Un poco de historia
La dinastía de los Austrias se inicia en España con el matrimonio de Juana de Castilla (Juana la Loca) con Felipe el Hermoso y la subsiguiente llegada a España de su hijo Carlos I como rey y termina con Carlos II al morir éste sin descendencia; casi dos siglos, desde 1517 fecha en la que desembarca Carlos I para hacerse cargo de la Corona de Castilla hasta el año 1700 en que muere el siguiente Carlos, el II. Entre medias un gran rey que sólo al final de su vida se consideró español, otro que consiguió arruinar España en su obsesión por expandir el poder de la Iglesia Católica y un montón de ineptos y vagos que dejaron el gobierno en manos de validos ávidos de poder y riquezas que terminaron de arruinar el país pero supieron llenar sus bolsillos hasta límites escandalosos y que a alguno le costó la vida y a otros el honor pero en ningún caso la bolsa.
El desarrollo urbanístico de las ciudades españolas está sujeto a las peculiaridades de este país nuestro. En España son los nobles los que se mudan a las ciudades y los que provocan este cambio: gentes sin oficio que tenía por deshonra el trabajo y cuyo interés en la vida es hacer alarde de su riqueza lo que se traduce en la construcción de palacios y la fundación de conventos e iglesias en donde hacen figurar en sitio bien visible su escudo de armas para que no haya duda de quién pone el dinero.
“Agua va”
La Corte se traslada a Madrid en 1561 con el consiguiente desembarco de nobles y funcionarios pero no existe una amplia burguesía que se interese por el desarrollo de la ciudad por lo que Madrid crece sin parques, sin aceras ni alcantarillado, sin que se hagan obras que adecenten los edificios de viviendas existentes ni se conserven los edificios civiles. La llegada de la corte supuso un aumento de la población tal que esta se triplicó, pasando de los 20.000 habitantes de mediados del siglo a mas de 65.000 a finales del mismo sin viviendas suficientes para acogerlos ni espacio donde construirlas pues la ciudad estaba constreñida a la cerca y una tercera parte de ella ocupada por iglesias, conventos, monasterios y huertos adyacentes por lo que el crecimiento fue caótico y Madrid se convirtió en la ciudad más sucia de Europa en donde se tiraban a la calle los desperdicios y el contenido de las bacinas al grito de “agua va”.
Las Casas a la Malicia.
El traslado de la Corte trae consigo uno de los problemas de más difícil solución: la falta de viviendas donde alojar a tanto advenedizo. Pero a grandes problemas, grandes remedios ¿qué no hay viviendas suficientes? Fácil solución: el que tenga una casa con dos alturas tiene que regalar una a la Corona, la llamada “Regalía de Aposento” y se creó la figura de un alguacil que recorriera las calles y diera cuenta de aquellas casas que tenían más de una altura. Solución estupenda para una corona que no contaba con la picaresca nacional: ¿qué si el alguacil ve que tengo dos altura me quitas una? Bueno, pues que no lo vea. Y así surgieron las llamadas Casas a la Malicia, edificios de más de una altura pero que se construían exteriormente con una pared lisa y sin ventanas pero con una puerta y hasta una altura tal que ocultara una de las plantas a quien pasara por la calle. Y todo resuelto, no la ves, luego no existe. En nuestro recorrido veremos una de estas casas, el Palacio de Uceda.
El mayor Pelotazo Urbanístico de la Historia
Entre 1601 y 1606 Felipe III, aconsejado por su valido el Duque de Lerma, traslada la Corte a Valladolid y todos diréis ¿qué tiene esto que ver con el urbanismo? Muy fácil, las casas madrileñas se quedaron vacías de huéspedes con lo que su valor cayó en picado, de hecho no valían nada. ¿Quién creéis que compró estas viviendas a precio de saldo? Y ya puestos todos los terrenos aledaños, incluidos huertos y demás. Pues no os equivocáis, efectivamente, el Duque de Lerma. ¿Y qué pasó cuando la Corte regresó de nuevo a Madrid pocos años después? Pues que alguien se hizo de oro vendiendo y alquilando las viviendas. Y no digo su nombre no me vayáis a tildar de tener manía al susodicho.
Son mis amores reales
En la corte de nuestro rey Felipe el IV se paseaba una caballero portugués de nombre Juan de Tassis y Peralta con título de Conde de Villamediana. Dicho caballero era apuesto, encantador, mujeriego, un Don Juan, vamos, pero tenía un defectillo: era poeta.
En los mentideros de la Villa se rumoreaba que el tal Don Juan tenía amores con la reina, portuguesa ella, casualidades de la vida. Cuentan que un día mientras la reina y su regio esposo contemplaban una corrida en la madrileña Plaza Mayor y en la que el portugués alanceaba el toro, comentó la reina “qué bien pica el conde” a lo que el rey repuso “pica bien, pero pica alto”. Al parecer la cosa no pasó de aquí.
Pero como ya os he contado el conde adolecía del defecto de ser poeta y, claro, no se pudo contener y soltó por ahí unas coplillas
Gran madrugada me cuenta – una epistolar historia
Poca señal de victoria – y mucho indicio de afrenta,
Y a fe que no me contenta – el dejar en la estacada
Lanza mal ensangrentada – y por España me pesa
Que quedase la francesa – bien corrida y mal montada.
Pero no acabó aquí la cosa sino que haciendo gala de un enorme ingenio el señor conde tuvo a bien fabricarse una botonadura para su ropilla con reales, moneda de curso legal en la época. No podía menos que llamar la atención semejante capricho y el aclaraba siempre que es que “
son mis amores”. Porque decidme ¿de qué sirve una conquista si no se puede contar a los amigotes?
La gota colmó el vaso y un 21 de agosto de 1622 y en la mismísima calle Mayor de Madrid una mano alevosa acabó con la vida del don Juan. Como podéis suponer nunca se encontró al culpable.
Curiosamente corrió por entonces de boca en boca una décima atribuía al Fénix de los Ingenios, Lope de Vega, que dice
Mentidero de Madrid,-Decidme: ¿quién mató al Conde?
Ni se dice, ni se esconde,-Sin discurso discurrid.
Unos dicen que fue el Cid,-Por ser el conde Lozano
¡disparate chabacano!-Pues lo cierto de ello ha sido
Que fue el matador Bellido,-Y el impulso soberano.
Arquitectura. El barroco madrileño
La mayor parte de los edificios que veremos en nuestro recorrido corresponden a este estilo arquitectónico pero también veremos que son edificios demasiado sobrios en su exterior para los cánones establecidos para el barroco. ¿A qué se debe esta singularidad? A que el arquitecto de moda en la época de mayor fiebre constructiva fue D. Juan Gómez de la Mora, sobrino que fue de D. Francisco de Mora que, a su vez, fue el mayor discípulo de Juan de Herrera, así que el sobrino aprendió de su tío el amor por las líneas rectas y la sobriedad decorativa.
Como ya dijimos al principio aquí se trataba de alardear de las riquezas y la mejor manera era construir con granito pues este material es muy caro y también lo es su transporte y colocación. Así que cuanto más granito más riqueza pero, claro, no todos podían costear todo un edificio en granito así que la solución era compaginar esta piedra con el ladrillo y de aquí la característica más común: edificios de ladrillo con esquinas, dinteles y otras partes de granito.
Naturalmente como se trata de alardear, la otra característica de este barroco madrileño es la ostentación del escudo de la familia que paga el edificio, no vaya a ser que le endiñen el mérito a otro. Así que otra de las particularidades de este barroco madrileño es la exhibición de escudos nobiliarios en sus fachadas.
A primera vista las fachadas de estos edificios nos recuerdan a las fachadas renacentistas pero pequeños detalles como dinteles en arco o quebrados nos hablan de un estilo posterior.
Por último hablar de los tejados cubiertos de teja de pizarra y la existencia de torres terminadas en chapiteles. Aunque muchos edificios no cuentan, hoy en día, con estas torres en muchos casos se debe a que desaparecieron con el transcurso de los años y no a que fueran edificados sin ellas.
Recorrido
A lo largo de este recorrido cruzaremos calles y pasaremos por otras de evocativos nombres y con su correspondiente interés histórico pero en muchos casos ése se debe a hachos acontecidos durante el Medievo por lo que no me detendré en contaros sus anécdotas ni en describiros sus monumentos. Eso lo dejo para otra etapa de este diario.
En muchas de las calles veremos unas placas con forma de rombos y de color amarillo mediante los cuales el Ayuntamiento nos recuerda hechos importantes acaecidos en dicho lugar, es interesante leerlas y así tener una idea más aproximada de lo que en ellas sucedió.
Vamos a iniciar nuestro recorrido por el Madrid de los Austrias en
La Plaza Mayor
En el solar donde se levanta esta plaza había antiguamente otra plaza llamada del Arrabal por estar extramuros y en donde floreció un mercado de todo tipo de productos pues existía un impuesto real para cualquier producto que entrase en la ciudad y, naturalmente, el ciudadano de a pié enseguida encontró el modo de no pagarlo: vender sus mercancías fuera de los muros y así se ahorraban el impuesto. Pero a pillo, pillo y medio y así nuestro rey D. Felipe el Segundo mandó derribar la cerca que daba al Arrabal y de esta forma la plaza pasó a formar parte de la ciudad y ya no hubo modo de evadir el impuesto. Desgraciadamente junto con la cerca se echó abajo la puerta de Guadalajara, una de las más hermosas de la antigua muralla. Y desde entonces este espacio forma parte de nuestros madriles del alma.
La plaza del Arrabal se convirtió en la Plaza Mayor mediante un proyecto diseñado y ejecutado por D. Juan Gómez de Mora y que se terminó en 1619. El aspecto original de la plaza seguía los cánones del barroco madrileño con ladrillo cocido y granito, torres con chapiteles, tejados de pizarra y hermosos escudos en sus muros pero el 16 de agosto de 1790 un enorme incendio acabó con todo ello y hubo que reconstruir la plaza, honor que correspondió a Juan de Villanueva artífice de la actual plaza que hoy podemos admirar, aunque se mantuvo el trazado inicial de Juan Gómez de Mora.
A la mano de Villanueva debemos el cierre de la plaza y el diseño de los accesos en forma de arco de medio punto que hoy vemos, así como la altura uniforme de los edificios circundantes, ya que tomo como referencia la Casa de la Panadería pues ésta sí se salvó del incendio.
La Plaza está porticada en todo su perímetro y tiene forma rectangular y en sus dos lados más largos se encuentran las llamadas Casas de la Panadería (lado norte y con pinturas en la fachada) y de la Carnicería (lado sur).
Las viviendas de la plaza estaban alquiladas pero con una clausula llamada “servidumbre de espectáculo” de tal manera que los días en que había festejos de cualquier tipo el dueño tenía derecho a usar los balcones de la plaza para su uso o para el de aquellos que hubieran comprado “entrada”. No hay que olvidar que durante el reinado de los Austrias la plaza fue ampliamente utilizada para todo tipo de eventos, desde la proclamación como rey de Felipe IV hasta corridas de toros, ejecuciones, autos de fe, etc.
Domina la plaza una estatua ecuestre de Felipe III, obra de Juan de Bolonia.
Cárcel de la Villa. Actual Ministerio de Asuntos Exteriores.
Saliendo de la Plaza Mayor por la Puerta de Gerona llegamos a la plaza de la Provincia en donde encontramos un hermoso palacio que cumple todos y cada uno de los requisitos del barroco madrileño. Este edificio del XVII fue financiado por la propia corona y por ello preside el mismo un enorme escudo real. Impresionante edificio levantado para albergar a los delincuentes pero no debería extrañarnos si pensamos en la idea predominante en la ciudad: el trabajo es deshonroso y puesto a tener honra hasta el más miserable tenía derecho a ella. Ya sin bromas hay que hacer notar que no había industrias en la ciudad y, por tanto, apenas había trabajo y de algo hay que comer.
Regresamos de nuevo a la Plaza Mayor pero esta vez salimos por la calle de Ciudad Rodrigo que nos lleva directamente hasta la calle Mayor para dirigirnos hacia la Plaza de la Villa, nuestra siguiente etapa. En el camino veremos una de estas placas que nos indica el sitio exacto en que estuvo situada la Puerta de Guadalajara hasta su derribo por orden de Felipe II den 1582.
Plaza de la Villa
Accedemos a esta plaza de enorme sabor desde la calle Mayor y nos encontramos con un espacio rectangular con la Casa de la Villa a nuestra derecha, del siglo XVII y hasta hace muy poco tiempo sede del Ayuntamiento de Madrid.
Este edificio es un claro ejemplo del barroco madrileño y se construyó por orden de Felipe IV como indican los escudos que adornan la fachada. Y esta misma fachada nos dice que su coste fue muy elevado por la gran cantidad de granito empleado en su construcción. Tanto fue su coste que hubo que aprovecharlo y darle un doble uso: Cárcel de Villa y Ayuntamiento de Madrid, así un solo edificio daba cobijo a diferentes ciudadanos, puede que algunos un poco mas honrados que los otros. Como testimonio quedan las dos puertas de entrada que ostenta ese edificio. De todas formas esta situación duró poco pues la delincuencia en el Madrid del XVII estaba tan extendida que pronto se quedó pequeño el edificio y hubo que levantar otro, del que hemos hablado más arriba.
a nuestra izquierda la Casa y Torre de los Lujanes, posiblemente el edificio más antiguo de Madrid, del siglo XIV y de estilo gótico-mudéjar en el que cuenta la tradición que estuvo prisionero Francisco I, rey de Francia.
al frente la Casa de Cisneros llamada así por pertenecer a la familia del famoso cardenal Data de 1537 y su fachada principal se encuentra en la calle del Sacramento. Originalmente este palacio no tenía fachada a esta plaza y a principios del XX se abrieron los actuales huecos, siguiendo un criterio historicista. Este edificio está unido a la Casa de la Villa por medio de un pasadizo también de principios del XX.
y en el centro de la plaza la estatua del Almirante D. Álvaro de Bazán. Esta escultura es moderna, del siglo XIX, obra del genial Benlliure y glosa la figura del famoso marino cuya pericia puesta al servicio de D. Juan de Austria fue una de las causas de la victoria en la famosa Batalla de Lepanto. Lástima que nuestro insigne consistorio haya tenido a bien trocar los procelosos mares en que tanto se distinguió por un prosaico mar de coles que le sirve en la actualidad de horizonte.
Desde aquí tomamos la calle del Codo, situada en un lateral de la Casa de los Lujanes y que nos conduce directamente a
Plaza del Conde de Miranda
Antiguamente recibía el nombre de plaza del Corpus Christi por estar situado en ella el convento del mismo nombre, pero en 1657 se dio permiso al conde de Miranda para levantar en una rinconada un palacio que dio lugar al cambio de nombre de esta plaza.
Este convento es del siglo XVII y ha sufrido muy pocos cambios desde entonces por lo que bien merece una pequeña visita. En su interior se guarda una pintura de la Virgen que fue encontrada en una carbonera y por eso a este convento se le conoce también como “de las carboneras”. Además estas monjas elaboran dulces caseros que pueden adquirirse en la casa aneja y ambos son de gran interés, los dulces y la casa, pues una vez traspasada la puerta nos encontramos con un espacio que se conserva intacto desde la fundación del convento.
Importante, aunque tienen un amplio horario de venta de estos dulces, tienen tanto éxito que se acaban rápidamente, en ese caso colocan un papel en la puerta avisando.
Palacio del Cordón
Desde esta plaza tomamos la calle de Puñonrostro y salimos directamente frente al Palacio del Cordón, edificio del siglo XVII, con una fachada sencilla, bella y elegante y que da nombre a la pequeña plaza en que se ubica.
Antonio Pérez, la Princesa de Éboli y el asesinato de Juan Escobedo.
Frente a este palacio, una placa nos recuerda que aquí estuvo situada la casa donde vivió y sufrió prisión Antonio Pérez, secretario que fue de Felipe II y un intrigante de pro.
Antonio Pérez fue acusado del asesinato de D. Juan Escobedo que a la sazón era el secretario particular y hombre de confianza de D. Juan de Austria y la historia aporta suficientes datos para creer cierta esta afirmación. Como hemos dicho D. Antonio Pérez era un intrigante y un hombre de una ambición desmesurada que se alió con la Princesa de Éboli para el mayor beneficio de ambos, lo malo es que intentaron conseguirlo a costa de enfrentar al rey con su hermanastro, D. Juan de Austria. Descubierta la conjura la mayor carga de las pruebas estaba en poder del pobre Juan de Escobedo que murió por ser fiel a su señor. De nada les valió a los conjurados pues D. Antonio fue preso y salvó la vida gracias a una huida rocambolesca y la Princesa de Éboli pasó el resto de su vida en prisión, en su palacio de Pastrana, rodeada de lujos, pero lejos de la Corte.
Calle del Sacramento
Desde el palacio del Cordón podemos visitar la calle del Sacramento ya que nos encontramos en ella. Recibe este nombre por el Convento del Sacramento, de monjas bernardas, que había en el lugar.
En el número 5 de esta calle se encuentra el Palacio O’Reilly, de época posterior, pero que nos sirve para situarnos frente a la calle del Duque de Nájera y en donde se conserva uno de los pocos espacios verdes de la época de los Austrias. No vayáis a creer que era un parque público para esparcimiento del populacho, que de eso no había, sino que es el jardín que perteneció en su día al palacio del Marqués de Cañete, convertido en la actualidad en un edificio de viviendas.
Calle del Rollo
Esta pequeña callejuela que hace esquina con el palacio O’Reilly guarda un tesoro bien escondido. A media altura de la calle se encuentran las oficinas municipales de la Agencia Tributaria con su correspondiente entrada, pues bien, si nos metemos por esa entrada pero no entramos en ellas sino que seguimos de frente, nos encontraremos con una cancela de hierro que da acceso al Jardín de las Monjas, único recuerdo que queda de un antiguo convento que tenía su entrada por la calle del Sacramento. Podemos aprovechar para hacer un alto y reposar aprovechando los bancos que a tal efecto se encuentran. Puedo aseguraros que es un lujo disfrutar de tanta paz en esta ruidosa ciudad nuestra.
Volvemos a la calle del Sacramento, bien regresando sobre nuestros pasos, bien pasando por el pasadizo que nos permite salir al número 7 de esta misma calle y continuamos hasta encontrarnos con
La Iglesia del Sacramento
Esta iglesia formó parte, en su día, del Convento del Sacramento, desgraciadamente desaparecido y que se levantó en 1615. La iglesia es bastante posterior pues comenzó a edificarse en 1671. Tiene una fachada de 3 alturas rematadas en una amplia cornisa y las tres alturas están, a su vez, adornadas con 3 huecos cada una, en la superior 3 ventanas, en la del medio 2 ventanas y un medallón y en la baja 3 puertas de entrada, las dos laterales estrechas y con arco de medio punto y la central de doble anchura y rematada en un arco “carpanel” (arco que se achata en el centro). Hoy en día es la Iglesia General Castrense de la capital.
Desde aquí accedemos de nuevo a la calle Mayor y al lado de la Casa de la Villa se encuentra el Palacio de los Marqueses de Camarasa
y justo enfrente tenemos el
Palacio de Abrantes.
Situado en la calle Mayor y edificado en el XVII hoy en día es el Instituto Italiano de Cultura. Este palacio dispone en su parte posterior de unos jardines que se sitúan sobre lo que en su día fue el palacio de los príncipes de Éboli, de los que ya hemos hablado anteriormente. Bueno, pues para no perder la costumbre de hablar de ellos, en la cercana calle de la Almudena se encuentra una placa que señala el lugar exacto en el que fue asesinado D. Juan de Escobedo, justo al lado del palacio de Éboli, ¿casualidad?.
En esta misma calle Mayor en dirección a la calle Bailén y en la acera de los impares se encuentra el
Palacio del duque de Uceda
Este palacio es otra de las obras de nuestro conocido arquitecto Juan Gómez de Mora aunque, en honor de la verdad, hay que especificar que el diseño es obra de su tio Francisco de Mora. Fue mandado construir por el Duque de Uceda, Marqués de Cea y Marqués de Denia e hijo del famoso Duque de Lerma al que sucedió como valido real cuando su padre cayó en desgracia. Este palacio acabó en manos de la Corona y aquí murió la reina Mariana de Austria, esposa de Felipe IV. Posteriormente, ya en época borbónica se convirtió en el Palacio de los Consejos, sede de las oficinas administrativas. Actualmente sirve como sede del Consejo de Estado y, a la vez, de la Capitanía General de Madrid.

Y este palacio nos va a servir para ilustrar aquello que nombré de las casas de la malicia. Desde aquí, desde la calle Mayor, este palacio cuenta con tres espléndidas alturas, lo que le convierte en un majestuoso palacio. Pues bien, ahora vayámonos a la parte trasera del edificio y desde aquí comprobamos que en realidad son algunas más. ¡Un verdadero palacio de la malicia!
Y ahora volvamos sobre nuestros pasos y en la calle Mayor tomamos la calle de San Nicolás en donde veremos una placa que nos señala el lugar en donde estuvo el palacio del Conde Duque de Olivares, famoso valido real. Siguiendo esta calle llegamos a la Plaza de Ramales en donde estuvo la iglesia de San Juan, lugar de enterramiento del insigne Velázquez, hoy desaparecida. Una columna señala el lugar en donde estuvo esta iglesia con una inscripción explicativa. En esta plaza encontramos un hermoso edificio que no tiene nada que ver con los austrias pero que llama poderosamente nuestra atención pues domina toda la plaza: es la casa palacio de Ricardo Angustias y es de finales del XIX y una reforma de principios del XX

Esta plaza no existía con anterioridad a la invasión napoleónica pues la zona estaba ocupada por un amasijo de calles e iglesias. Pepe Botella lo mandó derruir para formar esta calle. Se han encontrado los restos de la iglesia de San Juan Bautista, del siglo XII y se exponen en la plaza.
Desde la Plaza de Ramales tomamos la calle de Lepanto para dirigirnos hacia la Plaza de Oriente. De camino encontramos otra placa, esta vez nos muestra el lugar en donde vivió nuestro ya conocido arquitecto D. Juan Gómez de Mora.
Y por fin llegamos a la
Plaza de Oriente
Esta plaza se llama así porque está situada al este del Palacio Real, es decir al Oriente y por extensión se denomina así a la plaza.
En nada se parece la actual plaza a lo que fue en la época que nos ocupa pues entonces estaba ocupada por huertas y los edificios del Tesoro y la Biblioteca Real. Todo ello desapareció tras del incendio que sufrió el alcázar en 1734 y que aprovecharon los borbones para remodelar toda la zona. Otra de estas placas nos recuerda el sitio en donde estuvo la vivienda y el taller del pintor Velázquez.
En esta plaza se encuentra situada la estatua ecuestre del rey Felipe IV, magnífica obra salida de la mano del escultor Martínez Montañés según bocetos de Velázquez y que desafía a las leyes de la gravedad: parece imposible que se mantenga en pié apoyándose tan sólo en sus patas traseras. Pero no se trata de un milagro sino de la aplicación estricta de las leyes de la física gracias a la genialidad de un italiano que andaba por estas tierras: Galileo Galilei que empleó todos sus conocimientos en conseguir tan magnífico milagro, entre ellos el hábil truco de dejar hueca la parte superior del caballo y maciza la zona de las ancas.
Las estatuas de reyes que se encuentran en la plaza fueron ideadas para colocarse como remate del Palacio Real y por seguridad se cambió la ubicación. Representan a los Reyes de España, desde el hipotético D. Pelayo.
Y desde esta plaza, a través de la calle de Pavía nos dirigimos hasta la plaza de la Encarnación en donde terminaremos nuestro recorrido viendo la obra cumbre de este barroco madrileño:
El Monasterio de la Encarnación
Este monasterio se levantó entre 1611 y 1616 por orden de la reina Margarita, esposa de Felipe III para conmemorar la expulsión de los moriscos. O al menos esa disculpa dio, porque decidme ¿para qué se necesitaba una iglesia junto al Alcázar que ya tenía la suya propia? Pues me llamareis mal pensada, pero digo yo que con el afán de presumir tan propio de la época y el aburrimiento reinante, lo que la reina buscaba era una ocasión para lucirse fuera de los muros del alcázar dando un paseo a pie hasta el convento.
Bueno, a lo que estamos. Y estamos ante un ejemplo ideal del barroco madrileño: construido enteramente en granito, baja altura, escudos en la fachada, adornos que recuerdan al renacimiento pero que rompen con estos cánones.
La fachada tiene tres alturas y está rematada por un tímpano triangular con ojo de buey en el centro. De nuevo estas tres alturas están también dispuestas en 3 vanos: en la superior una ventana central y dos escudos reales a los lados, en la segunda se juega con los huecos y aquí tenemos una ventana bajo cada uno de los escudos y un medallón central en el que se representa la escena de la Anunciación, y en la planta baja otros tres huecos cada uno con una puerta de acceso al templo, los laterales más estrechos y de menor altura.
Y delante de todo ello una excelente reja de hierro que da acceso a un pequeño espacio ante la puerta de entrada llamado compás. Este espacio servía para esperar antes de entrar a la iglesia y de ahí la expresión “compás de espera”, que no tiene que ver con la música sino con la iglesia.
Y con esto damos por terminado este paseo por el Madrid de los Austrias.
Vaya por delante que 1 día es muy poco tiempo para visitar Madrid, así que deberemos sacrificar muchos sitios y hacer una breve visita al resto si poder entrar en los monumentos. No digo yo que ésta sea la única opción posible, pero lo que aquí propongo es la que a mí me parece imprescindible.
El recorrido es para hacerlo a pie o en bus. Recomiendo coger el bus turístico porque nos llevará directamente a los sitios y ahorraremos tiempo, que no dinero. De todas formas el recorrido que propongo se puede hacer andando, por las calles más interesantes, de forma que nuestro paseo sirva también como visita. Para aprovechar habrá que madrugar para estar en el Prado a primera hora (las 10 de la mañana) y ver lo imprescindible: Velázquez y Goya, dedicarle un par de horas y luego ya todo el resto a pie.
Recorrido
Empezaremos el recorrido en
Atocha
En esta plaza podemos ver la estación de ferrocarril, típico ejemplo de la arquitectura del hierro de finales del siglo XIX y el edificio del
Ministerio de Agricultura, edificio del mismo siglo y de clara inspiración francesa,
Pasearemos por el
Paseo del Prado en dirección a la Plaza de la Cibeles y en nuestro caminar, siempre a nuestra mano derecha, iremos viendo:
La
Cuesta de Claudio Moyano, con sus tenderetes de venta de libros de segunda mano y que perdura desde hace más de un siglo.
El Real Jardín Botánico, fundado por el rey Fernando VI en 1774 y cuyo proyecto y ejecución se debe a dos grandes arquitectos de la época: Sabatini y Juan de Villanueva, artífices también del cercano Museo del Prado,
Museo del Prado. Este edificio fue diseñado por el arquitecto real Juan de Villanueva, siguiendo los cánones necoclásicos de la época. Se inauguró en 1819 y el germen de la colección actual fueron las colecciones de los distintos reyes de España a lo largo de la historia. Hay mucho más que contar sobre este edificio pero nuestro tiempo es escaso así que pasemos al interior, esta parada bien merece que empleemos un par de horas en visitarlo.
Es un museo enorme lleno de tesoros que no se ven en un día ni en dos, pero para esta visita iremos directamente a la primera planta, dedicada a los pintores de los años 1550 al 1810 y aquí recorreremos las salas
Salas 8B-10B, dedicadas a El Greco
Salas 9A, 10-15, Velázquez
Salas 16-17, Murillo
Salas 32, 34-38, Goya.
En esta misma planta encontraremos obras de Rubens, Rembrandt, Tiziano, Tintoretto y otros.
Y detrás del Museo del Prado se encuentra uno de los pocos restos góticos que nos quedan en Madrid: el
Monasterio de los Jerónimos. De este monasterio solo se conserva la iglesia gótica y un claustro posterior, barroco. Fue mandado edificar por los Reyes Católicos a finales del siglo XV y Felipe II lo convirtió en el centro de la vida de la Corte.
Plaza de Neptuno, en donde podremos ver la conocida
Estatua de Neptuno que está situada en el mismo centro de la plaza y dos edificios de finales del XIX, que nos recuerdan a los edificios parisinos, ambos hoteles de lujo: el Ritz y el Palace. Si vamos con tiempo podemos entrar en la Plaza de la Libertad y un poco más allá del Ritz veremos el
Palacio de la Bolsa madrileña.
Cruzando la plaza, junto al hotel Palace, está la Carrera de San Jerónimo y en ella el
Palacio del Congreso, edificio neoclásico, con sus característicos leones de bronce, para cuya elaboración se usó el bronce de los cañones capturados en la Guerra de África de 1866.
Volvemos de nuevo al Paseo del Prado y lo recorremos prestando atención a las estatuas y fuentes diseminados por todo el paseo, barrocos de la época borbónica,
hasta llegar a la
Plaza de la Cibeles, Esta plaza es una de las más monumentales de Madrid pues en ella se encuentran el
Palacio de Cibeles, concebido como Palacio de Correos y Telégrafos y actualmente sede del Ayuntamiento de Madrid.
Merece la pena entrar y echar una ojeadita, el edificio por dentro es muy bonito.
Al otro lado del Paseo del Prado el edificio del
Banco de España, impresionante edificio de finales del XIX y que cuenta con un hermosa reja. Cruzando la plaza, el Cuartel General del Ejército de Tierra, antiguo
Palacio de Buenavista, del siglo XVIII y al otro lado, completando el conjunto La
Casa de América, monumental edificio de finales del XIX. Y en el centro de la plaza, presidiendo todo, la madrileña más famosa
LA ESTATUA DE CIBELES.
En esta plaza nos vamos hasta el propio Palacio de Cibeles y le rodeamos para llegar a la calle de Alcalá y desde aquí veremos
la Puerta de Alcalá, que está situada en la plaza de la Independencia y su construcción es obra del arquitecto Sabatini por mandato de Carlos III.
y nos dirigimos a ella para visitar el
Parque del Buen Retiro y entraremos por la puerta principal del parque y que nos llevará directamente hasta el estanque presidido por un hermoso monumento dedicado al rey Alfonso XII.
Originalmente este parque fue un regalo del Conde Duque de Olivares al rey Felipe IV quién decidió hacer allí una especie de Casa de Verano. Estaba muy cerca de los Jerónimos y no demasiado lejos del alcázar pero era una zona boscosa y, por tanto, fresca e ideal para el caluroso verano madrileño. De esta época se conserva el
Casón del Buen Retiro con frescos de Lucas Jordan y que actualmente está fuera de la verja del parque, y el
Palacio de Velázquez.
Durante el reinado de Felipe V se diseñó el Parterre, durante el de Carlos III se permitió el acceso a los ciudadanos de a pié (requisito imprescindible ir limpios y aseados), en el de Carlos IV se edificó el Observatorio Astronómico y, mas tarde, las tropas napoleónicas se encargaron de arrasarlo todo.
Aquí podemos dedicarle una horita a pasear agradablemente y descansar viendo alguno de los espectáculos que aquí se ofrecen o dejar que nos den un agradable masaje o, incluso, que nos echen las cartas y conocer nuestro futuro. Y entre unas cosas y otras nos habrán dado las 14 horas y según sean nuestros horarios podremos hacer un alto para comer en algún punto del recorrido, bien comernos un bocata en el Retiro o parar en cualquiera de los restaurantes que encontraremos a nuestro paso.
Luego ya, volver por la
Calle de Alcalá paseando relajadamente para contemplar los numerosos edificios de la pueblan:
El Círculo de Bellas Artes, el edificio de La Equitativa, las numerosas sedes de diferentes bancos, el
Casino de Madrid ya en el número 15 de la calle, el
Palacio Goyeneche actualmente sede de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y cuya construcción se remonta a 1724 de la mano de José de Churriguera y que está junto al anterior, etc.
la Puerta del Sol, visita imprescindible en estos madriles nuestros. Esta famosa plaza es el centro de la ciudad. Aquí se encuentra la sede del Gobierno Autónomo de Madrid
en el edificio que encuentra el famosísimo reloj que marca el fin del Viejo Año y el nacimiento del Nuevo y permite a los españoles tomar “las uvas” tradición navideña muy arraigada.
Desde la Puerta del Sol tomamos la
calle Mayor en donde se encuentran varios edificios modernistas de gran belleza. En el nº 4 podemos entrar dentro y ver el interior, es un edificio comercial y nadie te va a impedir el paso, merece la pena.
Bajando por la calle Mayor veremos varios de los arcos que dan acceso a la
Plaza Mayor, otra visita imprescindible. Levantada por orden de Felipe II en el siglo XVII es un claro ejemplo del barroco madrileño. Es de planta rectangular y en los dos lados más largos se encuentran la
Casa de la Panadería con pinturas del siglo XIX y la
Casa de las Carnicerías, ambos edificios son de propiedad municipal pero actualmente están desocupadas. Sufrió varios incendios con las consiguientes reformas de modo que la imagen que hoy podemos ver se debe a Juan de Villanueva, ya en el siglo XVIII.
AVISO en la Plaza Mayor se pueden adquirir unos riquísimos bocadillos de calamares, famosos en todo Madrid pero no comáis en sus restaurantes, los precios son prohibitivos.
Salimos de la Plaza Mayor por la calle de Ciudad Rodrigo que nos lleva directamente al
Mercado de San Miguel. Este edificio es un claro ejemplo de la arquitectura del hierro de principios del XX y se levantó en el solar donde de siempre hubo un mercado al aire libre. Funcionó como mercado de abastos hasta 1999 en que se llevó a cabo una remodelación que lo ha convertido en un mercado especializado en “tiendas de gourmet” con una amplia oferta de productos de alta calidad y diversos bares de tapas.
Plaza de la Villa
nos encontramos en un espacio rectangular con la Casa de la Villa a nuestra derecha, del siglo XVII y hasta hace muy poco tiempo sede del Ayuntamiento de Madrid.
Este edificio es un claro ejemplo del barroco madrileño y se construyó por orden de Felipe IV y tuvo un doble uso:
Cárcel de Villa y Ayuntamiento de Madrid, así un solo edificio daba cobijo a diferentes ciudadanos, puede que algunos un poco mas honrados que los otros.
a nuestra izquierda la
Casa y Torre de los Lujanes, posiblemente el edificio más antiguo de Madrid, del siglo XIV y de estilo gótico-mudéjar en el que cuenta la tradición que estuvo prisionero Francisco I, rey de Francia.
al frente la
Casa de Cisneros llamada así por pertenecer a la familia del famoso cardenal Data de 1537 y su fachada principal se encuentra en la calle del Sacramento. Originalmente este palacio no tenía fachada a esta plaza y a principios del XX se abrieron los actuales huecos, siguiendo un criterio historicista. Este edificio está unido a la Casa de la Villa por medio de un pasadizo también de principios del XX.
y en el centro de la plaza la estatua del Almirante D. Álvaro de Bazán. Esta escultura es moderna, del siglo XIX, obra del genial Benlliure y glosa la figura del famoso marino cuya pericia puesta al servicio de D. Juan de Austria fue una de las causas de la victoria en la famosa Batalla de Lepanto. Lástima que nuestro insigne consistorio haya tenido a bien trocar los procelosos mares en que tanto se distinguió por un prosaico mar de coles que le sirve en la actualidad de horizonte.
Desde esta plaza volvemos por la calle Mayor hasta la Puerta del Sol para tomar la
Calle Arenal, calle peatonal llena de tiendas y bares y con la
iglesia de San Ginés en nuestro recorrido. En la calle del mismo nombre se encuentra la calle San Ginés y la chocolatería más famosa del lugar.
Al final de la calle del Arenal daremos con la
Plaza de Isabel II y en ella el monumental
Teatro de la Opera edificio que debe su construcción a la iniciativa del infausto Fernando VII y que terminó su hija Isabel II. En esta misma calle, bajando la escalinata que da nombre a la calle de la Escalinata encontraremos otro trozo de la muralla medieval de Madrid.
y detrás de este edificio se encuentra la
Plaza de Oriente . En esta plaza se encuentra una estatua de Felipe IV que merece nuestra atención pues parece desafiar la ley de la gravedad, apoyada en tan solo las patas de atrás del caballo y el resto elevado sobre el aire. Esta estatua se ejecutó por el escultor barroco Montañés, bajo bocetos del genial Velázquez y con las disposiciones dadas por el mismísimo Galileo Galilei que facilitaron este desafío.
En esta misma plaza se encuentran
el Palacio Real .
Este magnífico edificio se levanta sobre el solar que ocupó en su día el Alcázar árabe, después el medieval y por último el de los austrias, que ardió en 1734. El nuevo rey Felipe V y francés de nacimiento y educación, ordenó levantar este majestuoso palacio siguiendo el ideal francés. El primer rey que lo habitó fue Carlos III y el último Alfonso XIII. Como anécdota os cuento que las estatuas que pueden verse en los jardines de la plaza de Oriente se esculpieron para ser colocadas sobre la fachada del edificio pero por motivos de seguridad se cambió su ubicación y hoy se pueden admirar en esta plaza y el resto en el Parque del Retiro y representan a los diferentes reyes de España remontándose hasta el mismísimo Pelayo.
la catedral de la Almudena
Un poquito de tiempo para ver la zona (la catedral no merece la pena, es un edificio infame, (feo por fuera y por dentro) pues aquí mismo se encuentra el lugar en donde fue descubierta la imagen de Nuestra Señora de la Almudena, patrona de la ciudad y varios restos de la muralla musulmana de Madrid y, tal vez, descansar un poquito en los
Jardines de Sabatini, al lado del Palacio Real y que fueron diseñados por el arquitecto real y que da nombre a los jardines
Después seguimos por la calle Bailén y llegamos hasta la
Plaza de España con su
Monumento a Cervantes en donde podemos hacernos la típica foto con D. Quijote y Sancho. En la esquina de la calle Bailén se encuentra el edificio de la antigua Compañía de Minas Asturiana y justo enfrente, esquina con la calle Ferraz, uno de los edificios modernistas más sobresalientes de la capital: el edificio Gallardo
Desde esta misma plaza podemos iniciar nuestro recorrido por
la Gran Vía madrileña, desde su inicio hasta su final: la calle de Alcalá.
Esta famosa calle se trazó y se abrió a principios del siglo XX como una forma de conectar el centro de la ciudad con la zona de la Plaza de España. Toda la calle está jalonada de edificios singulares, principalmente modernistas, la mayor parte de los cuales tienen algún tipo de protección urbanística. Los madrileños de la época acogieron el proyecto con entusiasmo y se compusieron canciones, coplas y hasta una zarzuela: La Gran Vía, de Ruperto Chapí.
En su día estuvo llena de cines pero últimamente han desaparecido la mayor parte de ellos y sus salas convertidas en tiendas de ropa y otros centros comerciales. Os recomiendo que entréis en la que se encuentra casi en esquina con la Plaza del Callao.
Los edificios más antiguos están situados casi al principio de la calle, en la zona en que confluye con la calle de Alcalá.
Fin del recorrido.
Opción sin museo
En el caso de que no queramos visitar el Museo del Prado, podemos dedicar ese tiempo a visitar el Madrid de los Austrias. En este caso empezaremos nuestro recorrido igualmente en Atocha, para recorrer a pie el Paseo del Prado y, al menos, ver el edificio del Museo del Prado que es interesante por sí mismo. Haremos todo el recorrido igual hasta llegar a la Plaza Mayor y aquí iniciaremos el recorrido por las callejuelas madrileñas más antiguas. En este caso podeis seguir el recorrido recomendado en este link
www.losviajeros.com/ ...hp?e=31203