Tour de France ✏️ Blogs de Francia

El cuarto día nos fuimos acercando a Bretaña. Fueron 350km en los que hicimos varias paradas. La primera, Vitré, un pueblo prescindible con un casco histórico pequeñito y bonito aunque con un entorno del castillo en obras que lo afeaba.
La siguiente parada fue Fougeres. Me gustó bastante más. Hicimos una ruta de una hora desde el castillo siguiendo unos cartelitos que ponen "decouverte de la ville". El castillo es imponente (7.50 la entrada), aunque no entramos. Lo vimos desde el campanario de una iglesia.
La última parada fue el cementerio angloamericano de St James. Impresionante las 4400 cruces perfectamente alineadas. Espectacular para aquellos que no hayan visto los de Normandía.
Y finalmente, llegamos al Monte. Dormimos dentro en Le Mouton Blanc (bien a secas). Llegamos a muy buena hora, ya que era cuando la gente empezaba a irse. Caminar durante el día debe ser agobiante. Ese día no había marea. Coincidimos justo entre las dos lunas (llena y nueva). El hotel tiene ya una zona de parking reservada para clientes, justo al lado de la entrada.
Lo que nos gustó mucho fue la visita nocturna a la abadía. Poca gente y música de ambiente lo hacían acogedor y tenebroso a la vez. Entramos a las 9, con lo cual vimos una puesta de sol interminable y maravillosa. Pena de marea, pero no se puede tener todo.

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Nos habíamos quedado haciendo noche en Mont Saint Michel. Puedo asegurar que el anochecer en la abadía fue interminable. A principios de julio y mirando cara al oeste hay luz más allá de las once.
Al día siguiente el destino era Vannes (220 km, hechos aproximadamente, no la distancia de punto a punto). Que nadie pregunte porqué no seguimos por St Malo y fuimos de repente hacia el sur (cuestiones técnicas, como lo de no ir en avión hasta Nantes y alquilar un coche).
Antes de llegar a Vannes hicimos dos altos en el camino, siguiendo las recomendaciones del foro: Josselin y Rochefort en Terre. Todos los pueblos de Bretaña me han parecido muy bonitos desde el punto de vista urbanístico y además muy bien cuidados. La diferencia más notable está en si son de interior o de costa o si son más grandes o más pequeños. Todos tienen su encanto y sus particularidades. A medida que ibas conociendo sitios te daba la sensación de haberlo visto antes.
En este sentido, tanto Josselin como Rochefort son dos pueblos pequeños que se diferencian en el material de construcción. Mientras que las casas del primero son de madera y con formas irregulares, las de Rochefort son de piedra (sillería almohadillada). Las dos estaban igual de floridas y la verdad es que se ven en poco tiempo. En Rochefort, que acoge a numerosos artistas americanos, visitamos el castillo. Nos decepcionó un poco, ya que sólo puedes ver los jardines, que son más bien cutres, y una exposición etnográfica.
Vannes es ya una ciudad más grande. Nos hospedamos muy céntricamente en el hotel Manche Ocean (hay que reservar parking). Aceptable. El casco histórico, como todos los de Bretaña, muy bonito y cuidado. Está impregnado del dominico español San Vicente Ferrer (pero no del que murió recientemente, sino del de la Edad Media). Después de atravesarlo a pie cogimos un trenecito (5 euros) que en 40 minutos te hacía un recorrido comentado del mismo. Después anduvimos un poco por la zona del puerto y ya nos volvimos al hotel porque jugaba España con Alemania y no podíamos perdernoslo.
En todo caso, es curioso que en una ciudad costera en pleno verano, no haya ambiente a partir de las 9 de la noche. Nos pasó ahí y en otros lugares como Concarneau o Dinan. Según nos explicaron más tarde, los bretones aman el día, por eso se recogen pronto. Recomendación: llevaos unas cartas o unos dados, porque os aseguro que os vais a encontrar los lugares cerrados a horas que en España están en pleno bullicio. De hecho, quisimos festejar el triunfo de España, pero nos regresamos al hotel porque no solo no encontramos todo cerrado sino que la gente por la calle era contada. Ni en el casco antiguo.
Y menos mal que cenamos antes, porque en los horarios de las comidas son muy estrictos y más allá de las 9.30 (en el caso de la cena) ni chiringuitos tienes.

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Tras hacer noche en Vannes nuestro objetivo era la región sur de Finisterre. Sin embargo, como apenas había 120 km hasta nuestro destino decidimos pasar el día por los alrededores del Golfo de Morbihan.
Fuimos a Locmariaquer y nos embarcamos en un crucero de 3 horas. Hay muchas compañías y distintos puntos desde donde embarcar para hacer un crucero. El Golfo tiene forma de letra omega salpicado en su interior por numerosas islas, cada una de ellas con su particularidad. El crucero nos daba la oportunidad de hacer una escala en la Île aux Moines (hay varias con ese nombre en Bretaña). Allí mi hermano se bañó en la playa y después anduvimos un poco por el pueblo. Pintoresco. Se pueden alquilar bicicletas, hacer una excursión en bus por la isla y otras opciones.
Ya de vuelta en tierra, pasamos de los monumentos megalíticos de Locmariaquer y nos fuimos hacia Carnac bordeando la costa. Son pueblos costeros con playas de arena blanca y buen ambiente (durante el día), pero que su interés turístico reside en su patrimonio artístico. Nos pillamos otro trenecito (50 minutos) que nos llevó más o menos por donde habíamos venido en coche y además, que no los encontraba, nos llevó a los famosos alineamientos de Carnac. Son unos 4000 menhires dispuestos en varias filas a llo largo de tres kilómetros. Los hay de todos los tamaños. Como van paralelos a la carretera, no hace falta coger el trenecito. También hay algún dolmen y algún túmulo.
De ahí nos fuimos hasta Quiberon, para ver la Costa Salvaje y su entorno. Sin desmerecer nada, los acantilados gallegos me parecen más impresionantes.
Finalmente nos dirigimos hacia nuestro lugar de dormida, una casa rural (Kerevennou) muy cerca de Pont Aven. Aceptable sin más.

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