Viaje a Siria
Asia Central, Oriente Medio, a lo largo de la historia siempre ha sido zona de tránsito para infinidad de civilizaciones, es una zona con más de 5.000 años de historia, con lo que las huellas de las mismas se agolpan unas encima de otras.
La gran Siria, Mesopotamia y Palestina, es decir el territorio que hoy ocupan Líbano, Siria, Israel,Palestina, Jordania e Irak, son los territorios más transitados por civilizaciones del planeta. Existen culturas antiguas y milenarias como la Hindú y la China pero aquí la historia ha sido diferente, aquí las grandes civilizaciones Hititas, Asirios, Babilónios, Fenicios…, fueron invadidos por Alejandro Magno y los Persas, los primeros por los romanos que lucharon a su vez contra los Persas. Durante el imperio romano Siria estaba dentro de La Dacia, una importante provincia romana. Después la desintegración de Roma dejó a esta zona dentro del Imperio Bizantino.
Los árabes desplazaron a Persas y Bizantinos y la división del imperio árabe hizo surgir en la zona uno de los imperios más interesantes para el arte y la ciencia los Omeyas con sede en Damasco, el esplendor de su imperio llegó hasta la península ibérica (Granada, Córdoba…).
También pasaron por la zona los Cruzados y el germen del cristianismo desde San Pablo que era de Damasco, hasta los primeros monjes que recopilaron textos y los impregnaron de Aristóteles, fueron de esta zona.
Después los mongoles, incluido el Gran Tamerlán y finalmente los Otomanos que ocuparon la zona hasta la desintegración de su imperio a principios del siglo XX, terminaron de dejar huella.
Esta continua sucesión de pueblos hacen que esta zona del planeta no tenga muy clara la idea de fronteras y que su concepción de la historia sea mucho más rica y variada de lo normal.
Me planteé el viaje a Siria como un viaje a la historia, por lo que he dicho anteriormente, es fundamental antes de viajar allí tener unos conceptos básicos de las civilizaciones que han pasado por allí y encajarlas en una fecha, también hay que localizar en el mapa a Siria y nos daremos cuenta que es un país claramente volcado al Mediterráneo, esto influye en el carácter, el clima y la gastronomía, pero también veremos que es la puerta de Asia Central, con lo que comprenderemos porqué sus ciudades tienen tanta antigüedad y siempre han sido claves dentro de las rutas comerciales entre Oriente y Occidente, no hay que dejar de ver sus mercados.
Aterricé en Damasco e inmediatamente me dirigí a Palmira. Palmira es un antiguo Oasis, y era un punto obligatorio antes de adentrarse en el desierto, su pueblo fue aliado de los romanos, aunque la famosa reina Zenobia también se enfrentó a ellos, pero en general la ciudad prosperó gracias al comercio y a los tributos obtenidos por el mismo. Las ruinas romanas entre el desierto y el Oasis son espectaculares.
No se que fue más maravilloso si pasear por las ruinas, ver atardecer desde lo alto del castillo, desde donde se divisan las ruinas, o el paseo en camello a la mañana siguiente entre las ruinas, o quizás ver toda su magestuosidad por la noche, iluminadas.
El pueblecito de Palmira es tranquilo y agradable y merece la pena tomarse una pipa por la noche en algún chiringo del lugar o jugar un baggamon con gente del lugar.
La siguiente parada era Alepo, pero antes el camino nos reservaba ruinas de algún palacio en el desierto y sobre todo Al Ruzafa, una antigua ciudad, clave en el comercio del desierto y con un yacimiento arqueológico del nivel de Palmira que me impresionó, lástima que diversos terremotos hayan dejado su huella en las ruinas.
Pero antes de Alepo hicimos un extra, un noche con una familia de una zona rural, a orillas del mítico río Eúfrates, que nos habilitaron su casa y nos ofrecieron toda su hospitalidad, con que cariño nos dieron de cenar y que a gusto se dormía en los colchones que nos extendieron en el suelo, eran gente sencilla y creo que correspondimos todo lo que pudimos. Estar cerca del río Eúfrates con toda su carga de historia, durmiendo con una familia con un estilo de vida muy parecido al de hace 2.000 años es como hacer un viaje en el tiempo y te convierte en protagonista de la historia.
Alepo, que maravilla, esta ciudad se disputa con Damasco su antigüedad, pero cualquiera de ellas han sido habitadas ininterrumpidamente durante más de 3.000 años y con esto se puede resumir como son de bellas.
Nos recibió nevando, que más se puede pedir, fin de año, en una de las ciudades más bonitas del mundo y con nieve, como en los belenes de mi infancia. El zoco de Alepo está lleno de rincones con encanto, tiendas de especias, joyerías, telas, también patios interiores y palacetes, todo esto con el encanto de la nieve y casi sin turistas, un zoco para perderse y volverse a encontrar, para dejarse atrapar por él, por sus tiendas, por la amabilidad de su gente, un zoco sin los agobios de Fez o Marraketch, en fin altamente recomendable.
A la entrada del zoco y cerca de la ciudadela está la Gran Mezquita de Alepo, una visita obligada, muy bella, justo a la entrada y casi por casualidad, dimos con un restaurante con mucho encanto con vistas a la plaza de entrada a la Gran Mezquita, a la entrada del zoco e incluso se veía la ciudadela, una gozada. Además la comida siria es muy buena, como buena cocina mediterránea, siempre con la base de aceite de oliva, legumbres, verduras y con la influencia turca de los kebabs de cordero y pollo, vamos que se come muy bien y muy barato.
Después del zoco hay que visitar la ciudadela, una maravilla arquitectónica, desde la que además de divisa Alepo desde lo alto, merece la pena dedicarle un buen rato. También es visita obligada el contiguo barrio armenio con sus palacetes y sus calles medievales.
Alepo además tiene infinidad de calles, con tiendas muy curiosas, así que hay que caminar, perderse, siempre que preguntas a alguien te orientará encantado, aunque hay que utilizar el idioma de los gestos y si estás en un hotel llevar una tarjeta en árabe, porque no mucha gente sabe inglés.
A esta ciudad se le puede dedicar mucho tiempo, a mí me dejó una bella impresión. Al final celebramos el fin de año, aunque la fiesta fue un poco agridulce, había mucho dolor por la masacre de palestinos que estaba haciendo Israel, pero a lo largo de la noche nos animamos y fue inolvidable.
La siguiente parada era Hama, otra de las ciudades históricas de Siria, aunque siempre bajo la sobra de sus grandes vecinas Alepo y Damasco, pero antes nos deleitamos en las ruinas de las iglesias y basílica de San Simeón el estilita, que bajo un cielo limpio y azul intenso se levantaban de forma imponente.
Antes de llegar nos dio tiempo a visitar las ruinas de Aphamea, 3 km. de calzada romana con una columnata muy bien conservada y con restos de una ciudad romana (baños, teatro…), que con el toque de la nieve y con la luz de la caída de la tarde te transportaban a otra época, era como retroceder en el tiempo, una experiencia inolvidable.
Dormimos en Hama en un hotel palacete, situado en el centro de la ciudad y con mucho encanto, por las mañanas visitamos las famosas norias de Hama, con 2.000 años de antigüedad y que tradicionalmente extraían agua del río Orontes, para irrigar las huertas de la zona, la ciudad antigua, con las norias es realmente bonita y está en muy buen estado de conservación.
Después de Hama nos dirigimos a encontrarnos con otro pedazo de la historia bien distinto, en Siria se encuentran algunos de los castillos que los cruzados dejaron diseminados antes de ser derrotados por los árabes, en concreto Irak de los Caballeros tiene la justificada fama de ser el castillo mejor conservado del mundo, así como el de ser el más grande. El castillo cubrió sus expectativas, con el extra de las montañas nevadas al fondo, el frío del ambiente te transportaba a una época y te hacía comprender lo duro que tenía que ser vivir en esas condiciones, la impresionante fortificación diseñada para que 2.000 personas pudieran sobrevivir durante 5 años, te hacía comprender el añadido del miedo debían tener de ser invadidos.
Para mí un castillo medieval es algo frío, oscuro e invisible, fiel reflejo de lo que debió ser la vida en esa época, todo lo contrario de los palacios árabes, Irak de los caballeros te hace vivir por un rato la época de las cruzadas.
Dejamos el plato fuerte para el final, Damasco, la ciudad más antigua permanente- mente habitada, 3.000 años de historia la jalonan. Esto se ve bien en la gran plaza central, donde al lado de la Gran Mezquita de los Omeyas, conviven las ruinas de la que fue una basílica bizantina.
Después de visitar la impresionante mezquita de los Omeya y el palacio Azem, hay que perderse horas y horas, días y días por las calles del zoco, con sus tiendas, la hamanes (baños), los restaurantes y bares que son palacetes, hay que comer la buena comida siria, tomar te con menta o limón con menta, fumarse pipas sin prisa, hablar, disfrutar.
Damasco me pareció una ciudad muy vivible, donde conviven en armonía lo moderno y lo tradicional, me sorprendió la cantidad de mujeres que había en los bares y restaurantes, fumando tranquilamente su pipa y charlando, unas con pañuelo, otras con ajustados vaqueros, todas ellas con la cara perfectamente maquillada.
Hay que fijarse bien en las tiendas, comer frutos secos, dulces con almendra y pistacho, kebabs y pararse mucho a disfrutar de un te tras otro, en los restaurantes también verás combinado lo tradicional con lo moderno, la belleza de un palacete árabe, con una pantalla plana en la que ponen una partido del Barcelona, un falafel (plato tradicional), con patatas fritas.
Las zonas a visitar son muchas, pero como punto de encuentro y sitio para centrar un poco la historia de la zona es recomendable visitar el museo arqueológico de Damasco, que además de tener colecciones impresionantes es muy bonito.
Al volver queda la sensación de haber conocido un poco más de tus orígenes, porque en mi tierra también estuvieron los fenicios, los romanos, los cruzados y los árabes, que maravilla si buscásemos en lo que nos une y no en lo que nos separa.