Pero qué dura es la vida del turista!! Hoy nos toca madrugar para empezar con las visitas bien temprano y que nos de tiempo a hacer todo lo que tenemos pensado.
A primerísima hora ya estamos haciendo cola para coger el funicular que nos sube hasta la Fortaleza Hohensalzburg. Ésta es una de las más grandes y mejor conservadas de Europa, además de ser prácticamente inexpugnable, ya que en sus 10 siglos de historia, jamás ningún enemigo consiguió conquistarla por completo. Las partes más antiguas datan del SXI. Nos lleva un buen rato la visita, hay un montón de salas y una de las partes del recorrido, el museo de la fortaleza, se realiza en visita guiada, con lo cual tenemos que ir al ritmo que marca el grupo (lento, para mi gusto). Tan impresionante como el edificio son las vistas que se obtienen desde allá arriba, kilómetros de valles y montañas hasta donde alcanza la vista.
De nuevo cogemos el funicular para bajar, que va atestado, y nos dirigimos a la orilla del río para subir al barco turístico que hace un recorrido de 45min por el río Salzach. Hace un calor insoportable dentro, el capitán nos va dando algunas explicaciones en alemán e inglés sobre los edificios que vemos a los lados, después conecta una grabación y terminamos el viaje con el barco girando sobre sí mismo al son de un conocido vals. Hacemos este viaje porque nos lo incluye la Salzburgo card, pero creo que no merece mucho la pena, a no ser que te toque al lado de la ventana no se ve gran cosa y lo que menos me agradó fue el hecho de que distinguen los pasajeros que son beneficiarios de la Salzburgo card de los que no, y a los primeros no les dejan ir en la parte descubierta del barco, dándonos solo la opción de sentarnos en el interior.
Decidimos ir al camping a comer y de paso aprovechar y pegarnos un baño en la piscina, que a falta de playa o lago, nos da un alivio en estos días de calores tropicales que venimos soportando desde Múnich.
Nos encantaría quedarnos toda la tarde disfrutando de la piscina y tomando el sol, pero no puede ser, tenemos mucho que patear todavía.
Comenzamos la tarde en la StieglBraustube. La Stigl es el buque insignia de las cervezas austriacas y es originaria de Salzburgo. Nosotros somos superfans de esta cerveza y estábamos deseando visitar la fábrica. La visita guiada es únicamente en alemán, así que la tenemos que hacer por nuestra cuenta leyendo la información de los paneles que aparece en varios idiomas, entre ellos el español, y es una pena porque no le sacamos el mismo provecho. Aún así nos quedamos con unos cuantos datos importantes sobre el proceso de elaboración de la cerveza en general y de la Stigl en particular, y la clave para obtener su inconfundible sabor.
Con la entrada tenemos derecho a una degustación, así que nos instalamos en el biergarten y nos sirven a cada uno 3 jarras de 20cl de las variedades clásica, radler y Paracelsus, ésta última nos encanta, y unas galletitas saladas para acompañar. Además nos obsequian con un par de jarras de loza con el logo de la casa. Entre lo que nos gustaron la visita, las cervezas y los regalos nos vamos de allí con una sonrisa de oreja a oreja!
Aún nos da tiempo a hacer otra visita, elegimos la casa donde vivió Mozart entre 1773 y 1780, situada en la Makartplatz. La visita no deja de ser interesante, sobre todo para abundar en la figura del genial Amadeus, pero nos resulta muy incómoda ya que somos de los últimos en entrar y un trabajador del museo nos persigue con cara de pocos amigos apagando las luces y echando cerrojos a nuestro paso. Y encima al final de la visita nos enteramos que el solar fue bombardeado en la IIGM y no quedó piedra sobre piedra de la casa original.
Aprovechamos que están cerca para acercarnos a los famosos jardines de Mirabel, como siempre tomados por una multitud de turistas.
Damos un paseo por la orilla del río hasta el puente Staatbrucke que es desde el que se obtiene la vista más fotogénica de la ciudad presidida por la fortaleza en lo alto.
Se podría decir que llevamos dos años esperando para volver a la Augustiner Bräustübl, tan buen sabor de boca fue el que nos dejó, y no sólo por la cerveza! Pero lo cierto es que esta es una de las mejores cervezas que hayamos probado. Para acompañarla nos pedimos codillo con ensalada de patata, está para morirse. Nada que ver con el mazacote recalentado que nos sirvieron en Múnich. Los monjes elaboran esta cerveza celestial, que se puede degustar en el antiguo refectorio, reconvertido en una inmensa sala de mesas y bancos corridos, o en el biergarten que está hasta los topes en ese momento. La comida se compra en los puestos y hay de todo tipo, carne y embutidos tradicionales austriacos, ensaladas, hamburguesas etc. La cerveza te la sirves tu mismo, tienes que recoger la jarra en el aparador, enfriarla en la fuente como mandan los manuales de buen cervecero y sacar el ticket para que te la echen. Después te la llevas tú a la mesa y a disfrutarla. El inmenso plato de codillo solo nos cuesta 18,21€ y las cervezas 3€ el medio litro.
Damos un paseo para bajar la comilona, pasamos junto a la casa de Von Karajan y llegamos a la estación central justo a tiempo de coger el último bus que nos lleva al camping.
A primerísima hora ya estamos haciendo cola para coger el funicular que nos sube hasta la Fortaleza Hohensalzburg. Ésta es una de las más grandes y mejor conservadas de Europa, además de ser prácticamente inexpugnable, ya que en sus 10 siglos de historia, jamás ningún enemigo consiguió conquistarla por completo. Las partes más antiguas datan del SXI. Nos lleva un buen rato la visita, hay un montón de salas y una de las partes del recorrido, el museo de la fortaleza, se realiza en visita guiada, con lo cual tenemos que ir al ritmo que marca el grupo (lento, para mi gusto). Tan impresionante como el edificio son las vistas que se obtienen desde allá arriba, kilómetros de valles y montañas hasta donde alcanza la vista.
De nuevo cogemos el funicular para bajar, que va atestado, y nos dirigimos a la orilla del río para subir al barco turístico que hace un recorrido de 45min por el río Salzach. Hace un calor insoportable dentro, el capitán nos va dando algunas explicaciones en alemán e inglés sobre los edificios que vemos a los lados, después conecta una grabación y terminamos el viaje con el barco girando sobre sí mismo al son de un conocido vals. Hacemos este viaje porque nos lo incluye la Salzburgo card, pero creo que no merece mucho la pena, a no ser que te toque al lado de la ventana no se ve gran cosa y lo que menos me agradó fue el hecho de que distinguen los pasajeros que son beneficiarios de la Salzburgo card de los que no, y a los primeros no les dejan ir en la parte descubierta del barco, dándonos solo la opción de sentarnos en el interior.
Decidimos ir al camping a comer y de paso aprovechar y pegarnos un baño en la piscina, que a falta de playa o lago, nos da un alivio en estos días de calores tropicales que venimos soportando desde Múnich.
Nos encantaría quedarnos toda la tarde disfrutando de la piscina y tomando el sol, pero no puede ser, tenemos mucho que patear todavía.
Comenzamos la tarde en la StieglBraustube. La Stigl es el buque insignia de las cervezas austriacas y es originaria de Salzburgo. Nosotros somos superfans de esta cerveza y estábamos deseando visitar la fábrica. La visita guiada es únicamente en alemán, así que la tenemos que hacer por nuestra cuenta leyendo la información de los paneles que aparece en varios idiomas, entre ellos el español, y es una pena porque no le sacamos el mismo provecho. Aún así nos quedamos con unos cuantos datos importantes sobre el proceso de elaboración de la cerveza en general y de la Stigl en particular, y la clave para obtener su inconfundible sabor.
Con la entrada tenemos derecho a una degustación, así que nos instalamos en el biergarten y nos sirven a cada uno 3 jarras de 20cl de las variedades clásica, radler y Paracelsus, ésta última nos encanta, y unas galletitas saladas para acompañar. Además nos obsequian con un par de jarras de loza con el logo de la casa. Entre lo que nos gustaron la visita, las cervezas y los regalos nos vamos de allí con una sonrisa de oreja a oreja!
Aún nos da tiempo a hacer otra visita, elegimos la casa donde vivió Mozart entre 1773 y 1780, situada en la Makartplatz. La visita no deja de ser interesante, sobre todo para abundar en la figura del genial Amadeus, pero nos resulta muy incómoda ya que somos de los últimos en entrar y un trabajador del museo nos persigue con cara de pocos amigos apagando las luces y echando cerrojos a nuestro paso. Y encima al final de la visita nos enteramos que el solar fue bombardeado en la IIGM y no quedó piedra sobre piedra de la casa original.
Aprovechamos que están cerca para acercarnos a los famosos jardines de Mirabel, como siempre tomados por una multitud de turistas.
Damos un paseo por la orilla del río hasta el puente Staatbrucke que es desde el que se obtiene la vista más fotogénica de la ciudad presidida por la fortaleza en lo alto.
Se podría decir que llevamos dos años esperando para volver a la Augustiner Bräustübl, tan buen sabor de boca fue el que nos dejó, y no sólo por la cerveza! Pero lo cierto es que esta es una de las mejores cervezas que hayamos probado. Para acompañarla nos pedimos codillo con ensalada de patata, está para morirse. Nada que ver con el mazacote recalentado que nos sirvieron en Múnich. Los monjes elaboran esta cerveza celestial, que se puede degustar en el antiguo refectorio, reconvertido en una inmensa sala de mesas y bancos corridos, o en el biergarten que está hasta los topes en ese momento. La comida se compra en los puestos y hay de todo tipo, carne y embutidos tradicionales austriacos, ensaladas, hamburguesas etc. La cerveza te la sirves tu mismo, tienes que recoger la jarra en el aparador, enfriarla en la fuente como mandan los manuales de buen cervecero y sacar el ticket para que te la echen. Después te la llevas tú a la mesa y a disfrutarla. El inmenso plato de codillo solo nos cuesta 18,21€ y las cervezas 3€ el medio litro.
Damos un paseo para bajar la comilona, pasamos junto a la casa de Von Karajan y llegamos a la estación central justo a tiempo de coger el último bus que nos lleva al camping.