Este capítulo, modestia aparte, es perfecto para serviros de modelo a la hora de organizar estas excursiones

En realidad es perfecto para hacer exactamente lo contrario a lo que hicimos nosotros

En resumidas cuentas, un desastre

Ese día, tras desayunar, nos encaminamos a la estación central de Amsterdam. La atravesamos completamente y en su trasera tomamos un bus que, vía Volendam, nos iba a llevar hasta Edam. Nuestro planning era hacer por este orden: Edam, Volendam, Marken y vuelta a Amsterdam.
Volendam
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Subimos al bus, en mi perfecto inglés macarrónico le pedí billete al chofer y le comenté que íbamos a Edam. Minutos después el bus paró en un pueblo y el chofer se giró y gritó algo (yo entendí que me lo decía a mí). Bajamos alegremente del bus al supuesto pueblo de Edam. Anduvimos un poco y pronto vi un indicador que marcaba la cercanía del “Volendam Museum”. Oh, oh... No me lo quería creer y traté de inducir a mi espeso cerebro a pensar que en Edam había un museo Volendam…. Pero claro, no era así!! Nos habíamos equivocado y habíamos bajado del bus en Volendam. ¡qué desastre!
Volendam
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Empezando por allí el itinerario para ver las 3 localidades es también factible pero no el más adecuado. Desde Volendam a Marken teníamos que ir en barco. Antes de tomar el barco pregunté al taquillero si después desde Marken era factible ir a Edam y me dijo que sí, pero tomando dos autobuses y haciendo el pertinente transbordo. No nos seducía mucho la propuesta así que optamos por un parche chapucero en nuestro planning: De Volendam iríamos en barco a Marken, vuelta desde allí en barco otra vez a Volendam donde tomar un bus hasta Edam y desde Edam regreso a Amsterdam. Tomad buena nota para no hacerlo así!!!
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En fin, improvisada la nueva hoja de ruta empezamos a disfrutar del pueblo de Volendam, un precioso pueblo costero. Dimos una vuelta entre las casitas más próximas al puerto, casi todas ellas ocupadas por tiendas o restaurantes. Hacía un poco más de fresco que en los días anteriores y el viento del mar acentuaba exageradamente la sensación de frio. Afortunadamente, practicamente todas las tiendas tenían calefacción y cuando el frio empezaba a aterirnos, era sencillo recuperarse entrando a echar un vistazo a la tienda más cercana.
Un rincón de Volendam y el delicioso salmón
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Mientras curioseábamos por el puerto me acerqué a un puesto ambulante donde vendían arenque ahumado, bocadillos de lo que parecía bonito con mahonesa y otras exquisiteces varias. Compré por 2,5 euros una bandeja con tres rollos de salmón que resultaron una auténtica exquisitez. A la hora fijada tomamos el barco hasta Marken.
Marken
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Como ya os he dicho, tuvimos que recomponer el planning y por ese motivo cogimos billete de ida y vuelta en el barco (8 € cada uno). El viaje, en un amplio barco cerrado es rápido (unos 20 minutillos).
Marken es aún más pequeño que Volendam y mucho más tranquilo. También hay menos tiendas y hostelería, pero ciertamente, el enclave es muy bonito, más bucólico y solitario que Volendam. Es un islote, aunque hoy en día está unido a la costa por un dique.
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Ya se que Vicki el Vikingo no era holandés, pero este pueblo me recordaba enormemente al pueblo de aquellos dibujos animados

Deambulando entre las casitas del pueblo fuimos a parar a un taller de elaboración de zuecos. Entramos y presenciamos cómo una operaria fabricaba un zueco.
Taller de Zuecos y puerto de Marken
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En el mismo taller vendían, además de zuecos, quesos y otros souvenires. Fisgamos un poco entre las estanterías y salimos de allí sin comprar nada.
Tomamos de nuevo el barco hacia Volendam y una vez allí cogimos el bus para ir hasta Edam.
Edam
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He de decir que de las 3 localidades que vimos este día, Edam (sin dejar de ser bonita) fue la visita que menos nos gustó. Nos resultó una visita similar a Utrecht, aunque, logicamente, menos cosmopolita. O sea, que desde mi punto de vista, quienes tengais intención de visitar Utrecht podeis obviar la visita a Edam (de no visitar Utrech, puede que os resulte interesante la visita a Edam). Lo primero que hicimos nada más llegar a Edam fue visitar una preciosa y enorme tienda de ultramarinos.
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Vimos que unos viajeros pedían unos bocadillos que les elaboraron al momento y con una pinta irresistible, así que nos pedimos otro par de bocadillos y un pastel de queso para mí.
En frente de la tienda discurría un canal y a la vera de éste se erigía el Ayuntamiento de la localidad.
Comimos los bocadillos y comenzamos a caminar sin rumbo por Edam, ciudad especialmente conocida por el queso de bola que lleva el nombre de la ciudad (Edammer).
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Nuestros pasos nos llevaron hasta lo que en un principio pensábamos que era una iglesia estrechísima, pero que después averiguamos que se trataba de una torre llamada Carillón y antaño perteneciente a una iglesia ya desaparecida. Intentamos entrar pero vimos unas oficinas en su planta baja y no tenía pinta de ser una torre visitable.
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Dimos una vuelta más por la ciudad, atravesamos algún puente, entramos en una llamativa tienda de quesos y volvimos hasta la estación de autobuses, donde tomamos un bus que nos llevó de regreso hasta Amsterdam.
Era buena hora (alrededor de las 15:00 o 15:30 creo recordar) y nos quedaba mucho día por disfrutar en Amsterdam. Además el cielo gris de la mañana estaba dando paso a otro de un azul intenso.
Caminamos en dirección a la Montelbaans Toren, espectacular torre a la orilla del canal Oude Schans.
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Para esa tarde no había planning alguno así que seguimos vagando tranquilos por Amsterdam. Reparamos en una negra casita ubicada en un puente que inmediatamente recordé de mis anteriores visitas a la ciudad. En este pequeño edificio que data del año 1.695 se ubica el bruine café De Sluyswacht, que podríamos traducir como el esclusero, y es que en esta negra edificación habitaba el esclusero encargado de nivelar las aguas del cercano canal. De hechó, allí mismo están las esclusas. Otro aspecto curioso de esta edificación es que se encuentra totalmente escorada (aunque en las fotos puede que no se aprecie claramente). No se podía dejar pasar por alto la oportunidad de visitar un bruine café tan especial así que ofrecimos descanso a nuestras piernas y fresca cerveza a nuestras gargantas.
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Tras reparar fuerzas, pasamos junto al mercadillo de Waterlooplein algunos de cuyos puestos empezaban a cerrar así que no nos entretuvimos y reservamos la visita para otra ocasión.
Sin lugar a dudas, el puente más famoso de Amsterdam es el Magere Brug y, dado que aún no lo habíamos visto, nos acercamos hasta él. Es un puente levadizo de madera cuya iluminación nocturna dicen que resulta espectacular. Una de las historias que se cuentan en torno a este puente afirma que fue mandado construir por dos hermanas de posibles, las hermanas Magere, ya que al parecer cada una vivía a un lado del canal y necesitaban un puente que facilitase sus encuentros. Pero ya os digo, es tan sólo una historia, una leyenda….
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Atravesamos por Reguliersgracht, el canal de los 7 puentes, un canal muy fotografiado desde los barcos ya que aparecen alineados y consecutivos 7 puentes.
Creo que ya he comentado en este diario que los horarios comerciales de Amsterdam son bastante diferentes a los que nosotros estamos acostumbrados. Muchas tiendas abren a las 11:00 y cierran a las 18:00. Los jueves este horario se prolonga hasta las 21:00 en casi todas las tiendas así que aprovechamos la coyuntura para comprar unas cosas que teníamos “avistadas” en visitas anteriores. Tomamos Leidsestraat arriba y mi mujer se compró unas botas de una conocida marca a la mitad de precio de lo que las venden por aquí. Seguimos por Kalvestraat y mi mujer continuaba saldando sus “cuentas pendientes”: una sudadera por aquí, unas zapatillas deportivas por alla….
Otra vista del Magere Brug
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Aunque no hay mucha diferencia de precios con las tiendas de por aquí, si que en muchas tiendas había importantes rebajas y descuentos. Acabamos la jornada comercial en los grandes almacenes Bijenkorf, donde esta vez fui yo quien me dejé caer en la tentación (en forma de camisero).
Rápida visita al hotel a soltar el lastre de las compras. Una ubicación perfecta y céntrica la del hotel Nadia. Creo que ya es hora de hablar un poco del citado hotel.
El Nadia está situado en Raadhuistraat, a 100 metros de la casa de Anna Frank y a apenas 5 minutos caminando de la plaza Dam.
En este edificio, entre otros establecimientos, se ubica el hotel
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Es un hotel muy modesto, de dos estrellas. La habitación es más que pequeña, diminuta. De hecho, cuando entramos por primera vez en ella yo sentí que me era muy conocida, muy familiar. En seguida caí en la cuenta de que me sonaba porque me recordaba al camarote de los Hermanos Marx

Otras dotaciones: televisión, nevera, caja fuerte y un diminuto armario.
Teníamos incluido el desayuno, un desayuno justo pero suficiente: café, leche, tostadas, croissants, zumo de naranja, mermeladas, pan, queso, bizcochos…
La liliputiense habitación y parte del comedor
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El comedor es muy pequeño, para unos 25 comensales y como muchas de las mesas eran de 4 personas, resultaba habitual compartir mesa con otra pareja para desayunar. Desde alguna ventana del comedor hay vistas al canal más próximo y a la Westerkerk.
El hotel no tiene ascensor pero son pocas las escaleras que hay que subir (eso sí, tan empinadas como una cuesta en el Himalaya). El personal del hotel te ayuda a subir y bajar las maletas. Dispones de consigna si tras hacer el check out (a las 11:00) quieres dejar el equipaje en el hotel.
Vista desde el comedor del hotel
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El personal (que no viste de uniforme) es muy amable. Diría yo que varios pertenecen a la misma familia. Al llegar, la chica que estaba en recepción nos invitó a tomar algo (elegimos un par de fantas) y en la habitación un ramo de flores nos dio la bienvenida. Alguna otra noche que compramos agua, el recepcionista no nos la quiso cobrar (no siempre, logicamente).
En definitiva, estuvimos a gusto en el hotel, pero no me atrevería de recomendárselo a cualquiera. Perfecta ubicación, muy buen trato y limpio, pero lo diminuto de sus habitaciones y el pequeño comedor puede que no agraden a todo el mundo. Yo, si volviese mañana, posiblemente repetiría hotel.
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Bueno, dejemos el hotel y sigamos con la jornada del jueves. Era la hora de la ginebra y nos fuimos hasta la ginebrería de todos los días, donde ya nos conocían. Como siempre, empecé con las genever (un par de ellas para ir templando la tertulia) y después probé el Corenwyn (de la destilería Bols también), con tres años de envejecimiento en madera y mucha proporción de malta. Para mi gusto resulta un poco fuerte el sabor. Como “postre” una copita del delicioso Butter Scotch.
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Volvimos a cenar en la Pizzeria la Piazza y acabamos el día por el Distrito Rojo, donde había muchísima más gente que en días precedentes. Se notaba que había llegado ya el grueso de visitantes de Semana Santa. En los locales y teatros porno donde en días anteriores había poca gente en la entrada, había unas colas enormes. Mucho curioso ante los escaparates.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Vimos algún que otro indispuesto también, tomando el aire con la cara muy pálida y aspecto de haberse pasado fumando los productos a la venta en los coffeshops. Tras pasear entre la marea humana que poblaba el barrio nos fuimos piano piano hasta nuestro hotel
