Muchas veces se tienen lugares sorprendentes muy cerca y cuesta años descubrirlos. En una revista de viajes vi una foto de las Barrancas de Burujón, el llamado “Pequeño Gran Cañón del Colorado” toledano. Independientemente de que esto sea un poco exagerado, lo cierto es que el sitio bien merece una visita, que puede combinarse con una excursión a Toledo si se tiene tiempo suficiente. También se le puede dedicar un día entero, combinándolo con La Puebla de Montalbán, con su Plaza Mayor porticada y el museo de La Celestina, ya que se supone que aquí nació su autor, Fernando de Rojas; el castillo de Montalbán en San Martín de Montalbán y la iglesia visigótica de Santa María de Melque. Lamento no dar más información de esta última opción, que dejamos para otra ocasión, pues decidimos ir a comer a Toledo.
Pero vamos por partes.
Este monumento natural castellano-manchego, se encuentra en las inmediaciones del pueblo de Burujón. Aparece en GoogleMaps, así que no tendréis ningún problema para encontrar su ubicación y la ruta desde vuestro punto de partida. Pongo aquí la ruta desde Madrid (hay tres formas de llegar, en realidad, dependiendo del punto de partida) y la más directa de todas desde Toledo capital.
Formas de llegar por carretera desde Madrid.
Ruta desde Toledo.
Viniendo de una u otra dirección, el lugar del que sale la ruta está indicado y no tiene pérdida. En la carretera CM-4000, a la altura del kilómetro 26, hay una pista de tierra que sale a la derecha. Enseguida veremos el aparcamiento y unos carteles indicadores.
Toda la ruta se puede hacer en el coche, por la pista de tierra, existiendo después varias zonas de aparcamiento para asomarse a los miradores. En los dos principales, Cambrón y Los Enebros, hay sendas tarimas de madera accesibles para personas en silla de ruedas. Sin embargo, resulta muy aconsejable hacer el recorrido a pie por la llamada "Senda Ecológica de las Barracas", pues el entorno es bastante sensible desde el punto de vista medioambiental, e incluso se han producido manifestaciones de ecologistas y vecinos pidiendo una mayor protección, pues la afluencia de vehículos sobre todo en fin de semana está deteriorando el entorno, su flora y, sobre todo, su fauna. Y es que, además de la singularidad del paisaje, este lugar destaca por la variedad de animales que la pueblan (conejos, liebres, perdices...), con una mención especial para las aves como cigüeñas, ánades, patos, garzas, cormoranes, y una nutrida representación de rapaces, siendo algunas de ellas especies amenazadas, entre las que se pueden citar el halcón peregrino, el águila imperial ibérica, el águila perdicera, el buho real, el buitre negro, etc. Por cierto, que pudimos ver varios de estos ejemplares durante nuestra visita.
Pista y ruta hacia el Mirador del Cambrón.
El recorrido completo de ida y vuelta se puede hacer caminando en poco más de hora y media, yendo con mucha tranquilidad y asomándose a todos sitios; así que, por favor, colaboremos con la naturaleza y vayamos tranquilamente, dando un paseíto.
Dejamos el coche en el aparcamiento y subimos caminando por la pista durante un kilómetro y medio, aproximadamente, viendo terrenos de olivos y tierras de labor. Aunque estábamos en marzo, el día no era demasiado apacible, bastante nublado y con un viento frío racheado que casi te echaba a un lado.
De pronto, a la izquierda, surgió casi de la nada el Mirador del Cambrón, una amplia balconada protegida con barandilla de madera que se asoma al Embalse de Castrejón, junto a una de cuyas orillas se yergue un paisaje alucinante que ni por asomo esperas ver en un lugar así. Y advierto que al natural es mucho más espectacular que lo que aparece en las fotos, que no permiten advertir la altura vertiginosa a la que se yerguen.
Unos afiladísimos cortados arcillosos de color rojizo, salpicados de motas verdes que se erigen en vertical en forma de media luna, rodeando el agua. Como estaba nublado, no vimos su reflejo en el agua y el color de la roca no lucía tan roja como, seguramente, lo hace al atardecer, pero resultaba sorprendente de todos modos.
Mirador del Cambrón visto desde lo alto de los cortados.
Un cartel advierte que debe mantenerse mucha precaución al asomarse a los bordes del risco no protegidos. Hay un sendero que recorre gran parte del cortado por su parte superior, desde el Mirador del Cambrón al Mirador de los Enebros (un kilómetro, aproximadamente), algunas zonas resguardadas con barandillas de madera y otras completamente abiertas al vacío. Alcanza hasta 100 metros de altura hasta el agua y, aunque no alberga especial peligro si se tiene una prudencia mínima, nunca hay que descuidarse pues la caída es real y morrocotuda. Por cierto, que es posible que asomarse en las zonas abiertas pueda producir vértigo (y lo dice alguien que no suele tenerlo). Este problema se resuelve con las balconadas habilitadas.
Por lo ya dicho, no me parece una ruta demasiado aconsejable para hacerla con niños pequeños. Tampoco es muy apropiado hacerla en época de mucho calor o cuando pega fuerte el sol porque no hay ni una sombra a lo largo del recorrido.
Desde el Mirador del Cambrón, ascendimos un tramo a la izquierda, hasta la parte superior de los barrancas, mirando para abajo con la mayor precaución. Se trata de la zona más elevada y lo cierto es que impresiona un montón.
Luego seguimos hacia la derecha por el borde del cortado, asomándonos continuamente al vacío, ya hubiera barandillas protectoras o no. Según fuimos avanzando, la altura iba en disminución y la roca roja se iba tiñendo de verde, pero la menor altura no significaba un terreno menos escarpado.
El punto final es el Mirador de los Enebros, que ofrece la vista más amplia de las barrancas.
Supuestamente, en este lugar tenía que haber un panel informativo, con las características del terreno, la flora y la fauna que habita el lugar, en especial, aves rapaces. Sin embargo, el cartel había desaparecido. Desde la parte alta, vimos un sendero que bajaba hasta la orilla del embalse, pero como no había ninguna indicación, no nos decidimos a tomarlo. Luego, buscando en internet, leímos que la ruta termina, precisamente, abajo del todo, junto al agua, en una zona habilitada para la observación de aves; pero como no lo vimos, no me atrevo a asegurarlo. En fin, que la información estaba un poco deficiente.
Aquí se acaba el sendero por las barrancas, aunque la ruta se puede hacer circular si se sigue la pista de tierra que sigue hasta el aparcamiento dando una vuelta completa. La verdad es que preferimos volver por el mismo sitio porque no le vimos mayor interés a alargar la ruta por la pista de tierra, que va paralela a campos de labor. Mejor volver a recorrer los hermosos paisajes vistos.
Mirador del Cambrón.