Amanece muy muy fresco, pero parece que hoy no va a llover así que aprovechamos para hacer visitas de “naturaleza” y dejamos para mañana que según la previsión parece va a llover fijo conocer Estrasburgo, donde siempre es más fácil resguardarse si empieza a diluviar. Desde una caravana cercana se acerca una abuelilla alemana empeñada en hablar conmigo porque le encanta España y ella su marido pasan temporadas en la Costa Brava. O esto es lo que entiendo con mis escasos conocimientos de la noble lengua de Goëthe.
Cogemos la autopista en dirección Friburgo, parece que todo va bien disfrutamos del paisaje, avistamos a lo lejos las altísimas estructuras del parque de atracciones Europa Park en Rust, hasta que… atasco gigante en ambos sentidos.
No sé cuánto tiempo estamos allí retenidos viendo como perdemos un tiempo precioso destinado a la visita de la mañana, intento no ponerme frenética, estamos de vacaciones, relax, relax.
El tráfico en este tramo es brutal, supongo que influido por la confluencia de varios factores como ser una zona muy poblada y fronteriza y, todo esto unido a que cuenta con varios tramos sin límite de velocidad la hacen mucho más apetecible que la misma carretera que discurre paralela al otro lado de la frontera, en Francia, que encima es de pago.
Superado el macroatasco, aún nos queda otro tormento: atravesar Friburgo en un día laborable.
No sé porque motivo esta ciudad no cuenta con circunvalación, así que para dirigirte a cualquier punto al sur de ella te encuentras con la diversión de parar en todos y cada uno de los semáforos de la ciudad, que no es pequeña por cierto, tiene 220.000 habitantes. Friburgo es muy bonita, con un casco antiguo más que interesante donde destaca la imponente aguja del Münster con 116m y su portada gótica que bien valen una vista, pero nosotros no paramos ya que estuvimos hace dos años y lo tenemos relativamente reciente.
A partir de aquí continuamos por sinuosas carreteras subiendo y bajando laderas de montañas tapizadas de bosques poblados con oscurísimos pinos, ahora sí estamos en el corazón de la Selva Negra!
De vez en cuando un claro con praderas verdes y en ellas granjas revestidas de madera de alerce y tejados a dos aguas primorosamente conservadas.
Después de un cambio de rasante nos topamos frente al tobogán por el que vamos a bajar. Se encuentra en Todnau y es el más largo de Alemania con 2.9 km de longitud. Nos preguntamos si estamos en nuestros cabales al ver la impresionante estructura, ocupa toda la ladera de la montaña desde el pico hasta el fondo.
Bueno, no es momento de que nos entre la flojera, así que aparcamos y vamos a la taquilla. Hay una cola interminable, aguardamos pacientemente nuestro turno y sacamos los tickets. El viaje cuesta 9,50€ por persona e incluye el remonte para subir y la bajada en bobsleig. También hay una pista para bicicletas para aquellos osados que se atrevan a realizar el descenso por este medio.
Subimos al telesilla, va muy despacio y a mí no me hace ninguna gracia estar allí colgada, intento dejar la mente en blanco, pero es difícil mientras un viento helador balancea el aparatito de lado a lado. Por fin arriba, la cola que vemos triplica a la de la taquilla, pues nada, a esperar un buen rato intentando no pensar en el frio que nos atraviesa. Sospechamos que debemos estar muy altos, el pueblo se ve diminuto a nuestros pies.
Esperamos una hora y media y por fin llega nuestro turno. Nos subimos cada uno en un trineo cuyo manejo es básico, con la misma palanca se acelera y se frena y por fin arrancamos!! Nos lanzamos montaña abajo a toda velocidad, cogiendo las curvas tan rápido que en algún momento sientes que vas a despegar, voy gritando como una posesa mientras no paro de acelerar. Madre míaaaa, es lo más divertido que hice en mucho tiempo!!
Nos marchamos contentos, eufóricos por el subidón de adrenalina, pero con la sensación de que nos supo a poco, demasiada espera para un breve disfrute.
Decidimos ir al Titisee y comer allí. Tímidamente raya el sol y el paisaje es precioso, pero cuando estamos aparcando y disponiéndonos a sacar el picnic, se nubla y vuelve el frío, con lo que las fotos no son nada del otro mundo, no haciendo justicia a la belleza del lugar. El lago Titisee es de origen glaciar y debe su nombre según parece al general Tito que atravesó la zona al frente de las legiones romanas, allá por el Siglo I dC, tiene aproximadamente 2km de longitud por 700m de anchura.
Es un importante centro de recreo en la zona y de actividades acuáticas como pesca, remo y vela, pero como el día está frío y el agua debe estar que corta, no hay nadie bañándose, Brrrrr.
Damos un paseo por la orilla, las playas y los biergarten están desiertos, la temperatura no acompaña, pero el pueblo y las tiendas están de lo más concurridas. Pasamos un rato bastante entretenido curioseando por las tiendas, tenemos ocasión de probar el embutido ahumado típico de esta zona que está muy bueno.
Es hora de ir abandonando la zona, cogemos el coche y nos dirigimos a Triberg, para hacer la ruta de las cascadas. Pero antes damos una vuelta por el pueblo, para ver las numerosas tiendas de relojes de cuco. Pasamos un buen rato en la más famosa de todas, 1000 Uhr, que cuenta con una extensa exposición de modelos de todos los tamaños, calidades y precios.
Nos dirigimos ahora a hacer la ruta de las cascadas, habíamos leído que se podía acceder por muchos caminos sin taquilla, pero bueno, vamos a ser “pobres pero honraos” que bastante mala fama tenemos ya los españoles y pasar religiosamente por caja para pagar los 4€ por persona que cobran por el acceso.
Las cascadas son una sucesión de saltos de agua que bajan desde lo alto de la montaña, 163m de caída en total, con mayor o menor espectacularidad dependiendo de la estación y del caudal de agua. No hay mucha gente a esta hora, y hacemos el recorrido en absoluta calma junto con unas simpáticas ardillas nos acompañan durante un rato. Con la entrada te facilitan un folleto en el que vienen tres rutas diferenciadas por colores, no son muy largas así que nosotros hacemos las tres, terminando en el lago Bergsee y regresando al pueblo por la carretera.
Bergsee
Paramos en un super a la salida para comprar salchichas y cerveza para la cena. Elegimos la más famosa de la zona, Rothaus Pils. Allí cerca se encuentra el que se supone que es el reloj de cuco más grande del mundo, que incluso se puede visitar por dentro para verla maquinaria, aunque a esta hora ya está cerrado.
Cenamos en el camping, las salchichas están de muerte, pero el frio va en aumento y encima empieza a llover, así que nos tenemos que retirar pronto, una pena. Es uno de los “inconvenientes” del camping, estás a merced de la climatología! Esa noche dormimos sepultados bajo una montaña de mantas.
Cogemos la autopista en dirección Friburgo, parece que todo va bien disfrutamos del paisaje, avistamos a lo lejos las altísimas estructuras del parque de atracciones Europa Park en Rust, hasta que… atasco gigante en ambos sentidos.
No sé cuánto tiempo estamos allí retenidos viendo como perdemos un tiempo precioso destinado a la visita de la mañana, intento no ponerme frenética, estamos de vacaciones, relax, relax.
El tráfico en este tramo es brutal, supongo que influido por la confluencia de varios factores como ser una zona muy poblada y fronteriza y, todo esto unido a que cuenta con varios tramos sin límite de velocidad la hacen mucho más apetecible que la misma carretera que discurre paralela al otro lado de la frontera, en Francia, que encima es de pago.
Superado el macroatasco, aún nos queda otro tormento: atravesar Friburgo en un día laborable.
No sé porque motivo esta ciudad no cuenta con circunvalación, así que para dirigirte a cualquier punto al sur de ella te encuentras con la diversión de parar en todos y cada uno de los semáforos de la ciudad, que no es pequeña por cierto, tiene 220.000 habitantes. Friburgo es muy bonita, con un casco antiguo más que interesante donde destaca la imponente aguja del Münster con 116m y su portada gótica que bien valen una vista, pero nosotros no paramos ya que estuvimos hace dos años y lo tenemos relativamente reciente.
A partir de aquí continuamos por sinuosas carreteras subiendo y bajando laderas de montañas tapizadas de bosques poblados con oscurísimos pinos, ahora sí estamos en el corazón de la Selva Negra!
De vez en cuando un claro con praderas verdes y en ellas granjas revestidas de madera de alerce y tejados a dos aguas primorosamente conservadas.
Después de un cambio de rasante nos topamos frente al tobogán por el que vamos a bajar. Se encuentra en Todnau y es el más largo de Alemania con 2.9 km de longitud. Nos preguntamos si estamos en nuestros cabales al ver la impresionante estructura, ocupa toda la ladera de la montaña desde el pico hasta el fondo.
Bueno, no es momento de que nos entre la flojera, así que aparcamos y vamos a la taquilla. Hay una cola interminable, aguardamos pacientemente nuestro turno y sacamos los tickets. El viaje cuesta 9,50€ por persona e incluye el remonte para subir y la bajada en bobsleig. También hay una pista para bicicletas para aquellos osados que se atrevan a realizar el descenso por este medio.
Subimos al telesilla, va muy despacio y a mí no me hace ninguna gracia estar allí colgada, intento dejar la mente en blanco, pero es difícil mientras un viento helador balancea el aparatito de lado a lado. Por fin arriba, la cola que vemos triplica a la de la taquilla, pues nada, a esperar un buen rato intentando no pensar en el frio que nos atraviesa. Sospechamos que debemos estar muy altos, el pueblo se ve diminuto a nuestros pies.
Esperamos una hora y media y por fin llega nuestro turno. Nos subimos cada uno en un trineo cuyo manejo es básico, con la misma palanca se acelera y se frena y por fin arrancamos!! Nos lanzamos montaña abajo a toda velocidad, cogiendo las curvas tan rápido que en algún momento sientes que vas a despegar, voy gritando como una posesa mientras no paro de acelerar. Madre míaaaa, es lo más divertido que hice en mucho tiempo!!
Nos marchamos contentos, eufóricos por el subidón de adrenalina, pero con la sensación de que nos supo a poco, demasiada espera para un breve disfrute.
Decidimos ir al Titisee y comer allí. Tímidamente raya el sol y el paisaje es precioso, pero cuando estamos aparcando y disponiéndonos a sacar el picnic, se nubla y vuelve el frío, con lo que las fotos no son nada del otro mundo, no haciendo justicia a la belleza del lugar. El lago Titisee es de origen glaciar y debe su nombre según parece al general Tito que atravesó la zona al frente de las legiones romanas, allá por el Siglo I dC, tiene aproximadamente 2km de longitud por 700m de anchura.
Es un importante centro de recreo en la zona y de actividades acuáticas como pesca, remo y vela, pero como el día está frío y el agua debe estar que corta, no hay nadie bañándose, Brrrrr.
Damos un paseo por la orilla, las playas y los biergarten están desiertos, la temperatura no acompaña, pero el pueblo y las tiendas están de lo más concurridas. Pasamos un rato bastante entretenido curioseando por las tiendas, tenemos ocasión de probar el embutido ahumado típico de esta zona que está muy bueno.
Es hora de ir abandonando la zona, cogemos el coche y nos dirigimos a Triberg, para hacer la ruta de las cascadas. Pero antes damos una vuelta por el pueblo, para ver las numerosas tiendas de relojes de cuco. Pasamos un buen rato en la más famosa de todas, 1000 Uhr, que cuenta con una extensa exposición de modelos de todos los tamaños, calidades y precios.
Nos dirigimos ahora a hacer la ruta de las cascadas, habíamos leído que se podía acceder por muchos caminos sin taquilla, pero bueno, vamos a ser “pobres pero honraos” que bastante mala fama tenemos ya los españoles y pasar religiosamente por caja para pagar los 4€ por persona que cobran por el acceso.
Las cascadas son una sucesión de saltos de agua que bajan desde lo alto de la montaña, 163m de caída en total, con mayor o menor espectacularidad dependiendo de la estación y del caudal de agua. No hay mucha gente a esta hora, y hacemos el recorrido en absoluta calma junto con unas simpáticas ardillas nos acompañan durante un rato. Con la entrada te facilitan un folleto en el que vienen tres rutas diferenciadas por colores, no son muy largas así que nosotros hacemos las tres, terminando en el lago Bergsee y regresando al pueblo por la carretera.
Bergsee
Paramos en un super a la salida para comprar salchichas y cerveza para la cena. Elegimos la más famosa de la zona, Rothaus Pils. Allí cerca se encuentra el que se supone que es el reloj de cuco más grande del mundo, que incluso se puede visitar por dentro para verla maquinaria, aunque a esta hora ya está cerrado.
Cenamos en el camping, las salchichas están de muerte, pero el frio va en aumento y encima empieza a llover, así que nos tenemos que retirar pronto, una pena. Es uno de los “inconvenientes” del camping, estás a merced de la climatología! Esa noche dormimos sepultados bajo una montaña de mantas.