Tras un vuelo de lo más breve y un corto trayecto en metro llegamos a Oporto. Eran las 10:30 y ya estábamos en la puerta del hotel pero el check-in no se realizaba hasta las 15:00. Probamos suerte y ¡bingo!
nos asignan habitación al momento y ya podemos dejar allí las maletas y empezar a recorrer la ciudad. El paseo guiado comenzaría a las 12:00 y nos propusimos bajar al punto de encuentro en la calle Galerías de París caminando. Comenzamos nuestro recorrido por las calles de la ciudad dirigiéndonos a la Plaza de la Libertad, una céntrica plaza en el corazón de Oporto. En su extremo más elevado se sitúa el Ayuntamiento, cuya torre blanca y esbelta es visible desde muchos puntos del casco histórico. La plaza está rodeada por una serie de magníficos edificios blancos de estilo modernista de finales del s. XIX y principios del XX, que forman un conjunto muy armonioso.
Dejamos atrás la plaza para adentrarnos en una serie de calle empinadas y estrechas. Este barrio está plagado de pequeños tesoros arquitectónicos que no debéis perderos, como el Rectorado de la Universidad de Oporto, el Museo de la Fotografía, la iglesia y torre de los Clérigos y jardines como el parque de la Cordoaria. Enseguida llama nuestra atención un mercadillo de antigüedades que encontramos en la calle Cándido dos Reis. Aquí se vende de todo y el ambiente nos recuerda al del Rastro de Madrid pero a pequeña escala.
Este barrio se conoce como Cordoaria y es donde hemos quedado con Sofía, nuestra guía, para realizar un recorrido de unas 4 horas descubriendo lugares que no son tan populares en las guías turísticas. El grupo no es numeroso (unas 14 personas) y Sofía habla muy bien castellano fruto de los seis meses que pasó en España de Erasmus. Nos cuenta que en la misma calle Galerías de París es donde se centra en la actualidad toda la vida nocturna de la ciudad: jóvenes estudiantes y alumnos de Erasmus. Sin embargo, a estas horas todo está tranquilo y apacible.
Donde sí encontramos gran bullicio es en torno a un local que se halla a la vuelta de la esquina, la librería Lello e Irmao, la tercera librería más bella del mundo según The Guardian. A mi me pareció maravillosa y difícil de igualar. A pesar de la cantidad de personas tomando fotos dentro, la tienda goza de una decoración impresionante en 2 plantas, y pudimos recorrerla en su totalidad. Se rumorea que la autora J.K. Rowling se inspiró en su ornamental escalera para algunos pasajes de su primer libro de Harry Potter y desde entonces no ha parado de recibir visitantes, tantos que durante los meses de mayor afluencia de público se limita el acceso y sólo pueden tomarse fotografías a unas horas determinadas del día. Su fachada es también preciosa.
Ya en la Plaza Gomes Teixeira nos fijamos en una preciosa pared decorada con los típicos azulejos blancos y azules. Se trata de la iglesia do Carmo, adosada a otra iglesia que pertenece al Convento de los Carmelitas. Nos quedamos boquiabiertos con su sorprendente decoración interior de estilo rococó. Una verdadera obra de arte. Justo delante se toma el famoso tranvía 22 que hace un recorrido circular por el centro. Es de esos típicos tranvías antiguos como los de San Francisco en USA.
Atravesamos el Parque de la Cordoaria dejando a nuestra derecha el Palacio de Justicia y nos disponemos a descender hacia la zona conocida como Miragaia, por gozar de las mejores vistas sobre el río y las bodegas. En este barrio las calles se estrechan y apenas dejan pasar el sol. La iglesia de la Victoria se levanta en una calle angosta que impide admirar su fachada en todo su esplendor. Sofía nos lleva hasta uno de los mejores miradores que encontramos durante nuestra ruta por la ciudad, el mirador Bataria de la Victoria. Las vistas sobre la Catedral, el Palacio Episcopal, el Puente D. Luis I y Vilanova de Gaia son estupendas desde aquí.
Continuamos el paseo entre ropa tendida al sol y música portuguesa que sale de las ventanas. Cerca del club inglés hacemos una pausa para tomar algo y descansar que ya llevamos casi 2 horas de paseo.
Uno de los lugares más bonitos e inesperados que encontramos en Miragaia fue el Huerto de las Virtudes, un recóndito parque escalonado en varios niveles que casi desciende casi hasta la orilla del Duero. Es un parque que no está muy señalizado en las guías por lo que goza de mucha tranquilidad. Contiene una gran variedad de árboles y plantas, algunas de ellas exóticas. Nos deleitamos con las camelias que acaban de florecer y de las que hay multitud de colores, así como con las vistas sobre el río.
El barrio de Miragaia, tradicionalmente habitado por marineros y comerciantes de paso, quedaba fuera de las murallas de la ciudad. Junto a los restos de la muralla proseguimos el descenso hacia el río. En su orilla se encuentra el edificio de la antigua Aduana, convertida hoy en un centro de exposiciones. Nos fijamos que muchas de las casas están sustentadas por grandes arcos de piedra, construidos para paliar los efectos de las continuas inundaciones por las crecidas del río.
Estamos entrando en La Ribeira, uno de los barrios más pintorescos y antiguos de Oporto. Pero antes, a la izquierda, nos topamos con dos construcciones imponentes. Una de ellas es la magnífica Iglesia de San Francisco. Anexo al templo se accede al convento gótico en cuyas catacumbas se pueden ver miles de huesos y cráneos de personajes notables y frailes franciscanos allí sepultados. A espaldas del templo, se encuentra el fabuloso Palacio de la Bolsa, la otra joya de la ciudad. Planeamos la visita a estos dos edificios para las siguientes jornadas.
Ahora sí que entramos en la famosa Ribeira, donde queda alguna que otra construcción de época medieval, ya casi todas desaparecidas en la ciudad, entre ellas, la Casa do Infante, llamada así por ser el lugar de nacimiento del Infante D. Henrique, el Navegante. Fue residencia real aunque en la actualidad es un museo arqueológico.
La soleada orilla del río bulle de actividad los fines de semana. Aquí hay multitud de restaurantes y pequeños cafés. Cerca de los embarcaderos desde los que parten los barcos que recorren el Duero vimos artistas callejeros tocando sus canciones, pintando cuadros o vendiendo artesanía. Las fachadas de las casas están pintadas de vivos colores que llaman la atención. En este punto finaliza el recorrido con Sofía que se despide de nosotros y a la que agradecemos sus explicaciones y consejos para nuestra estancia en la ciudad.
Ya que estábamos en la Ribeira, aprovechamos la soleada tarde para hacer el crucero de los 6 puentes que tantas ganas teníamos. En el muelle vimos que todos las empresas que ofrecen este servicio tienen más o menos los mismos precios, incluso algunas venden tickets combinados. Optamos por un billete combinado de crucero + visita a bodega + descuento en Palacio de la Bolsa por 14€/persona que se puede usar durante 3 días. Nos montamos en el típico rabelo para un paseo de 60 minutos bajo 6 de los puentes de la ciudad. A pesar de que hacía muy buena tarde cerca de la desembocadura del río siempre sopla el viento y se notaba fresco pero el recorrido es precioso y más aún en la puesta de sol.

Al final del paseo en barco fuimos caminando hasta el Puente D. Luis I y decidimos ascender por las escaleras cercanas para subir hasta la Sé de Oporto para contemplar la puesta de sol desde su mirador. La imagen parecía una postal.
La catedral y el claustro ya habían cerrado y la persona de la oficina de turismo que hay enfrente no supo informarnos de los horarios de los monumentos, así que mi consejo es que los consultéis previamente en el hotel.
Ya con el sol muy bajo nos dirigimos a la Estación de Sao Bento donde nos maravillamos con la decoración de su vestíbulo. Más de 20.000 azulejos nos cuentan la historia de Portugal entre el ajetreo de pasajeros que corren a tomar el tren.
Regresamos de nuevo a la Plaza de la Libertad. De camino al hotel para descansar pasamos por dos lugares que merecen mucho la pena ya que estaban llenos de portuenses realizando sus compras. La calle Rua Santa Caterina, llena de comercios y tiendas de ropa que además es peatonal. No olvidéis entrar en el Café Majestic, si bien no es barato el ambiente es bohemio y tranquilo. A poca distancia admiramos los mosaicos de azulejos de la Capela das Almas, una auténtica obra de arte.
Después de una jornada agotadora cenamos algo rápido en el Restaurante Triunfante II que se encuentra enfrente del hotel y donde nos dieron muy bien de comer cocina típica portuguesa a precios populares. Muy recomendable.
Para ser el primer día en la ciudad no está mal, ¿no?