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Cuando ocupé mi plaza ví que en la mesa había varias botellas de agua y de zumo pero nadie más; a mi izquierda un grupo de varias parejas de jóvenes chinos....de repente apareció Vlad; me dío efusivamente la mano un par de veces y me indicó con gestos que él ocupaba la litera superior frente a mí......las otras dos estaban vacías..........
Vlad no hablaba ni una palabra en inglés, aún así pude entender que iba de Vladivostok a Moscú y que su ciudad de origen era Tula. Cuando yo repetía el nombre se reía porque lo pronunciaba mal. Rondaba la cuarentena y su rostro parecía el de un boxeador, tenía pinta de que le habían arreado a base de bien. Cuando mirábamos por la ventana me explicaba cosas del paisaje, de los árboles, de las montañas, de los animales con su voz ronca...todas sus frases terminaban con una exclamación, mientras yo repetía : da da da...
Varias veces recibió llamadas a su móvil y yo escuchaba la voz de una mujer, ¿sería la suya???? ; la voz era suave, dulce, pausada..........él respondía con arreones y de repente callaba...yo tenía curiosidad por saber qué había hecho en Vladivostok, cuál era el motivo de su viaje...pero nunca iba a obtener la respuesta.
El grupo de chinos también iba a Moscú, aunque tampoco pude saber el motivo. La chinita que tenía junto a mi litera era menudita y morena, tenía rasgos atractivos. Cada cierto tiempo cogía un kleneex y lo pasaba por el cortorno de su ventana para que no cayeran gotas de agua.
Un rato después de arrancar una pareja de policías le pidió a Vlad la documentación; sacó de una carpeta verde una serie de papeles y se los mostró. Las rondas policiales se hicieron habituales durante el resto del viaje; siempre en pareja recorrían el tren de un extremo a otro. En las paradas que hacíamos solían preguntar a los provodniks si todo estaba correcto.
Las horas transcurrieron en calma con el paisaje nevado que no dejaría hasta llegar a Moscú. De vez en cuando pasábamos frente a pequeños poblados formados por casas de madera y techos de uralita. El agua la proporcionaban camiones con aljibes.
Varias veces al día pasaban las chicas del vagón-restaurante con carritos de comida y bebida. Iban vestidas de uniforme y apenas hacían caja; la gente viajaba con sus sopas instantáneas que preparaban en el samovar o aprovechaba las paradas para aprovisionarse.
Pese a que llevaba comida, los samsas y los piroguis que ofrecían estaban deliciosos y eran baratos por lo que cada vez que pasaban siempre se paraban frente a mí porque sabían que algo iban a vender.
La jornada discurría entre sueñecitos, un poco de lectura y alguna peli que me ponía en el portátil. El paisaje se tornaba bastante monótono...taiga y más taiga...
Cuando llegó la hora de acostarse el bueno de Vlad me tapó bien con la manta, yo me partía de risa y se lo agradecí con un : spasiba mami !!!!
A la noche me despertó el haz de luz de una linterna sobre mi cara...una vez más la policía y de nuevo pidieron los papeles a Vlad......yo miraba de reojo y los polis escudriñaban sus pertenencias mientras charlaban en voz baja. De repente desapareció con ellos y me preocupé......pensaba que ya no volvería a verle pero por suerte al cabo de unos minutos apareció y se acostó en su litera.
Cuando me desperté al día siguiente Vlad me saludó sonriente con un "dobre utra". Las nubes no dejaban ver el sol y el paisaje no cambió con respecto al día anterior.
En nuestro vagón teníamos a un muchacho de provodnik, se llamaba Yurguin....me preguntó de dónde era lo que confirmó mi sospecha de que cuando muestro mi pasaporte con el billete no se enteran de nada........así iba a suceder en casi todos los trayectos.
Hacia el mediodía un grupo de revisores hizo una especie de ronda general de las plazas ocupadas. Eran una mujer con una falda muy ceñida, rubia y regordeta seguida de un hombre con tantas estrellas en su uniforme que parecía un general; tras ellos iba Yurguin.
Ese día decidí acercarme al restaurante para fisgar un poco. Tan sólo dos personas tomaban un refresco. La carta estaba en inglés afortunadamente y me pedi un bol de pollo con mayonesa, un sandwich de queso y una cerveza Baltika 7 que estaba rica, rica; por todo ello pagué unos 8€.
En el restaurante trabajaba demasiada gente para la faena que había; un chico sentado frente a un ordenador se encargaba de cobrar y dar los cambios y tres muchachas hacían el servicio más otra mujer que estaba en la cocina.....por eso se les alegraba la vista cuando alguien aparecía por allí.
La tarde no se hizo aburrida puesto que tuvimos 3 paradas en el plazo de 4 horas que me permitieron salir al andén a estirar las piernas...
La primera llevaba el nombre del fundador de la ciudad de Khabarovsk : Erofey Pavlovich. Aquí estuvimos 20 minutos. Vlad salío a echar un pitillo con su chamarra y su gorra de color negro; pero había otros que estaban en chanclas y en bermudas pese a que la temperatura rondaba los cero grados.....como toda estación que se precie tenía su perro vagabundo en busca de un bocado.
Los depósitos exteriores del vagón estaban congelados y Vlad ayudó al provodnik sosteniendo una bolsa caliente de agua para desatascarlos...
Un par de horas después nos detuvimos en Amazar otros 20 minutos. Aqui coincidimos con el tren Rossiya que iba para Vladivostok.
Y por último parada de 15 minutos en un tétrico lugar de nombre Mogocha........
Poco después se formó una partida de cartas entre Vlad y los chinos, la verdad es que no sé a qué jugaban, yo me limité a mirar...........
Tras la partida le dije a Vlad si venía a tomar algo al restaurante, me hizo gestos como de que tenía que pagarle yo..........ya me lo imaginaba así que atravesamos los 3 vagones y me tomé una Pepsi mientras Vlad se pidió una Tuborg......se quedaba mirando la botella como si nunca hubiese visto esa marca....cuando le dije que pidiese la cuenta el muy pillo aprovechó para pedirse otra....le puse cara de mala leche porque además se quería quedar con la propina que había dejado a las chicas. Después nos fuimos a dormir.
A las 7 de la mañana paramos en Chita. Cuando salí al andén Vlad ya estaba dando vueltas por allí fumando. Hacía bastante rasca, -5 grados y yo con mi pijama y mis chanclas me acerqué a la catedral para hacer una foto. Aterrido de frío regresé al vagón y continué durmiendo.
Al cabo de unas cinco horas otra parada en Jilok, una ciudad de unos 10.000 habitantes que pertenece a la región de Zabaikalie.
Llegué a Ulan Ude a las 18,30. Vlad me acompañó y en el andén nos fundimos en un abrazo. El corto camino hasta mi hotel por pseudo-calles llenas de barro que bloqueaban las ruedas de mi maleta y una jauría de perros que ladraban como posesos me hacía pensar en qué leches pintaba yo allí..........
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