Día 3: Cambio inesperado de planes: Fort Williams, Glencoe, Oban. ✏️ Diarios de Viajes de Reino UnidoEste día le tenía reservado para hacerme un tour en coche por Isle of Skye, quería ver lo más pintoresco, pero la mañana amaneció lluviosa. Durante el desayuno la mujer me había dado indicaciones de sitios a los que ir o comer (muy maja la señora...Diario: Scotland: tierras altas y poetas.⭐ Puntos: 5 (3 Votos) Etapas: 8 Localización: Reino UnidoEste día le tenía reservado para hacerme un tour en coche por Isle of Skye, quería ver lo más pintoresco, pero la mañana amaneció lluviosa. Durante el desayuno la mujer me había dado indicaciones de sitios a los que ir o comer (muy maja la señora, además me contó que ellos adoran la costa del sol y que siempre van en octubre que es cuando hace menos calor y está más barato), el desayuno que me sirvió fue copioso y estaba bueno (especialmente el té que se notaba que era de buena calidad). Salí y empezó a llover fuertísimo. Al coger el coche y dirigirme para la península de Skye, me empezó a caer un diluvio que vi a Noé buscando al monstruo del lago Ness para meterlo en el arca. Llovía tanto que no veía nada (ni con el parabrisas al máximo) y encima había una niebla espesa y densa que creí que en cualquier momento iba aparecer Sigourney Weaver rodeada de gorilas. Así que en cuanto pude giré y di medía vuelta. Cancelado el plan, decidí seguir camino hacia Fort Augustus y ver el famoso cambio de aguas del canal. La verdad es que me pillaba de paso, sino, es otra cosa que no merece mucho la pena. De ahí fui hacia el Glenfinnan. Llovía mogollón y la verdad con la niebla era un lugar que impresionaba (imaginar una batalla en aquel paraje en neblina y con la típica lluvia fina). De fondo vi pasar el tren (el famoso de Harry Potter) y le hice un par de fotos. Como llovía a mares (me estaba calando hasta los huesos y eso que llevaba chubasquero) me fui a Fort Williams. Empezaba a escampar un poco (es decir llovía pero más como en el norte, en plan chirimiri) así que aparqué el coche y me fui a pasear por la ciudad. La verdad es que es muy pintoresca (a pesar de ser todo tiendas para turistas) y como me entró la gusa, decidí entrar en un restaurante llamado Grol and grug (algo así como el sonido que hacen los cerdos cuando los van a matar). Allí me pedí una sopa del día (como de alubias picantes, la verdad es que con el frío y la humedad me vino de miedo para calentar el cuerpo) y me aventuré al haggis. Sabía bien que llevaba y la verdad es que tenía más sabor a carne de morcilla desmenuzada en avena y nata que otra cosa (a mi me encanto). El servicio fue bueno y tenían una buena carta de cervezas (para los amantes). Pague 3 euros por la sopa y unos 5 por el haggis (ahora viendo la carta actual esta mas barato pero a mí me pusieron bastante más cantidad, ahora dan raciones de hoy en dia: más decoración que comida, pero aun así es muy recomendable el sitio). Pagué y seguí mi camino para ver el Ben Nevis (con el día que hacia ni me bajé del coche) y acabé visitando el GlenCoe. Mi idea era darme una larga caminata hasta bien entrada la tarde, pero al final entré al centro de interpretación (bastante bueno). Intenté pasear por los alrededores (aunque no paraba de llover) y me adentré un poco en el bosque cercano. Pero oí crujir de ramas y la verdad es que me acojoné un poco (estaba diluviando, había niebla y encima en el centro ponía que había que tener cuidado porque se podían encontrar ciervos, jabalís o zorros. Lo último no me daba tanto miedo como lo segundo (uno en Girona casi se carga mi coche al cruzárseme en la carretera. Y además siendo nieto de cazador, prefería no arriesgarme a que el karma viniera con efecto retroactivo). Seguí un rato, hice unas cuantas fotos (casi me cargo la cámara del agua que le caía) y cogí mi coche. Estaba empapado así que decidí dar media vuelta e ir hasta el hospedaje de aquella noche: Tom Na Creige. Una casa enorme frente al Loch Leven. Al llegar me recibe un señor altísimo con un perro acorde al tamaño del dueño y lo primero que dice es: ¿viene usted sólo? Yo digo que si (no se que ven de extraño en que un chaval de 26 viaje sólo por el mundo) y el señor con toda la tranquilidad del mundo (como buen británico y su flema) me dice que qué fastidio, que eso debería haberlo avisado. Yo le digo que dónde está el problema, el señor me dice que normalmente él reserva esa habitación para parejas o familias y si el uso es individual se paga un extra. A mí me sabe mal por el hombre y le digo que cuanto debo pagar (lo traía todo pagado en cuanto a hoteles, este por ejemplo me salía a 29,50 libras porque como no avisé que éramos dos no me hizo el cargo por individual). El señor con su flema me dice: eso ni hablar, es mi error y usted no debe pagar por mi error (aquí en España ni perri te libra de pagar el extra). El señor coge la llave y me dice que ahora cuando vea la habitación entenderé su enfado (todo esto con una voz calmada). Al abrirme la puerta me quedo embobado: un cuarto enorme, abuhardillado, con la ventana principal mirando al lago, una cama gigante de matrimonio y al lado dos literas. Miro al hombre, sonrió y casi me dan ganas de darle un abrazo que reconfortara su enfado . El señor me da el papelito de marras del desayuno y me da algunas indicaciones ya que quiero ir a cenar a Oban. Me quedo ensimismado con el sitio. Sin duda el mejor en el que estuve en Escocia. La habitación era preciosa y además había dejado la típica hervidora de agua con te, leche y una chocolatina. El baño era enorme y dentro de la habitación. Como estaba empapado puse mi ropa junto a la estufa y me di una ducha caliente que mi cuerpo agradeció. Después de descansar un poco (necesitaba una mini siesta después del día que había pasado), cogí el coche hacía Oban. La verdad es que el pueblo era bonito y pintoresco (no subí al famoso “anfiteatro romano” pero desde lejos ya se veía bien aquella aberración en medio de ese paisaje). Estuve buscando el sitio que el hombre me había dicho (iba con ganas de probar los mejillones escoceses, al menos los que van con concha de color naranja y bañados en salsa picante). Lo encontré pero por desgracia había una cola de al menos una hora. Así que seguí buscando…. Y di con un restaurante que tenía anunciados mejillones en la puerta (me dio un antojo que ni las preñadas vamos). Entró y me recibe una chica y de nuevo la preguntita de marras del viene usted sólo. Yo ya respondo que sí, pero con mala hostia (pero mala hostia a la escocesa, con flema británica) (la próxima vez que vaya a Escocia no iré sólo pero es que si no llego a tener pareja viajo con el gato para que no me hagan la pregunta mil veces), la chica me sienta en una mesa y me da la carta. Yo le digo que no necesito la carta, que yo quiero mejillones. La chica con una sonrisa de oreja a oreja, me dice que los mejillones solo los sirven por el mediodía y que lamentablemente a estas horas solo tienen lo que hay en la carta. Yo ya allí sentado, decido que no tengo más ganas de mojarme callejeando por unos mejillones (lo que hacemos los hombres por comer un buen mejillón picante), así que abro la carta y en eso, me doy cuenta que la chica no me hizo la preguntita por curiosidad sino por obligación: el restaurante era pequeño, con luces tenue, hilo musical romántico (en plan saxo romántico a lo Kenny G) y allí todo parejas sentadas comiendo, mirándose a los ojos, entrelazando manos. Pido un salmón al whisky y mientras no me queda otra que entretenerme escuchando a una pareja de lesbianas de 50 años que están teniendo su primera cita. Ella le está contando que siempre cuido de su madre y nunca pudo salir del armario hasta ahora (todo muy de peli de Almodóvar). Yo en ese momento daba mi capital por ser uno de esos españoles que viaja con el inglés justo para pedir una cerveza, porque la conversación se pone lacrimógena y me está entrando ganas de ir a darle un abrazo y un pañuelo a la pobre señora, así que me ceno mi salmón y me largo que mañana tenía otro buen tute de coche y tenía que estar descansado. Índice del Diario: Scotland: tierras altas y poetas.
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