Era nuestro último día completo en Amsterdam y teníamos el planning completamente abierto para ese día, simplemente íbamos a hacer lo que nos apeteciera. Tal y como he expuesto al comenzar el diario, queríamos unas vacaciones relajadas y lo estábamos consiguiendo. El sábado madrugamos mucho menos que el resto de días y desayunamos con tranquilidad.
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Salimos del hotel y se nos ocurrió la posibilidad de visitar más tarde el Palacio Real (en la misma plaza Dam). Pero, de momento, dejamos de lado la visita y fuimos hacia el mercadillo de Waterlooplein.
Antes pasamos por la zona de Nieuw Markt, donde se habían instalado varios puestos que ofrecían sobre todos alimentos y flores.
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Por el camino reparamos en muchas tiendas que vendían pipas para fumar hachis, pastillas para los usos más diversos, setas alucinógenas, preservativos de todos los colores y con formas de lo más variopintas, chupa chups de marihuana…..
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En poco tiempo llegamos a Waterlooplein. Nos gustó algo más que el Albert Cuypp Market, pero tampoco es especialmente atractivo. Alguna antigüedad, algún puesto de bisutería, puestos de camisetas (algunas ciertamente bonitas), de ropa militar, de souvenirs… En el mercadillo compramos unos zuecos para nuestra sobrina bastante más baratos que en las tiendas de souvenirs.
Tras recorrer el mercadillo le propuse a mi mujer ir caminando hasta el molino Brouwerij´t Ij.
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No es que me haya hecho un enamorado de los molinos, no


Tras unos 15 minutos caminando avistamos las aspas del molino que sobresalían por encima de unas casas. Pero en ese momento… ¡maldición! Vi unos puestos no muy lejos que tenían toda la pinta de ser un mercadillo.
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Supliqué con todas mis fuerzas que mi mujer no reparase en los puestos (tres mercadillos en un día son demasiado para mí pero apenas un entremés para ella

Resultó un mercadillo sin nada especialmente destacable. Flores, alimentos, ropas y calzados. Nos llamaron mucho la atención (como en el Alber Cuypp Market) los grandes puestos ambulantes de pescado y de carne (no estamos muy acostumbrados a ver pescaderías ambulantes).
Curiosas patatas twister y una freiduría
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Entre los visitantes del mercado destacaba la abundancia de personas de origen árabe. No había mucho que ver. Compramos unas curiosas patatas fritas y nos fuimos rumbo al molino.
Cuando llegamos a los pies del molino eran las 13:05 y a esa hora exactamente, volví a acordarme de la madre de los peculiares horarios holandeses, que ya me estaban dando el viaje

Molino cervecera Brouwerij´t Ij
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Mi mujer propuso ir a comer al bar de al lado, a apenas 20 metros del molino y con una terraza preciosa (lástima que el fresquito nos empujase al interior del local). Sacamos algo ligero para comer y unas cervezas y la hora pasó volando. A las 14:00 entramos en la cervecera que abrió con puntualidad británica. Entramos con otras dos parejas y aquello estaba muy triste y poco animado, pero la tristeza duró poco tiempo. En apenas 30 minutos la cervecera se llenó a rebosar.
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En Brouwerij´t Ij ofrecen seis cervezas distintas de barril. Empezamos con una Plzen (muy amarga para nuestro gusto) y una Zatte (excelente, posiblemente la que más nos gustó). Seguimos con una Natte (excelente también) y una Columbus (una cerveza fuerte y también bastante amarga). También había opción a tomar snacks (chorizo, queso, cacahuetes…). Sacamos la que pensé que iba a ser la última ronda. Mi mujer quiso pedir de nuevo una Zatte y yo opté por una Ywit (que estaba muy buena y nos recordó mucho el sabor de la belga La Chouffe que habíamos probado estos días en Holanda). En ese momento reparé que en el molino ofrecen 6 cervezas distintas de barril y dado que mi mujer había repetido una de ellas, nos quedaba aún una por probar.
Precios y graduación de las cervezas y vista de la cervecera
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Me armé de valor (ya llevábamos la cerveza de la comida más las 3 del molino) y dispuesto a darlo todo por informaros, foreros,

Tras un agrabable rato disfrutando del ambiente y las cervezas, salimos del molino. En momentos como ese te alegras de no haber alquilado bicicleta para moverte por Amsterdam


Para volver hacia el centro, cambiamos de camino. Pasamos junto al museo de la ciencia, el Nemo y también junto a la réplica del velero Amsterdam, pero en esos momentos nos apeteció más visitar el Palacio Real que cualquiera de estas dos alternativas.
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Llegamos hasta el Palacio Real (en la plaza Dam) a eso de las 16:40 con intención de visitarlo. La entrada principal del edificio estaba en obras, vallada y cerrada y no se apreciaba movimiento alguno por allí. Pregunté a uno de los cocheros de los coches de caballos que parten de la plaza Dam y que pasaba junto a mí y me dijo que el Palacio estaba cerrado, que no se visitaba. Nos llevamos una pequeña decepción. Habíamos desechado la visita al velero Amsterdam y al Nemo por el Palacio y ahora estaba cerrado!! Era demasiado tarde ya para volver hasta esas posibles visitas y optamos por callejear y visitar alguna tienda.
Vista parcial de Plaza Dam
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Muy cerca del bar más pequeño de Amsterdam, del que os he hablado más atrás, encontramos una tienda, The Old Man, que ofrecía ropa surfera y deportiva y en algunas prendas tenía muy buenos descuentos (50%). Los dos salimos cargados de la tienda. Nos acercamos al hotel y dejamos allí las compras.
Como todos los días, tomamos nuestras pertinentes ginebras en De Drie Fleschjes. Se nos ocurrió ir en busca de otra ginebrería que aún no habíamos visitado, De Aadmiral en Herengracht 319.
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Emprendemos la marcha en busca de la ginebrería y nos encontramos, por casualidad, con las célebres casas ocupas y sus coloridas fachadas. Toda una suerte, ya que se trata de algo muy representativo de Amsterdam y que no habíamos visto hasta ahora.
Finalmente llegamos a De Aadmiral. De no tener información previa del local posiblemente nunca hubiesemos entrado. Por fuera aparenta ser un lujoso restaurante. Y de hecho es restaurante, pero también bar, un precioso bar. Todo en madera oscura, con una iluminación muy tenue, casi en penumbra. Con barricas, algunas enormes y otras más pequeñas, como principales ornamentos.
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Esta ginebrería tiene una característica muy especial y reseñable y es que tienen su propio destilador y ofrecen genever y licores de fabricación propia. Así lo indicaba el libro guía que llevábamos y así nos lo hizo saber la simpática señora que nos atendió. Mi mujer pidió una coca cola (¡qué irreverencia en el templo de la genever!

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No quería irme de allí sin probar los licores y me ofrecieron licor de naranja, de vainilla, de manzana, de canela… Pedí uno de hierbas y nada más irse la camarera me arrepentí pensando que iba a ser algo muy parecido al orujo de hierbas y por ello, algo que no me iba a sorprender. Me confundí. El licor de hierbas no tenía nada que ver con el orujo de hierbas, su sabor era muchísimo más suave.
Me fui con un sabor agridulce del local. Contento por haberlo conocido pero triste por haberlo hecho precisamente en nuestra última tarde en Amsterdam.
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Caminando por las callejuelas de la zona pasamos frente al Hoppe uno de los bruines cafés más señeros de Amsterdam y que lleva funcionando desde 1.670. El mismo poderoso influjo que tienen los mercadillos y las tiendas sobre mi mujer lo tienen para mi este tipo de locales

Bruine Café Hoppe
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Vi a unas chicas que se metían por la barra del bar y atravesaban una puerta, así que por pura curiosidad, hice lo mismo. Al otro lado había, curiosamente, otra parte del bar, una parte con menos afluencia de clientes y con menos pinta de “auténtico” (tenía un aspecto más nuevo).
Enseguida nos percatamos de que, tanto dentro del Hoppe como por esas calles en general, había muchos menos turistas y la proporción de holandeses sobre la de visitantes era mayor. Una zona para ocio de los lugareños mientras que los visitantes se concentran más en torno a Barrio Rojo y alrededores de Plaza Dam.
Apenas se podía andar por el barrio rojo
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Poco a poco se nos echó encima la hora de la cena. Teníamos poco tiempo y mucho hambre así que no buscamos demasiado y elegimos el Queen, un local de típicos pancakes holandeses en las inmediaciones del Barrio Rojo.
Tras la cena el Barrio Rojo aparecía en plena ebullición. Era noche de sábado y se notaba en la cantidad de gente que se movía por sus estrechas callejuelas. En ocasiones costaba hasta caminar. Dimos un último paseo entre la marabunta humana iluminada en ocasiones por luces rojas y nos despedimos del Barrio Rojo hasta otra próxima ocasión (que no sería ya en este viaje).
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