Hoy descubriremos
Núremberg, una ciudad imperial, porque en su castillo tenía mucha importancia durante varios siglos, en pleno Sacro Imperio Romano Germánico.
Además de la visita al castillo, la ciudad tiene de interés tres iglesias góticas, varios puentes que cruzan el río Pegnitz, y algunas plazas y callejuelas medievales.
Tenemos comprado el tren con antelación de Múnich a Núremberg a las 9:50.
Hemos madrugado más de lo esperado y nos da tiempo de explorar un poco el centro de Múnich.
Núremberg será el punto de partida de las excursiones de los próximos días, así que las próximas tres noches nos alojamos en el
Ibis Nuernberg Altstadt.
El hotel está muy cerca de la estación de tren, justo donde empieza el casco antiguo.
Al centro histórico, llamado
Mitte o
Altstadt, no llega el metro y solo pasa una línea de autobús, pero las dimensiones son suficientemente abarcables para hacerlo todo a pie.
Desde la estación de tren, que está al sur del río Pegnitz, hasta el castillo, hay un kilómetro y medio. Todo el centro de la ciudad se encuentra entre la estación y el castillo.
Muy cerca de la estación hay unas pequeñas callejuelas, construidas en estilo medieval, con talleres de artesanos y terrazas de cafeterías y cervecerías, se llama
Handwerkerhof, algo así como el patio de los artesanos.
Con una torre de piedra como si fuera una fortaleza, en realidad es una construcción artificial de los años setenta que recrea las tradiciones de la Edad Media.
También en la parte sur del río, subiendo por la calle principal Königstrasse, está la iglesia gótica de
San Lorenzo. Es el centro neurálgico de un área peatonal con mucha actividad comercial.
Llegamos al río, que lo cruzan media docena de puentes. Parten en dos el río un par de islas, que con sus construcciones medievales, forman una de las postales más tradicionales de la ciudad.
El
Henkerbrücke, o puente del verdugo, es una pasarela cubierta de madera que conecta con la torre del verdugo, donde vivía en la Edad Media el señor que tenía tan innoble profesión que no le era permitido entrar a la ciudad.
Nuestro paseo nos lleva a través de la
Weißgerbergasse, una pintoresca calle con fachadas medievales de colores.
En el extremo se encuentra la
Sebaldus Kirche. Es la iglesia más antigua de la ciudad, de orígen románico, aún se pueden observar varios rasgos de este estilo inicial en el interior, y de ampliación y exterior gótico.
A pesar de sus vitrales, no entra demasiada luz, con el día encapotado de hoy, y está en una penumbra de aire solemne y reverencial.
Subimos las empinadas calles que nos dirigen al
Castillo Imperial, en la parte más alta de la ciudad.
Estamos en la plaza
Tiergärtnertorplatz.
Aquí se encuentra la
casa museo del artista más importante de la ciudad,
Albrecht Dürer. Un fantástico pintor, ilustrador y grabador renacentista.
En la esquina opuesta de la plaza está situada la
Pilatushaus, un bonito edificio medieval recientemente restaurado.
Paramos a comer en el
restaurante de al lado, de comida tradicional franconiana, donde degustamos una típica bratwurst de Núremberg, acompañada por un pretzel y una sabrosa cerveza.
Después de la tormenta, que por suerte nos pilla a cubierto, despeja, así que volvemos a salir y nos dirigimos hacia la entrada del castillo.
Se puede comprar la entrada sencilla que incluye el castillo y la capilla adyacente, o bien la combinada con el pozo y la torre Sinwell.
Como las alturas y yo no somos muy amigas,

pasamos de la torre, aunque por fuera es chulísima, digna de Rapunzel.
La visita al castillo ya nos toma dos horas largas, es que es completísima.
Nos cuenta la historia de los orígenes del castillo, cuando Núremberg, perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico consiguió la Carta de Ciudad Independiente y floreció gracias al comercio abundante.
A partir de mitad del siglo XIV un emperador decidió que aquí es dónde cada nuevo emperador debía firmar su primer documento de gobierno, llamado “dieta”, así que la ciudad ganó incluso más importancia.
El castillo pasó de ser la vivienda del Señor de la ciudad a ser residencia imperial.
Varias de las salas mantienen la estética y decoración de cuando el emperador las usaba, como la sala de estar y el dormitorio, con sus techos de madera policromados y enormes estufas esmaltadas.
Y en otra ala se encuentra el
museo del Castillo, con una exposición de armaduras y armas entre varios objetos habituales del castillo.
El patio del castillo está precioso ahora a finales de verano, con bonitas flores en los balcones.
Desde el jardín exterior, ya fuera del recinto del Castillo, se puede acceder a una parte de un pasadizo elevado de la muralla, como lo hacían los guardias en la época imperial.
Para completar la visita a Núremberg, volvemos al centro, en concreto a la plaza del
Hauptmarkt.
Todavía quedan varias paradas del mercado que se monta aquí cada día. Con sus lonas a rayas rojas y blancas, y las verduras frescas o hortensias recién cortadas expuestas, le da un aire encantadoramente medieval.
En un extremo se encuentra la fuente-monumento llamada
Schöner Brunnen. Construida en forma de punta gótica en el siglo XIV, es una de las principales atracciones de la plaza. Parece que la acaben de restaurar o pintar, porque sus colores son super intensos, y el dorado brilla tanto que deslumbra con el sol.
En el otro extremo de la plaza está la Iglesia a Nuestra Señora, o la
Frauen Kirche.
Hasta mediados del siglo XIV esto era el barrio judío, y dónde se alza esta iglesia cristiana, había una sinagoga.
Los habitantes, cada vez en mayor número, le pedían al emperador Carlos IV un espacio para comerciar. Y como en una plaza cabe un mercado, y el mercado da dinero, el emperador decidió expulsar a los judíos y crear en este sitio una plaza.
Quemaron a más de 500 judíos y destruyeron el barrio entero. Y en lugar de sinagoga, pusieron una iglesia.
En el interior hay muchos angelitos, unos vitrales originales de la época de su construcción y un tríptico con decoraciones doradas en el altar, entre otras obras.
La antesala es lo que más nos llama la atención, pues el arco de encima de la puerta, original del siglo XIV, dedicado a la Virgen, está lleno de figuritas pintadas.
En la fachada que da a la plaza se sitúa un reloj. Cada día a las 12 se puede ver la escena de la elección de Carlos IV como rey. Pasan los siete príncipes electores jurándole fidelidad.
Nosotros no lo vemos porque ningún día estamos en la plaza a las 12.
Y para ir terminando el día, regresamos a nuestro barrio, al otro lado del río, no sin volver a apreciar la preciosa iglesia de San Lorenzo, que ahora está abierta, con un interior bastante austero.
Y finalmente entramos en el
Handwerkerhof. Las tiendecitas ya están cerradas, pero un par de cafeterías y cervecerías siguen abiertas.
Degustamos unas salchichas de Núremberg. No confundir con las salchichas de Franconia.

En esta ciudad se caracterizan por ser muy finitas, mientras que las típicas de la región son más gruesas, pero ambas con un sabor similar.
Se acompañan habitualmente con el chucrut, o col fermentada, y unas buenas cervezas.
La típica de aquí es la Rotbier, es decir, “cerveza roja”, más malteada y ahumada que una normal.
¡Hoy toca excursión a Bamberg!

Los trenes en Alemania son bastante caros, pero por suerte, hay un bono llamado
Bayern-Ticket por el que podemos usar prácticamente todos los medios de transporte de la región por 21€ por persona.
El trayecto ida y vuelta de Núremberg a Bamberg ya costaría unos 30€… así que ¡lo amortizamos a tope!
Lo compramos en una máquina expendedora de la estación, pero también se puede comprar por la app de Deutsche Bahn.

Si se compra en papel, al ser un billete válido para dos personas, hay que escribir el nombre de las dos personas en boli. Cuando pasa el revisor, piden el billete y la identificación personal.
Nos hemos descargado la audioguía
iTour City Guide en el móvil por 4,50€, que nos llevará por los puntos más destacables de la ciudad.
Desde la estación de tren de Bamberg tomamos un bus, ¡para aprovechar que con el bono diario tenemos ya incluídos todos los transportes públicos!
Nos dirigimos al otro extremo de la ciudad, hacia la
plaza de la Catedral.
En esta plaza están tres de los edificios turísticos de la ciudad, y en ellos están representados cuatro estilos arquitectónicos.
El románico y el gótico se encuentran en la
Catedral. A continuación, la antigua corte imperial, o
Alte Hofhaltung, es de estilo renacentista. Y finalmente, la
Neue Residenz es un elegante palacio barroco.
Por orden cronológico, empezamos por la
Bamberger Dom, es decir, la catedral.
Se empezó a construir en el siglo XI por orden del emperador del Sacro Imperio Románico Germano Heinrich II. Aquí se encuentra su tumba.
La parte este está construida en el estilo románico, mientras que, conforme se alcanza el extremo oeste, se va convirtiendo en estilo gótico.
Pegada a una columna está la estatua ecuestre de un caballero del cual se desconoce la identidad y el autor. Quizás por este motivo es una estatua muy famosa en Bamberg aunque a nosotros nos deja bastante indiferentes.
Seguimos con el
Alte Hofhaltung.
Se trata de un antiguo palacio con un patio renacentista.
Aquí estaba el palacio en el que vivió Heinrich II. En su interior se alberga el Museo Histórico, pero nosotros no lo visitamos, simplemente echamos una ojeada al bonito patio, con todos los balcones llenos de flores.
Finalmente entramos en la
Neue Residenz. Es el palacio donde vivieron varios Príncipes Electores a partir del siglo XII, actualmente reformado en estilo barroco.
Cruzando el portal se accede a un pequeño rosal con vistas.
Desde aquí se puede observar el monasterio benedictino
Michaelsberg en la cima del monte del mismo nombre, que al parecer es muy bonito, pero actualmente está en reformas y no se puede visitar.
Las vistas hacia la ciudad muestran el estilo homogéneo de los tejados de arcilla de tonos ocres en prácticamente todas las casas.
El interior del palacio es de pago, cuesta 6€ y para nuestra sorpresa, no aceptan tarjetas de crédito. Debido a reformas en el momento de nuestra visita, no podemos ver varias de las salas, entre ellas, las más chulas, como el apartamento del Príncipe.
Al menos sí que podemos entrar en el Salón Imperial, con numerosas pinturas, retratos de príncipes, alegorías y virtudes.
Acabada la visita a los tres edificios de la plaza de la Catedral, descendemos hacia el centro. Pasamos por delante de la histórica cervecería
Schlenkerla, aunque para comer elegimos otra cervecería típica,
Ahörnla, donde degustamos sus especialidades.
A pocos minutos caminando en dirección al río se llega a lo que llaman
“pequeña Venecia”. Nada que ver con la Serenissima. No es más que una hilera de casas familiares en las que su fachada trasera da al río.
Nos hemos guardado lo mejor de Bamberg para el final, el
Antiguo Ayuntamiento y las callejuelas que lo rodean. El casco antiguo es patrimonio mundial de la Unesco.
El
Altes Rathaus es probablemente el edificio más famoso de Bamberg, construido en una isla artificial en medio del río Regnitz.
El edificio actual es del siglo XV.
La torre central es barroca, así como el trampantojo que ilustra toda la fachada. Y el elemento más peculiar es la llamada “casa del alcalde”, este saliente con entramado de madera tan pintoresco.
Apenas son las tres de la tarde y ya estamos satisfechos con la visita a esta bonita pero pequeña ciudad.
Y como es tan pronto, decidimos que en vez de regresar directamente a Núremberg, bajaremos a mitad del camino, en el pueblo de
Forchheim.
Forchheim es un pueblo muy pequeño y tranquilo. No tiene mucho de interés salvo sus antiguas y pintorescas calles, con fachadas típicas de entramados de madera, normalmente pintados en rojo oscuro o marrón.
En un pequeño canal que cruza el pueblo se pueden observar unas peculiares casas para pescado, son unas casetas de madera con tejado abuhardillado, construidas a ras del agua, para que los habitantes del lugar pudieran almacenar su pesca y mantenerla viva.
En una antigua cervecería con una soleada terraza es donde encontramos ¡la cerveza más barata de todo el viaje!
Con una larga pausa para beber, en total estamos solo una hora y media en este pueblo, porque es enano.
Y de regreso a
Núremberg, intentamos sin éxito cenar en un restaurante tradicional y acabamos comprando algo para llevar en un super.