8:00 de la mañana, rompiendo el dulce silencio de la habitación, suena el despertador. Comienza el sábado, tras un copioso, contundente y sabroso desayuno, nos arrojamos a la urbe. Hoy es día de mercado, las calles están llenas de vendedores ambulantes, de pequeños puestos de fruta y comida que otorgan a la ciudad un colorido muy llamativo.
Decidimos salir de la medina y explorar la parte de la ciudad que se extiende al otro lado de la muralla (data del final del siglo XV), nos dirigimos hacia un cementerio musulmán, emplazado en una gran llanura, desde donde se pueden admirar las montañas de Arsa y Gorghis. Atravesando la necrópolis, avanzamos hacia la parte alta de la ciudad, donde se encuentra un antiguo, ruinoso y abandonado cuartel militar español, nos encontramos en la parte más alta de la metrópoli, desde este punto se tiene una estupenda perspectiva de la ciudad, casas apelotonadas, blanquecinas, un mar de azoteas, con parabólicas y ropa tendida, de fondo, las montañas verdes del Rif.
Comienza a llover y decidimos volver al abrigo de la medina, nos metemos en un pequeño bar, donde hay varias personas fumando hachís, pedimos dos tés a la menta y charlamos con uno de los dueños, decide acompañarnos y hacer de guía turístico por cinco euros.
Todos sabemos que el té es muy diurético, así que como primera parada de nuestro tour; unos baños públicos, una especie de cueva oscura, con habitáculos minúsculos donde hacer las necesidades por una pequeña propina. Nuestro nuevo “guiamigo” nos enseña, el Dar Dbagh (Tenerías), donde vemos un trabajador que se afana por curtir un manto de cuero, desde luego un trabajo muy duro y laborioso. Continuamos nuestro paseo guiado por la superpoblada medina, donde viven más de 30.000 habitantes, nuestro “guiamigo” nos va contando, como gestionan el negocio del cuero, de la fabricación y comercialización de los productos, nos habla en un perfecto español, sobre aspectos de la vida y de las gentes de su ciudad, sin darnos cuenta llegamos a la casa de las especias, donde nos hacen una demostración sobre los usos medicinales de algunas semillas y hierbas.
Continua lloviendo en Tetuán, o más bien, parece que esta diluviando, pero la vida no se para, la gente no huye a sus casas, ni se cubren con paraguas, siguen en la calle, como si nada, la vida sigue con una naturalidad abrumadora. Tras varias caminatas más y otras tantas charlas, decidimos regresar al Riad, nos despedimos de nuestro amigo, que calado hasta los dientes, se despide con una mellada sonrisa. Comemos un sabroso y contundente menú, en el restaurante del Riad (19 euros) y tras una reconstituyente ducha y un merecido descanso, continuamos con nuestra aventura tetuaní.
La lluvia no cesa, nos dirigimos hacia un zoco cubierto, una especie de mercado dentro del mercado, pero con tejado, tiendas de todo tipo entremezcladas, puestos de 1 m2 donde apenas existe espacio para el propietario, tiendas de dulces, junto a tiendas de ropa tradicional, tiendas de móviles, junto a tiendas de comida rápida, un caos muy curioso. Nos llama la atención un restaurante, donde venden unos bocadillos con una pinta estupenda, el hambre se nos despierta y decidimos cenar un bocata típico tetuaní, por 35 DH (3.30 euros) con bebida.
La noche aparecía tímidamente en Tetuán y la luna se asomaba de puntillas, la lluvia se había convertido en una liviana llovizna y nosotros decidimos sentarnos en la terraza de una tetería a disfrutar de un té caliente. Nos gusta observar la vida que transcurre a nuestro alrededor, el vendedor de cigarrillos, un chaval con su puesto ambulante que ordena su mercancía con un mimo exquisito, enfrente, la plaza iluminada del palacio Mohamed V, custodiada por policías, a nuestra izquierda un Cine abarrotado de gente… ¡Ey!, ¡un cine!, ¿vamos!?... nos informan que no proyectan ninguna película, el cine-teatro Español, está siendo utilizado para obras de teatro infantil, pero no hay mal que por bien no venga, decidimos tomarnos un GinTonic en el Riad, donde terminamos compartiendo, hasta altas horas de la madrugada, una interesante conversación sobre temas de actualidad, con los propietarios del Riad, Ibrahim y Ruth, gente muy abierta y acogedora.
Decidimos salir de la medina y explorar la parte de la ciudad que se extiende al otro lado de la muralla (data del final del siglo XV), nos dirigimos hacia un cementerio musulmán, emplazado en una gran llanura, desde donde se pueden admirar las montañas de Arsa y Gorghis. Atravesando la necrópolis, avanzamos hacia la parte alta de la ciudad, donde se encuentra un antiguo, ruinoso y abandonado cuartel militar español, nos encontramos en la parte más alta de la metrópoli, desde este punto se tiene una estupenda perspectiva de la ciudad, casas apelotonadas, blanquecinas, un mar de azoteas, con parabólicas y ropa tendida, de fondo, las montañas verdes del Rif.

Comienza a llover y decidimos volver al abrigo de la medina, nos metemos en un pequeño bar, donde hay varias personas fumando hachís, pedimos dos tés a la menta y charlamos con uno de los dueños, decide acompañarnos y hacer de guía turístico por cinco euros.
Todos sabemos que el té es muy diurético, así que como primera parada de nuestro tour; unos baños públicos, una especie de cueva oscura, con habitáculos minúsculos donde hacer las necesidades por una pequeña propina. Nuestro nuevo “guiamigo” nos enseña, el Dar Dbagh (Tenerías), donde vemos un trabajador que se afana por curtir un manto de cuero, desde luego un trabajo muy duro y laborioso. Continuamos nuestro paseo guiado por la superpoblada medina, donde viven más de 30.000 habitantes, nuestro “guiamigo” nos va contando, como gestionan el negocio del cuero, de la fabricación y comercialización de los productos, nos habla en un perfecto español, sobre aspectos de la vida y de las gentes de su ciudad, sin darnos cuenta llegamos a la casa de las especias, donde nos hacen una demostración sobre los usos medicinales de algunas semillas y hierbas.


Continua lloviendo en Tetuán, o más bien, parece que esta diluviando, pero la vida no se para, la gente no huye a sus casas, ni se cubren con paraguas, siguen en la calle, como si nada, la vida sigue con una naturalidad abrumadora. Tras varias caminatas más y otras tantas charlas, decidimos regresar al Riad, nos despedimos de nuestro amigo, que calado hasta los dientes, se despide con una mellada sonrisa. Comemos un sabroso y contundente menú, en el restaurante del Riad (19 euros) y tras una reconstituyente ducha y un merecido descanso, continuamos con nuestra aventura tetuaní.
La lluvia no cesa, nos dirigimos hacia un zoco cubierto, una especie de mercado dentro del mercado, pero con tejado, tiendas de todo tipo entremezcladas, puestos de 1 m2 donde apenas existe espacio para el propietario, tiendas de dulces, junto a tiendas de ropa tradicional, tiendas de móviles, junto a tiendas de comida rápida, un caos muy curioso. Nos llama la atención un restaurante, donde venden unos bocadillos con una pinta estupenda, el hambre se nos despierta y decidimos cenar un bocata típico tetuaní, por 35 DH (3.30 euros) con bebida.
La noche aparecía tímidamente en Tetuán y la luna se asomaba de puntillas, la lluvia se había convertido en una liviana llovizna y nosotros decidimos sentarnos en la terraza de una tetería a disfrutar de un té caliente. Nos gusta observar la vida que transcurre a nuestro alrededor, el vendedor de cigarrillos, un chaval con su puesto ambulante que ordena su mercancía con un mimo exquisito, enfrente, la plaza iluminada del palacio Mohamed V, custodiada por policías, a nuestra izquierda un Cine abarrotado de gente… ¡Ey!, ¡un cine!, ¿vamos!?... nos informan que no proyectan ninguna película, el cine-teatro Español, está siendo utilizado para obras de teatro infantil, pero no hay mal que por bien no venga, decidimos tomarnos un GinTonic en el Riad, donde terminamos compartiendo, hasta altas horas de la madrugada, una interesante conversación sobre temas de actualidad, con los propietarios del Riad, Ibrahim y Ruth, gente muy abierta y acogedora.

