Famosa por el Lago Occidental, rodeado de pagodas y puentes perdidos entre sauces y flores de loto, Hangzhou parece más una acuarela de cuento de hadas que una megaurbe china de 9 millones de habitantes. Aunque nos habríamos quedado varias semanas, nos tuvimos que conformar con pasar un día en Hangzhou.
Nada más llegar a la estación de trenes de Hangzhou, y tras sortear a todos los "acosadores" de excursiones organizadas (que no incluían el Templo Lingyin), cogimos un mapa de la ciudad en la caseta de información turística y confirmamos que el autobús número 7 nos llevaría hasta nuestro primer destino:
Templo Lingyin
Se trata de uno de los templos budistas más famosos de toda China y a él acuden cada día cientos de visitantes. Data del 396 d.C., aunque el templo principal fue ampliamente restaurado por la dinastía Song.
A escasos metros de la parada del autobús se encuentran las taquillas donde adquirir la entrada para el parque, en las faldas del pico Feilai. Según la leyenda, este pico fue transportado aquí desde la India por arte de magia. Las laderas de la montaña están repletas de tallas budistas, 470 en total, de los siglos X al XIV. La más famosa de todas es la del Buda Maitreya Riente. Conviene perderse un rato por los senderos del parque para admirar mejor las estatuas y el paisaje.
Para visitar el templo hay que pagar una nueva entrada, pero el gasto merece la pena. Al igual que el resto de templos de las tres religiones principales de China (Budismo, Taosimo y Confucionismo), los templos no se componen de un único edificio sino de multitud de ellos. Las decenas de pabellones del Templo de Lingyin son, además, de grandes dimensiones, situados en pendiente y con multitud de escaleras y jardines que surgen entre las nubes de incienso. Para hacerse una idea del tamaño del complejo, en el siglo X vivían en el templo más de 3000 monjes. De ahí que una visita más o menos completa, requiera entre 2 y 3 horas.
Mención especial merecen la sala de los Cuatro Guardianes Celestiales y el Gran Salón, que contiene una estatua de 20 metros de Siddhartha Gautama. Destaca también una sala con decenas de esculturas de budas y guardianes distribuidas en corredores con la forma de la esvástica budista.
Al igual que en el resto de templos chinos, los pabellones nunca se encuentran uno detrás de otro en línea recta, sino desviados a su izquierda o derecha. Para entrar en ellos es preciso sortear una especie de escalón alto. Todo esto se debe a la creencia de que así los fantasmas no pueden entrar. Está claro que China es otro mundo, hasta para las habilidades de los fantasmas.
Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, el Lago Occidental es una de las imágenes más famosas de China. La niebla envuelve parte de las verdes colinas que lo rodean, dejando entrever las pagodas, pabellones y puentes que allí se hallan.
El lago se creó en el siglo VIII cuando el gobernador de Hangzhou decidió dragar la que hasta entonces era una laguna. Con el tiempo se crearon jardines, se construyeron pagodas, diques e islas, hasta convertirse en lo que es hoy: una imagen que deja la boca abierta se mire desde donde se mire.
Al salir del Templo Lingyin cogimos de nuevo el autobús 7, con la intención de bajarnos en la primera parada que nos pareciera que merecía la pena. No tardamos mucho, en menos de 5 minutos vimos el cartel que indicaba el Jardín de Lotos y Bambú y allá fuimos, previa parada en el Kentucky Fried Chicken de enfrente para reponer fuerzas. Quisimos también comprar alguna bebida en un puesto a orillas del lago pero dimos con el truco de "contar billetes cuando no quiero hacer algo, como atender a extranjeros con los que no me entiendo", que ya explicaremos en otro post.
Quizá quien recorra el perímetro completo del lago encuentre otros rincones más bonitos. Para nosotros es difícil imaginar una zona mejor que la que contemplamos primero desde esos jardines, hasta el Mausoleo del general Yuefei y posteriormente por Bai Causeway, camino de la zona más urbanizada. Hicimos el recorrido a pie ya que descartamos la bicicleta nada más ver que gran parte del recorrido era compartido con el resto vehículos conducidos por los temerarios chinos. Quisimos coger los carritos de golf que circulan alrededor pero todos llegaban ya completos, quizá por ser domingo. Y los barcos nos parecieron muy caros y además no iban a la zona que queríamos nosotros (o eso entendimos entre los gritos de maaaa maaaa de la china de la taquilla que no estaba por la labor de colaborar).
Por todo ello, tuvimos que descartar la idea inicial de dar la vuelta completa al lago con parada y visita de la pagoda Leifeng. A lo largo de nuestro viaje por China vimos tantísimas pagodas por dentro que ahora nos alegramos de haber pasado más tiempo en el lago en lugar de hacer esta visita. Así, estuvimos cerca de tres horas paseando entre lotos, puentes, pequeñas islas y haciendo miles de fotos a las pagodas y templos que se divisaban entre las verdes colinas.
En nuestro plan inicial estaban también la calle Qinghefang, que descartamos por ser incapaces de sustituir los alrededores del lago por una calle de una ciudad; y el espectáculo nocturno "Impressions of the West Lake". Nos pareció demasiado caro y no se podía pagar con tarjeta de crédito, para variar. Además, aunque nuestro tren de vuelta no salía hasta 50 minutos después de finalizado el espectáculo, viendo el intenso tráfico y el gentío dimos por seguro que no llegaríamos a tiempo. Así, tras el atardecer, nos encaminamos hacia el centro de la ciudad y primero a pie y luego en metro, llegamos hasta la estación de trenes de Hangzhou, donde cambiamos los billetes para el tren anterior y así ahorrarnos también el taxi hasta el hotel.
Aquí tenéis el vídeo resumen de Hangzhou: