A las 05.15h sonaba el despertador, y, misteriosamente, nos levantamos llenos de energía!! Es este un concepto que transmite en Enkewa, cuanta más energía positiva, mejor saldrán las cosas… y vaya si fue cierto!! Sobre las 05.30h los masais nos avisaban con un “hello-hello” de que estaba todo listo. Desayunamos un café con galletas, y partimos en busca de animales. Ya os tengo que decir que hacía un frío de coj…, y la Poderosa, que está abierta por todas partes (que mal ha quedado esta frase) no ayudaba a entrar en calor. Peeero aquí otro detallito, en cada asiento había una bolsa de agua caliente y una manta masai, que nos ayudaron a llevar el frío. Os dejo una foto del amanecer en la sabana, como dice Isak Dinesen en “Memorias de África”, “en las tierras altas te despertabas por la mañana y pensabas: -Estoy donde debo estar”.
El madrugón nos trajo la primera sorpresa del día. Gracias a Tipira, pudimos disfrutar del maravilloso amanecer, acompañados de una pareja de guepardos igualmente madrugadores…
Tras dejar a los somnolientos guepardos, y ver de camino un elefante y una familia de hipos, que vaya cómo corrían al vernos, continuamos en busca de felinos y, premio! Encontramos un par de leones de melena negra, y una preciosa dama que estuvo con nosotros a solas un buen rato, descansando a la sombra de la Poderosa, para, posteriormente, acompañar a los machos en un control, rutinario o no, de una manada de búfalos que pastaban en la pradera…
Empezaba a hacer calorcito, y era el momento perfecto para ir a desayunar. El Jose este se conoce los rincones más bonitos del Mara, y en uno de ellos fue donde desayunamos. Desde aquí lanzo un llamamiento a los futuros visitantes del parque: lo que veis en “Españoles por el Mundo” es cierto, Jose se pirra por las galletas de chocolate Príncipe, así que colaborad en la tarea de aumentar sus reservas!!!
La vuelta la hicimos siguiendo el curso de un río cercano al campamento, el Sand River, del que os dejo foto. Al acercarnos al campamento, pasamos por unas aldeas masais. Os digo: por esta zona no pasan coches normalmente, y teníais que ver a los niños masais corriendo detrás del coche, diciéndonos adiós con la mano, riendo… Una pasada. Hoy almorzaríamos en el campamento, junto con una pareja de recién casados que llegaba, Anna y Pascual, dos nuevos amigos de Benicassim, con los que tenemos una buena amistad fraguada en tierras masai. Mientras llegaban, nosotros aprovechamos para disfrutar el campamento, dándonos una ducha en una cascada natural que hay en un rincón del mismo. Qué gozada! (y qué fresquita el agua…)
Aprovecho ahora para hablaros algo del campamento. El Enkewa se encuentra situado en una concesión privada en el sudeste del Masai Mara, cerca de la frontera con Serengeti. Es un campamento con tan solo cinco tiendas, más la de Jose (su casa, qué afortunado!), la tienda comedor y la tienda salón/biblioteca. Hamacas en los árboles y una ducha natural de la que hicimos buen uso! Las tiendas en sí son una pasada, buenas camas, muy amplias, y una zona/porche con sofá donde descansar de los días de safari. Os dejo alguna foto de las tiendas, la zona, y un mapa de ubicación.
Una vez llegaron nuestros nuevos compañeros, y tras un almuerzo riquísimo, salimos en busca de jirafas, pues Anna estaba deseando verlas. Y allí que fuimos, al encuentro de una manada de jirafas, con las que vivimos unos momentos inolvidables, que no soy capaz de expresar con palabras. Os dejo una sola foto, pero creedme si os digo que fue uno de esos momentos que te quedan grabados.
Terminamos el día con un nuevo atardecer, en un lugar igualmente espectacular, con unas vistas alucinantes, y una compañía inmejorable.
Tras esto, vuelta al campamento, cena, ducha y descanso. Mañana, de nuevo, el misterioso pájaro jelou-jelou (te lo tomo prestado, Charuca ;)) cantaría a las 05.30h.
No quiero terminar sin hacer mención de otro de los momentos inolvidables del viaje. Esa noche, mientras esperábamos al fuego del campamento a que llegaran Anna Y Pascual para ir a cenar, estábamos hablando con Jose y Marta, y a unos metros estaban los chicos masais que cuidan el campamento por la noche. Ellos estaban a su rollo, hablando, riéndose y, de repente, empiezan a cantar canciones en swahili. De forma completamente espontanea, a su rollo, nada preparado. Impresionante. Si África tuviera voz para cantar, sería eso mismo lo que se escucharía. Y cantando dejamos a los chicos cuando nos fuimos a cenar.


















