Empezaba la última parte del viaje, y salimos de Salzburgo en dirección a los Dolomitas, al norte de Italia. Teníamos el hotel reservado en Canazei y más de 300 kms por delante. La primera parada la hicimos en El Tirol, muy cerca de Innsbruck.
En Innsbruck ya habíamos estado hacía años cuando estuvimos de Interrail, y nos gustó tanto entonces que estuvimos tentados de parar también allí, pero quedaba mucho camino ese día y el cansancio después de 8 días se iba notando. Así que fuimos directamente a Wattens, donde está el museo de Swarovski (Kristallwelten). La entrada es muy original e impresiona una sala donde parece de verdad que estás dentro de un diamante gigante. También nos parecieron muy curiosas la habitación de las pertenencias del gigante y una sala donde había distintos juegos de luces con el cristal. Lo demás nos decepcionó bastante.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
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No muchos kms después llegamos al paso Brenner, que hace frontera entre Austria e Italia. Es una pena que no parásemos para sacar fotos, porque el paisaje era increíble. Vimos un desvío al lago Brenner, un lago muy pequeñito donde nos podríamos haber dado un chapuzón y tomarnos los bocatas con ese paisaje de fondo, pero nos pasamos la salida y pensamos que ya habría otro sitio bonito más adelante. Craso error, fueron pasando los kms y no encontramos ningún sitio parecido. Al final teníamos tanta hambre que comimos en una gasolinera y con un calor horroroso. Para colmo nos tomamos sólo el embutido y el queso porque se nos había olvidado comprar el pan para los bocatas. Qué pena de nosotros.
Por lo menos ya teníamos la panza medio llena y seguimos camino. Sólo nos dimos cuenta de que estábamos en Italia porque había peajes en la autopista, porque como pudimos comprobar ese día y los siguientes en esa parte de Italia parece que sigues en Austria, la mayoría hablaban en alemán, las casitas seguían siendo típicas tirolesas y la comida...bueno la comida era una mezcla curiosa.
En los reportajes del National Geographic sobre los Dolomitas habíamos visto fotos de una iglesia, la iglesia de Santa Maddalena en el pueblo del mismo nombre y nos pareció preciosa, tan pequeñita y solitaria en medio de un paisaje imponente. Así que antes de llegar al valle de Fassa, nos desviamos hacia el escondido valle de Funes, y llegamos al pueblo de Santa Maddalena. Le preguntamos por la iglesia a un chico que había por allí y nos indicó que subiéramos por una carretera estrechísima (el coche cabía justito, justito) hasta el final. Le hicimos caso, y llegamos a un sitio con unas vistas alucinantes, pero la ermita que había allí no era la que nosotros habíamos visto.
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Entre el chasco de la comida y el de la iglesia, nos fuimos a tomarnos una limonada al bar del pueblo a ver si nos mejoraba el humor. Y cuando estaba pagando mi marido me fijé en las postales que tenían ¡y allí estaba nuestra iglesia!! Le preguntamos al dueño y nos dijo que sí, que la ermita que buscábamos estaba a la salida del pueblo pero que no se llamaba Santa Maddalena como habíamos leído, sino San Giovanni. Mereció la pena todo el follón, que sitio tan bonito, no me digáis que no parece que van a aparecer Heidi y el abuelo de un momento a otro...
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Seguimos camino hasta Canazei entrando en el Valle de Fassa por el paso del Sella y paramos un momento debajo de las tres inmensas moles que le dan nombre al macizo, aunque al día siguiente volveríamos a pasar por allí.
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Justo después tuvimos nuestro primer contacto con los tornanti, las curvas de 180º grados que hay en las carreteras de los puertos de montaña de esa zona. Para ser exactos, desde el paso del Sella hasta que llegamos a Canazei que era nuestro destino y el primer pueblo del valle contamos ¡14 tornanti!
Llegamos en plenas fiestas del pueblo, pero cuando soltamos los trastos en el hotel teníamos tanta hambre que no dimos ni una vuelta, nos fuimos pitando a buscar sitio para cenar. Encontramos un sitio muy apañado, L’Ostaría da Besic (Streda Dolomites, 99), donde tomamos la típica mozzarela con pomodoro de entrante, una pizza y un plato de pasta por 34€. Decidimos volver al día siguiente porque había varias cosas en la carta que nos apetecía probar.
Volvimos al hotel más tranquilamente y nos fijamos en que el pueblo tenía unas casas bastante bonitas.
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Canazei está muy preparado sobre todo para los que van a esquiar porque hay muchas estaciones por esa zona, por eso en verano se consiguen buenas ofertas en los hoteles. En el nuestro, el Al Sole Hotel Resort, la habitación era un mini apartamento diseñado para gente que llega con el equipo de esquiar, pero estuvimos muy a gusto y en esa época nos costó 65 € la noche con el desayuno incluido.