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Italia en 13 días

Italia en 13 días ✏️ Blogs de Italia Italia

Napoles, Pompeya, Roma, Florencia, Pisa, Siena, Venecia, Vicenza, Verona y Milán. En tren y en 13 días.
Autor: Ingelmo  Fecha creación:  Puntos: 4.8 (5 Votos)
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Día 3: Roma.

Día 3: Roma.


Localización: Italia Italia Fecha creación: 15/01/2009 23:53 Puntos: 0 (0 Votos)
10 de julio de 2007, martes.

El martes nos levantamos temprano, tomamos un café latte en la misma cafetería que la mañana anterior y en la Estación Central cogimos el Intercity de las 8:24, que en poco más de dos horas nos llevó hasta la moderna estación de Roma-Termini.
(Quién tenga previsto viajar por Italia en tren puede consultar horarios y tarifas en www.trenitalia.it)

Roma nos causó una primera impresión bien distinta a la de Nápoles. Se trata de una ciudad moderna y elegante, de aspecto mucho más europeo que su vecina del sur y que, al doblar cada esquina, sorprende a quien la visita con una joya arquitectónica.

Caminamos unos cinco minutos hasta nuestro hotel, Independence Square Inn , un juvenil B&B en Via Castelfidardo 78, junto a la Plaza de la Independencia. Allí nos recibieron muy amablemente, nos dieron un mapa de la ciudad y en inglés nos explicaron como llegar a los principales monumentos. También nos dieron una tarjeta de la trattoria que había justo debajo, informándonos de que en ésta teníamos un diez por ciento de descuento. El único inconveniente fue que tuvimos que esperar algo más de una hora para que nos tuviesen lista la habitación. Tal vez madrugamos demasiado.

Aquella mañana no me encontraba nada bien: sentía mal estar general, me dolía la garganta y me notaba muy cansado. Así que decidimos que lo mejor era que me tomara un analgésico y nos echásemos una cabezadita en el hotel hasta la hora de la comida. ¡Ya comenzaríamos a visitar la ciudad por la tarde!

Aquella tarde tuvimos el tiempo justo para visitar las abarrotadas Fontana di Trevi y Plaza de España. En ambos sitios a penas cabía un alfiler de la cantidad de turistas que había. Aquello más bien parecía un botellón de sábado noche en la Plaza Mayor de Cáceres. Pero un botellón de los gordos, de aquellos que se lían (o al menos se liaban) coincidiendo con el WOMAD.

Después visitamos la Galleria Borghese, quedándonos estupefactos frente a la escultura de Bernini , El rapto de Proserpina. Esta obra representa el mismo instante en que Proserpina (Perséfone en la mitología griega) es atrapada por Plutón, dios del inframundo, con el fin de obligarla a casarse con él. Es fascinante la apariencia carnal que Bernini logra darle al mármol, las manos de Plutón parecen hundirse de veras, una en el muslo y la otra en la cintura de Proserpina, la cual trata de zafarse con un gesto y una teatralidad perfectamente humanos, hasta unas lágrimas esculpidas en el mármol parecen resbalar por el rostro de Proserpina. Y es que el artista logra con esta escultura representar con total perfección no sólo los sentimientos y las diferentes texturas (los tejidos vaporosos, las barbas de Plutón, los cabellos de Proserpina o el pelaje de Cancerbero), sino también algo que me parece aún más complicado: el movimiento. Uno queda, como dije, estupefacto mirando esta escultura, como esperando en qué momento las figuras recobrarán vida y reanudarán su movimiento desde la posición en que Bernini las dejó pausadas.

Otras obras escultóricas que se encuentran en este museo son: Apolo y Dafne de Bernini y Venere Vincitrice (Venus victoriosa), la famosa escultura que Antonio Canova realizó a la hermana de Napoleón, Paulina Bonaparte Borghese, reclinada medio desnuda.

Entre las obras pictóricas, destacar la Deposizione di Cristo de Rafael y la obra maestra de Tiziano, Amor sacro y amor profano.

Cuando salimos de la Galleria, de nuevo empezaba a encontrarme mal. Regresamos en metro al hotel y antes de subir a la habitación, Diana cenó en la trattoria que había justo debajo. A mí me dolía tanto la garganta que preferí no comer nada.

Podéis ver las fotos en:

atuaire-ingelmo.blogspot.com/ ...-roma.html

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Día 4: Roma.

Día 4: Roma.


Localización: Italia Italia Fecha creación: 15/01/2009 23:56 Puntos: 0 (0 Votos)
11 de julio de 2007, miércoles.

Después de una larga noche, en la que a penas pude pegar ojo debido al dolor de garganta, amanecí hecho un trapo, empapado de sudor y con una fiebre altísima. Diana, al verme sudando de aquella manera, se apresuró a vestirse y salió de la habitación. Muy cerca, en una cocinilla contigua, la oí conversar con la persona que preparaba los desayunos. A los cinco minutos regresó a la habitación y muy seria me pidió que me vistiera rápidamente porque iba a venir un taxi a recogernos para llevarnos al hospital más cercano.

El hospital más cercano era el Policlínico Umberto I, a tan solo un par de manzanas y 12€ de distancia. En la entrada de urgencias rápidamente nos atendió un enfermero que hablaba algo de español y nos acompañó hasta la sala de triage. Allí me pidieron mi documentación y que les explicara lo que me sucedía; lo cual hice, como pude, en el idioma más universal: el de los gestos. Les hice entender que me dolía el estómago (quizás por que llevaba tiempo sin comer), la garganta y la cabeza y que también tenía algo de fiebre. Después me mandaron a una sala de espera, indicándome que fuera paciente pues estaban bastante saturados. Eran las 10:30.

Para mi sorpresa, no habían pasado ni cinco minutos cuando una enfermera vino a llamarme y me llevó a través de un largo pasillo hasta una consulta. Allí, de nuevo y de la misma manera, le expliqué a una doctora lo que me sucedía, entonces ésta muy enfadada comenzó a levantar la voz y a decir cosas en italiano que yo no era capaz de entender. Después, repitiendo "prego, prego, prego", me indicó que la siguiera y a toda velocidad me llevó de vuelta hasta la sala de triage, donde me pidió que les explicara de nuevo cuales eran mis síntomas. Y de nuevo lo hice, intercalando ya alguna palabra en italiano. Cuando terminé, la doctora comenzó a vocear a los enfermeros que allí había y salió de la sala con la misma rapidez que había entrado. Al parecer era la doctora de traumatología. A mi me mandaron de vuelta a la sala de espera.

No pasó mucho tiempo y de nuevo otra enfermera vino a buscarme. Ésta, igual que la anterior, me pidió que la siguiera y así lo hicimos, Diana y yo. Recorrimos varios pasillos, luego salimos a la calle, cruzamos un amplio parking donde la enfermera aprovechó para saludar a varios conductores de ambulancia, después nos metimos en otro pabellón del hospital y subiendo unas escaleras llegamos hasta la consulta de un doctor que parecía disfrutar de una mañana relajada. Le pedí a Diana que entrara conmigo, las demás veces se había quedado fuera, y de nuevo le expliqué al doctor lo que me sucedía, pero esta vez en italiano: dolore addominale e di testa, mal di gola e molta febbre. Diana me miró sorprendida y sin poder aguantar comenzó a reírse.

El médico me dio a entender que estas dolencias no correspondían a su especialidad y que a mi quien tenía que verme era un médico infectólogo (o algo así). Tomó el teléfono y llamó a uno, pero éste debió decirle que nanai y que hiciera el favor de no pasarle más marrones, porque a continuación la enfermera nos pidió que la siguiéramos y regresando por el largo camino que habíamos venido, volvimos a parar a la dichosa sala de espera de urgencias, donde permaneceríamos por muchas horas.

A las 16:00, cansados de esperar y esperar, Diana insistió a un enfermero para que al menos me tomaran la fiebre, pues llevábamos más de cinco horas en el hospital y ni eso habían hecho. El enfermero regresó con un extraño aparato, me lo puso en el oído, pitó y marcó 38.7, a continuación fue a notificárselo a los del triage, para que me dieran prioridad.

A las 18:30, hartos de ver ingresar y salir a gente aparentemente en mejores condiciones que yo, fuimos a la sala de triage a pedir explicaciones y lo único que conseguimos es que allí mismo volvieran a tomarme la temperatura: 39.2. El enfermero responsable del triage, Riccardo Carabella, parecía tomarse ahora en serio mi salud y nos dijo que volviésemos a la sala de espera, que me iba a poner como muy urgente y me llamarían de inmediato.

Las 19:00, las 19:30, las 20:00, las 20:30, las 21:00... ¡A las nueve de la noche por fin pronunciaron mi nombre! ¡Valiente hijo de su madre el Carabella ese! Once horas en una sala de espera con cuarenta de fiebre, sin medicación, sin poder comer... ¡Una auténtica tortura! Y todavía recuerdo aquellas dos niñas monísimas, de unos veinte años, que llegaron hacia las ocho de la tarde y tras llamar por teléfono a un joven enfermero, éste se pasó por la sala a saludarlas y entre besitos y risas le contaron que una de ellas tenía fiebre: a los quince minutos ya la estaban llamando. En fin...

Hacia las nueve de la noche, como dije, me llamaron. Me llevaron a una amplia sala repleta de enfermos encamados, donde tras una pequeña mesa, escondida en un rincón de la sala, me atendió una joven doctora. Luego me hicieron unas radiografías, me sacaron sangre para analizar y tras practicarme, no sin dificultad, una vía, me sentaron en un cómodo sillón, conectado a una botella que debía de contener el elixir de la vida, porque mi recuperación fue casi inmediata.

Hacia las 22:00 ya me había chupao toda la botella y la doctora Laura de Vito, que así se llamaba esta santa, sentada a mi lado me explicaba con mucha amabilidad, en italiano, pero muy despacio y repitiéndolo todo varias veces, los medicamentos que debía tomar: Levoxacin 500, una compressa al giorno per 7 giorni; Aulin, una bustina dopo pranzo e cena per 3 giorni.

A las 22:30 me dieron el alta y me entregaron el parte médico, el cual guardo como recuerdo. Es curioso comprobar como el sr. Carabella después de tomarme la temperatura anotó en él 38.2 en lugar de los 39.2 que marcaba el termómetro. Tal vez mintiendo trataba de justificar las largas horas que me hizo pasar en el hospital y su mala gestión del triage. Lo importante es que salí del hospital como una rosa y con más hambre que el perro de un ciego, así que me metí unos hipercalóricos caneloni entre pecho y espalda, en la trattoria más aparente que encontramos de camino al hotel.

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Día 5: Roma.

Día 5: Roma.


Localización: Italia Italia Fecha creación: 15/01/2009 23:59 Puntos: 0 (0 Votos)
12 de julio de 2007, jueves.

Me desperté por la mañana con muy buen estado de salud y con las fuerzas retomadas. Las íbamos a necesitar pues era nuestro último día en Roma y prácticamente no habíamos visto nada. Este año, al viajar en julio, llevábamos todos los hoteles reservados desde Madrid, lo cual nos dejaba poca flexibilidad y al día siguiente teníamos que estar en Florencia.

Extendimos un plano de la ciudad sobre la cama de la diminuta habitación y marcamos en él lo que nos parecía más fundamental: la basílica de San Pedro y los Museos Vaticanos, para la mañana. El Coliseo, el Monte Palatino y los foros, para la tarde. También, por cercanía, marcamos la tumba del Papa Julio II, el Moisés de Miguel Ángel, en San Pedro in Vincoli.

Cogimos el metro en Termini y tras seis paradas nos bajamos en Ottaviano, muy cerca de la Ciudad del Vaticano. Al llegar a la Plaza de San Pedro, nos esperaba una larguísima cola de turistas que circundaba toda la plaza, considerada uno de los espacios públicos más grandes del mundo. Así que allí, a pleno sol, nos armamos de paciencia. Me llamó mucho la atención la cantidad de japoneses que había. Eran millares. Entre estos y los que estarían visitando el Palacio Real de Madrid, Japón debía de estar vacío. Debe de ser un buen lugar para visitar en los meses de verano... Al final, como por mimetismo, terminé haciendo lo mismo que ellos: sacar fotos a diestro y siniestro en la enorme plaza diseñada por Bernini y considerada una obra maestra del urbanismo barroco.

Tras pasar un control de metales llegamos hasta la basílica, tumba de San Pedro. La verdad es que el interior de esta enorme iglesia, en la actualidad la segunda más grande del mundo, no deja indiferente a nadie. Las espectaculares obras de arte que contiene y su enorme cúpula diseñada por Miguel Ángel sobrecogen a los visitantes. Cabe destacar la conmovedora Pietà de Miguel Ángel, sobre la que se arremolinan multitud de curiosos alrededor del cristal antibalas que la protege. Muy cerca de allí, el disco de pórfido rojo señala el lugar donde, el 25 de diciembre del año 800, el Papa León III coronó a Carlomagno como Emperador de Occidente, bajo la fórmula Romanum gubernans Imperium.

Dominando el centro de la iglesia se haya el baldaquino barroco de Bernini, coronando el altar mayor, que se sitúa a su vez sobre el lugar de la tumba de San Pedro.

También pueden visitarse las tumbas de los papas, situadas en un corredor bajo la iglesia, incluida la de Juan Pablo II. Pero quizás el mayor aliciente para los turistas sean las vistas que pueden contemplarse desde la linterna, por encima de la cúpula, a unos 120 m de altura. Diana prefirió esperarme abajo al leer las advertencias que hablaban de 521 escalones. Yo lógicamente subí y me llamó la atención el encontrar sobre la cubierta de la iglesia varias tiendas de souvenirs y un restaurante. Quizás una ingeniosa manera de sortear la famosa ley divina que prohíbe mercaderes en el templo, Mateo 21:12-13 (como veis, con San Google hoy cualquiera puede ser curita).

A las 13:00 salimos de la basílica y decidimos comer algo rápido antes de visitar los Museos Vaticanos. Encontramos un lugar en una bocacalle de Via di Porta Angelica y nos metimos allí atraídos por la bandera española que colgaba de la fachada. Pero ni tortilla de patatas, ni calamares, ni nada por el estilo; sólo ofertaban una porción de pizza, más un plato de pasta, más una coca-cola, todo por siete euros. Demasiado barato: la pizza estaba reseca, los macarrones recalentados y la coca-cola parecía agua con azúcar.

Malcomidos salimos para los Museos. ¡Trece pavos la entrada! Menudo negocio que tiene montado el Ratzinger. Pero mereció la pena, pues en ellos pudimos ver, entre centenares de esculturas clásicas castradas o con la famosa hoja de parra: el Laoconte, el Torso Velbedere que tanto admiraba Miguel Ángel, La escuela de Atenas de Rafael que causó gran impresión en mí cuando estudiaba en el bachillerato y la extraordinaria Capilla Sixtina, de la que finalmente nos llevamos una mala experiencia debido a que, cuando yo apuntaba con mi cámara fotográfica a los frescos del techo, un vigilante, vestido de paisano, se abalanzó sobre mí como una mala bestia gritando: "¡NOOOO FOTO!" Entonces Diana se puso nerviosa y comenzó a gritarle también y lo cierto es que le dijo unas cuantas verdades. ¡Menuda se lió! A poco y nos sacan de allí los carabinieri. El caso es que conseguí tomar una mala foto y por despecho la coloco aquí. ¡Ala!

Después de aquella tomamos el metro hasta Cavour y en San Pietro in Vincoli visitamos la tumba del Papa Julio II, obra que Miguel Ángel tuvo que dejar inconclusa debido al encargo de la Sixtina. De aquí igualmente nos echaron: Un viejecillo que cuidaba la iglesia y debió de sentirse molesto por la presencia de seis o siete turistas que éramos. Desde luego... Qué poco tacto con el turismo. Estos romanos se estaban cubriendo de gloria.

Entonces nos fuimos caminando hasta el mítico Coliseo, el monumento más impresionante de Roma, símbolo de la Ciudad Eterna. Hoy en día, a pesar de encontrarse bastante deteriorado, debido sobre todo a que fue utilizado como cantera de piedra y mármol durante generaciones de constructores, sigue recibiendo millones de visitas cada año. Este anfiteatro, con capacidad en su interior para 50.000 espectadores, se componía de tres partes: arena, cavea y podium. La arena estaba formada por un tablero de madera que se cubría de arena para evitar que los gladiadores resbalasen y para absorber la sangre. Unas trampillas conducían a las cámaras subterráneas desde donde se izaban a la arena los animales enjaulados y las escenografías para las batallas. La arena también se podía inundar para la realización de batallas navales (naumaquias). La cavea era donde se sentaban los espectadores y se dividía en tres niveles de gradas, ocupándose cada nivel según la condición social de los espectadores. El podium, una amplia terraza situada delante de las gradas, quedaba reservado al emperador y a los senadores.

Junto al Coliseo igual de imponente se alza el Arco de Costantino y cerca de allí el Monte Palatino invita a pasear entre la naturaleza y las ruinas que parecen brotar de la misma tierra, libres de artificios turísticos y barreras que limiten el paso. Este monte, con vistas al Foro, era la zona más elegante de la antigua Roma, y numerosos patricios y emperadores la eligieron para construir sus residencias y palacios. La leyenda dice que fue en él donde Rómulo mató a su hermano Remo y fundó Roma en 753 a. C. Desde él también se puede divisar el Circo Máximo, inmortalizado por las carreras de cuadrigas en la película Ben Hur. En su época tuvo una capacidad para 200.000 espectadores, pero hoy en día no es más que una enorme explanada en la que se suelen realizar conciertos.

Después de dar un bucólico paseo, subimos por la Via dei Fori Imperiali disfrutando de las vistas de las ruinas de los foros que se extienden a ambos lados. En la antigua Roma, el foro era el centro de la vida de la ciudad y alrededor de él se distribuían edificios de gobernación, edificios religiosos y mercados.

Al final de esta Via se encuentra la Columna Trajana, erigida para conmemorar las victorias de Trajano en Dacia, está decorada con una franja espiral de relieves que representan las batallas contra los dacios y que se consideran uno de los mejores ejemplos de la escultura romana antigua.

Retomamos la Via dei Fori en dirección al Coliseo, camino del metro, disfrutando de nuevo de unas emotivas y sugerentes vistas de los foros con sus sombras alargadas al atardecer. Finalmente nos ha quedado pendiente de ver: el Panteón de Agripa, el Ara Pacis Agustae, el Castillo de Sant'Angelo, la Plaza del Popolo, la Plaza Navona, la Boca de la Verdad, el Campo dè Fiori y Trastevere entre otras muchas cosas. Al llegar al anfiteatro tomamos el metro hasta el hotel y antes de meternos en la habitación degustamos nuestra última cena romana en la trattoria del hotel "Al Camoscio d'Abruzzo" (ver Día 3): una deliciosa ensalada con frutos del mar de primero, unos sabrosos bistecs a la brasa de segundo y de postre un tartufo. Pasando de pasta. La dueña del hotel y de la trattoria vino a saludarnos mientras cenábamos, alegrándose de verme con tan buena salud. Yo desde aquí quiero aprovechar para agradecerle tantas atenciones y el trato tan amable que nos dio todo el personal de este pequeño B&B familiar.

Podéis ver fotos de esta etapa en:

atuaire-ingelmo.blogspot.com/ ...-roma.html

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Imagen: Spainsun  spainsun  16/01/2009 01:41   📚 Diarios de spainsun
Menudo trance lo de tu enfermedad.

Gracias por compartir tu relato con nosotros. Es un excelente diario.
Imagen: Ingelmo  Ingelmo  16/01/2009 13:37   📚 Diarios de Ingelmo
Gracias Spainsun.

A ver si puedo sacar un rato para completarlo con fotografías y enlaces a lugares de interés, evitando que sea necesario recurrir al blog para esto.

Saludos.
Imagen: Universo18  universo18  16/01/2009 19:54   📚 Diarios de universo18
Ingelmo, pedazo de relato que has aportado. Gracias por escribirlo y por tu intención de mejorarlo con imagenes, recuerda que el máximo recomendado en tamaño es 640x480. Te dejo mis estrellas. Un saludo
Imagen: Emilio_vlc  Emilio_vlc  18/04/2016 05:24
Hola, he estado leyendo tu diario. Este verano mi intención es hacer mas o menos la misma ruta, empezar en Napoles y acabar en Milan o Venecia, dependiendo como nos salga mejor el vuelo de vuelta.
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michi_ast
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Indiana Jones
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20-09-2016
Mensajes: 1277

Fecha: Jue May 22, 2025 10:37 am    Título: Re: Viaje a Italia - Consejos

A mí también me gustó más Verona que Bolonia, opino igual, pero no me saltaría Padua, yo fui de casualidad por una recomendación de un usuario del foro ya que no tenía pensado ni ir, le di la oportunidad y nos gustó mucho.
Sales de Venecia hacia Verona temprano, paras en Padua unas horas y sigues hasta Verona, ves lo que puedas de esta y al día siguiente lo que te quede.
Asunmilia
Imagen: Asunmilia
New Traveller
New Traveller
19-05-2025
Mensajes: 4

Fecha: Jue May 22, 2025 12:58 pm    Título: Re: Viaje a Italia - Consejos

Michi_ast Escribió:
A mí también me gustó más Verona que Bolonia, opino igual, pero no me saltaría Padua, yo fui de casualidad por una recomendación de un usuario del foro ya que no tenía pensado ni ir, le di la oportunidad y nos gustó mucho.
Sales de Venecia hacia Verona temprano, paras en Padua unas horas y sigues hasta Verona, ves lo que puedas de esta y al día siguiente lo que te quede.

Gracias, me estoy planteando la opción de hacer 2 noches en Verona y 1 ó 2 Bolonia, dejando o quitando la noche de Pisa.
malik
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Willy Fog
Willy Fog
15-09-2009
Mensajes: 17303

Fecha: Jue May 22, 2025 07:22 pm    Título: Re: Viaje a Italia - Consejos

Yo dejaría Pisa, para un día es perfecta, y por la noche es muy agradable de pasear.
Mercedes_L65
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Experto
Experto
25-01-2016
Mensajes: 191

Fecha: Vie May 23, 2025 08:55 am    Título: Re: Viaje a Italia - Consejos



Coincido.
Sinceramente, de todos los lugares el que menos me gustó fue Bolonia.
No obstante, dado que el regreso es desde Pisa, es el lugar que te va mejor para enlazar
Mercedes_L65
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Experto
Experto
25-01-2016
Mensajes: 191

Fecha: Vie May 23, 2025 10:43 am    Título: Re: Viaje a Italia - Consejos



Coincido.
Sinceramente, de todos los lugares el que menos me gustó fue Bolonia.
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