Para comenzar nuestra ruta del puente de la Constitución y la Inmaculada, que nos llevaría a la Sierra de Gata (Cáceres) como principal destino, decidimos visitar Ciudad Rodrigo (Salamanca), una población que no conocíamos y de la que nos habían hablado muy bien. Además, yo tenía muchas ganas de alojarme en su Parador de Turismo, que ocupa el que fuera castillo de Enrique II, un edificio medieval muy bien conservado y en el que destaca su torre del homenaje.
Situación de Ciudad Rodrigo en el mapa peninsular.
Hay varias rutas para ir desde Madrid, aunque lo más rápido es conducir hasta Ávila y allí tomar la A-50 hasta Salamanca, en donde se accede a la A-62 que lleva hasta las inmediaciones de Ciudad Rodrigo. En total, son 306 kilómetros (86 desde Salamanca capital), que se hacen en coche en poco más de tres horas, bastante cómodamente pues gran parte del trayecto es por autovía.
Itinerario desde Madrid según Google Maps
Para evitar las nieblas mañaneras que estaban afectando a la zona esa semana, salimos un poco tarde aunque también necesitábamos aprovechar el tiempo para ver la mayor cantidad de cosas posibles con luz, ya que en diciembre a las seis es prácticamente de noche. Por eso, decidimos no detenernos por el camino e ir directamente hasta Ciudad Rodrigo, donde llegamos en torno a las dos y cuarto, justamente a la hora de almorzar. Llevaba apuntado un restaurante que me habían recomendado (Zascandil), pero el miércoles era su día de libranza, con lo cual nos quedamos con las ganas. No obstante, como tenía reserva gratuita en el Parador con puntos de los Amigos de los Paradores, para no perder más tiempo nos quedamos a comer allí utilizando también puntos. El menú fue bastante contundente con aperitivo, embutidos ibéricos, taco de bacalao (estaba riquísimo, sin duda lo mejor de la comida), entrecot de ternera, una pieza de 700 gramos a compartir (también se podía pedir cordero asado) con ensalada y un surtido de postres. El menú costaba 34 euros y nos sobró bastante carne.
Foto del menú, aunque falta el aperitivo y la bandeja de ibéricos.
El Parador ocupa el que fue castillo de Enrique II de Trastamara, que en 1372 mandó reconstruir una fortaleza anterior de la época de Fernando II de León. En los dos siglos posteriores se realizaron diversas modificaciones, incluyendo la construcción de la Torre del Homenaje, cuadrada, de 17 metros de lado, que destaca sobre las almenas del recinto, ofreciendo unas vistas estupendas de toda la ciudad y del río Águeda. Aunque comenzó siendo un hotel privado en 1929, dos años después se inauguró como como Parador y actualmente tiene categoría de cuatro estrellas
Vista del castillo al atardecer desde la Plaza del Castillo.
El castillo desde el río.
Para llegar hasta el Parador, hay que cruzar la muralla por alguna de las puertas abiertas en ella, la que está más cerca es la de la Colada. Una recomendación: si no se está alojado en el Parador u otro hotel del casco histórico, mejor dejar el coche fuera del recinto amurallado, ya que en el interior es zona de pago. En el exterior hay bastante sitio y la caminata que se requiere para llegar hasta la Plaza Mayor no creo que llegue ni a diez minutos.
El Castillo convertido en Parador.
Lo cierto es que desde que accedimos a su puerta, este Parador me pareció uno de los mejores que he visitado en cuanto al edificio medieval se refiere, pero también en otros aspectos, como la atención del personal, la decoración, las vistas espectaculares, (incluidas las que teníamos desde la habitación), que el aparcamiento sea gratuito, aunque al aire libre, los bonitos jardines, los miradores sobre el río… Incluso la subida a la Torre es libre para los clientes (1,5 euros para no alojados), lo cual no sucede en otros Paradores donde hemos estado. Además, el alojamiento me salió gratis gracias a los puntos, con lo cual, dicha casi completa.
La habitación, vistas desde la habitación y pasillos.
La visita al Castillo es obligada aunque no se esté alojado allí. Si no se quiere subir a la torre, merece muchísimo la pena asomarse a los miradores posteriores y a los jardines que dan al río, desde los que se contempla un panorama estupendo de la ciudad, sus alrededores, el río y las murallas. Al fondo también se contempla una gran plaza de toros que, según me contaron, actualmente está abandonada.
Jardines.
Vistas.
Después de comer y de subir a lo alto de Torre del Homenaje, desde la que, como ya he mencionado, se tienen unas vistas espléndidas, salimos para recorrer a pie la población (tres minutos hasta la Plaza Mayor desde el Parador), cuyo centro histórico amurallado no es demasiado extenso y se puede visitar en una tarde o una mañana. Para ello, nos sirvió de mucha ayuda el mapa turístico que nos entregaron en el propio Parador.
La Torre.
El Puente sobre el río Águeda, y sus alrededores.
El plano turístico.
Unos pocos datos históricos.
El origen como zona poblada del entorno de Ciudad Rodrigo se remonta a la Edad del Bronce, ya que en sus inmediaciones se han hallado restos arqueológicos importantes, como un ídolo que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. Eso sin mencionar útiles de piedra y los grabados del Paleolítico Superior encontrados en Siega Verde, a los que me referiré al final de esta etapa. En el siglo VI a.C. ya bregaban por aquí los vetones, pueblo celta o precelta, y de la época romana se conservan tres columnas de un templo, afirmando algunos historiadores que podría tratarse de la ciudad de Miróbriga, si bien no hay unanimidad al respecto. Pocos datos existen de la dominación musulmana, pero se piensa que el núcleo habitado debió integrarse en el reino cristiano de León a finales del siglo XI, con el rey Alfonso VI. Sin embargo, fue Rodrigo González Girón quien en 1100 comenzó su repoblación, que continuó el rey Fernando II de León, quien la dotó de una muralla de más de dos kilómetros y siete puertas. Por entonces debió iniciarse también la construcción de la Catedral. En el siglo XIV, el rey Enrique II ordenó construir la fortaleza donde hoy se encuentra el Parador. La historia de Ciudad Rodrigo está ligada a su situación cercana a la frontera portuguesa, por lo cual tuvo gran importancia en las luchas que libraron los dos reinos, lo que obligó a construir unos importantes sistemas para su fortificación.
Los siglos XV y XVI fueron de prosperidad y en ese periodo se construyeron gran parte de los monumentos, palacios y casas señoriales que hoy se conservan. Pero también se produjeron luchas nobiliarias e igualmente recibió una importante comunidad de judíos conversos que huían hacía Portugal de las zonas donde habían sido expulsados; contra ellos actuó posteriormente la Inquisición.Por el contrario, los siglos XVII y XVIII supusieron una prolongada época de decadencia y, al mismo tiempo, sufrió graves daños en diversas guerras, como la de Restauración Portuguesa, la de Sucesión y la de la Independencia contra los franceses. Actualmente cuenta con cerca de 13.000 habitantes y el casco antiguo de la ciudad fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1944. También está incluida en la Asociación de Pueblos más Bonitos de España.
Nuestra visita.
Nada más salir del castillo, en la misma plaza, nos encontramos con uno de los dos Verracos de piedra (el otro está en la Casa de la Cultura) con que cuenta Ciudad Rodrigo. Como bien sabemos, son esculturas zoomorfas de tiempos de los vetones (siglo V a.C.), que se pueden ver en diversas zonas de Cáceres, Castilla y León y Portugal y cuya función se desconoce.
Murallas.
De diversas épocas y muy bien conservadas. En forma de estrella y con un perímetro de unos dos kilómetros, se pueden recorrer casi en su totalidad y forman un estupendo mirador sobre la ciudad y su entorno. Partiendo de las defensas romanas de la ciudad de Augustóbriga, fueron ampliadas varias veces, la primera con Fernando II de León en el siglo XII, después de la expulsión de los árabes, y posteriormente en el siglo XVIII, bajo el reinado de Felipe V, cuando se erigieron baluartes exteriores en forma de dientes de sierra. Se conservan siete puertas: la del Rey (frente a la Catedral, actualmente tapiada), de Santa Cruz (San Vicente o Santi-Spiritus), de la Colada, del Alcázar, de Santiago, Postigo de San Pelayo, del Sol, del Conde y la de Amayuelas.
Decidimos acercarnos primero a la orillas del río Águeda para ver las vistas desde allí antes de que decayera la luz ya que la tarde era espléndida. Salimos por la Puerta de la Colada, junto al castillo, y bajamos por una empinada cuesta que lleva al Puente Romano, si bien de romano conserva muy poco por la cantidad de reconstrucciones y modificaciones que ha sufrido a lo largo de los siglos, entre otras la realizada bajo el reinado de Fernando II de León. Pese a todo, es casi obligado dar un paseo por aquí para contemplar las estupendas panorámicas que se tienen del propio río y la ciudad. Por la tarde, las fotos salen especialmente bonitas.
Volvimos sobre nuestros pasos y, una vez cruzada la muralla, yendo hacia la Plaza Mayor, en la calle Juan Arias esquina a la Plaza Dámaso Ledesma, se encuentra el Palacio del Príncipe o de las Águilas. Cuenta con fachada plateresca y es muy interesante el patio interior del siglo XVI con bellos relieves. Alberga exposiciones y la entrada es gratuita. Si está abierto, merece la pena al menos asomarse para ver el patio. Enfrente de este palacio, se encuentra el Antiguo Cuartel de Artillería, que conserva su fachada barroca.
La Plaza Mayor es bastante grande, tiene forma alargada y está rodeada por varias casas de aspecto señorial, más o menos antiguas, algunas con escudos. Aquí también se ubican varios restaurantes y bares. En uno de los lados cortos del imaginario rectángulo se encuentra el Ayuntamiento, del siglo XVI, cuya fachada destaca por su galería de arcos con torreta y espadaña. Por la noche, quedaba curioso con las luces de Navidad.
Otros edificios destacados son la Casa del Primer Marqués de Cerralbo, del siglo XVI y estilo renacentista, con escudos en las esquinas unidos por un friso con medallones y rematado por una balaustrada y la Antigua Audiencia y Cárcel, en la que ya pudimos apreciar algo típico de los edificios medievales de la ciudad: los escudos se encuentran en las esquinas de los edificios y ladeados. Ignoro el motivo.
Tomando la calle Julián Toro, enseguida llegamos a otro de los lugares imprescindibles al visitar la ciudad, la Plaza del Conde, donde se encuentran el Palacio del Conde de Alba de Yeltes (data del siglo XV, aunque sufrió muchas reformas, de las que es ejemplo la portada barroca) y el Palacio de Moctezuma, de estilo herreriano, que alberga la Casa de la Cultura. Muy cerca está la Puerta del Conde, pasada la cual hay un aparcamiento, supongo que no es de pago porque está fuera del recinto amurallado, pero no estoy segura.
Muy próxima se halla la Plazoleta del Buen Alcalde, porticada mediante arcos de colores blanco y amarillo, con una fuente en su centro y que alberga el mercado los martes. Allí se encuentra el Palacio de los Castro con fachada renacentista del Siglo XVI, que en origen contaba con dos torres que ya no existen. A destacar las columnas torneadas del alfiz rematadas por dos leones, las ventanas góticas de cruceta y el escudo.
A un costado se ve también la parte alta de la Capilla de Cerralbo, de los siglos XVI y XVII y estilo herreriano, pero a la que se accede desde la calle José Pacheco y que presenta su mejor estampa desde la Plaza de Mazarrasa.
Asimismo, desde la Plaza de Mazarrasa se tiene una excelente vista de la Catedral, si bien nos dirigimos primero hacia la Plaza de San Salvador, a la que se asoma la Casa de los Miranda, con fachada herreriana decorada con blasones, igual que el patio interior del siglo XVII. Aunque no visita, la puerta está abierta y es posible asomarse para ver el patio.
Muy cerca está el Palacio de la Marquesa de Cartago, de propiedad privada, con una llamativa fachada de estilo gótico italiano de finales del siglo XIX.
Y caminando unos pocos metros, vimos la fachada del Palacio Episcopal, de finales del siglo XVIII y estilo barroco. Forma un bonito conjunto con el edificio anterior. Un par de calles más abajo está el Palacio de la Cadena, del siglo XVI, con la cadena esculpida en la fachada que representa el derecho de asilo. Cuenta con ventana de esquina.
Retrocedimos hasta la Plaza de Mazarrasa, rodeamos la fachada de la Catedral y fuimos hasta la Plaza de las Amayuelas, al final de la cual está la Puerta del mismo nombre. Desde aquí se accede a la muralla por una escalera y resulta muy recomendable recorrer este tramo (a la izquierda) hasta la Plaza de Herrasti, que se contempla en alto, con la Catedral al fondo. Desde aquí, bajamos otras escaleras y fuimos ya directamente a visitar la Catedral antes de que cerrara, a las seis de la tarde.
Catedral de Santa María. Está catalogada como Monumento Nacional. Su construcción se inició en el siglo XII, bajo el reinado de Fernando II, siguiendo un proyecto de estilo románico tardío, que pervive en varios tramos de la fachada exterior pese a la gran reforma que realizó Rodrigo Gil de Hontañón en 1550. La Torre se levantó a finales del siglo XVIII. Los horarios de visita son de martes a sábado de 11:30 a 14:00 y de 16:00 a 19:00 (18:00 en invierno). Entrar cuesta 3 euros. Entregan un folleto explicativo y se ve por libre. No se puede hacer fotos salvo en el claustro.
Tiene planta de cruz latina, con tres naves y bóvedas de crucería de transición del románico al gótico. Entre lo más interesante cabe citar las tres portadas: la norte, del Enlosado o de Amayuelas, la meridional o de las Cadenas y el pórtico del Perdón o de la Gloria, situado a los pies de la Catedral y que sólo se puede ver desde dentro del templo.
El interior tiene capillas interesantes, aunque lo más notable sin duda se encuentra en el coro, de finales del siglo XV. Obra de Mateo Alemán, consta 72 sillas de estilo gótico exquisitamente labradas con motivos religiosos y profanos, personas y animales. Una lástima que no se pudieran sacar fotos. También me gustó mucho el claustro, construido entre los siglos XIV y XVI. Los capiteles románicos historiados constan de motivos vegetales y figurativos muy curiosos, si bien la mayor parte fueron reconstruidos en 1911 por Tarabella. También está incluida la visita al Museo, que consta de monedas, objetos de culto, escultura y pintura de varias épocas.
Después nos acercamos a otro tramo de la muralla y recorrimos su ronda hasta aparecer en la otra parte del casco viejo, donde descubrimos otros edificios destacados según nuestro plano turístico, por ejemplo, la Casa de las Cuatro Calles. Ya en el entorno de la Rúa del Sol, se encuentran la Capilla de la Tercera Orden, la Casa de los Gómez de Silva y la Casa del Cañón, para terminar en la propia Puerta del Sol, con una zona en obras de restauración al cruzar la muralla.
En los alrededores de la Plaza del Poeta Cristóbal de Castillejo, se pasa junto a la Iglesia de San Isidro, la Capilla de las Franciscanas Descalzas, la Casa de los Vázquez (Casa de Correos, se puede entrar por la mañana para ver el vestíbulo y los detalles de molduras, azulejos y artesonado de la portada), el Hospital de la Pasión (siglo XVI y construido sobre la antigua sinagoga).
Aquí ya se está muy cerca de la Puerta de Santiago, por donde se accede al exterior de la muralla, especialmente bonita en esta zona, especialmente cuando está iluminada. Además, éste es uno de los mejores miradores para ver el puente romano y el río, imprescindible sobre todo si no se ha entrado a ver la Torre del Castillo. Por la tarde da el sol de frente, así que las mejores vistas son por la mañana o al atardecer.
Fuera del recinto amurallado hay otras cosas interesantes que ver, como las ruinas del Convento de San Francisco, la Iglesia de San Andrés y, sobre todo, las Tres Columnas, que están a la entrada de la ciudad, viniendo por la carretera de Salamanca. Según la tradición popular, proceden de un templo romano y las mandó colocar el emperador Octavio para marcar los límites de su imperio.
En resumen, que el paseo por las calles de Ciudad Rodrigo resulta muy grato e interesante tanto de día como de noche, ya que la iluminación nocturna me pareció muy acertada.
Resumen de nuestro recorrido nocturno.
Cuando salimos a cenar, la niebla ya se había aposentado en las calles y, sobre todo, en la zona del río. Íbamos con idea de tomar unas raciones en uno de los bares-restaurantes recomendados, El Sanatorio, que se encuentra en la Plaza Mayor y que cuenta con una profusa decoración a base de fotografías de tema taurino. Sin embargo, no tuvimos mucha suerte con la consumición. No sé cómo estarán los menús del día (con huevos y farinato de especialidad, lo cual no era de recibo a esas horas de la noche, naturalmente), pero en cuanto a tapas no tenían prácticamente nada y nos tuvimos que conformar con un pincho de tortilla y unos calamares.
Plaza Mayor entre la niebla.
Castillo de noche.
Castillo de noche.
Por la mañana, la niebla era aún más espesa niebla y apenas permitía distinguir el perfil del río. Fuimos a desayunar nuevamente a la Plaza Mayor, pero esta vez a un establecimiento que se llama Los Arcos, donde tenían de todo: croquetas, empanadillas, bollería, tortillas, bocadillos… Después regresamos al Parador para ir ya con el coche hasta el Yacimiento de Siega Verde.
YACIMIENTO DE SIEGA VERDE.
La zona arqueológica de Siega Verde se encuentra situada a unos 19 kilómetros del casco histórico de Ciudad Rodrigo y la carretera que conduce allí sale del centro extramuros de la población. Se tarda en llegar en torno a 20 minutos, si bien nosotros empleamos un poquito más por la intensa niebla que en ocasiones no permitía ver a cincuenta metros. Afortunadamente, las condiciones meteorológicas fueron mejorando paulatinamente a lo largo de la jornada. Este yacimiento se ve mediante visita guiada, a la que hay que apuntarse bien en la propia Aula Interpretativa o reservando con antelación por internet, lo que resulta muy aconsejable si se trata de un momento de alta afluencia turística como puentes, festivos, etc. Para asegurarme yo lo hice así y menos mal porque llegó gente sin reserva y nuestro turno ya estaba completo (creo que los grupos son de 16 personas como máximo).
Ruta desde Ciudad Rodrigo hasta el Yacimiento de Siega Verde.
La entrada general cuesta 6,50 euros y los horarios hay que consultarlos previamente ya que varían dependiendo de los días de la semana y de la época del año. En nuestro caso, había visitas guiadas a las 11:00 y a las 12:30, y escogimos el primer turno para tener luego más tiempo libre en nuestro viaje hacia la Sierra de Gata. También existe la posibilidad de hacer visitas nocturnas en verano, de grupos y “vip” (se ven más cosas, bueno eso nos dijeron...).
Las rocas son muy llamativas, sumamente afiladas.
Además del interés arqueológico del yacimiento, éste se encuentra en un lugar muy bonito desde el punto de vista paisajístico, pues parece una especie de antesala de las Arribes del Duero, que se extienden un poco más al norte. Una lástima la poca visibilidad porque las zonas aledañas al puente sobre el río Águeda (el mismo que pasa por Ciudad Rodrigo) se prestan a tomar bonitas fotografías. Esta es también zona de paso hacia Portugal.
Se pide llegar unos diez minutos antes para que el guía dé unas explicaciones previas. Nosotros, por culpa de la niebla, llegamos un par de minutos pasadas las once, pero pudimos unirnos al grupo ya que el guía todavía estaba dando la explicación preliminar en el interior del Aula. La zona del yacimiento se encuentra al aire libre pero vallada y se aconseja ir con zapato cerrado e impermeable o abrigo en invierno y con protector solar y agua en verano. No está permitido acceder con paraguas, bastones de trekking, ni tampoco la compañía de mascotas. Las fotografías sin flash se pueden hacer libremente. Este yacimiento fue descubierto en el año 1988 por el arqueólogo Manuel Santonja como consecuencia de unas investigaciones que estaba realizando por la zona. Su difícil acceso y la visibilidad reducida que presentaban los grabados al estar tapados por polvo y musgo hizo posible que se conserven casi intactos, si bien no se han librado de actos vandálicos y pintadas, sobre todo en los años 80 del siglo pasado, quizás más por desconocimiento que por puro gamberrismo.
La importancia de los grabados paleolíticos localizados, que actualmente se encuentran señalizados y protegidos, determinó su declaración como Patrimonio de la Humanidad en 2010 como extensión de los encontrados en el Valle del Côa portugués, y su similitud con los mismos ayudó a datarlos dentro del Paleolítico Superior.
En el yacimiento hay catalogados 94 paneles con más 600 representaciones de animales y signos esquemáticos, predominando cérvidos, bóvidos y caballos. También se pueden apreciar grabados de especies hoy en día desaparecidas como renos, bisontes o rinocerontes lanudos, lo cual hace suponer que se hicieron en diferentes épocas, alternando periodos templados con otros fríos.
En las fotografías cuesta apreciar los grabados. Se veían mejor en el propio escenario.
Naturalmente, no vimos todos los paneles sino una muestra variada de los mismos. La visita guiada se prolongó una hora u hora y cuarto y fue bastante entretenida porque con las explicaciones se aprende a localizar e interpretar lo que se ve de una manera que no sería posible mirando, simplemente. Además, en algunos casos muchas de las figuras, en particular las más pequeñas o las que están superpuestas, pasarían totalmente desapercibidas al ojo no experto.
Al final del recorrido guiado, volvimos al Aula, donde se proyectó un documental de unos quince minutos sobre todo lo que habíamos contemplado. Y terminamos en la zona dedicada a exposición e interpretación. Una visita muy interesante para los aficionados a estas cuestiones y también para el público en general porque al ser corta y el paisaje bonito no creo que a nadie se le haga pesada.
Otras rutas interesantes que se pueden combinar con Ciudad Rodrigo.
No muy lejos de Ciudad Rodrigo se encuentran zonas muy interesantes para visitar (también puede ser Ciudad Rodrigo un interesante recorrido adicional a esas zonas), que permiten alargar la visita y componer un fin de semana o un puente muy aprovechado. Por ejemplo, la Sierra de Francia, la Alberca, Salamanca capital, Arribes del Duero, el Yacimiento de Yecla de Yeltes, el Pozo de los Humos, la Sierra de Gata (Cáceres)… Además, la frontera portuguesa se encuentra solo a 26 kilómetros y se pueden planificar rutas de vacaciones muy atractivas.