Pues ya he llegado a Bucarest. El avión de vueling lleno hasta la bandera. Como ya les conozco había reservado un asiento en la salida de emergencia (14€), pues el tiempo de vuelo era superior a las tres horas y no soy liliputiense (sitio donde los de vueling seleccionan a la muestra para probar la comodidad de los asientos).
El vuelo no se me ha hecho muy largo, si bien al principio ha sido un poco esperpéntico. Estaba lleno de rumanos (lógico). Pero en el asiento de atrás había una chica euskalduna (de la euskadi profunda) que no callaba. Estaba dándole la chapa a una pobre rumana a voz en grito. Jodé, que al de un rato le empieza a enseñar algunas expresiones en euskera (durante diez minutos por lo menos). Menos mal que después se puede encender ya el reproductor de música y me he puesto a Cindy Louper (hacía casi 20 años que no escuchaba nada de esta cantante). Ha conseguido que me olvide de la petarda de atrás.
Tanto la salida como la llegada ha sido puntual (quién va a volar de madrugada!). Una vez en Otopeni, han transcurrido 30 minutos hasta que he llegado a la zona de salidas: esperando en el avión a que vengan un par de autobuses, recorrido en autobús, control de pasaporte, caminata larguísima hasta el final…
A mí tampoco es que me haya importado mucho, pues iba a coger el autobús 780 para ir a Gare du Nord, y empezaba a las 5:30. El tren (mediante lanzadera previa) sale desde las 6:00. Hay otro bus 783 que sí circula por la noche, pero deja en el centro de la ciudad y yo tengo el hostel al lado de la estación de trenes. El precio del trayecto ha sido de 7’00 lei (supuestamente vale para dos viajes o dos personas, no lo entiendo muy bien). A eso hay que sumarle 1'40 por la tarjeta sin contacto. No sirve para el metro, una pena
Respecto al cambio lei-Euro, en el aeropuerto (junto al control de pasaporte) hay una casa de cambio: 4’10 lei por euro. Sólo he cambiado 20 euros, pues esperaré a cambiar en la ciudad con mejor ratio, para los diez días que estaré en Rumanía.
Me toca esperar una hora y media en el aeropuerto. He buscado en varias salas los típicos asientos corridos para tumbarme, pero aquí todos están separados con reposabrazos, así que nada de tumbarse. Como no hay wifi, he recurrido a unos podcast, bajados la tarde de ayer, de la cadena ser relacionados con bandas sonoras y películas en general (precavido que es uno).
En Bucarest sólo voy a estar el día de hoy. De hecho podía haber prescindido del albergue, dejando en las taquillas de la estación de tren la mochila. Sin embargo, aunque no hago noche en Bucarest, he reservado una noche en un hostel cercano a la estación de trenes principal de la capital.
Quienes me habéis leído otros diarios ya sabéis que soy muy cuidadoso con el presupuesto (vamos que soy un rata). Sin embargo, me estoy dando cuenta que los albergues en Rumanía son extremadamente baratos. En este caso, por 11 euros tengo el albergue, incluido el desayuno. Jodé, me merece la pena teniendo en cuenta que me incluye el desayuno (que me van a dar aunque no duerma), wifi, posibilidad de ducharme, descansar en la habitación, dejar la mochila,… y además me dejan entrar a partir de las 7:00 a.m.
Bueno, pues ya lo he encontrado. Está enfrente de una de las entradas a Gara de Nord. Genial. No serán más de 2 minutos andando. He aprovechado en la estación para comprar un pase de metro de uso diario sin límite por 6 lei (menos de 1’5€)
Se llama Villa 11. Es cochambroso. Si la palabra no existe, me la invento. Tiene tres plantas, unas 30 camas distribuidas en 8 habitaciones y un solo inquilino… yo. ¿Que cómo sé la distribución del hostel? Porque me han abierto y como allí no había nadie he empezado a mirar si encontraba algo parecido a una recepción. He recorrido todo el edificio y ni un alma. Jodé, ¿quién me ha abierto? Cuando bajo otra vez para tocar el timbre exterior me encuentro un viejo con coleta hecha a partir de no más de 5 pelos, una barba que le llega al estómago… no creo que pese ni cincuenta kilos mojado. Hostia. Vaya susto me ha dado.
Total, que le pago en efectivo (de momento no he encontrado nada que acepten tarjeta) y me alojo en la habitación más próxima a la puerta. Como el desayuno es a las 9:00 me quedo descansando un poco, señalizando en un mapa de Bucarest aquello que tengo intención de visitar.
El vuelo no se me ha hecho muy largo, si bien al principio ha sido un poco esperpéntico. Estaba lleno de rumanos (lógico). Pero en el asiento de atrás había una chica euskalduna (de la euskadi profunda) que no callaba. Estaba dándole la chapa a una pobre rumana a voz en grito. Jodé, que al de un rato le empieza a enseñar algunas expresiones en euskera (durante diez minutos por lo menos). Menos mal que después se puede encender ya el reproductor de música y me he puesto a Cindy Louper (hacía casi 20 años que no escuchaba nada de esta cantante). Ha conseguido que me olvide de la petarda de atrás.
Tanto la salida como la llegada ha sido puntual (quién va a volar de madrugada!). Una vez en Otopeni, han transcurrido 30 minutos hasta que he llegado a la zona de salidas: esperando en el avión a que vengan un par de autobuses, recorrido en autobús, control de pasaporte, caminata larguísima hasta el final…
A mí tampoco es que me haya importado mucho, pues iba a coger el autobús 780 para ir a Gare du Nord, y empezaba a las 5:30. El tren (mediante lanzadera previa) sale desde las 6:00. Hay otro bus 783 que sí circula por la noche, pero deja en el centro de la ciudad y yo tengo el hostel al lado de la estación de trenes. El precio del trayecto ha sido de 7’00 lei (supuestamente vale para dos viajes o dos personas, no lo entiendo muy bien). A eso hay que sumarle 1'40 por la tarjeta sin contacto. No sirve para el metro, una pena
Respecto al cambio lei-Euro, en el aeropuerto (junto al control de pasaporte) hay una casa de cambio: 4’10 lei por euro. Sólo he cambiado 20 euros, pues esperaré a cambiar en la ciudad con mejor ratio, para los diez días que estaré en Rumanía.
Me toca esperar una hora y media en el aeropuerto. He buscado en varias salas los típicos asientos corridos para tumbarme, pero aquí todos están separados con reposabrazos, así que nada de tumbarse. Como no hay wifi, he recurrido a unos podcast, bajados la tarde de ayer, de la cadena ser relacionados con bandas sonoras y películas en general (precavido que es uno).
En Bucarest sólo voy a estar el día de hoy. De hecho podía haber prescindido del albergue, dejando en las taquillas de la estación de tren la mochila. Sin embargo, aunque no hago noche en Bucarest, he reservado una noche en un hostel cercano a la estación de trenes principal de la capital.
Quienes me habéis leído otros diarios ya sabéis que soy muy cuidadoso con el presupuesto (vamos que soy un rata). Sin embargo, me estoy dando cuenta que los albergues en Rumanía son extremadamente baratos. En este caso, por 11 euros tengo el albergue, incluido el desayuno. Jodé, me merece la pena teniendo en cuenta que me incluye el desayuno (que me van a dar aunque no duerma), wifi, posibilidad de ducharme, descansar en la habitación, dejar la mochila,… y además me dejan entrar a partir de las 7:00 a.m.
Bueno, pues ya lo he encontrado. Está enfrente de una de las entradas a Gara de Nord. Genial. No serán más de 2 minutos andando. He aprovechado en la estación para comprar un pase de metro de uso diario sin límite por 6 lei (menos de 1’5€)
Se llama Villa 11. Es cochambroso. Si la palabra no existe, me la invento. Tiene tres plantas, unas 30 camas distribuidas en 8 habitaciones y un solo inquilino… yo. ¿Que cómo sé la distribución del hostel? Porque me han abierto y como allí no había nadie he empezado a mirar si encontraba algo parecido a una recepción. He recorrido todo el edificio y ni un alma. Jodé, ¿quién me ha abierto? Cuando bajo otra vez para tocar el timbre exterior me encuentro un viejo con coleta hecha a partir de no más de 5 pelos, una barba que le llega al estómago… no creo que pese ni cincuenta kilos mojado. Hostia. Vaya susto me ha dado.
Total, que le pago en efectivo (de momento no he encontrado nada que acepten tarjeta) y me alojo en la habitación más próxima a la puerta. Como el desayuno es a las 9:00 me quedo descansando un poco, señalizando en un mapa de Bucarest aquello que tengo intención de visitar.
El día se ha levantado bochornoso y tocará sudar. Por si acaso, me he duchado antes de desayunar. Ah, se me había olvidado poner alguna foto:
El desayuno ha sido realmente mejor de lo que me esperaba. Me han ofrecido a elegir entre tortilla y tortitas. He optado por lo segundo y me han puesto unas quince tortitas cojonudas con mermelada de frambuesa o algo así. La leche, me he puesto las botas (por lo menos habré comido seis o siete). También había queso (no como) y fruta. Además de café del típico de los balcanes. Como ya me conozco la trampas (dejar los posos abajo, sin revolver y, evidentemente, no terminarlo), pues ni tan mal.
ya habiendo desayunado toca empezar a patearse la ciudad. Es realmente extensa, si bien el servicio de metro es bastante eficiente. El primer destino ha sido en el norte de ciudad, el "museo del aldeano rumano"- Para llegar hay que bajarse en la plaza Victoria, una explanada enorme (los rumanos tienen una concepción de lo que es enorme mucho mayor que la nuestra), por la que sólo atraviesan coches en todos los sentidos. Además está rodeada por horrendos edificios de cemento. El estereotipo hecho realidad.
El edificio que alberga al museo es relativamente bonito (histórico) por fuera, pero la exposición se hace incomprensible para los que no hablamos rumano. La entrada cuesta sólo 8 leis, pero no creo que merezca la pena, salvo que quieras ir al baño o refrescarte (o domines rumano).
En muchas partes de Bucarest te encuentras con avenidas enormes (en el sentido rumano del término). En este caso, a la salida del museo me he encaminado (andando, claro: en-caminando ) hacia el arco de triunfo. Está a unos quince minutos a través de una senda frondosa.
Una vez he llegado he descubierto que estaba en obras. Desde lejos no se distinguía entre el panel publicitario y el verdadero.
En la zona hay edificios bonitos:
Por la zona norte se encuentra también la casita que los Ceaucescu tenían en la ciudad. A fecha de hoy está entre la embajada de Siria y un terreno de Kuwait
Después del fracaso hasta la fecha, me decido ir hacia el sur de la ciudad. A ver el símbolo de la misma: el mastodóntico parlamento. Justo al lado hay un parque (cismigiu) donde he parado a comer algo de dulce (hay tiendas de pasteles por todas partes). En el parque no hay muchos bancos; eso sí, todos estratégicamente situados lejos de los árboles que podrían darles sombra.
Desde el parque tengo una buena perspectiva del parlamento.
Así, no sé, me lo había imaginado más grande. Coño, como que lo es. Casi el doble. No lo estaba viendo de enfrente, sino de lado.
El problema, por si no fuera poco, es que no desentona tanto el edificio. Lo digo en serio. Porque al rededor hay otros de menor tamaño pero construidos íntegramente por hormigón. Un ejmplo es la Academia rumana.
Con otro metro me subo hacia el centro donde visito el conjunto arquitectónico en recuerdo a los judíos y gitanos rumanos asesinados por los nazis.
Con este tipo de monumentos me pasa que no siempre me emocionan. Recuerdo el de Berlín que no me dice nada. Sin embargo el de Cracovia (las sillas vacías) o el de Budapest (los zapatos en la orilla del danubio). El de Bucarest por desgracia está en el primer grupo.
Según la lonely Ceaucescu intentó en los 80' construir una megaciudad soviética en el Sur. Para ello trazó grandes avenidas, cargándose lo que hubiera por allí antes. En esta zona sólo se ha salvado la catedral.
No sólo por fuera, sino también por dentro, me ha parecido el edificio más bonito de Bucarest. Ha sido el único en el que me he encontrado con turistas organizados.
A medida que avanzaba el tiempo me he ido moviendo con el metro (no quería perderlo a lo tonto). Así he llegado hasta la plaza de la revolución
En ella, más concretamente en el edificio del partido, Ceaucescu pronunció su último discurso, que enardeció más aún los ánimos y acabó con la vida de cientos de rumanos y la suya propia. En medio de la plaza se erige ahora un monumento para recordar la tragedia.
Por último, he aprovechado que áun tenía tiempo para visitar, en frente de la misma plaza, el museo nacional de arte. Concretamente he visitado sólo la exposición de artistas europeos, no rumanos. Franceses, austriacos, españoles,...
La entrada ha sido 15 leis y me he estado algo más de una hora (sólo he visitado una sección). A diferencia del primer museo del día, éste ha estado muy bien. En la última sala he vuelto a tener la suerte (me acuerdo del último viaje a Suiza) de poder contemplar el beso, la edad de bronce y la primavera de Rodin. Yo solito en la sala.
Se me ha hecho un poco tarde y al final no he visitado el museo de historia de Rumanía
Aunque sí he podido hacerle la foto en la escalinata a Trajano, desnudo y con la loba de la tradición romaa en brazos.
Bueno pues eso ha sido mi día en Bucarest. Ahora a coger el tren nocturno que me llevará hasta Suceava, donde está la parte más interesante del viaje por Rumanía: los monasterios pintados de Bucovina.