![]() ![]() REGRESO A FRANCIA: Burdeos, Bretaña, Angers, Puy du Fou, Orléans y mucho más ✏️ Blogs de Francia
Un viaje por el país vecinoAutor: Ctello Fecha creación: ⭐ Puntos: 5 (2 Votos) Índice del Diario: REGRESO A FRANCIA: Burdeos, Bretaña, Angers, Puy du Fou, Orléans y mucho más
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Etapas 7 a 9, total 14
Empezamos la ruta a las 8 de la mañana después de haber desayunado volviendo al casco antiguo. Lo hacemos nuevamente caminando.
Tomamos una dirección diferente porque el primer punto del día, aunque solo sea para verlo desde el exterior, es el Hotel-Dieu Coeffort. Se trata de un edificio de estilo gótico que se construyó en el siglo XII por orden del rey Enrique II de Inglaterra como hospital para pobres, enfermos, huérfanos y peregrinos. Es una pena que no pudiéramos entrar porque el exterior es muy sobrio pero dentro tiene, al parecer, unas pinturas muy bonitas. De allí proviene el llamado “tesoro de Coeffort”, 31 piezas de plata medieval que se encontraron en 1953 cuando se renovaba la capilla en la que se ha convertido. Esos cubiertos de los siglos XIV o XV se conservan en el museo de Arqueología. ![]() Seguimos luego hacia la Cité Plantagenet para ver un poco más sus edificios y calles. En cualquier momento esperas ver aparecer a alguien vestido de época y es que aquí se han rodado películas como Cyrano de Bergerac o El hombre de la máscara de hierro. Aprovechamos también para visitar la catedral por dentro (y tengo que decir que no defrauda en absoluto). Sobre todo quiero destacar la bóveda de la capilla de la Virgen, completamente pintada de rojo y con un coro de 47 ángeles músicos. Visitamos también (por fuera) el Ayuntamiento, antiguo Palacio de justicia, de los siglos XVIII y XIX. Allí estaba el Palacio condal y después real de los Plantagenet de los siglos XI a XV y donde seguramente sí vivió la reina Berenguela. ![]() Regresamos al hotel sobre las 10 y algo para recoger las maletas y a las 11.28 horas cogimos el TGV en dirección a Angers. Viene puntual (menos mal) y a las 12:06 horas ya habíamos llegado a la ciudad. El hotel que hemos cogido, un Ibis Styles, está muy cerca de la estación. Solo tenemos que subir una calle y después girar a la izquierda. Además, como ya era un poco tarde, tuvimos la suerte que nos dejaran entrar en la habitación donde nos habían dejado gominolas. En recepción tenemos, además, a nuestra disposición agua, infusiones y café. Después de dejar las maletas nos encaminamos al centro de la ciudad. Pasamos por un restaurante que nos convenció. Comimos ensalada de arroz con verduras, bistec con ensalada y patatas fritas y dos bolas de un helado de vainilla buenísimo con dos lenguas de gato a compartir con crèpe al caramelo. Nos costó 14 euros por persona y comimos muy bien. Con la barriguita llena, empezamos la ruta. Vimos primero la Torre de Saint Aubin. Había una canónica en la antigua iglesia de Saint Aubin dedicada al obispo de Angers del mismo nombre. Antes, sin embargo, había otra iglesia levantada por el rey Merovingio Childelberto (siglo VI) y que se dedicó a San Germán de Auxerre. En 1032 hubo un incendio y tuvo que reconstruirse. Se volvieron a hacer obras en el siglo XII. Con la llegada de la Revolución francesa se destruye completamente, con la suspensión de la comunidad monástica que la habitaba. Queda muy poco actualmente de aquella grandiosa abadía. La torre y una portada de la sala capitular son casi los únicos vestigios. La torre es alta y muy robusta. Muy cerca encontramos el edificio de la Prefectura. También cerca está el Museo de Bellas artes, formado por varios edificios. El más bonito y antiguo es un palacete particular llamado Residencia Barrault, edificado entre los años 1486 y 1493. Aquí se alojaron personalidades como Ana de Bretaña, Luis XII o Cesar Borgia. El nombre de Barrault proviene del financiero Olivier Barrault, tesorero del rey y alcalde, que la mandó construir. Es de estilo gótico flamígero (por eso las torrecillas) y renacentista. En realidad son dos alas unidas por una escalera dentro de una torre central. ![]() Casi tocando al museo encontramos la abadía Toussaint, del siglo XIII. Ese edificio, con orígenes en el siglo XI, se construyó para enterrar a los pobres. Fue confiscada en la Revolución francesa y se convirtió en una ruina. El Ayuntamiento la rehabilitó en 1980 y ahora se usa como Galería expositiva de las obras del escultor David de Angers (1788-1856). Sin embargo el edificio más importante con mucho de Angers es su espectacular castillo. La entrada cuesta 9 euros por persona. Si quieres audioguía cuesta 3 euros más. Nosotros no la cogimos y fuimos con un folleto en español que nos dieron. El castillo se alza en un promontorio rocoso donde ya se habían instalado los hombres desde el Neolítico. Dada la amenaza que suponían en su tiempo los normandos, el duque de Anjou tomó la decisión de construir una fortaleza donde refugiarse ya en el siglo XI. Esa fortaleza se acabó convirtiendo en un palacio en tiempos de los Plantagenet. ![]() En el siglo XIII la regente Blanca de Castilla ordenó levantar la fortaleza para concentrar a las tropas reales. A lo largo de los siglos XIV y XV los duques de Anjou, Luis I, Luis II y el rey Renato, establecieron aquí su Corte, en una época de gran esplendor. A finales del siglo XVI, en el auge de las Guerras de religión, el gobernador Donadieu de Puycharic, en representación del rey Enrique III, ordenó allanar los tejados y las murallas para adaptarse a los avances técnicos de la época (la llegada de la artillería). Con posterioridad el castillo se usó para el ejército y como cárcel. Lo que más destaca desde el exterior es su imponente muralla de casi medio kilómetro y 17 torres de unos 30 metros de altura con saeteras o troneras. Tales dimensiones ya nos avanzan que en el interior nos vamos a encontrar con una superficie de unos 20.000 kilómetros cuadrados. En los siglos XIV y XV se hicieron varios edificios entorno a un patio. Encontramos primero el castillete del siglo XV, con torretas en las esquinas y rematadas por chapiteles. Es la galería de entrada al patio señorial. La residencia real fue construida por el rey Renato entre 1435 y 1440. Tiene dos salas con una galería adyacente en la sección norte. Se accede a cada planta (tiene tres) por una escalera de caracol que encontramos en la torreta. En la primera planta (ahora con exposiciones) estaban los aposentos del rey Renato. Junto a la capilla estaba el cuarto de estudios donde se retiraba a meditar y estudiar; al otro lado está la habitación donde recibía a los visitantes. En el alféizar de una ventana aún pueden verse restos de la decoración pictórica, con motivos vegetales. En todas las habitaciones había chimenea. La capilla es de una única nave. Se construyó por encargo de Luis II y su esposa, Yolanda de Aragón, en 1410. Es de amplias proporciones, con bóvedas de estilo angevino y un oratorio privado que incluso tiene calefacción. La muralla puede recorrerse. Encontramos la torre del molino (llamada así porque albergaba un molino de viento). Conserva su altura original, 40 metros. Es posible recorrer el camino de ronda del siglo XIV así como visitar los jardines (viñedo y jardín colgante). Vemos también la llamada Puerta de los campos, entrada principal del castillo, compuesta por dos torres y un complejo sistema defensivo (matacanes y rejas). En el atrio de dicha puerta aún está el rastrillo del siglo XIV. La residencia del gobernador (a la que no pudimos entrar), es del siglo XVIII. Lo que más llama la atención es la torreta de la escalera, del siglo XV. Un lugar que tiene que visitarse de modo obligado es la galería del apocalipsis. Se construyó en el siglo XX donde había otros edificios antiguos con la intención de albergar la joya del castillo, el inmenso Tapiz del Apocalipsis. Este tapiz ilustra de modo magistral el Apocalipsis de san Juan o el Libro de las revelaciones, último texto del Nuevo testamento. Narra las visiones proféticas de San Juan y la lucha entre el Bien y el Mal, con toda una serie de catástrofes que asolarán a la Humanidad antes de que Cristo se alce victorioso. Vemos reflejadas guerras, peste, hambruna, plagas, la llegada de los Cuatro jinetes del Apocalipsis, Satán en forma de dragón, la caída de Babilonia…En total se conservan 100 metros de tapiz. Lo encargó el duque Luis I de Anjou, hermano de Carlos V, en 1375, y tardó siete años en terminarse. En su origen eran seis tapices de seis metros de largo por 23 de largo. ![]() En los esponsales de Luis II, hijo de Luis I, con Yolanda de Aragón se colgó en la corte del arzobispo de Arles. El último duque de Anjou, el rey Renato, lo legó a la catedral de Angers en 1480. En el siglo XVIII se consideraba pasado de moda y sufrió muchos daños. Fue despiezado y sirvió para tapar caballos, grietas, árboles... Por suerte a mediados del siglo XIX, gracias sobre todo al canónigo Joubert, pudo recuperarse y restaurarse. Terminamos la visita al castillo viendo algunos de los restos arqueológicos que se han encontrado, como los muros del gran salón, un cairn (monumento funerario neolítico), salas románicas para dar calor a los baños de los condes de Anjou en el siglo X, etc. Salimos del castillo y nos encaminamos a la Catedral de Saint Maurice, en obras su fachada oeste. Data de los siglos XII y XIII y fue un encargo de los obispos Normand de Doué y Guillaume de Beaumont. La fachada oeste, la que no pudimos ver, es muy alta y estrecha. La parte más baja es de 1170 y las dos torres laterales (de 70 y 77 metros respectivamente) son del siglo XV. En el siglo XVI se añadió una torre central, en la base de la cual se encuentran esculturas de san Mauricio y de sus acompañantes. ![]() El portal es antiguo, del siglo XII, y se inspira en el de la catedral de Chartres. Entre sus esculturas encontramos a Cristo rodeado de los cuatro evangelistas y a los 24 ancianos del Apocalipsis. Ya dentro, la nave principal es inmensa. Las vidrieras datan de los siglos XII a XVI. Los tapices son muy importantes y datan del siglo XIV. Vemos también algunos sepulcros del siglo XII. Seguimos camino, con algunas dificultades porque están haciendo obras cerca del río. Atravesamos el Puente de Verdún que nos lleva de un lado a otro del Maine. En el año 1028 el conde de Anjou, Foulque Nerra, hizo construir en piedra un puente que llevara de un lado a otro del río, de la villa a lo que se llamó La Doutre. Ese puente, llamado Grand pont, se reconstruyó en el siglo XIX y con posterioridad tomó el nombre de la célebre batalla de 1916. Si bien los principales monumentos ya los hemos visto, en La Doutre hay algunas cosas destacables. La mayoría de edificios remarcables están a lo largo de la rue Beuarepaire y en la parte norte del barrio. Vemos varias casas de entramado de madera así como la iglesia de la Trinidad (con una interesante cripta) y la Abadía de Ronceray. También encontramos allí el Hotel des Pénitentes (de finales del siglo XV para los benedictinos aunque con posterioridad se instalaron una comunidad de damas penitentes que acogía a mujeres de mala vida), varios palacetes y el antiguo Hospital de saint Jean del siglo XII (dedicado a san Juan evangelista; es uno de los ejemplos más antiguos de hospitales en Francia, de un espectacular gótico angevino; se destinaba a acoger a los pobres y enfermos). Actualmente una de las salas del Hospital se usa para Museo Jean Lurçat de tapicería. Volvemos sobre nuestros pasos después de un corto paseo y subimos la empinada escalera que lleva a la catedral. Nos dirigimos a ver la maravillosa Casa de Adán, uno de los mejores ejemplos de casa de entramado de madera del siglo XV. Llama la atención por sus magníficas tallas. El nombre proviene de las figuras de Adán y Eva que enmarcan el Árbol de la vida, en una columna del primer piso. Aunque fue modificada en el siglo XIX, eso no le resta belleza. De entre todas las figuras quiero destacar al descarado Tricouillard, que, de espaldas al transeúnte, se ha bajado los pantalones y nos enseña todas sus partes íntimas. Por últimos vamos a ver una de las casas estilo Art decó que se conserva en la ciudad aunque, desgraciadamente, ha perdido casi todos sus colores. Etapas 7 a 9, total 14
Empezamos el día desayunando tranquilamente en el hotel (tenemos hasta zumo de naranja natural) para salir después hacia la estación de autobuses, donde nos esperará un autobús para llevarnos al parque temático Puy du Fou, una de las cosas que más ilusión me hacían de este viaje.
El parque se sitúa a unos 90 kilómetros de Angers y es posible, si no dispones de coche, contratar por la misma página web el transporte de ida y vuelta. Como es bastante grande y temíamos no ver casi nada, tomamos la decisión de contratar también alojamiento en uno de los hoteles del parque así como una cena. En total, con el acceso de dos días, el transporte de ida y vuelta, una cena buffet y el alojamiento con desayuno nos salió por 205 euros por persona. Caro pero vale la pena (ni la entrada al parque, comprada con bastante antelación, ni la cena me parecieron caras). Puy du Fou es como dije un parque temático inspirado en la historia de Francia. No tiene atracciones (algo que, por culpa del vértigo, ni disfruto) sino únicamente espectáculos. Pero ¡vaya espectáculos!. Vayamos por partes. Llegamos al aparcamiento específico para los visitantes que se alojan en los hoteles del parque. Esos hoteles no siempre están accesibles (conviene mirarlo en la página web oficial) porque el parque es el segundo más visitado de Francia después de Disneyland. ¡Y es casi desconocido fuera de Francia!. Los hoteles están todos muy juntos, por lo que es fácil acceder. Nosotros nos alojamos en Le Camp du drap d’or, basado en el encuentro entre Enrique VIII y Francisco I de Francia. El edificio principal, donde está la recepción, es un palacete al estilo renacentista con los empleados vestidos como nobles o criados del siglo XVI. Allí nos atienden en español y podemos dejar las cosas en la consigna. Nos facilitan toda la información necesaria del recinto y quedamos para venir después a recoger las llaves y cenar (a las 19 horas). Más adelante hablaré del resto de hoteles. Ya en el bus nos dieron un mapa del parque con los horarios de espectáculos de ese día y el día siguiente. Es muy importante porque los cambian cada día y conviene organizarse. No están las cosas las unas al lado de las otras y las colas, sobre todo en verano, son inmensas. Atravesamos el control de entrada y nos metemos de lleno en el recinto. Sorprende ver que es un lugar muy verde puesto que se construyó en el bosque que rodeaba a las ruinas del castillo renacentista (real) de Puy du Fou. Hay muchísimas flores, árboles, y los suelos son de cemento sino de tierra. Por lo que leo, son muy respetuosos con el medio ambiente (dentro de lo que cabe). Lo de las colas pudimos comprobarlo al intentar acceder al espectáculo de Vikingos. Como estaba lleno a rebosar, se cerraron las puertas así que nos encaminamos a otro de los espectáculos de gran formato, El secreto de la lanza. Hicimos aproximadamente media hora de cola (algo normal en este caso) pero cuando abrieron puertas pudimos entrar rápido. Hay un acceso especial para personas que compran un pase o para discapacitados. Los espectáculos se hacen en francés pero más o menos se entienden (en caso de necesidad, se alquilan audioguías). En este espectáculo nos sumergimos en plena Guerra de los Cien años, en la edad media. Antes de que empiece tenemos algo de entretenimiento. Un par de actores hacen el tonto con un carro con un conejito encima que ni se mueve en todo el rato. Aparecen ovejas cuando menos te lo esperas… Vamos, empezamos a darnos cuenta que los animales, sin ser maltratados, forman parte de los espectáculos de Puy du Fou. La historia de este show tiene como protagonista a Marguerite, una pastorcilla que se queda sola en el castillo cuando los caballeros parten. Solo dispone de una lanza pero cuando los ingleses les atacan… Bueno, eso tiene que verse. Acrobacias con caballos, torneos, fuego, incluso escenarios que cambian de sitio… y todo aderezado con una música pegadiza compuesta por Carlos Núñez. Unos 30 minutos que saben a poco. ![]() Entre espectáculo y espectáculo recorremos el recinto que, como dije, es muy grande. Entramos a ver el Mundo imaginario de La Fontaine. Enclavado en un bonito jardín, entramos en el mundo de fantasía del escritor viviendo de primera mano sus fábulas. Árboles que hablan, fuentes que se mueven, la gallina de los huevos de oro… Es francamente bonito. Enfrente encontramos el laberinto de los animales y varias zonas con ciervos, vacas…vivos, claro. ![]() Nos vamos luego al espectáculo de mayor capacidad del parque y el que tiene más cola. Se llama El signo del triunfo y se hace en un enorme coliseo con capacidad para 6.000 personas. ¡Y estaba lleno!. Dependiendo de dónde te sientas eres galo o romano y antes de que empiece te lanzas varias puyas. La historia recuerda un poco a Quo vadis. El ejército romano regresa victorioso después de una campaña. Traen un fuerte esclavo que luchará como gladiador, las ocas del Capitolio, camellos, avestruces, el carro de Baco, un tigre… Los animales, claro, de verdad, aunque se limitan a pasear. Les lidera un general que recuerda a Marco Vinicio de la historia ya mencionada. ![]() Pero resulta que en una época en que el cristianismo empieza a tener su auge, se han hecho presos a unos esclavos que profesan esa religión. Una de ellas es la novia del general y eso hace que éste se acabe enfrentando al emperador. Para salvar a su amada y a sí mismo tendrá que luchar con gladiadores, hacer una carrera de cuadrigas al estilo Ben Hur… Y no faltarán los animales. Leones, un tigre y hasta una hiena. La emoción está asegurada en casi 45 minutos. Salimos entre la multitud y nos vamos a comprar un bocadillo para comerlo mientras hacemos cola en otro de los espectáculos estrella, Los vikingos. No faltan por todo el parque lugares donde comer algo a unos precios razonables dado el lugar en el que estamos. Conseguimos estar delante de la cola así que pudimos sentarnos delante de todo. El escenario nuevamente llama la atención y ya vale la pena verlo por sí solo. Se trata de un poblado del año 1000 en el que la gente vive plácidamente y disfruta de la celebración de una boda. Hasta que llegan los vikingos a asaltarles. Lo que sigue es espectacular. Más animales, fuego, peleas, dos drakkars (uno de ellos emergiendo del agua)… Increíble. No le falta, como a todos los shows, un tonillo cristiano pero es bonito igualmente. No cuento mucho más para no romper la sorpresa. ![]() Cuando salimos de verlo caminamos entre enormes jaulas donde el parque guarda a esos animales (águilas, halcones, buitres…). Tienen un programa de conservación de rapaces muy interesante. Ya dije que en todo momento me dio la impresión de que las tenían muy bien cuidadas. Lo mismo con la vegetación. A veces parece que estás en un bosque, a veces te metes en una rosaleda. En un lago central, las fuentes bailan a tu gusto con el bosque a tus espaldas. Y al juntarse el agua con los últimos rayos de sol sale el arcoiris. Salimos del parque a las seis y algo para ir al hotel a cenar. Pasamos por delante de uno de los hoteles, la Villa galo romana, de la que hablaré más adelante. Recogimos las llaves y nos fuimos a la habitación. Justo por detrás del palacete renacentista que es nuestra recepción encontramos un campo lleno de tiendas de campaña de colores al estilo del siglo XVI. Las hay más pequeñas, con dos “habitaciones” y otras más grandes con tres. La habitación por dentro en realidad son dos, una con una cama de matrimonio con dosel y terciopelos rojos y otra con una litera. El wc está separado del resto y es de madera con tapa. La ducha y las griferías son de una especie de latón, muy típico de la época. La cortina es pesada, de terciopelo, y la barra, de tanto peso, se nos cae encima. Al día siguiente avisamos para que la arreglaran. Todo es tan de la época que hasta tenemos un tapiz con Francisco I de Francia. Pero no nos faltan avances del siglo XXI como una TV o enchufes. Una vez acomodados fuimos a cenar. Nos toman nota y nos llevan a nuestra mesa. La cena, tipo buffet, costaba 23,50 euros con agua incluida (si haces la reserva con antelación, con lo que ahorras 3 euros; el precio de niños con reserva es de 11,50). Es de estilo renacentista como todo en el hotel y constaba de varios tipos de carnes (redondo de ternera, pollo, salchicha brigantina, parrillada y cerdo), buffet de crudités y hortalizas, patatas con mostaza, verduras al gratén, patatas a las hierbas, varios tipos de quesos y distintos postres (de chocolate, tarta merengada de limón, postre de frambuesa, flan de huevo, fresas, macarons…). La presentación es preciosa y que los camareros vayan vestidos de criados de época hace que aún entres más en el ambiente del siglo XVI. Está muy bien también que se cuelguen los menús en Internet para poder verlos antes de hacer la reserva. Después de la cena aún es de día y volvemos al parque. Vemos primero el espectáculo breve Los caballeros de la tabla redonda donde la magia, el agua y las luchas a espada están a la orden del día. Aún pensamos cómo pudo pasar lo que pasa al final. El escenario es precioso, justo por detrás de la ciudad medieval que cuenta con talleres de artesanos y hasta una ermita románica que parece real. En Puy du fou hay dos espectáculos nocturnos. El más famoso se llama La Cinéscénie, cuyas cifras marean. Ha tenido ya desde su inauguración más de 12 millones de espectadores, hay 2.400 actores en escena (más que actores algunos son gente del pueblo, incluso niños, que colaboran y se lo pasan en grande; Puy du fou tiene, además, varios talleres para enseñar varias materias), en una hora y media de espectáculo. Requiere reserva previa pero es casi imposible conseguirlo. ![]() Cuando terminó hicimos el camino de vuelta bajo una tenue luz hasta llegar al hotel. ![]() Etapas 7 a 9, total 14
![]() Después visitamos la Ciudadela medieval. Una vez que pasas la puerta entre las dos torres es como entrar de lleno en la Edad media. El hotel queda oculto en una ciudad de hace siglos donde abundan las casas de entramado de madera, ropa tendida, un carro con barriles…En su cena buffet se pueden degustar tanto carnes como pescados al mismo precio que en el nuestro. ![]() Luego nos vamos a la bonita Isla de Clovis. Clovis, también conocido como Clodoveo I, fue rey de los francos desde el 481 al 511. Fundó la primera de las dinastías de Francia, la de los merovingios, y fue el primer rey cristiano (ya dije que aquí todo es muy cristiano, seguramente porque el fundador del parque es Philippe de Villiers, político francés de derechas). El hotel está compuesto por 50 casitas enclavadas sobre el agua, con techos de cáñamo y entramados de madera. Las rodean 9 estanques que se han reconstruido expresamente y donde abundan las carpas, que pueden verse desde los balconcitos de cada casa y que se comen los mosquitos. Las camas de son de madera de roble. También tiene su propio restaurante, en este caso basado más en el pescado y algo más barato que el nuestro. Unas bonitas ovejas nos saludan a nuestra llegada al siguiente hotel, la Villa Galo-romana, el primero que se construyó en Puy du Fou. Está rodeada de 62 columnas y dentro tiene un bonito jardín con olivos y lavanda. Dispone de su propio restaurante aunque en este caso tiene un menú fijo, no buffet como en los demás. Después de nuestro paseo por los hoteles (todos menos Le logis de Lescure, 4 suites en una casa de piedra del siglo XVIII, que es el más apartado y más caro de los alojamientos del parque) nos fuimos a desayunar (en buffet más que suficiente). Después volvemos a entrar al parque. No comenté que comprándolo por Internet la entrada de un día cuesta 35 euros y de dos (necesarios para verlo todo bien), 56 euros. El ahorro es más que importante. El primer espectáculo del día tiene lugar en un teatro del siglo XVII. Y es que vamos a ver Los mosqueteros de Richelieu, una aventura de capa y espada donde encontramos a los mosqueteros, Richelieu, Luis XIII, Ana de Austria y Cyrano de Bergerac. Vamos personajes que no me gustan “nada”. El protagonista de la historia es un cómico pero que a la vez es un genial espadachín (al principio recuerda un poco a Scaramouche) al que le secuestran a la novia, una bailarina de flamenco tipo zíngara. Después de las peleas uno se queda alucinado viendo a los caballos bailar sobre el agua. Y no digo más. No nos dejan grabar ni hacer fotos. No todo son espectáculos en Puy du Fou, ya lo dije. También hay zonas muy bien adaptadas a épocas históricas. Tal es el caso de la Ciudad del año 1900, con tiendas preciosas y unos autómatas que tocan a determinadas horas del día. Visitamos luego en visita guiada en francés el palacio renacentista (no se permite grabar ni hacer fotos). Ves a los diferentes miembros de la familia para terminar sorprendiéndote con un anillo que perteneció realmente (o eso parece) a Jean d’Arc y que Puy du Fou compró en una subasta reciente. Junto a ese palacio se alzan las ruinas del palacio real. Paseamos por la rosaleda antes de meternos de lleno en la Primera guerra mundial en Los amantes de Verdún, un trayecto realmente impactante donde parece que vivas la guerra en primera mano. No da miedo pero sí algo de impresión (muchos niños salieron llorando para encontrarse con las tumbas de los soldados caídos). De nuevo entre árboles y con suelos de tierra seguimos caminando por el enorme parque para llegar al pueblo del siglo XVIII donde nos esperan cerditos, conejos, cabras, una vaca… Todos ellos son de varias zonas de Francia. En el mismo pueblo encontramos un restaurante y varias tiendas de artesanía así como un enorme carrillón que una chica toca varias veces al día. Espectacular. ![]() Seguimos recorriendo los decorados y llegamos al poblado del año mil, mucho más rústico, con sus casas sencillas y su horno. No faltan tampoco los animales. Volvemos a la ciudad del 1900 para ver el espectáculo cómico “Le ballet des sapeurs”, protagonizado por niños que se lo pasan en grande. Ya dije que aquí hasta los niños colaboran. ![]() Aunque el parque es inmenso y hay mucho que ver no podemos resistirnos a la tentación de volver a ver El signo del triunfo, el segundo día con algo menos de público pero donde descubrimos algunas cosas que se nos pasaron por alto el día anterior. Fue ese día cuando una de las leonas a punto estuvo de atacar a la actriz protagonista. El domador la controló pero sin rozarla. Ya dije que están bien cuidados. Lucen lustrosos el poco rato que aparecen en escena. ![]() Paseamos por el resto del parque, viendo rincones que se nos habían pasado, y comimos un risotto. Vemos tres espectáculos de interior. El primero se llama la Odisea de Puy du Fou y hasta los edificios se mueven. Luego vimos el más nuevo, creado en 2018. Es Le mystère de La Pérouse. Te sitúas en 1785. Te embarcas en una de las naves del explorador La Pérouse. Salimos del puerto de Brest y mientras recorremos el barco nos vamos enfrentando al mar, no siempre en calma. Notamos el calor en Vanikoro y el frío en Alaska. Está tan bien hecho que parece que estés de verdad en un barco. Pero llega la tormenta, la más terrible…Jean-François de La Pérouse nació cerca de Albi (por eso cuando fuimos a esa ciudad hace poco vimos un museo dedicado a él). Se entoló en la marina con 15 años e participó en combates contra los ingleses y en varias exploraciones. El rey Luis XVI se seleccionó para dirigir una expedición alrededor del mundo que debía completar los descubrimientos que el capitán James Cook había hecho en el Pacífico. Con dos navíos, la Boussole y l’Astrolabe, dejó Brest en 1785. Le acompañaban muchos científicos (un astrónomo, varios naturalistas, dibujantes…). Por eso vemos en el “barco” los resultados de esa expedición científica. Rodearon el Cabo de Hornos, pasaron por Chile y las islas de Pascua y Hawaii para llegar a Alaska, donde desembarcaron. Parece que realmente nosotros estemos parados frente a un glaciar. Unas barcas se perdieron debido a las fuertes corrientes. Siguieron hacia Monterrey y luego, atravesando el Pacífico, continuaron hasta Macao, donde vendieron las pieles que habían conseguido en Alaska. Visitaron Manila, descubrieron las islas Quelquepart y siguieron hasta Corea, la península de Kamchatka, Samoa (los lugareños les atacaron y murieron varios hombres) y Sidney. Entregó sus diarios a los británicos de Australia para que los enviaran a Europa y siguieron su camino hacia Nueva Caledonia, las Islas Santa Cruz, las Islas Salomón, el archipiélago de las Luisiadas y las costas oeste y sur de Australia. No se les vio nunca más. Unos paneles explican esta expedición. En 2005 se identificaron unos restos que se habían encontrado cerca de Vanikoro (Islas Salomón) como los de los dos navíos de La Pérouse. El tercero de los grandes espectáculos que nos faltaban se llama Le dernier panaché (el último penacho). El protagonista es un oficial de la marina francesa que ha participado en la Guerra de la Independencia americana. François Athanase Charette del Contrie existió realmente y fue apodado el rey de la Vendée. La Vendée era una rebelión, una guerra civil, que enfrentó a los partidarios de la Revolución francesa con los contrarrevolucionarios. Tuvo lugar en esa zona de Francia entre 1793 y 1796 y se trató básicamente de un levantamiento campesino. Después de que Luis XVI fuera guillotinado y se iniciara una guerra contra España, la Convención aprobó una leva de 300.000 hombres. Los campesinos, principalmente de esa zona, se negaron a aceptarlo y se levantaron en armas. Se dice que la reforma que se quería hacer de la Iglesia también influyó en gran medida en una sociedad muy católica (de nuevo un tinte católico). Charette se convirtió en uno de sus líderes e incluso el futuro Luis XVIII le otorgó el grado de General del Ejército católico y real. Sin embargo las cosas le empezaron a ir mal, no llegaron los refuerzos que esperaba y fue finalmente capturado. Fue condenado a muerte y ejecutado. La historia sigue su trayectoria con un teatro muy especial que te hace estar inmerso en la trama. Ese aire monárquico y católico (no se puede esperar otra cosa sabiendo quién es el fundador) no le quita la gracia al espectáculo. Sorprende la elección del tema contrarrevolucionario cuando lo normal sería la Revolución pero como lugar de ocio y entretenimiento no decepciona en absoluto. ![]() Etapas 7 a 9, total 14
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