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Por fin llegó el día, tantos años soñado con ello y allí estábamos, en el aeropuerto, y yo no me lo creía. El vuelo salía a las 10 de la mañana de Madrid y hacíamos una escala en Zúrich de 40 minutos.
El avión salió muy puntual y ya al poco tiempo nos trajeron un mini bocadillo, una bebida y una chocolatina suiza. Acostumbrados a Ryanair nos sentíamos a todo lujo.
Pero yo aún no estaba tranquila, ya que tenía bastante miedo a perder la conexión. Llegamos a Zúrich y a correr por los pasillos, cogimos un tren que comunica las terminales, y yo no cabía en mí de los nervios mirando el reloj. Pero cuando llegamos a nuestra puerta, resulta que había una tremenda cola para los vuelos que iban a USA, dónde ya te hacen un pequeño control, así que respire por fin. Si estáis en esta situación no os preocupéis, porque además las conexiones entre las terminales en este aeropuerto son fáciles y rápidas.
Era la primera vez que yo hacía un vuelo tan largo así que estuve bastante emocionada con mi manta, almohada… Tenías pantalla individual con pelis, series, documentales, juegos… Eso si en español casi nada.
El vuelo se nos pasó muy rápido, y he de decir que me pareció que la comida era bastante buena para ser de avión. De merienda nos pusieron una especie de quiche de queso que estaba muy buena. La verdad es que nos quedamos encantados con Swiss Air.
Aterrizamos en New York a las 17:00 hora local y yo rezaba para que hubiese poca gente en el control y aprovechar la tarde, pero por mucho que corrimos, cuando vi la cola se me cayó el alma a los pies. Al final estuvimos 2 horas en la cola y lo peor fue que no pude conectarme en ningún momento, así que tampoco podíamos decir que habíamos llegado bien, y aunque nosotros aun no lo sabíamos, esa misma mañana fue cuando se ocurrió la desgracia de Germanwings, así que nuestras familias si pasaron un mal rato. Nuestro vuelo salió a la misma hora sólo que de Madrid en vez de Barcelona, y tuvimos que pasar muy cerca del accidente, cuando me enteré unas horas más tarde se me puso la piel de gallina.
Por fin nos tocó el turno y después de las típicas preguntas, cuánto tiempo te quedas, primera vez en Estados Unidos, en qué hotel te alojas, te piden el papel que has cubierto en el avión, foto, sello al pasaporte y para dentro. Vamos a la cinta y nuestras maletas estaban esperándonos así que nos encaminamos al Air Train. Está todo muy bien indicado, no tendréis problema.
Nos bajamos en Jamaica Station y allí pagamos los 5 dólares del trayecto del Air Train (sólo es gratuito entre terminales) más los 2’75 del billete individual de metro. Y cogemos la línea J o Z, ya no recuerdo, nos valían las dos, y nos bajamos en Canal Street.
Cuando por fin tocamos suelo Neoyorkino, podemos mandarle un mensaje a nuestras familias de que todo ha ido bien y al hotel. Después de alucinar con el tamaño de la habitación y aunque para nosotros ya son casi las 4 de la mañana, tenemos que entrar por la puerta grande e ir a ver Times Square. Pagamos billete individual, ya que nos sacaremos la metrocard al día siguiente, como es válida por 7 días, haciendo cuentas, el último día posiblemente hagamos más viajes que el primero.
Según salimos del metro nos quedamos boquiabiertos, parece de día, y qué altos son los edificios, por mucho que hayas visto y leído, Times Square abruma, sobre todo de noche.
Queríamos ir a cenar al Ellen Stardust, famoso porque los camareros cantan, está en Broadway con la 51, pero había una cola larguísima, el cansancio y el frío hacen que entremos en un Nathan Famous en una calle aledaña, y nos comamos los primeros perritos con más pena que gloria, pero felices.
Y ahora si, a la cama, que lo bueno está por llegar. Desde la cama veo la antena del Empire State y me duermo con una sonrisa en la cara.
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