Apenas había un espacio de no más de 2 cm entre la persiana y el borde de la ventana. Pero eso era más que suficiente para que el luminoso sol caribeño invadiera la habitación y te obligara a despertar. Escribir a la familia, revisar correos electrónicos, un minucioso zapping en la tv (algo que nunca puedo dejar de hacer en cada país que visito) y un buen duchazo. Ese fue mi ritual antes de salir a explorar L’Anse Aux Epines, la población más al sur de la isla de Grenada.
*** Imagen borrada de Tinypic ***
Ubicacion de L’Anse Aux Epines
Ubicacion de L’Anse Aux Epines
La noche anterior, Oliver me había dicho que la playa de Grand Anse estaba a unos 15 minutos caminando o 2 minutos usando el transporte público (unos pequeños minibuses cuyo costo era de 1 $US). Como necesitaba ir al banco por efectivo, decidí caminar por la zona. Justo al frente de la casa estaba un colorido local llamado West Indies Beer Co., donde además de probar cervezas artesanales podías comer un menú sencillo (cerdo / carne y una guarnición) por unos 10$. El único problema, es que nunca logre adaptarme a su horario. Era algo como “abierto de 10 am a 11:00 pm / 3:00 pm a 4:00 pm / 6:00 pm a 9:00 pm”, y en general, la mayoría de los restaurantes de la isla se manejaban en el mismo horario.
En cuanto al banco (Republic Bank), increíblemente eficiente. En apenas 5 minutos pude hacer todos los trámites para obtener moneda local (East Caribbean dollar = $EC / 1 $US = 2,7$EC), y sin pagar comisiones o tasas como se acostumbra en otros países, cosa que me sorprendió gratamente. Sé que muchos están pensando que tanta eficiencia tiene una explicación, Grenada es un paraíso fiscal. Pues no, varios días después fui al Scotiabank, y fue como ir a un banco en Caracas, es decir, terrible.
Después del banco, pregunte a varios lugareños como llegar hasta Grand Anse Beach. Casi nadie hablaba español, y el inglés caribeño tiene un particular acento que lo hace bastante difícil de comprender a la primera de cambios. Algunos me decían que tomara un bus y le pidiera que me dejara (no hay paradas establecidas) en “damal”. Como no entendía que demonios significaba “damal”, seguí preguntando hasta que una linda mujer de unos 30 años, apenas termine de preguntarle la dirección, me dijo “Come on! You’re so young. You can walk. Just go straight”. Le agradecí y seguí su consejo con una sonrisa de oreja a oreja. Después de unos 20 minutos de caminar “straight” (o lo que se traduciría en unos 2 kilómetros según Google Maps), y donde solo veía apartamentos vacacionales, llegue a una avenida donde estaba el Spiceland Mall, un pequeño mall con lo necesario para una estadía en la isla. El área de comida no tiene franquicias conocidas, pero las existentes son muy buenas y relativamente económicas (6 -10 $ un almuerzo). De hecho, las únicas franquicias en la isla son KFC (adorada por los grenedinos) y Subway. Desconozco la razón por la cual Mc Donalds no se ha apoderado de cada esquina de ese pequeño paraíso.
Después de un merecido descanso con aire acondicionado y medio litro de agua, cruce la calle buscando la playa. Encontré un bonito parque llamado Camerhogne Park. Este pequeño jardín está junto a varios resorts, por lo que había posibilidad de conectarse a algunos WiFi mientras me sentaba a comer o a beber un par de cervezas, a solo unos metros de la cerca de madera que le separaba de la playa.
Seguramente muchos han visto cientos de portadas de revista con paisajes paradisiacos que dejan boquiabierto. Bueno, Grand Anse beach no es nada parecido, porque esta abarrotada de resorts. Sin embargo, la energía que reina en el ambiente es total y absolutamente única. La mayoría de los turistas en los resorts de Grand Anse son americanos, y siempre están el restaurant del hotel, en el patio o en la piscina; lo que deja como resultado que la playa sea un área de paz y tranquilidad absoluta, con todos los servicios a unos cuantos metros. Para mí fue un privilegio poder ver el agua color turquesa devorando la fina arena blanca y sabiendo que si entraba a uno de los restaurantes, podía ver CNN, ESPN o cualquier cosa que me mantuviera en la realidad.
En cuanto al banco (Republic Bank), increíblemente eficiente. En apenas 5 minutos pude hacer todos los trámites para obtener moneda local (East Caribbean dollar = $EC / 1 $US = 2,7$EC), y sin pagar comisiones o tasas como se acostumbra en otros países, cosa que me sorprendió gratamente. Sé que muchos están pensando que tanta eficiencia tiene una explicación, Grenada es un paraíso fiscal. Pues no, varios días después fui al Scotiabank, y fue como ir a un banco en Caracas, es decir, terrible.
Después del banco, pregunte a varios lugareños como llegar hasta Grand Anse Beach. Casi nadie hablaba español, y el inglés caribeño tiene un particular acento que lo hace bastante difícil de comprender a la primera de cambios. Algunos me decían que tomara un bus y le pidiera que me dejara (no hay paradas establecidas) en “damal”. Como no entendía que demonios significaba “damal”, seguí preguntando hasta que una linda mujer de unos 30 años, apenas termine de preguntarle la dirección, me dijo “Come on! You’re so young. You can walk. Just go straight”. Le agradecí y seguí su consejo con una sonrisa de oreja a oreja. Después de unos 20 minutos de caminar “straight” (o lo que se traduciría en unos 2 kilómetros según Google Maps), y donde solo veía apartamentos vacacionales, llegue a una avenida donde estaba el Spiceland Mall, un pequeño mall con lo necesario para una estadía en la isla. El área de comida no tiene franquicias conocidas, pero las existentes son muy buenas y relativamente económicas (6 -10 $ un almuerzo). De hecho, las únicas franquicias en la isla son KFC (adorada por los grenedinos) y Subway. Desconozco la razón por la cual Mc Donalds no se ha apoderado de cada esquina de ese pequeño paraíso.
Después de un merecido descanso con aire acondicionado y medio litro de agua, cruce la calle buscando la playa. Encontré un bonito parque llamado Camerhogne Park. Este pequeño jardín está junto a varios resorts, por lo que había posibilidad de conectarse a algunos WiFi mientras me sentaba a comer o a beber un par de cervezas, a solo unos metros de la cerca de madera que le separaba de la playa.
Seguramente muchos han visto cientos de portadas de revista con paisajes paradisiacos que dejan boquiabierto. Bueno, Grand Anse beach no es nada parecido, porque esta abarrotada de resorts. Sin embargo, la energía que reina en el ambiente es total y absolutamente única. La mayoría de los turistas en los resorts de Grand Anse son americanos, y siempre están el restaurant del hotel, en el patio o en la piscina; lo que deja como resultado que la playa sea un área de paz y tranquilidad absoluta, con todos los servicios a unos cuantos metros. Para mí fue un privilegio poder ver el agua color turquesa devorando la fina arena blanca y sabiendo que si entraba a uno de los restaurantes, podía ver CNN, ESPN o cualquier cosa que me mantuviera en la realidad.
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El Caribe en primera fila
No sabía qué hacer, caminar por los casi 3 km de costa o simplemente sentarme a admirar el imponente Mar Caribe. Opte por caminar hacia el norte, y a medida que avanzaba podía ver que ya no era tan solitario, bastantes lugareños en la playa y muchos pequeños locales de comida. En el camino encontré el Craft and Spice Market, un recinto con más de 80 stands de artesanía, ropa, especias, instrumentos musicales, etc. Ideal para comprar souvenirs a precios de zona turística, aunque claro, siempre puedes regatear.
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Craft and Spice Market
Craft and Spice Market
Después de tanto caminar, el sol hacia estragos en mi humanidad nuevamente. Di media vuelta y decide regresar al punto de partida en el Camerhogne Park. Llegué, y me deje caer en una de esas bancas estilo “american camp”. A los pocos minutos escuche una conversación de una pareja americana, de esas que parecen modelos de Calvin Klein. Estaban comentando lo agradable que había sido su almuerzo en un lugar bastante intimo llamado Umbrella’s Bar. Quizás por la insolación ya no tenía vergüenza de hablar en inglés, y en un acto de absoluta confianza, pedí permiso para sentarme junto a ellos. Después de presentarnos y las típicas preguntas de los estereotipos de nuestras nacionalidades, termine con un intercambio de números telefónicos y la dirección del Umbrellas’s Bar. Lo mejor de todo es que quedaba allí mismo, en Grand Anse Beach, unos cuantos metros al sur.
Ya eran las cuatro de la tarde, y mi estómago lo sabía. Mientras caminaba buscando Umbrellas’s Bar, notaba que (a diferencia del lado norte) la playa se hacía más solitaria y con muy pocos (o prácticamente ninguno) lugareños. Cuando encontré Umbrella’s Bar, el panorama no era lo esperado, muchos autos aparcados, las mesas hasta el tope y repleto de americanos. Tome la única mesa libre que quedaba afuera, y después de 15 minutos (mucho tiempo para alguien hambriento) me dieron el menú, ordene una hamburguesa preparado mentalmente en tener que esperar media hora. Sin embargo, en apenas 10 minutos llego el plato con la mejor hamburguesa que comí en la isla, una Blue Cheese Burger. Sé lo que están pensando, es una opinión subjetiva de alguien que estaba hambriento. En mi defensa, solo diré que fui un par de veces más, y siempre quede satisfecho con la calidad de la comida.
Ya eran las cuatro de la tarde, y mi estómago lo sabía. Mientras caminaba buscando Umbrellas’s Bar, notaba que (a diferencia del lado norte) la playa se hacía más solitaria y con muy pocos (o prácticamente ninguno) lugareños. Cuando encontré Umbrella’s Bar, el panorama no era lo esperado, muchos autos aparcados, las mesas hasta el tope y repleto de americanos. Tome la única mesa libre que quedaba afuera, y después de 15 minutos (mucho tiempo para alguien hambriento) me dieron el menú, ordene una hamburguesa preparado mentalmente en tener que esperar media hora. Sin embargo, en apenas 10 minutos llego el plato con la mejor hamburguesa que comí en la isla, una Blue Cheese Burger. Sé lo que están pensando, es una opinión subjetiva de alguien que estaba hambriento. En mi defensa, solo diré que fui un par de veces más, y siempre quede satisfecho con la calidad de la comida.
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En busca de la Blue Cheese Burger perdida
Mientras comía pude ver a dos señoras que aguardaban por una mesa, como yo estaba solo, las invite a sentarse. Aceptaron, y tuvimos una de esas conversaciones agradables donde sientes gran empatía con tu interlocutor. Eran viejas amigas, estaban recién jubiladas y en una de esas aventuras que todos hemos soñado, compraron un par de boletos para un crucero por todo el Caribe. Llevaban dos días en la isla y partirían al día siguiente rumbo a San Vicente. Cuando pedí mi cuenta (casi $20), este par de damas la quito de mis manos y dijeron que querían agradecerme por mi amabilidad. Me negué un par de veces, y al ver que no podría convencerlas acepte el regalo. Mientras nos despedíamos, quedamos maravillados por el hermoso atardecer del cual éramos testigos.
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Atardecer en Grand Anse Beach
Esa tarde, me sentí absoluta y totalmente privilegiado. Estaba viajando en solitario, pero hasta ahora había tenido más compañía de lo esperado. Tercera lección del viajero solitario aprendida, cuando viajas solo, nunca estarás realmente solo. Nada mal para mi segundo día en la isla.
Gracias por leer!!!
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