Llegamos a Avignon a mediodía, y fuimos directos al hotel Central, donde teníamos una habitación para nuestra última noche en la Provenza. Éste hotel de 2 estrellas es muy recomendable porque está muy bien ubicado, es cuco, y es muy razonable de precio...peeeeero, no tenía ascensor en la zona de habitaciones que nos había tocado. Así que cuando llegamos con todos los trastos (maletas, mochilas, carro de Daniela...) y nos topamos con unas escaleras de hace probablemente 2 siglos, lo cuco que tenía el hotel se desintegró en un sudor frío. Pero nos gustaba el sitio lo suficiente como para ponernos cachas temporalmente con esos escalones. Eso sí, el carro se quedaría felizmente en un hueco del lobby. Dejamos todo (salvo el carro) en la habitación y fuimos raudos a callejear por las calles medievales de Avignon (y con el carro).
Con el mapa que nos dieron en el hotel, lo primero que visitamos fue el Palacio Papal. En el siglo XIV, Avignon fue una especie de lo que ahora es el Vaticano. Siete Papas de ésa época, también llamados Obispos de Roma, vivieron en el espectacular palacio que destaca en el centro de la ciudad. Allá por donde caminas ves la herencia del poder y riqueza que allí debió campar a sus anchas. Las guerras de los católicos contra los cátaros, o contra los protestantes de épocas medievales, son muchas de las guerras que marcan la historia de ésta ciudad y su comarca.
La ciudad tiene un encanto especial aderezado por el río Ródano que rodea parte de la ciudad antigua amurallada. Desde uno de los puentes que cruza el Ródano, te puedes imaginar cuan fortín debió ser ésta ciudad para defender a los líderes de la religión católica de la época.
Pero como tantas veces en éste viaje, nuestras piernas agotadas pedían un descanso. Y encontramos el mejor café espresso de toda Provenza en el café Tulipe. No es barato, pero si se es cafetero y se visita Avignon, es parada obligatoria. En el mismo día fuimos 2 veces, porque la verdad que el café en el resto del viaje fue bastante flojete. Y en éste café nos resarcimos con alevosía y premeditación.
Repuestas las fuerzas, fuimos a la calle de de los tintoreros (rue des teinturiers) que está marcada por el canal de Sorgue con cuatro molinos. Los molinos, que antiguamente llegaron a ser veintitrés, se utilizaban para enjuagar las telas de los tintoreros, sobre todo la apreciada seda. Ésta calle fue el centro económico de la ciudad de Avignon del siglo XIV hasta el XIX. Ahora abundan los teatros, que la convierten en el centro cultural de la ciudad actual. No hay un buen teatro sin un buen café al lado para comentar la obra de turno. Así que, efectivamente, abundan también los cafés en ésta calle que parece pensada para relajarse caminando a la sombra de los olmos que bordean el canal.
La Place de L´Horloge, que es la plaza del ayuntamiento, es la que parece el centro de la ciudad durante el día. El tiovivo plantado delante del ayuntamiento atrae a las familias de toda la ciudad, y claro, choca con la tranquilidad que da el paseo de la rue des teintures. Eso sí, el toque cultural de ésta plaza se lo da la ópera allí ubicada.
Así que tras muchas batallas medievales, cuestas con final de cerveza o café, montones de franceses amabilísimos (nos gustaría recalcar esto) y drones heridos en el brazo, llegamos al final de éste viaje que disfrutamos al máximo acompañados y liderados por una preciosa bebé de 6 meses con la que fue mucho más fácil viajar de lo que jamás pensamos. El recuerdo de éste viaje es tan disfrutón, que sería una pena que quedara en eso, un recuerdo que se fuera como el vaho con el tiempo. Dice la leyenda que existe un vídeo por ahí que dibuja nuestros pasos allá por los adoquines de la vieja Provenza. Por no hablar de éste manuscrito que alguien está leyendo en éste preciso instante.