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Era nuestro último día en Croacia, y para despedirnos nos brindó un día precioso, soleado y con una temperatura muy agradable.
Para la última jornada nos había preparado un día tranquilo. No pusimos el despertador, no era necesario. Nos levantamos un poco más tarde que los días anteriores, pero tampoco demasiado. Un buen desayuno y a disfrutar de Trogir. Por la noche, mientras buscábamos el hotel, ya habíamos tenido un primer contacto con la ciudad, por lo que sabíamos lo que nos esperaba. La ciudad no nos defraudó. En nuestro ranking quedaría por detrás de Dubrovnik, y al mismo nivel que Hvar. Una auténtica maravilla, por la que se puede callejear horas y horas y seguir descubriendo rincones encantadores.
Iniciamos nuestro recorrido por la riva. Teníamos una razón de peso para ello, el hotel estaba justo al lado. El paseo marítimo de Trogir es realmente bonito. Junto con el de Split el más bonito que vimos en Croacia. En la riva optamos por dirigirnos hacia la fortaleza del Kamerlengo. No entramos, ya que la puerta estaba entreabierta y pudimos comprobar que dentro no había nada. Detrás hay un campo de fútbol y un poco más allá el monumento de Marmont. Aquello está totalmente fuera de lugar. No entiendo a quién se le ocurrió poner eso allí. Dimos media vuelta y recorrimos el paseo marítimo en
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dirección contraria. La Riva de Trogir (foto) es pequeñita, a conjunto con la ciudad, pero concentra un importante número de monumentos. Primero se encuentran la iglesia y el convento de Santo Domingo. Le siguen el palacio Lucic, la torre de San Nicolas, la puerta del mar, la torre veneciana y la pequeña logia. El paseo está adorando con dos hileras de palmeras, y detrás un pequeño puerto.
Seguimos bordeando la isla, e inmediatamente nos topamos con la iglesia de San Juan Bautista y el antiguo ayuntamiento. Entre ambos se ha creado una plaza que se comunica por un estrecho paso con la plaza central. Bueno!!!!!. Durante un momento me quedé boquiabierto. Un discreto codazo me hizo reaccionar. Y disimulando, “No, esto, yo,….., te estaba buscando, no te veía”. La verdad es que aquella plaza es una auténtica maravilla. Mires hacia donde mires te encuentras con una auténtica obra de arte. El antiguo ayuntamiento cierra la plaza por el lado del mar. Enfrente los dos palacios Cipiko, a la derecha la catedral de San Lorenzo y a la izquierda la gran logia. Si tuviera que elegir uno de esos edificios, tendría un serio problema, no me acabaría de decidir nunca.
Mi mujer casi tuvo que sacarme a rastras de la plaza. Pero tenía razón, no nos podíamos quedar a vivir allí. Por la calle que sale de la plaza, entre la catedral y el nuevo palacio Cipiko, nos acercamos hasta la puerta norte. Justo enfrente se encuentra el museo de la ciudad. No visitamos la exposición del museo, pero si que le echamos un vistazo al patio interior.
Vistos los puntos de mayor interés, nos dedicamos a caminar sin rumbo por las bonitas calles y plazas. Simplemente disfrutando del encanto de sus rincones. La distribución de la ciudad es un poco anárquica, por lo que no es fácil saber hacia donde te diriges. Al menos no le era para nosotros. Aunque bien pensado, eso tampoco quiere decir nada dados nuestros antecedentes. Pero en esta ciudad tampoco es importante orientarte. Es una isla y siempre acabábamos saliendo a la riva o la plaza central, lo que casi era de agradecer por lo mucho que ambas me habían gustado.
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Alrededor de las 11 nos fuimos de Trogir (foto) para dirigirnos a la que sería nuestra última visita en Croacia (que triste que suena esto), el parque nacional de Krka. Para ir más rápidos en cuanto pudimos nos incorporamos a la autovía, por lo que los 67 km de distancia los hicimos en tres cuartos de hora. Las salidas hacia el parque nacional están muy bien señalizadas en la autovía, por lo que no tiene pérdida. Sólo deciros que hasta nosotros la encontramos sin problemas. La primera salida os conducirá a Lozovac, para luego acceder al parque en autobús. Pero si seguís un poco más por la autovía encontraréis la salida de Skradin, desde donde os llevarán en barco hasta la entrada del parque. Un aviso para torpes, cuando llegas al pueblo, los indicadores del parque nacional te envían hacia una carretera que llega hasta el mismo parque. También se puede acceder en coche hasta la entrada. Otra cosa es el aparcamiento, que no parecía muy abundante. Como os podéis imaginar nosotros no nos quisimos privar de la experiencia de equivocarnos y dar vueltas como tontos por esa carretera. Buscábamos el puerto desde donde salía el barco, así que carretera arriba, carretera abajo dos o tres veces. Es que no tenemos remedio, algún día nos perderemos dentro de nuestra casa. Al final, ya desesperados, optamos por olvidarnos de los indicadores y entrar en el pueblo a preguntar. La persona a la que le preguntamos nos miró sorprendida y nos indicó que el barco salía del puerto que estaba a 200 metros de allí. En su cara se podía leer “pero donde queréis que salga el barco, ¿de la estación de autobuses?”.
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Aparcamos frente al puerto, compramos las entradas (80 kunas por persona), y a esperar. Las salidas del barco desde Skradin a Krka (foto) son a las horas en punto, pero en temporada baja, no salen cada hora, sinó cada dos horas. La próxima salida era a la 1 y todavía faltaba media hora. Nuevamente se nos planteó un tremendo dilema de difícil solución. ¿Comemos?, es muy pronto, las doce y media. ¿Esperamos a la vuelta para comer?, será muy tarde y en el parque nos moriremos de hambre. ¡Qué hacemos!. Optamos por comer (vale más prevenir). Buscamos una pizzería y la camarera nos prometió que en 5 minutos tendríamos las pizzas listas. Aquí descubrí algo muy interesante. En Croacia el tiempo no se mide como en España, 5 minutos croatas son 15 minutos españoles. Lo que no llegué a averiguar es como cuadran las horas contando los minutos de esta manera. Pero en aquel momento lo que nos preocupaba era que hacíamos con las pizzas, no nos daba tiempo de comérnoslas. Muy amablemente en el restaurante nos ofrecieron unas cajas para que nos las lleváramos y nos las comiéramos en el barco. Vaya cuadro que hicimos en el barco con las cajas de pizzas, todo el mundo nos miraba. Pero que más da, total a aquella gente no creo que volvamos a verla.
El trayecto en barco hasta la entrada es cortito, apenas dura 20 minutos, pero es muy romántico (si no fuera por toda la gente que te mira mientras te comes tu pizza). La vegetación a ambos lados del río, patos y otros pájaros nadando (la botánica no es mi fuerte), el sol reflejándose sobre el agua. Si señor, muy bonito. Y el paseo en barco va incluido en el precio. Realmente, nadie te pide los tickets para subir al barco, ni a la ida ni a la vuelta. Es como si el barco fuera gratis. Se puede ir hasta la entrada del parque y volver sin entrar, totalmente gratis.
Nada más entrar en el parque te das cuenta de que el concepto es similar al de Plitvice. Unos caminos bordeando el lago desde donde disfrutas de unas increíbles vistas sobre las cascadas. En algunos tramos el camino se convierte en una pasarela de madera rodeada de agua y una espesa vegetación por todas partes. El parque nacional de Kraka vendría a ser el hermano pequeño de Plitvice.
Casi a continuación encuentras varias viviendas tradicionales restauradas. En algunas hay tiendas de souvenirs, pero otras las han dejado como debían ser antiguamente. El conjunto resulta interesante. A partir de aquí el paisaje cambia. Pierdes de vista las cascadas y empiezas a caminar sobre las pasarelas de madera que están montadas sobre los remansos del río. Esta parte equivaldría a los lagos superiores de Plitvice. Para acabar inicias de nuevo la bajada, que te permite volver a disfrutar de las cascadas pero desde el otro lado del río.
Sentimos disentir de toda esa gente que dice que si has visto Plitvice no vale la pena venir a Krka. A nosotros este parque nos pareció un lugar encantador, que se merece estar incluido en cualquier recorrido por Croacia. Es cierto que si vas con la intención de compararlo con Plitvice, siempre saldrá perdiendo, ya que no tiene ni la espectacularidad ni las dimensiones de aquél. Sin embargo eso no significa que no sea igualmente espectacular. En pocos lugares del mundo podréis disfrutar de un conjunto de cascadas como éste. Estamos seguros de que en muchos sitios os habéis pegado una paliza de caminar para ir a ver una cascada o unos rápidos, que seguro que os habrán gustado mucho, pero que ni de cerca tienen el encanto de Krka. El pecado de Krka, es estar tan cerca de Plitvice. Sin éste, todo el mundo diría que Krka es una visita indispensable, una maravilla.
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La misma entrada sirve para visitar Visovac y Roski Slap (foto). En temporada alta hay barcos (de pago, claro) que hacen el recorrido para llegar a ambos sitios. En octubre a nosotros no nos los ofrecieron, así que creo que simplemente no estaban en funcionamiento. No queda más remedio que ir por tus propios medios. En coche quiero decir.
Visovac en un islote en medio del río a unos 10 km de las cascacas de Stradinski Buk. En el islote hay un monasterio franciscano que se puede visitar. Cuando compramos la entrada nos avisaron de que en aquellas fechas no había barcos para cruzar al islote, que sólo podríamos verlo desde la orilla. Como siempre yo pensé “a lo mejor, quizás, hay alguien con una barca,…..”. Cuando lo que pienso empieza por “a lo mejor, quizás, …..”, el resultado siempre es el mismo = “Pues va ser que no”. No había ninguna barca, por lo que sólo vimos la isla desde la orilla. Una bonita foto, pero nada más, no vale la pena coger el desvío para ir hasta allí. Aunque tampoco perdimos demasiado tiempo, Visovac está de camino a Roski Slap, que dista 36 km de Stradinski Buk. Si queréis acercaros a Roski Slap, reservaros dos horas. Media para ir, otro tanto para volver, y un poquito menos de una hora para verlo tranquilamente.
La visita se divide en dos partes. A un lado se encuentra el lago, con varias viviendas antiguas restauradas desde donde se divisan varias cascadas al fondo. Allí no había nadie, por lo que todas las viviendas estaban cerradas. Pero al mismo tiempo esa soledad le daba a todo el conjunto un aire más íntimo. La belleza del lugar y la tranquilidad que se respiraba hicieron que realmente nos sintiéramos atraídos por aquel rincón. La segunda parte de la visita consiste en un paseo junto a unos rápidos del río. Subes en ligera pendiente por una orilla, para bajar por la otra orilla, tras cruzar el cauce del río por una pasarela de madera.
Tenemos que reconocer que Roski Slap nos gustó mucho. Creo que en ello influyó mucho el hecho de que estuviéramos solos. Durante ese paseito no vimos a nadie. Sólo se oía el ruido del agua.
Ya anochecía, por lo que era hora de volver a Trogir.
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No nos podíamos despedir de Croacia sin montar un último numerito. Al tomar la salida de la autovía hacia Trogir (foto), no sé como lo hice, pero volví a acceder a la autovía, por lo que tuvimos que seguir hasta la siguiente salida unos 10 km más abajo. Las casetas para pagar no estaban justo en el carril de salida, sino un poco más adelante, al lado de las casetas en las que se coge el ticket para acceder a la autovía. En esa parte, no hay separación entre ambos carriles, y evidentemente tampoco hay tráfico. Por instinto frené delante de las casetas, di media vuelta y me volví a incorporar a la autovía en dirección Trogir. Después me di cuenta de lo que había hecho y me empezaron a temblar las piernas. No porque aquello fuera peligroso, que no lo era en absoluto, sino porque no sabía si al final me iba a ocasionar más problemas. ¿Y si nos han grabado con una cámara?. ¿Y si este ticket no sirve para esta salida? (teníamos que tomar la misma salida, pero viniendo en la otra dirección). Yo me reía por no llorar. Al final todo salió bien. Las casetas para pagar no estaban en el carril de salida, sino más adelante, y aprovechaban para juntar las salidas de ambas direcciones. Tampoco estaba la guardia civil esperándonos para meternos un multazo por la infracción que habíamos cometido.
Menos mal, menos mal, menos mal.
Para rematar el día, nos faltaba la inevitable visita de “Trogir by night”. Nuevamente recorrimos la riva, la plaza central, y callejeamos por sus empedradas calles, pero esta vez a la luz de las farolas. Un paseo precioso, que sirvió de perfecto colofón a un viaje que en líneas generales podemos calificar como de sobresaliente.
Nos sobraban unas cuantas kunas, que invertimos en una cena un poco más lujosa de lo habitual. Y a dormir, que al día siguiente nos teníamos que levantar muy temprano. Nuestro avión salía a las ocho de la mañana del aeropuerto de Split.
Colorín, colorado, este viaje se ha acabado.
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