Hoy se presenta una tarde relajada: visitar el castillo de Oropesa que tiene una magnífica estampa desde la carretera, darme un masaje en el spa de Benicasim y disfrutar un rato en sus instalaciones y, por último, recorrer el Cielo, el Infierno y el Limbo.
Una vez recuperadas las fuerzas y tomado una siesta reparadora
, vuelvo a subirme en mi descapotable y tomo el camino de Oropesa dispuesta a disfrutar con la visita a su castillo, imponente desde la carretera y que anuncia una visita interesante.
Todo el barrio antiguo de Oropesa está cerrado al tráfico privado, así que aparco mi buga en donde puedo y subo andando hasta el castillo por calles estrechas propias del pueblo antiguo bajo un sol de justicia.

Desde el camino la vista es impresionante, un castillo enorme, en lo alto de la montaña y muy bien amurallado.
Según voy subiendo voy viendo que no es oro todo lo que reluce, que la mayor parte es moderno, de cemento y que se conserva muy poco del castillo antiguo. Una vez arriba me encuentro con que hay un pequeño museo con carteles explicativos que nos va contando la historia del castillo, desde su inicio en la época almohade (siglo VIII), poco más que una torre con una muralla alrededor, la posterior mejora en el amurallado levantando altura y poniendo almenas en el siglo XII, la construcción de una iglesia en época de Jaime I, su destrucción casi absoluta en la época de los piratas berberiscos en el siglo XVI y su posterior reconstrucción pero ya cambiando totalmente la distribución del terreno, en el siglo XVIII se convirtió en un cuartel techando los espacios al aire libre y su posterior destrucción y abandono tras la invasión napoleónica, hasta su restauración en época moderna. Una bonita lección de historia y unas preciosas chumberas, del castillo poco.

Y ya que estoy aquí me acerco a ver la Torre del Rey, otra de las muchas torres que jalonan el litoral de Castellón y que es muy parecida a la Torre de San Vicente, que está en Benicásim. Es una torre defensiva, de planta cuadrada y con pequeños semicírculos en la base de los que desconozco la utilidad. Toda ella rodeada de ágaves y chumberas.

Bueno, ¿qué os parece mi coche? ¿a que es bonito?. No me digáis que no os da un poco de envidia porque no os creo.
Un poco desilusionada por la visita vuelvo a subir a mi coche, acto que siempre me levanta el ánimo

Y después de este rato de relax me vuelvo a mi casa, aparco el coche y me voy a recorrer la playa y a pasear por el Cielo, el Limbo y el Infierno, en este orden. Sí, lo he escrito bien, no hay confusión, no es una idea de mi mente calenturienta, lo pone en el folleto, de verdad, ahora os lo cuento.
Una de las atracciones que ofrece el Ayuntamiento de Benicasim a los turistas es un paseo por la playa “El paseo de las Villas” siguiendo los carteles explicativos que ha colocado el propio ayuntamiento y que nos cuentan la historias de estas villas, del conjunto y de cada una en general. Me lo tomo con calma y me paro delante de cada cartel, me lo leo y luego saboreo la casa, la miro, la admiro y les doy la vuelta (a las que puedo) para no perderme nada.

A principios del siglo XX los burgueses de Castellón eligieron las playas de San Vicente y la Almadraba para levantar sus villas de vacaciones, villas que estaban orientadas al mar, con una sola planta y grandes jardines delanteros.

Más adelante se empezaron a construir villas de dos plantas con una amplia terraza en la planta superior y también hubo algunos más imaginativos que levantaron torres, casas de aspecto norteño, palacetes, etc. Y, normalmente, ponían como nombre el del santo patrón del dueño o dueña, así que los lugareños empezaron a llamar a esta zona “el cielo”, por estar llenos de santos y por lo bien que se vivía.

En el lado contrario de la playa se asentaron los vecinos más fiesteros que amenizaban sus noches con ruidosas fiestas hasta el amanecer, así que eso era un sin vivir, vaya, que era “el infierno” y, separando ambas zonas, estaba la desembocadura de un arroyo y a esta zona se la llamó “el limbo”.
Actualmente algunas de estas villas están convertidas en restaurantes como “el torreón” o “Villa Maria”, otras en hotel como la última de la zona, uno de los hoteles más exitosos del lugar, siempre lleno, con una estupenda terraza sobre la playa.

Y por último, volviendo a casa, me dedico a admirar a fondo la Torre de San Vicente, una de las 18 torres de defensa del litoral castellonense y de las cuales hay un montón entre Benicasim y Peñíscola. Todas fueron levantadas en el siglo XVI como protección ante los ataques de los piratas, unas con el fin de avistar y dar aviso a la población y otras como refugio y defensa. Esta en particular es una torre de planta cuadrada que tiene su entrada a casi 2 metros del suelo y a la que se accedía por medio de una escala de cuerda que se retiraba cuando había peligro y así podían refugiarse en ella los habitantes del lugar. Actualmente está cerrada y sus alrededores se han convertido en una zona verde y un auditorio al aire libre.

Y por hoy ya toca volver a mi casa, darme un buen baño en la piscina y descansar.