USA Y CANADA: Costa Oeste, Yellowstone y Nueva York ✏️ Blogs de USA

Como comentaba en la etapa anterior Mendocino supuso una de las grandes sorpresas del viaje y comenzaba el día 5 con otra más. Éramos conscientes de que nos quedaban muchas millas por delante y por la cancelación de vuelos teníamos el tiempo contado. En dos días teníamos que llegar a Seattle ya que teníamos el hotel cogido y aún permanecíamos en el estado de California. Este día fue crucial para determinar un cambio en la ruta. Queríamos visitar el Crater Lake en el estado de Oregón pero estaba claro que si nos desplazábamos hasta allí no llegaríamos a Seattle en la fecha prevista.

Cuando bajamos a desayunar nos quedamos flipados con el manjar que nos había preparado la hippie que regentaba la casa. Fresas recién cogidas del huerto, unas tostadas con canela y huevo impresionantes y un delicioso café. Compartimos el desayuno con los demás huéspedes; un chico que estaba dando la vuelta al mundo en bicicleta, un matrimonio de San Francisco y otro chico que apenas hablaba. Compartimos nuestras rutas para acabar con una demostración de "didgeridoo" de manos de la casera. Como nuestro inglés es bastante limitado no entendimos lo que nos iba a enseñar. Nos sorprendió durante más de 10 minuto seguidos soplando de ese instrumento musical cuyo origen se remontaba a los aborígenes australianos.

De ahí partimos rumbo hasta Crescent City pasando por Eureka. Las impresionantes playas se iban alternando en cuestión de poco tiempo con frondosos bosques. La carretera no era fácil repleta de curvas y pronunciados acantilados. Paramos a comer en Eureka y continuamos el viaje haciendo alguna parada puntual para estirar las piernas, entre ellas visitamos The Trees of Mistery, una atracción en medio de los bosques en el que un teleférico nos ayudaba a subir por encima de las secuoyas y divisar el pacífico. Bonitas vistas pero que no nos llegaron a encandilar.


Íbamos dejando atrás California para dar la bienvenida al estado de Oregón. El día estaba siendo de lo más agotador posible. Millas y millas hasta que llegamos a la autopista. Teníamos un par de horas hasta que anocheciera y optamos por avanzar todo lo posible a pesar de las malas condiciones meteorológicas. La niebla nos dificultaba la visión y decidimos buscar alojamiento en Roseburg. Entre varias opciones nos decantamos por el motel Hollyday Express Inn por 70$/noche con desayuno. Eran casi las 22:00 y rápido fuimos a buscar algún sitio donde cenar. Al lado del motel había un restaurante que cerraba a los pocos minutos pero la camarera nos permitió cenar. Cuando hablamos con ella no entendía que dos españoles estuvieran cenando allí. Vino a decir que el estado de Oregón era lo peor para visitar.

A la mañana siguiente llovía como si nunca lo hubiera hecho. Nos pasamos la mañana en la carretera, pasamos por Portland sin detenernos. Nos encontrábamos en el estado de Washington y al ser domingo pillamos una caravana de dos horas antes de llegar a Tacoma. Planeamos ir hasta Snoqualmie y ver las cataratas que salían en la cabecera de la famosa serie Twin Peaks. A muy pocos kilómetros de allí se encontraba otro pueblo North Bend, donde estaba la famosa cafetería en la que el agente Cooper degustaba la exquisita tarta de cerezas. Cuando entramos en la cafetería nos sentimos perros verdes, toda la gente se nos quedó mirando. No entendíamos nada y la respuesta nos la dio un camarero borde al decirnos que ya estaba cerrado y no podíamos entrar. Aún así no nos fuimos sin una instantánea del archiconocido lugar. La verdad que el pueblo era de lo más raro. Lo que nos llamó la atención era la nula explotación de la serie que allí se había grabado. No era el lugar más turístico que te puedas encontrar y los dos moteles que vimos para alojarnos no nos daban buen rollo así que continuamos hasta la entrada a Seattle donde nos alojamos en un Motel6 que había al lado de la autopista. Era el último día conduciendo en esta primera parte del viaje y tras tres jornadas sobre ruedas teníamos muchas ganas de pasear por una ciudad y a la mañana siguiente nos espera Seattle.

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Apenas madrugamos para llegar a Seattle ya que teníamos que devolver el coche sobre las 10:00 y estábamos al lado de la ciudad. Lo que nos llamó mucho la atención entrando a Seattle es que la carretera estaba rodeada de agua. Las embarcaciones lucían impresionantes delante de unas mansiones para quitar el hipo.

Sin problemas dejamos el coche en la oficina de Budget y fuimos andando hasta el hotel. De camino nos encontramos con el Space Needle, el símbolo que caracteriza la ciudad. No nos detuvimos ya que queríamos llegar al hotel cuando antes y luego disfrutar de una ciudad que nos sorprendió gratamente.

Era raro ver Seattle con un sol resplandeciente. Teníamos la idea de que la lluvia y la humedad abandonaba pocas veces la ciudad, sin embargo tuvimos suerte del tiempo que hacía.

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El hotel Maxwell está situado cerca del Space Needle. La habitación era amplia y el servicio muy amable. Una vez abandonadas la maleta en la habitación comenzamos la ciudad por el Seattle Center, un complejo lúdico que alberga desde pabellones para lo más pequeños en espaciosas zonas verdes, hasta el Experience Music Project (visita obligada para los amantes de la buena música) pasando por el Space Needle. Optamos por subir la famosa torre desde la que se aprecian una vistas de la ciudad en 360 grados inigualables. Al bajar entramos en el Music Project. Ambas visitas por 18$/persona

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Pasamos cerca de dos horas en el Experience Music Project , la verdad no teníamos ni idea de lo que había dentro pero la estructura invita a hacer una visita. Por la colección de guitarras de Nirvana ya merece la pena pero justo en nuestro viaje había un especial de la película de Avatar que aunque no nos entusiasmó, hay que reconocer que tenía su mérito todo los detalles de la peli de James Cameron que pudimos apreciar. La planta baja está dedicada al grupo Nirvana, Hendrix y algún que otro músico que no conocíamos. Llama especialmente la atención el árbol de guitarras situado en el centro del museo. En la parte superior nos encontramos con un homenaje a la serie Battlestar Galactica. No la disfrutamos tanto por no ser fanáticos de la serie pero nos quedó la sensación de querer ver la serie a la vuelta de nuestro viaje. El museo ofrece también la oportunidad de grabar tus temas musicales. Dan clases y puedes interactuar con diferentes instrumentos musicales en diferentes estudios.

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Tras la gozada que supuso el Experience Music Project comimos en un restaurante giratorio japonés situado al lado del museo y nos subimos en el Monorail que atraviesa la ciudad para llegar al centro. Apreciamos que las calles estaban extremadamente limpias y fuimos caminando pocos metros hasta llegar al Pike Place Market, el famoso mercado de Seattle donde divertidos dependientes lanzan las piezas de pescado de un lado a otro del mostrador. El Mercado tenía su encanto pero no nos fascinó tanto como pensábamos. Justo enfrente estaba el primer establecimiento de Starbucks. Hicimos cola para hacernos con un café en la mítica cafetería. El ambiente, a pesar de ser muy turístico, tenía un encanto especial. Mucha gente de color bailaba y cantaban realmente bien y la sobremesa no podía ser más agradable con un sol resplandeciente.

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Decidimos caminar un poco por las calles de Seattle hasta llegar a Pionner Square, la mítica plaza de un barrio que hacía años había sido arrasado por un enorme incendio. Las fachadas de ladrillo rojo hacían su aparición y el ambiente era muy distinto del centro de Seattle. Más bohemia y con unos establecimientos que pedían a gritos una visita. La tarde se nos echaba encima y era hora de reponer fuerzas. Decidimos cenar en un restaurante que habíamos visto en el programa de tv Callejeros Viajeros y que pintaba excelente. "Salmon House". Somos de ideas fijas y eso a veces es un error. El restaurante quedaba casi a las afueras de la ciudad. Tuvimos que preguntar y nadie lo conocía hasta que en el bus en el que íbamos un profesor de la universidad de Seattle nos llevó casi hasta la puerta del restaurante. Las vistas desde allí son impresionantes. Los rascacielos de Seattle otorgan a la ciudad una silueta inigualable.
La cena fue un desastre. No lo recomiendo. Por 80$ cenamos dos trocitos de Salmón que daba pena verlos de lo pequeños que eran. Eso sí, eran salvajes y de ahí la gracia. Pillamos un bus de vuelta al hotel.

*** Imagen borrada de Tinypic ***
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A la mañana siguiente visitamos la biblioteca de Seattle y las avenidas donde el consumo era mayor. Teníamos la sensación de haber visto lo importante de Seattle. Una ciudad que se abarca perfectamente en un día y medio. Nos dejó muy buena impresión.

Por la tarde fuimos hasta la estación de buses para emprender ruta hacia Vancouver ya que el bus salía a las 17:00h y eran unas tres horas de trayecto.

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Llegamos a Vancouver la tarde del día 8 sobre las 19:00 horas y ya estaba anocheciendo. La primera sensación de la ciudad no se diferenció demasiado de la que nos llevamos. Enseguida apreciamos que esta ciudad es perfecta para una jubilación de lujo. Grandes zonas verdes y gente deportista por todos los lados. En el aire se respiraba tranquilidad.
Una vez alojados en el Moda Hotel (no recuerdo el precio por dos noches, pero es céntrico y aunque la habitación era pequeña, era confortable), decidimos movernos un poco por el centro de la ciudad. Cenamos en un MCDonalds, recorrimos algunas calles próximas al hotel, vimos bastante gente punk y al final optamos por irnos pronto a descansar.

Comenzaba el día 9 del viaje. Queríamos conocer el puente colgante de Capilano y fuimos hasta un punto en el centro de la ciudad donde salían autobuses ya que está a las afueras de Vancouver. No encontramos un servicio público para ir hasta allí y no nos quedaba otra que pagar a una empresa que organizaba la excursión sin horarios. Una vez en la puerta del parque de Capilano enseguida vimos que era una turistada, lejos de lo que en un principio imaginábamos. La entrada era muy “Port Aventura” con leyendas de indios y demás parafernalia hasta que avanzamos hasta el famoso puente colgante. Se movía bastante y estaba algo mojado por las lluvias del día anterior. Las vistas desde el puente son muy interesantes. Frondosos árboles que acompañan las laderas de las montañas y abajo un río no con mucho caudal. Pasado el puente vas pasando por estructuras de madera de un árbol a otro buscando la fotografía más ingeniosa hasta alcanzar el cliffwalk. Una pasarela circular sujeta a una roca que es mejor no cuestionar si padeces de vértigo. A servidor le costó lo suyo pasarla aunque la seguridad no es un problema. En un par de horas has visto todo el parque de sobra. Volvemos en uno de los buses que hay en la entrada al centro de Vancouver. Es hora de hacer nuestra primera lavadora!! Llevamos casi diez días sin hacer una y nuestras existencias van escaseando. Localizamos una lavandería de esas que tanto gustan a Coixet y mientras dejamos la ropa allí vamos a comer a un restaurante de al lado. El chino que regenta la lavandería es un cachondo y compartimos con el impresiones del país.

Con el estómago lleno lo mejor no se si lo mejores dar una larga caminata pero pillamos un bus cerca del hotel y fuimos hasta Stanley Park. Un majestuoso parque con lagos, tótems originales y hectáreas de zonas verdes para pasar la tarde sobre ruedas o paseando tranquilamente. La verdad es que aunque la ciudad es naturaleza en su mayor parte, nosotros preferimos una ciudad con más movimiento.
El centro de Vancouver se abarca con mucha facilidad ya que tampoco hay demasiado que ver y optamos al día siguiente por ir hasta la isla de Victoria a casi dos horas en ferry. Para ello pedimos información en el hotel y nos dijeron como teníamos que ir hasta el puerto a través de dos autobuses pues estaba algo alejado. En el trayecto que une la ciudad de Vancouver con Victoria se pueden divisar ballenas pero nosotros no tuvimos esa suerte. Aún así el viaje fue agradable. Los rayos de sol se agradecían en plena travesía.

Llegamos al puerto de Victoria y ahí otro autobús nos llevaba hasta el centro de Victoria. Nada más pisar un pie en la isla vimos que lo de colonia británica lo tienen muy bien aprendido. Banderas del Reino Unido, souvenirs de la Reina Victoria y un sin fin de señales british hacían aparición cada dos por tres. Callejeamos por sus avenidas y comprobamos que había gente de mucha pasta. El puerto estaba plagado de turistas y embarcaciones de lujo. Volvimos a Vancouver a media tarde, cenamos en uno de sus muchos restaurantes chinos, salimos a tomar algo por una zona bastante concurrida del centro y nos retiramos a dormir. A la mañana siguiente cogeríamos el tren que nos llevaría de nuevo a Seattle ya que por el horario era la mejor opción y teníamos que coger el vuelo de Seattle a Salt Lake City a las 15:00 h. Un aeropuerto que por desgracia (véase la primera etapa) ya conocíamos.
Día 11, 12, 13 y 14: Yellowstone, Grand Teton y Jackson Hole
Si tuviera que definir este viaje en pocas palabras, una de ellas es evidente: contraste. Pasamos del verde de Vancouver al amarillo de Salt Lake City y el multicolor de Yellowstone. Cuando planeamos el viaje teníamos claro que uno de los puntos obligados de visita era Yellowstone aunque nos tuviéramos que desplazar en avión únicamente para visitar esta zona.

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