Selva Negra y Alsacia Francesa ✏️ Blogs de Alemania

Hoy nuevamente estaremos en la Alsacia Francesa. Estrasburgo esta a tan solo 36 km. de Durbach, por lo que enseguida llegamos. Había leído repetidamente en el foro lo de aparcar en un P+R, en el de Elsau concretamente, pero de camino allí, vimos una parada de tranvía y plazas libres de parking al lado. No era un P+R, pero se podía aparcar gratis. Aparcamos, subimos a un tranvía y en 5 minutos estábamos en pleno centro de la ciudad. Lo primero que hicimos es sacar los tickets en la catedral para ver el famoso reloj astronómico en funcionamiento. La entrada se hace a las 11.45 y a las 12 te ponen una película con la historia del reloj y su construcción. A las 12.30 horas se pone a funcionar.

Después dimos una vuelta por la plaza de la catedral y las calles aledañas. Era lunes y casi todas las tiendas estaban cerradas. Después fuimos a la zona de Quai des Bateliers y alrededores, pero aquello estaba bastante muerto. Las tiendas cerradas y no había nadie. Buscamos un sitio para comer, pero ya no era tarea fácil. Eran casi las dos de la tarde y todos los sitios que nos encontrábamos ya no admitían más comensales porque cerraban. Finalmente, pudimos comer en una pizzería cerca de la catedral.

Después de comer nos fuimos a visitar lo más chulo de Estrasburgo, la Petit France, una preciosa y pintoresca zona de casas con entramados de madera y canales. Realmente era una zona muy bonita. Nos acercamos hasta los antiguos Ponts Couverts, que ahora ya no están cubiertos. De vuelta a la zona de la catedral, vimos que por la tarde abrían algunas tiendas y después de curiosear y picar en alguna de ellas, decidimos coger un tranvía para visitar la zona del Parlamento Europeo y el parque de la Orangerie. La zona del Parlamento sí que pudimos verla, pero no la Orangerie, pues empezó a llover, por lo que de nuevo al tranvía y con un trasbordo directos a la parada de tranvía donde habíamos dejado nuestro coche. Los billetes de tranvía sirven para una hora, por lo que nos sirvió el mismo para todos los trayectos.

Nada más llegar al coche, se puso a diluviar. Fue el único día que nos pilló la lluvía, aunque ya no nos afectó.

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Hoy es el día que teníamos pensado ir a las cataratas del Rhin, pero visto la que cayó ayer de agua y que el día ha amanecido con nubes y claros, decidimos dejarlo para otro día que nos aseguremos el buen tiempo. Así que decidimos ir a ver el Museo Mercedes Benz en Stuttgart y después Tubigen.

Desde Durbach, llegar a Stuttgart nos costó 1,30 horas. El problema al llegar a la ciudad, fue que no vimos indicaciones sobre como llegar al recinto Mercedes Arena que es donde se encuentra el museo. Además Stuttgart es una ciudad caótica donde todo está bastante mal indicado. Tenemos que preguntar varias veces como llegar, incluso a la policía, y vemos que se nos pasa la mañana y no damos con ello. Ya desesperados y a punto de pasar del Museo, acertamos con el camino y empezamos a ver las indicaciones y, por fin, llegamos (cerca de la 1 de la tarde). La entrada al museo son 8 euros, parking aparte, pero merece la pena. El museo es impresionante. Está muy bien organizado. Te dan un plano del museo y una audio guía para ir escuchando las explicaciones. Se empieza el recorrido por la última planta, la 9ª creo, y se termina en la planta baja. En cada planta vas viendo la evolución de los coches, camiones, vehículos de emergencia, de pasajeros, etc. Además, para terminar hay un simulador donde puedes subir y sentir la emoción de la fórmula 1 tanto moderna como antigua y de los rallys tanto de asfalto como de tierra.

Dada la hora a la que llegamos al museo, solo estuvimos un par de horas, pero uno puede pasar allí muchísimo más tiempo. Podíamos haber comido en el museo, pero queríamos probar la comida típica de Tubigen, los maultaschen, una especie de raviolis enormes con diferentes rellenos, así cogimos el coche ya hacia allá. Llegamos ya sobre las 4 de la tarde. Sabíamos que un sitio típico y que no cerraba era la cervecería Neckarmüller, así que allí fuimos a probar los maultaschen, muy buenos, por cierto.

Después hicimos la visita a Tubingen, paseando por Am Markt que es la plaza principal de la ciudad, donde está el Rathaus. Subimos a ver el Schloss, reconvertido en Universidad y paseamos por diferentes calles hasta llegar a la isla de Platanenallee, convertida en un bonito y tranquilo parque.

La vuelta a Durbach no se podía hacer por autopista, así que nos armamos de paciencia y en unas dos horas llegamos.

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Hoy decidimos que es el día de acercarnos hasta Suiza, a ver las cataratas del Rhin. Sabemos que tenemos, quizás no muchos kilómetros por delante, unos 144 km., pero sí mucho tiempo, así que salimos prontito. Para llegar a la autopista, teníamos que deshacer casi todo el camino del día anterior, pero nos costó más tiempo llegar. Ya un poco desesperados llegamos a la autopista. En general, se podía correr bastante, pero también encontramos numerosos tramos en obras en los que se circulaba despacio. En fin, nuevamente el tiempo se nos echaba encima.

Al llegar a la frontera suiza, como no teníamos la pegatina para circular por las autopistas suizas, tenemos que dejar la autopista y seguir por carretera hasta Schaffhausen. Menos mal que solo eran 8 kilómetros. Aún así, hubo que dar algunas vueltas antes de llegar, pues desde la carretera, las cataratas no están bien indicadas.

Por fin dejamos el coche en el parking, 4 euros, tarifa fija, y tras un paseíto de unos 10 minutos llegamos a ver las famosas cataratas. El lugar es muy chulo, por supuesto nada que ver con las cataratas de Iguazú o similares. En cualquier caso, creo que es la catarata más grande de Europa, con un ancho de 150 metros y una altura de 23 metros. Se puede hacer un pequeño viaje en barco hasta una roca que hay en el centro, a la que puede subirse, para sentir de cerca la impresionante fuerza del agua, pero nosotros optamos por hacer alguna de las rutas a pie, para poder pasear por el mirador y por el castillo de Laufen. En nuestro recorrido a pie, encontramos un sitio donde poder bañarse, pero como no lo sabíamos, no llevábamos encima nuestro kit de baño, lo habíamos dejado en el coche y no era plan de volver, ¡una pena!.

Nuestra idea era visitar también el pueblo de Schaffhausen, así como Stein am Rheim, pero nuevamente el tiempo se nos había echado encima y ya había pasado la hora de comer. Siguiendo las indicaciones de algún forero, nos habíamos llevado unos bocatas para comerlos en algún sitio chulo. Al final, el sitio elegido fue el parque de Donaueschingen, aunque ya llegamos desmayados y no estaba ni la mitad de cuidado que otros que habíamos visto. Después de la reconstituyente comida, nos fuimos a ver la fuente del nacimiento del Danubio y poca cosa más, pues la vuelta podía ser de nuevo aterradora.

Decidimos volver visitando las cascadas de Todnau, pues habíamos leído que algún forero se había bañado en ellas, pero al final no pudo ser. Justo cuando llegamos a ellas, se puso a llover, no mucho, pero entre la lluvía y que el tiempo pasaba y los kilómetros no, decidimos no parar. Eso sí, las vimos desde el coche.

Teníamos pensado ir a cenar a un restaurante de Durbach que habíamos visto el día anterior y nos había gustado, pero para ello teníamos que estar al menos a las 8 en Durbach para las duchas y los cambios de ropa. El camino de vuelta para acceder a la autopista pasaba por Freiburg, donde no hay una circunvalación, y nos tuvimos que tragar un buen atasco. Nuevamente, los minutos corrían. Accedemos a la autopista, obras, el tiempo que se va pasando y poco antes de llegar a nuestra salida, atasco. No íbamos a llegar a cenar. Cuando conseguimos llegar a nuestra salida y ya pensamos solo quedan 10 minutos por llegar, nuevo parón. Resulta que por esta zona, había hecho un mal día, había llovido mucho y había hecho mucho viento, por lo que varios árboles de la zona o sus ramas se habían caído, impidiendo la circulación. Estaban retirando las ramas. Ya pasábamos de las 8 de la tarde...........

Conseguimos llegar a Durbach a las 8.15 minutos. Ducha relámpago y al restaurante, a relajarnos. El restaurante en cuestión se llama Micheliwitsch. La dueña había estado viviendo unos años en España, por lo que era todo amabilidad con nosotros. La parte de dentro del restaurante estaba llena, así que nos pusieron en la terraza. No voy a no recomendar el restaurante, pero sí mucho cuidado si os dejais aconsejar por ella. Me explico, porque ella quiso, nos trajo un aperitivo como entrante, una especie de vino tipo lambrusco con helado. Muy bueno. Tomamos uno un plato de carne y el otro, un plato de pescado. Bien. Pero para postre, la buena señora decidió traernos unos licores, un calvados y un coñac. Cuando vimos la cuenta y lo que nos había cobrado por todo ello, casi nos da un pasmo. Teníamos intención de volver, porque el trato era muy agradable, pero el sablazo que nos dieron con los licores que no habiamos pedido (queríamos algún postre típico) y con el entrante espumoso hizo que decidiéramos que no íbamos a volver.

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