(19 de agosto de 2017)
Si hubiera madrugado, si hubiera aprovechado las noches, si no hubiera repetido playas, si hubiera contratado excursiones, siempre si. La parte norte no la has pisado, por ejemplo, Glysteri por lejano, Perivoliou porque leíste de medusas. Horarios de autobuses, datos prácticos, pagos con tarjeta..., nada. Valiente reportero, como Tintín, todo el rato por ahí y no se sabe de ningún trabajo periodístico realizado por él. Creo que algo hice, y sin embargo dejé otro tanto por hacer. No me gusta conducir, bastante me moví, lo suyo era un quad, debería sacarme el carnet de moto, pero ¿dónde vas a tu edad a la autoescuela a montar en vespino? En fin.
El día vino más sofocante que nunca, como burlándose de que me fuera. Recogí la habitación, desayuné en el Kanela, rico y a precio razonable, y regresé a esperar a Manolis para despedirme. Ahí llamaron de The Local Route para ir en el coche a acompañarles al taller. Llegamos a un chapista de confianza (suya), cuchichearon, hablad alto que igualmente no os entiendo, y me dijeron que cincuenta euros. Venga, apretón de manos y listo, no me molesto en mercadear. En los mejores términos nos marchamos, palmadas en la espalda, my friend, you happy we happy, más apretones, we are good people, llavero de recuerdo, everybody loves something. Me han quitado dinero muchas veces pero pocas tan amistosas.
Skópelos tiene una carencia grande de información. De promoción de la isla. De actividades. Lo que estaría muy bien de ser intencionado; las conversaciones que tengo (parciales, sesgadas por ser con gente que vive directamente del turismo) no lo sugieren. Agradecen las opiniones, toman nota de las propuestas, cuánta razón, son las autoridades las que no. La verdad, también suena un poco a deberías meterte en el gimnasio, ser más ordenado, estudiar chino, y sí, es cierto, aprecio tu interés, claro que te estoy escuchando. A su ritmo, no es mi debate. Pero. Vete al Museo del Folklore, sugirieron. Voy, soy muy mandado: resultó que lleva cerrado tiempo y sin trazas de abrir. Es una muestra.
No me amilano y decido visitar la Casa Museo de la familia Vakratsa. ¡Bravo! Mientras la busco entre la maraña de callejones, el sol se aplica especialmente en quemarme. Jadeo y sudo en pos de la cultura. Paso por puestos de helados, de limonadas. Paso por rincones que no visita nadie, a dos escalones del puerto ya no suben los veraneantes. La plaza junto al Kastro está vacía, la fuente seca. Producto sin duda de un golpe de calor, no de mi ignorancia ni mi inconstancia, suena una voz en mi cabeza: Deja de dar vueltas, tú lo que quieres es ir a una playa.
Pregunto cómo bajar a esas aguas tentadoras y me proponen un arenal más apartado, a la izquierda de Chora mirando al mar. Por Agios Konstantinos. Acepto pues no llevo escarpines. La playita es más fotogénica desde el alto que buena de cerca, pero sirve para unos baños con sabor a retirada. De camino de regreso paro en Stella, una taverna familiar con manteles azules y cubremanteles blancos, correcto, con parras y perro, huy, y vistas y tranquilidad. Con lágrimas y aceite aliño el queso feta, respetado en su presentación de queso. La señora me da la mano y me desea buen viaje.
¿No hay gatos hoy? Cruzo por el Anatoli, ahí están, durmiendo el sueño de los justos. Los acaricio y les tiro de las patas, se dejan.
Recojo la mochila en la casa y aguardo por el ferry en sombra. Por sesiones me visto de clima atlántico. Los calcetines, la camiseta, los pantalones. Ahora sí que se acaba.
El barco no marea y cabeceo, la noche de aeropuertos va a ser larga. En Skiathos se acerca otro gato de bienvenida, por supuesto me entretengo con él, los dos ronroneando, y protesta cuando me voy. ¡Si yo tampoco quiero, tonto! Y para los taxis me he quedado solo, ¿cuánto cuesta?, ocho euros, vale. Ya sabéis, tenéis que pagar menos que eso, soy la referencia negativa del regateo.
Escribo desde Atenas. Con suerte mañana estaré en Vigo.
Han sido unas vacaciones fantásticas (enganchadas a las de Setúbal antes). Grecia tiene algo realmente especial. Estoy muy contento de haberme empeñado en venir. Pero cómo valorar Skópelos, cómo recomendarlo o no a terceros... ¿Volvería? Pues seguramente no. El mundo es muy grande y ya sólo las islas griegas inabarcables. Quizás para un balear acostumbrado a este paisaje no aporte un diferencial que compense. Fuera de las playas no ofrece mucho. La falta de masificación es un punto a favor, y es muy hermosa, verde, verde, quizás monótona. Yo no regreso decepcionado en absoluto. Y sin embargo... me han enseñado unas fotos de Creta ahora mismo y hubo tal abundancia de oooohs y a aaaahs que no sé qué pensar.
Aquí quedan mis impresiones sobre este destino. Un viaje que se me metió entre ceja y ceja, que era un interrogante hasta que vine a comprobarlo por mí mismo. Sí, lo sé, ha sido un trabajo duro pero alguien tenía que hacerlo.
No molesten si no van a comprar
Desde Agios Konstantinos
La muy familiar taverna Stella
Los maravillosos gatos del Anatoli