Un paseo por Trujillo (Cáceres). Cultura, monumentos y gastronomía. ✏️ Diarios de Viajes de España

Por su cercanía, Trujillo es el complemento ideal de cualquier visita a Cáceres capital, aunque también se puede aprovechar algún viaje que se realice por la Autovía de Extremadura hacia el suroeste de la Península Ibérica para pasar una mañana o una tarde. También resulta muy recomendable comer allí, ya que tiene una buena y variada oferta gastronómica como pudimos comprobar. Además, cuenta con un conjunto monumental renacentista sumamente interesante, mucho más de lo que se puede ver en su conocidísima Plaza Mayor, cuya visita ya merece por si sola una parada en la ciudad, que actualmente tiene una población algo superior a los nueve mil habitantes.

Su origen es celta y por aquí pasaron también los romanos, que la llamaron Turgalium. Con la llegada de los árabes en el siglo VIII, adquirió una gran importancia estratégica, prueba de lo cual fue la construcción de una importante fortaleza que sería conquistada en 1232 por el rey de Castilla, Fernando II el Santo. Alfonso X el Sabio le dio fuero propio y Juan II otorgó a la villa el título de ciudad, lo que contribuyó a que las familias nobles acometieran la construcción de casonas y palacios. Sin embargo, igual que ocurrió en Cáceres, fue en el siglo XVI cuando la localidad vivió una época de gran auge en la arquitectura ya que algunos de los más destacados conquistadores de América eran originarios de estas tierras, como Pizarro, García de Paredes, Nuño de Chaves y Orellana. Y con las riquezas traídas de las Indias, ellos y sus familias construyeron hermosas casas, palacios e iglesias.

Dista de Madrid 254 kilómetros, que se hacen en unas dos horas y media por la A-5, Autovía de Extremadura, en un viaje cómodo y sin peajes. Cáceres y Trujillo también se comunican por una autovía autonómica, la A-58, y se tarda menos de 40 minutos en cubrir los 46 kilómetros que hay entre ambas ciudades.

En esta ocasión, veníamos desde Cáceres y al dejar la A-58 y tomar la N-521 para cubrir los últimos kilómetros hacia Trujillo, pudimos distinguir perfectamente la población encaramada sobre un promontorio granítico, con una buena vista panorámica.

Intentamos aparcar el coche lo más cerca posible del centro, pero después de dar varias vueltas sin encontrar un mal hueco, decidimos no complicarnos más la vida y llevamos el coche a un parking subterráneo, situado a unos cinco minutos caminando de la Plaza Mayor. Era lunes y laborable en Extremadura, pero al ser fiesta en Madrid, la ciudad estaba más concurrida de lo habitual en día de diario. De paso hacia la Plaza Mayor (donde queríamos almorzar), vimos algunos edificios religiosos que nos llamaron la atención, como la portada del Convento de San Francisco, que tiene su origen en un pequeño cenobio que los monjes franciscanos levantaron en tiempos de Isabel la Católica y que fue sucesivamente ampliado hasta el siglo XVIII en que adquirió la forma que conserva ahora, si bien fue reformado en el siglo XVIII, cuando la desamortización de Mendizábal supuso la desacralización de buena parte de sus dependencias.

En la Plaza Mayor hay mucho que ver… y que comer. Con buen tiempo (como sucedió durante nuestra visita pese a estar en noviembre), sus soportales se llenan con las terrazas de un gran número de bares y restaurantes, algunos de los cuales ocupan edificios y casonas muy notables. Así que empezaremos por la cuestión culinaria. Después de ver los menús y de haber leído algunos comentarios, nos decidimos por el restaurante Bizcocho Plaza, situado en el número 11, junto a la Casa de la Cadena. No nos decepcionó, la comida nos gustó bastante y el precio tampoco era exagerado, sobre todo el menú del día, que costaba 22 euros. Yo lo tomé y quedé bastante satisfecha pues la crema de verduras y el lomo de bacalao gratinado con muselina estaban muy ricos, y el flan casero de melocotón me pareció exquisito. Mi marido tomó sopa de pastores y cazuelita de arroz caldoso con perdiz estofada y boletus (muy rico el arroz), el postre no lo recuerdo, pero sé que también le gustó mucho. Ponen aperitivo y chupitos, y también tienen un menú degustación. Como he dicho, buena comida, aunque otros detalles no me lo parecieron tanto, como que el servicio entre el postre, el café y traer la cuenta se demorase más de tres cuartos de hora, si bien es cierto que se trataba de un día en que (según nos comentaron) ni ellos mismos esperaban tal afluencia de visitantes en Trujillo.

Justamente al lado de este restaurante, se encuentra otro muy conocido, La Troya, que destaca por su “excesiva” generosidad en las raciones de comida que sirve (especialidades de la región) y a muy buen precio. Especialmente recomendado a los más comilones, lo que no es nuestro caso, y menos cuando estamos de viaje.

Al contrario que en la de Cáceres, en la Plaza Mayor de Trujillo se permite aparcar (al menos los días laborables, no sé los festivos), lo cual a mi, particularmente, me parece un error, si bien es probable que los comerciantes y hosteleros de la zona no compartan mi opinión. Aunque el tamaño de esta plaza es enorme, no deja de resultar un tanto molesto ver tantos coches y autobuses alrededor, estropeando la magnífica perspectiva que ofrece el corro de edificios medievales porticados, con la fuente-pilón y la imponente estatua ecuestre de Francisco Pizarro como punto de referencia. La escultura fue donada a la ciudad en 1929 por un matrimonio americano de escultores, Charles Rumsey y María Harriman. Es de bronce y pesa 6.500 kilos.

La Plaza Mayor de Trujillo es una de las más grandes de España y también de las más bonitas e interesantes por sus edificios. Tiene forma de rectángulo irregular y su trazado actual responde a la ampliación que se realizó después del medievo para adecuarla a la función de mercado de la ciudad, de ahí la distribución de los espacios por gremios. Igualmente se aprecia que está trazada como en varios niveles, ya que servía para salvar los desniveles entre las zonas altas y bajas de la ciudad.

Situados en el centro de la Plaza, fuimos desgranando las características y la historia de las casas, si bien es cierto que no se trataba del mejor momento para tomar fotografías por las acusadas sombras y los fuertes reflejos del sol. De izquierda a derecha, empezamos por el Palacio del Marqués de la Conquista:

Es uno de los edificios más llamativos de la Plaza Mayor. Fue construido en el siglo XVI por Hernando Pizarro, el hijo del conquistador. Con fachada principal porticada, es de estilo plateresco. Tiene un imponente balcón de esquina flanqueado por los bustos de los hermanos de Pizarro y sus esposas, coronado por un enorme escudo con varias esculturas relacionadas con el descubrimiento de América. En las rejas también aparece el escudo de los Pizarro.

Está a la derecha, en ángulo recto con la Casa del Marqués de la Conquista, el edificio data del siglo XV, pero la fachada originaria se perdió tras una serie de ampliaciones y reformas realizadas a principios del siglo XVI, a cuya fecha corresponde la fachada actual que consta de tres cuerpos con balconadas y galería inferior.

A la derecha de las Casas Consistoriales, es originaria del siglo XVI, aunque bastante reformada con posterioridad, conserva la fachada con elementos góticos tardíos. Su apelativo se debe a que era donde los veedores del Concejo pesaban trigo, cebada y harina para velar por la exactitud de los pesos y medidas, al tiempo que vigilaban la calidad de los productos. Según informaciones de la época, aquí se alojó el rey Felipe II en 1583.

Surgió en el siglo XVI de la reforma de un antiguo recinto defensivo que incorporaba también la Torre del Alfiler, que se puede ver a su derecha. El edificio fue parcialmente destruido en 1828, por lo que se reformó su fachada hasta quedar como se la ve ahora, aunque se conservan algunos elementos originarios. Lo más destacado es la cadena que está sobre la puerta y que simboliza el derecho de asilo concedido por el rey Felipe II en 1583 durante el viaje que hizo para ser proclamado Rey de Portugal. Actualmente alberga un hostal y un restaurante.

Uno de los símbolos de la ciudad. Fue desmochada por orden de Isabel la Católica y reconvertida en Torre del Homenaje del Palacio de Chaves Cárdenas (La Casa de la Cadena). En sus orígenes fue una torre defensiva que formaba parte de la muralla de la antigua alcazaba. Es una torre rectangular de 367 m2, con ventanales y crestería góticos que se colocaron cuando perdió su finalidad defensiva. Destaca el cimborrio adornado con azulejos talaveranos dibujando los escudos de los Chaves-Orellana. En lo alto del cimborrio hay varilla clavada, que señala la alzada de la parte eliminada por el desmoche.

Se construyó entre los siglos XV y XVI, sobre la estructura de otro templo del siglo XIV que quedó muy afectado por las luchas entre Isabel de Castilla y Juana la Beltraneja, del que sólo se conserva una parte embebida en el actual campanario. La fachada que mira a la Plaza Mayor es renacentista y la que da a la calle García de Paredes es gótica con influencias germanas, se denomina de “Las Limas” y data de la época de los Reyes Católicos. Frente a esta puerta se celebraban las sesiones abiertas del Concejo de Trujillo y se recibió oficialmente al Emperador Carlos V en 1526 y posteriormente a su hijo Felipe II. Tiene dos torres muy diferentes, la del reloj, tiene un capitel decorado con azulejos de Talavera.

Está al lado de la Iglesia de San Martín. Data del siglo XVI y es, quizás, el edificio con aire más monumental de la ciudad, en el que destacan su fachada plateresca, el balcón de esquina y el conjunto de chimeneas moriscas. En su interior, son notables la escalera y el patio. También del siglo XVI, aunque bastante reformada con posterioridad, conserva la fachada con elementos góticos tardíos.

De cierta reminiscencia italiana, tiene fachada renacentista, rematada con crestería de estilo gótico. La galería o lonja inferior prestaba cobijo a los comerciantes que vendían sus productos los jueves, día de mercado.

Calle Sillerías, junto al Palacio de los Marqueses de Piedras Albas.

Una vez vista la Plaza Mayor, hay que ir por la calle posterior (calle Ballesteros), que sube hacia el castillo girando a la derecha, y continua hacia la Puerta de Santiago si se sigue todo recto. Nosotros seguimos esta dirección.

También llamada del Sol. Punto clave para la defensa de la ciudad medieval. Arco de medio punto coronado por siete almenas y una hornacina, con los escudos de los Reyes Católicos y la familia de los Altamiranos. Se dice que está entre las torres de los “enamorados”, la del Palacio de Luis Chaves el Viejo y la románica de la Iglesia de Santiago.

Está situada muy cerca de la puerta de Santiago. Se construyó en terrenos de la antigua Alcazaba a finales del siglo XII en estilo románico, que se puede apreciar en la torre del campanario. Fue muy reformada en el siglo XVII.

Se encuentra embutida en la muralla, junto a la Puerta de Santiago. Con sus altas torres (la occidental desmochada), una rica ornamentación gótica tardía y algún detalle de ladrillo mudéjar, constituye un buen ejemplo de la arquitectura civil castellana de la Baja Edad Media. Según documentación existente en el Archivo General de Simancas, aquí residieron los Reyes Católicos por largas temporadas y hasta en cinco ocasiones.

Es Monumento Nacional desde 1943 y está situada en la Plaza de Santa María. Desde sus orígenes ha sido la iglesia más importante de Trujillo y la segunda en importancia de la Diócesis de Plasencia después de la Catedral. Se levantó sobre un templo románico del siglo XIII, del que solo se conserva la cabecera y la Torre oriental, llamada “Torre Julia”, porque según se dice fue construida sobre el solar que ocupó una antigua estatua romana dedicada a Julio Cesar. Esta torre sufrió grandes destrozos a causa de los terremotos de Lisboa de 1521 y 1755, por lo que derribada en 1871, siendo reconstruida fielmente según el modelo original durante el siglo pasado, si bien resulta curioso el hecho de que uno de los canteros se tomó la licencia de colocar el escudo del Atlétic de Bilbao formando uno de sus capiteles, lo que supuso un gran escándalo en su momento, aunque no deja de ser otra seña de identidad de la reconstrucción en tiempos modernos, como el astronauta y el dragón con el helado en la Catedral de Salamanca. Actualmente se están realizando obras que, según nos dijeron, permitirán la visita turística de la torre.

A la derecha se puede ver el escudo del Atlétic de Bilbao:

El templo que se puede ver hoy en día fue construido entre los siglos XV y XVI en estilo gótico, si bien con bastantes arcaísmos arquitectónicos más propios de los siglos XII y XIII que la época de su construcción, sobre todo en la puerta sur, lo que sugiere que pudieron aprovecharse algunos elementos ornamentales y escultóricos de la iglesia primitiva.

La entrada a la iglesia cuesta 1,50 euros, que incluye la subida a la Torre Nueva. La iglesia consta de tres naves cubiertas por una bóveda de crucería. Destaca el imponente retablo con 25 tablas pintadas al óleo por Fernando Gallego y el Maestro Bartolomé alrededor de 1490, que luce en todo su esplendor después de la restauración realizada en 2005. También se pueden ver numerosas lápidas correspondientes a las familias de más abolengo de la ciudad (Pizarro, Orellana y la tumba de García de Paredes).

Realmente merece la pena pegar la pequeña contribución por admirar el retablo y también para contemplar las extraordinarias vistas desde el campanario. Si no se puede dedicar a Trujillo demasiado tiempo para verlo con detalle, desde la Torre Nueva se distinguen perfectamente buena parte de los edificios más notables de la ciudad y, especialmente, los que no se aprecian desde la Plaza Mayor, en una bonita perspectiva a vista de pájaro.

Está situado en lo más alto del promontorio rocoso donde se asienta la ciudad, llamado Cabeza de Zorro. Tiene origen árabe, de los siglos IX y X. Consta de dos partes, una más antigua, del periodo omeya, con un patio de armas cuadrangular, con dos torres, puerta de herradura y dos aljibes) y otra, llamada Albacara, con influencias fundamentalmente cristianas, de los siglos XIII y XIV, de forma poligonal y que incluye una capilla del siglo XVI. Ofrece unas muy bonitas vistas de Trujillo.

En la siguiente foto podemos distinguir, además de la Casa Fuerte de los Escobar, la Antigua Iglesia de la Vera Cruz, también conocida como la Iglesia de San Andrés, situada junto a la Alberca y la Casa Fuerte de los Escobar. Su origen es románico, pero fue reformada en el siglo XVII, a cuyo periodo corresponden sus bóvedas de cañón. Fue desacralizada y albergó diversas funciones, como fábrica de sombreros. Actualmente es una residencia privada. En la parte de atrás, con fachada blanca, el Convento de los Franciscanos Observantes, de estilo barroco, y pegada al muro y la torrecilla, La Alberca, que algunos consideran de origen romano por sus sillares mientras que otros opinan que es de época omeya. Está excavada en roca viva y tiene 14 metros de profundidad. La escalera de acceso es del siglo XV.

Y, por fin, nos encontramos con el Convento de San Francisco Real de la Coria, construido en el siglo XV para las monjas clarisas, donde procesaban damas de la mejor nobleza local, lo que contribuyó a su boato y riqueza. Fue abandonado durante la Guerra de la Independencia y actualmente alberga el Museo de la Coria, sobre la relación entre Extremadura e Iberoámerica, que dio lugar a la cultura mestiza. Independientemente del interés del museo, tiene mucho encanto ver las ruinas del antiguo convento cubiertas de hiedra, en los restos de cuyo claustro gótico aún se pueden adivinar las influencias alemanas e italianas.

Así que, a los les gusten las vistas panorámicas desde las alturas, no pueden perderse las que ofrece la Torre Nueva de la Iglesia de Santa María la Mayor:

Y hasta aquí llegó nuestra rápida visita a Trujillo, que ofrece mucho más de lo que se espera en un principio. El tiempo pasó muy deprisa, más de lo que nos hubiera gustado porque pese a que creo que nos cundió bastante, se nos quedaron lugares pendientes y, sobre todo, nos quedamos con las ganas de recorrer con más detenimiento y tranquilidad sus calles y sus rincones. Claro que como tantas veces se dice, ese deseo garantiza que habrá una próxima visita, que seguramente no se demorará demasiado tratándose de una población que nos queda cerca teniendo en cuenta la rápida y cómoda vía de comunicación desde Madrid.