El día empezó, como no, temprano, a las 5:30 para ser más exactos. Tras desayunar y recoger las maletas, para el coche que nos queda un viaje de dos horas y media hasta el aeropuerto de Málaga.
Todo fue bien hasta que llegamos a la zona del aeropuerto. Había reservado un parking de larga estancia para el coche y como no, no encontraba dónde estaba. Empecé a ponerme nervioso y acabé llamando a la empresa. Nos tranquilizó y nos preguntó por donde estábamos. Yo le describí la zona y nos dijo que no nos preocuparamos que irían a por nosotros. Diez minutos más tarde llegó la furgoneta y la seguimos hasta el parking. Dejamos el coche y nos llevaron hasta el aeropuerto.
Ya allí, aunque quedaba menos de dos horas para salir, nos dio tiempo para todo y para aburrirnos en la espera.
El primer vuelo era a Amsterdam. Poco más de 3 horas de vuelo. Luego teníamos que esperar una hora y diez minutos para el siguiente, que se dirigía a Seattle. La escala se pasó en un periquete porque como era 4 de julio los trabajadores de Delta (la compañía con la que volábamos) estaban de fiesta y nos daban galletitas, chocolatinas, etc. Muy amables. Eso sí, pasamos un nuevo control para montar en su avión, mucho más exhaustivo que el que pasamos en Málaga.
El segundo vuelo fue realmente pesado, pero pasaron las diez horas del mismo. Lo malo aún estaba por venir, ya que teníamos una escala de casi 5 horas en Seattle para coger el avión a Billings. Pero con paciencia todo llega y cogimos el avión de hélices y medio dormitando y hechos polvo por la estrechez, llegamos a Billings cerca de las 12 de la noche de allí.
Billings, en Montana, es una ciudad de poco más de 100000 habitantes. Su aeropuerto, es pequeño, pero lo que no me esperaba es que aquello, a la llegada, estuviera totalmente muerto. Es que no había nadie, nadie, nadie. Ni taxis. Hechos polvo no sabíamos que hacer. Menos mal que había un cartelico con números de teléfono de utilidad y uno de ellos era para llamar a un "Yellow Cap" (un taxi). Llamamos, mi inglés de mi época del instituto más oxidado imposible, y tras medio entendernos nos dice que tarda una hora.... ¿¿¿Una hora??? Mi mujer y yo estabamos ya reventados y pensar en esperar allí solos una hora... Menos mal que luego no fue ni media hora, y que no vino un taxi normal ni corriente, sino una limusina Estos americanos son la hostia.
Aeropuerto de Billings, totalmente desierto
Llegamos al hotel y en poco tiempo caímos rendidos. Por cierto, el hotel bastante apañado.
Llegada a la habitación del hotel Riversage Billings Inn Todo fue bien hasta que llegamos a la zona del aeropuerto. Había reservado un parking de larga estancia para el coche y como no, no encontraba dónde estaba. Empecé a ponerme nervioso y acabé llamando a la empresa. Nos tranquilizó y nos preguntó por donde estábamos. Yo le describí la zona y nos dijo que no nos preocuparamos que irían a por nosotros. Diez minutos más tarde llegó la furgoneta y la seguimos hasta el parking. Dejamos el coche y nos llevaron hasta el aeropuerto.
Ya allí, aunque quedaba menos de dos horas para salir, nos dio tiempo para todo y para aburrirnos en la espera.
El primer vuelo era a Amsterdam. Poco más de 3 horas de vuelo. Luego teníamos que esperar una hora y diez minutos para el siguiente, que se dirigía a Seattle. La escala se pasó en un periquete porque como era 4 de julio los trabajadores de Delta (la compañía con la que volábamos) estaban de fiesta y nos daban galletitas, chocolatinas, etc. Muy amables. Eso sí, pasamos un nuevo control para montar en su avión, mucho más exhaustivo que el que pasamos en Málaga.
El segundo vuelo fue realmente pesado, pero pasaron las diez horas del mismo. Lo malo aún estaba por venir, ya que teníamos una escala de casi 5 horas en Seattle para coger el avión a Billings. Pero con paciencia todo llega y cogimos el avión de hélices y medio dormitando y hechos polvo por la estrechez, llegamos a Billings cerca de las 12 de la noche de allí.
Billings, en Montana, es una ciudad de poco más de 100000 habitantes. Su aeropuerto, es pequeño, pero lo que no me esperaba es que aquello, a la llegada, estuviera totalmente muerto. Es que no había nadie, nadie, nadie. Ni taxis. Hechos polvo no sabíamos que hacer. Menos mal que había un cartelico con números de teléfono de utilidad y uno de ellos era para llamar a un "Yellow Cap" (un taxi). Llamamos, mi inglés de mi época del instituto más oxidado imposible, y tras medio entendernos nos dice que tarda una hora.... ¿¿¿Una hora??? Mi mujer y yo estabamos ya reventados y pensar en esperar allí solos una hora... Menos mal que luego no fue ni media hora, y que no vino un taxi normal ni corriente, sino una limusina Estos americanos son la hostia.
Aeropuerto de Billings, totalmente desierto
Llegamos al hotel y en poco tiempo caímos rendidos. Por cierto, el hotel bastante apañado.