráneas, que gustazo. Ya muy tarde volvemos al camping, para cenar y tomarnos unas cervezas disfrutando de la cálida noche veraniega. Etapas 7 a 9, total 16
Hoy de nuevo toca desmontar y guardar todo, nos movemos hasta Antibes, a 170KM.(17,70€ PEAJE) Escogemos este sitio por encontrarse equidistante de todos los puntos que pretendemos visitar, por lo que será nuestro último asentamiento y desde él nos moveremos a los distintos sitios. Llegamos a media mañana, preguntamos en el primer camping que tenemos en la lista y ¡horror! Está completo. Por suerte hay otro a la vuelta de la esquina, mucho más espacioso y con pinta de ser más tranquilo. Aquí pasaremos las próximas 6 noches. Los dueños nos acogen muy bien y nos asignan una parcela comodísima, espaciosa y con sombra durante todo el día. De lujo. Levantamos nuestra pequeña casita ambulante y nos vamos a descansar a la playa. Tan solo hay que cruzar la carretera y allí la tenemos. Es una playa inmensa, en este tramo se denomina La Brague, pero en realidad es una única playa que recorre todo el litoral durante kilómetros. De nuevo nos concedemos unas horas de relax, la verdad es que en este viaje estamos vagueando como nunca antes, pero fue un invierno intenso y necesitamos reparar nuestros maltrechos cuerpos y mentes. A mí esta playa, aunque el piso sea de piedra, me parece una maravilla, con el agua tan limpia y tranquila como una balsa. Solo un pequeño pero, de cuando en cuando se avista alguna medusa, no parecen muy terribles, pero bueno, mejor mantenerse lejos. A media tarde decidimos ir a dar un paseo caminando hasta el pueblo, a unos 3 km. Lo primero que nos encontramos en Antibes es el Fort Carré, cuya ampliación se debe al gran Vauban en el SXVII. El puerto deportivo se extiende a sus pies. Nos sorprende que en un pueblo tan pequeño haya un puerto de este tamaño y sobre todo las dimensiones de los yates allí atracados, que son enormes, enormes, enormes y tan lujosos como los que se puedan encontrar en Cannes o Mónaco. Pasamos un buen rato admirando esos palacios flotantes. A la entrada mismo del pueblo hay una noria enorme, tan de moda en los últimos tiempos, y un mercado de artesanía. Antibes fue y es el refugio de pintores y artistas, muchos de ellos exhiben sus obras en pequeños ateliers a lo largo del laberinto de calles empedradas que conforma el Vieux Antibes. La joya de la corona de su oferta turística es sin duda el museo Picasso, ubicado en el antiguo palacio de los Grimaldi del SXIV. El universal malagueño instaló allí su estudio en 1946 y por ese motivo el museo cuenta con una nutrida colección de pinturas, litografías, cerámicas y dibujos del artista. Pasamos mucho rato en el pueblo, no perdonamos la Orangina, y llegamos al camping bastante tarde. Solo nos da tiempo a cenar y cruzar un momento hasta la playa para sentarnos a contemplar el mar a la luz de la luna. Pero no estamos solos, muchísima gente, lugareños, diría yo, vienen en familia a pasar sus soirées en la playa con el equipo de picnic al completo, mesas, sillas, neveras e incluso barbacoas. Nos hace gracia verlos trasnochar de esta forma, a estas horas se encuentran en plena sobremesa, algo poco frecuente al otro lado de los Pirineos. Etapas 7 a 9, total 16
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